BLOG EDITADO POR ALEJANDRO OSCAR DE SALVO

viernes, 31 de mayo de 2013

LAS VIRTUDES HUMANAS O NATURALES. LAS VIRTUDES MORALES: CARDINALES Y CONTENIDAS.


EL PROFESOR CRISTIANO
Y
LAS VIRTUDES MORALES


Atenea expulsa a los Vicios del Jardín de la Virtud,Andrea Mantegna,Museo del Louvre SXV
Atenea expulsa a los vicios del jardín de la virtud. ( Andrea Mantegna, 1431-1506))



TEMARIO

I) ÉTICA Y MORAL. DEFINICIONES Y NOCIONES GENERALES.

II) ÉTICA Y MORAL CRISTIANA.

III) VIRTUD MORAL Y VIRTUD INTELECTUAL.

IV) LAS VIRTUDES MORALES.

V) CLASIFICACIÓN DE LAS VIRTUDES.

VI) LAS VIRTUDES CARDINALES.
      PRUDENCIA, JUSTICIA, FORTALEZA Y TEMPLANZA.

VII) LAS VIRTUDES CONTENIDAS.

VIII) LISTADO ALFABÉTICO CON LAS PRINCIPALES VIRTUDES  
        MORALES.

IX) FORMAS DE VIVIR LAS VIRTUDES MORALES, SEGÚN LAS    
      ÓPTICAS DE LAS MORALES CRISTIANA Y NATURAL.

X) CONSIDERACIONES FINALES.



EL PROFESOR CRISTIANO
Y
LAS VIRTUDES MORALES

Alegoría de la virtud y el vicio. (Lorenzo Lotto, 1480-1557)



I) ÉTICA Y MORAL. DEFINICIONES Y NOCIONES GENERALES.

Los vocablos “Ética” y “Moral” observaron similitudes en el significado que tienen sus respectivas raíces. Ética proviene del griego “ethos” que significa hábito o costumbre y moral viene del latín “mos” que tiene igual sentido.

A pesar del sentido similar que tienen las raíces de ambos vocablos con el paso del tiempo se han ido diferenciando los conceptos de Ética y de Moral hasta asignárseles en la actualidad dos significados distintos.

No obstante, nos apresuramos a señalar que existen discrepancias sobre el sentido que se les debe dar a esos términos y que, en ocasiones, se los utiliza de manera indistinta como sinónimos.

Por nuestra parte, consideramos que se deben diferenciar los vocablos éticos y morales en orden a los siguientes criterios distintivos:


A) ÉTICA: La ética es la ciencia que tiene por objeto la descripción, el análisis, la fundamentación y la regulación de los actos humanos conscientes y libres. (También se la conoce como Filosofía Moral)

Es la parte de la filosofía que estudia los juicios de valor cuando se aplica a la distinción entre el bien y el mal. (Diccionario Everest)[1]

Es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los humanos en sociedad. (A. Sánchez Vázquez, Ética, Ed. Crítica, B, 1981).[2]

La ética es el hecho real que tiene lugar a partir del pensamiento de algunas personas que resuelven estudiar, fundamentar, justificar o rechazar la moral que se aplica, sea para dirigir su propia conducta como para influir en la conducta de otros.

“Cómo Filosofía Moral, según Cortina (citado en Arévalo, 1998 : 169), la ética tiene tres funciones específicas:

1°) Aclarar que es lo moral y adecuado son sus rasgos;

2°) Fundamentar la moral, es decir, averiguar cuáles son las razones para que los hombres se comporten moralmente;

3°) Aplicar los resultados de las dos funciones anteriores a los distintos entornos de la vida social, la política, la economía, la empresa, la medicina, la ecología, la educación, es lo que se ha llamado Ética Aplicada.”[3]

“Para algunos autores la ética actual se propone reencontrar la auténtica dimensión humana del hombre y buscar el equilibrio con sigo mismo y con su entorno.”[4]


B) Moral: La moral general es el conjunto de principios, criterios, normas y valores que dirigen el comportamiento dentro de una sociedad mientras que la moral particular son los actos mediante los cuales las personas respetan o transgreden la norma moral objetiva.

La moral general es un hecho real existente en todas las sociedades, que se presenta como un conjunto de normas que se transmiten de generación en generación, van evolucionando a lo largo del tiempo y suelen diferenciarse respecto de las normas de otras sociedades contemporáneas y de otras epocas historicas.

La moral general repercute en la moral particular, influyendo en la manera de actuar de las personas mediante su orientación acerca de quién es el bien que se debe procurar y el mal que se debe eludir.

El vocablo moral fue definido de diversos modos, diferenciandose segun se haga referencia a la moral general o particular, entre ellos:

1°) “Ciencia o doctrina de la conducta y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia”. (Diccionario Everest)[5]

2°) “La moral es un conjunto de normas aceptadas libre y conscientemente, que regulan la conducta individual y social de los seres humanos.” A. Sánchez Vázquez, Ética, Ed. Crítica, B, 1981.[6]

3°) Ciencia que trata del bien y de las acciones o conductas de las personas con respecto al bien y al mal.

4°) Acciones o conductas de las personas consideradas en su relación con el bien y el mal, en el marco de la conciencia y del respeto humano.

5°) Cualidad de las acciones humanas con respecto al bien y al mal.

6°) Conjunto de facultades y valores de una persona o una colectividad que se consideran éticamente aceptables. (Moral cristiana, moral estoica, etc.)


 C) DIFERENCIAS ENTRE ÉTICA Y MORAL.

Las disciplinas éticas y morales se distinguen principalmente en que:

“La moral forma parte de la vida diaria de las sociedades y de los individuos, mientras que la ética es un saber filosófico;

La moral puede ser moral cristiana, moral islámica, moral socialista; la ética puede ser ética aristotélica, ética estoica, ética kantiana;

La ética se sitúa en el nivel reflexivo del discurso filosófico, la moral pertenece al campo de la sociedad;

La moral surgió con el hombre, la ética con la filosofía.”[7]


II) ÉTICA Y MORAL CRISTIANA.

Sabemos que en los tiempos precristianos diferentes corrientes filosóficas han hablado de la virtud perfecta para calificar la manera noble de ser a la que debe aspirar el hombre, moviéndose exclusivamente en el ámbito natural.

A partir de la venida de Nuestro Señor Jesucristo y la fundación de su Iglesia ésta comenzó a hablar, además, de las virtudes sobrenaturales, que son las que Dios comunica graciosamente al hombre y vivifican a las virtudes simplemente humanas.

De esta forma, para los cristianos, resultan esenciales tanto las virtudes humanas como las virtudes teologales. (Estas últimas -Fe, Esperanza y Caridad- serán abordadas en un futuro trabajo).

Las virtudes humanas, como veremos más adelante, pueden ser adquiridas por todos los individuos (cristianos y no cristianos) mediante su esfuerzo personal, aunque desde ya debemos anticipar que en el caso de los cristianos las virtudes adquiridas muestran condiciones distintivas.

Dichas características diferenciadoras tienen lugar porque en los profesos cristianos las virtudes morales se ven purificadas, elevadas e iluminadas por la Gracia divina e influenciadas por el accionar del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo que mora en nosotros -los cristianos- juega un papel preponderante a la hora de guiarnos para comprender y ejecutar las virtudes humanas. Y, igualmente, son las Inspiraciones divinas las que nos dan la real profundidad, dimensión y significado de la moralidad y del verdadero bien que debemos hacer frente a los casos particulares.

Esa es una de las razones por las que se pueden advertir notorias diferencias en el comportamiento de dos personas que posean una elevada actitud moral, siempre que una de ellas procure el bien desde una perspectiva natural y la otra desde una visión sobrenatural del mundo y de su vida, bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Otras de las diferencias esenciales que se presentan, según adoptemos una posición naturalista o cristiana, radica en la definición y el alcance que se les da a los vocablos <bien> y <mal> utilizados para construir el marco moral y la guía para el desempeño ser humano

Para comprender la misma tengamos en cuenta que al hablar de ética y moral vimos que ambas disciplinas se relacionan con el bien y el mal, con la reflexión sobre lo bueno y lo malo y con la ejecución de lo que está bien y la omisión de lo que esta mal

Así, tanto la ética como la moral nos llevan a un problema que no tiene una respuesta humana correcta. Y ese interrogante indescifrable radica en la imposibilidad de determinar ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?

No existe acuerdo posible entre las respuestas que se han esforzado al respecto y no pocos filósofos terminaron concluyendo que no hay forma de definir estos conceptos prescindiendo de referencias externas a los hombres ya las sociedades que estos conforman.

Dichos impedimentos humanos, que Dios confirmó para crear la necesidad de que el hombre tenga una estrecha dependencia de Él en el ámbito moral, fueron mal utilizados para abrir las puertas del relativismo filosófico y su doctrina que propugna que el conocimiento humano es incapaz de alcanzar verdades absolutas y universalmente válidas. (Sobre el particular el lector puede consultar la entrada <Las leyes morales en la profesión de fe cristiana. Ley moral prescrita y ley moral natural>, de fecha 30 de abril de 2013.)

Ahora bien, saliendo de las perspectivas naturalistas y relativistas e ingresando en el ámbito de la ética y la moral cristiana vemos que la cuestión se acomoda de una manera perfecta. Desaparecen las distorsiones, las controversias y las dudas, las subjetividades sobre el bien y el mal.

En el cristianismo se resuelve de un modo sobrenatural un problema que no tiene solución humana, porque en éste el bien y el mal, lo bueno y lo malo surge de la revelación hecha por Dios, la que por fe y razón se cree y acepta.

El Señor ha ido enseñando paulatinamente el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar, a través de los miles de años que fueron necesarios para preparar a la humanidad, primero con el Antiguo Testamento y luego mediante el Nuevo Testamento.

La Moral Cristiana enseña que debemos vivir como Jesús, en la medida que las limitaciones humanas lo permiten. Es decir hacer todo lo posible por imitar Su forma de vida, seguir Sus principios y reproducir Sus acciones morales.

De modo que los profesos cristianos debemos imitar la vida de Jesucristo, actuar de acuerdo con los valores morales revelados en las Sagradas Escrituras y, a la vez, prestarnos con docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.

En ese sentido muchos han sido los autores que pusieron de realce la trascendencia absoluta que tiene Cristo en la moralidad cristiana. Entre ellos, se ha pronunciado Josef Fuchs[8], a quien citamos seguidamente:

“El centro de la vida y de la moralidad cristiana es Cristo y nuestro << ser en Cristo >> , y el fundamento de la norma moral es nuestro ser de hombres cristianos y sacramentales. De ahí que la verdad básica y la categoría verdaderamente fundamental de la moralidad cristiana que la teología moral debe enseñar sea la vocación de los fieles en Cristo.”.

“La moral cristiana es, en primer lugar, una moral de la llamada en la persona de Cristo a la salvación y, al mismo tiempo, a vivir la vida correspondiente con la salvación, es decir, «la vida perfecta en caridad, a ejemplo de la vida de Cristo», y también, evidentemente, «aquellas obras de vida cristiana, con las cuales, cada uno, según su condición, debe manifestar su inclinación a la perfección en Cristo». La vocación cristiana es, por tanto, un don, una gracia, pero también la exigencia y el imperativo de vivir como liberados y como llamados a la salvación en Cristo.”.

“Aunque la vocación del cristiano en Cristo exige la observancia de principios generales y de preceptos individuales, primordialmente requiere docilidad al Espíritu Santo, que a cada uno se mueve al cumplimiento de múltiples exigencias, pero sobre todo a buscar la perfección según la imagen de Cristo. ”.

El Espíritu Santo «nos hace ante todo creer, esperar y amar», y opera en nosotros nuestra entrega total a Dios ya la salvación en Cristo, «que es lo que constituye el fundamento de toda moral cristiana». Nos da además la prontitud y la fuerza para «configurar la imagen de Cristo en las numerosas manifestaciones concretas de nuestra vida», y nos proporciona «la luz que nos permite comprender qué aspecto debe revestir la acción en el Espíritu de Cristo en cada situación particular »”.

“La moralidad cristiana se manifiesta primariamente como Espíritu de Cristo que actúa en nosotros, y secundariamente como disposiciones y preceptos que descienden al cristiano: «El espíritu de Cristo que vive y actúa en nosotros, y el mismo Espíritu que se expresa en disposiciones y preceptos son los que juntos constituyen la ley de Cristo».

De modo que la moral cristiana, por los propios valores que encierra, no se debe imponer. Fue dada por Dios a la humanidad para que cada persona que lo desee, con pleno ejercicio de su libre albedrío, pueda elegir vivir de acuerdo con las enseñanzas de Cristo en procura de la salvación de su alma.

El verdadero cristiano es un hombre libre que busca la Luz en Cristo y la encuentra. Que está decidido a perseverar ya sufrir impuestos en el seguimiento de Cristo y tratará por todos los medios de cumplir los mandamientos que le fueron. Lo hará porque cree en Dios y en el verdadero bien que Él ha revelado a la humanidad, siendo feliz con el cumplimiento de los que acepta como sus verdaderos deberes morales y religiosos.


III) VIRTUD MORAL Y VIRTUD INTELECTUAL.

Las virtudes humanas (también llamadas naturales o adquiridas) se dividen habitualmente en morales e intelectuales. Sencillamente, las virtudes morales están orientadas al bien mientras que las intelectuales buscan el conocimiento.

“Asentadas en las diversas potencias del alma, las virtudes morales perfeccionan la voluntad y los apetitos, mientras que las virtudes intelectuales perfeccionan los sentidos internos y las potencias intelectuales. El término <virtud> se predica de manera análoga respecto de estos dos tipos, es decir, ambos tipos se llaman virtudes pero en distinto sentido. Sin embargo, la virtud concierne más propiamente a los buenos hábitos de las potencias operativas, y secundariamente puede predicarse de las disposiciones de la mente para el conocimiento. Las cualidades que aseguran la rectitud de la voluntad y los apetitos, esto es, las virtudes morales y teologales, son llamadas virtudes simpliciter. Por el contrario, las virtudes intelectuales, realizan su función sin necesidad de una intrínseca relación a la voluntad buena, son virtudes secundum quid”[9]. (Sobre las potencias del ser humano el lector podrá consultar los puntos VII y VIII de la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana>, de fecha 25 de marzo de 2013>)

Hecho ese distingo entre virtud moral y virtud intelectual habremos de aclarar que nos referimos en este trabajo a la Virtud Moral , que es la que particularmente nos interesa por su íntima vinculación con la profesión de fe cristiana.


IV) LAS VIRTUDES MORALES.

Según el sistema ético al que se adhiera variarán las definiciones de virtud moral que se practican. En razón de ello aportaremos a continuación una definición de naturaleza naturalista y otras de carácter cristiano.


A) DEFINICIONES DE VIRTUD, DESDE UN ENFOQUE NATURAL.

Desde una óptica natural del mundo se han aportado un sinnúmero de definiciones de virtud, entre las que destacamos las siguientes:

a) Integridad de ánimo y bondad de vida.
    
b) Disposición habitual para hacer el bien y prescindir del mal.
   
c) Disposición del alma para las acciones morales, para un recto modo de proceder.
 
d) Cualidades firmes, actitudes estables, capacidades del intelecto y de la voluntad que regulan las emociones, ordenan el comportamiento de acuerdo con la razón y orientan los actos humanos hicieron el bien.

e) El justo medio entre dos vicios.

La última definición de virtud responde al criterio Aristotélico. El ejemplo clásico que se suele dar sobre la misma es la virtud de la valentía, situándola en el medio de los vicios de la cobardía y la temeridad.


B) LAS VIRTUDES MORALES DESDE EL NATURALISMO.

Las virtudes naturales se adquirieron mediante la libre realización de buenos actos, repitiéndolos hasta lograr internalizarlos, convertirlos en hábitos, en condiciones estables del alma, tal como vimos en las definiciones precedentes.

Al rechazar el naturalismo la existencia de Dios, las virtudes morales son consideradas obras exclusivas del esfuerzo humano, desconociéndose toda influencia divina en cuanto a la iluminación de la persona que las practica y desarrolla. Y, por supuesto, negándose la intervención del Espíritu Santo y toda relación entre el virtuosismo y la posibilidad de salvar el alma para la eternidad.

De todas maneras, aunque en exclusividad, el premio a una vida moral lo encontramos en la vida terrena.

La experiencia nos muestra que el hombre alcanza sólo la felicidad mediante una vida virtuosa. El ser humano se siente feliz mediante el cumplimiento del deber moral y la práctica de las virtudes.   

Dicha vinculación de la moralidad con la felicidad no pretendemos sostenerla
aquí desde perspectivas filosóficas y/o teológicas (lo que ya hemos hecho en trabajos anteriores). Sino, simplemente, lo hacemos desde un costado fáctico basado en la experiencia de vida y los innumerables casos conocidos. Estos muestran que las personas verdaderamente virtuosas suelen sentirse plenas y felices mientras que las que tienen una dimensión moral mediocre, aún “disponiendo de todo lo que el dinero puede comprar”, suelen estar profundamente insatisfechas con su existencia.

Para la mayoría de los lectores, sin dudas, no habrá mejores argumentos en favor de esta tesis que sus propias vivencias y los casos de terceros que personalmente conozcan, por lo que no abundaremos sobre el particular. En algunos casos habrá que saber ver la realidad oculta detrás de las apariencias y en otros bastará con escuchar y comprender lo que se dice.

Esa conclusión se mantiene inalterable a través de las distintas épocas de la historia. Es suficiente para comprobarlo con estudiar las biografías de muchos personajes ricos y famosos que han llegado al final de su existencia en medio de la soledad y la desesperación.

Situaciones que no resultarán extrañas si reflexionamos unos instantes sobre cuán efímeras y superficiales son las satisfacciones producidas por lo material.

En razón de lo expuesto nos atrevemos a afirmar que cometen un grave error quienes piensan que encontrarán la felicidad alejados de la virtud y, en consecuencia, no dudamos en resaltar que desde una creencia naturalista también es sumamente conveniente llevar una vida plena de bondad y justicia. (Sobre la estrecha relación existente entre el virtuosismo y la felicidad humana el lector podrá consultar el punto XIII de la entrada <Las leyes morales en la profesión de fe cristiana>, de fecha 30 de abril de 2013).


C) DEFINICIONES DE VIRTUD, DESDE UNA VISIÓN CRISTIANA.

     Desde una perspectiva cristiana, se ha definido a la virtud como:

a) Hábito y disposición del alma para las acciones conformes a la ley moral y que se ordenan a la bienaventuranza. (Gloria, Vida Eterna) (De acuerdo con la escolástica)

b) Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. (CIC 1804, primera parte)


D) LAS VIRTUDES HUMANAS DESDE EL CRISTIANISMO.

En la primera etapa del cristianismo: “Los Padres de la Iglesia han visto en las virtudes la escalera que sube de la tierra al cielo y las disposiciones que se requieren para identificarse con el Señor: <El fin de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejantes a Dios>”[10].

Han considerado que : “Las virtudes son necesarias para alcanzar la meta a la cual Dios nos llama y, a su vez, son ya una cierta realización de la llamada divina, en cuanto hacen al hombre semejante al único y perfecto modelo que es Jesucristo; esto se aplica igualmente a las virtudes humanas, pues Cristo es también <perfectus homo>.”[11]

Las virtudes humanas “… proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.” (CIC, 1804, última parte)

“Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, a través de actos deliberados y una perseverancia reanudada siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas.” (CIC 1810).

“Para el hombre herido por el pecado no es fácil guardar el equilibrio moral. El don de la salvación por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes. Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y fortaleza, recurrir a los sacramentos, cooperar con el Espíritu Santo, seguir sus invitaciones a amar el bien y guardarse del mal.” (CIC 1811).

Las virtudes morales son una condición imprescindible para que se puedan desarrollar las virtudes teologales. Sin virtudes morales bien arraigadas Dios no concede las virtudes teologales.

 De modo que debemos tener presente que quien pretenda ser poseedor de las virtudes de la Fe, la Esperanza y la Caridad sin tener un fuerte compromiso con las virtudes de la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza, será un simple impostor intentando ocupar un lugar que no le corresponde. (Y cuidado porque hay muchos)

Es imperioso comprender que las virtudes morales están orientadas a cumplir el plan de Dios con similar protagonismo que las virtudes teologales. Las virtudes morales nos hacen mejorar como personas, nos perfeccionan, nos santifican y preparan el terreno para que puedan crecer en nosotros las virtudes teologales.

“El hombre fue creado por Dios para vivir eternamente en amistad con Él. Por lo tanto, el hombre está destinado a la vida eterna y debe vivir de cara a ella.”[12]

“Para alcanzarla se necesita la gracia que Dios nos otorga. En otras palabras, Dios es quien da la santidad. Pero como Dios, siempre, va a respetar la libertad, alcanzar la santidad implica una respuesta de parte del hombre.”[13]

“La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, mediante el ejercicio de las virtudes.”[14]

Queda claro entonces que el virtuosismo no radica en la búsqueda de la perfección personal motivada por la vanidad humana, sino en llegar a parecernos a Cristo. (Obviamente, dentro del marco que imponen las limitaciones humanas)

Lo hasta aquí expuesto es suficiente para comprender que el profeso cristiano vive en presencia de Dios y procura imitar a Cristo en su modo de conducirse en la vida.

Asimismo, para entender que el profeso cristiano considera que llevar una vida virtuosa es esencial para regenerar su naturaleza dañada por la caída original, conseguir su santificación y obtener la salvación de su alma para la vida eterna.

Por último, aclaramos que las virtudes morales se desarrollan de modo gradual, por lo que encontraremos virtudes que van desde un estado incipiente hasta un nivel heroico. Y que a éste máximo grado de virtud solo se accede con la ayuda de Dios; aspectos todos estos que se deberán tener presentes al trazar un plan de trabajo para incrementar nuestra dimensión personal.


V) CLASIFICACIÓN DE LAS VIRTUDES.

La clasificación básica -y que aquí nos interesa especialmente por el alcance y la finalidad prevista para este trabajo- es la que diferencia a las virtudes en: Sobrenaturales (o infundidas por Dios) y Naturales (también llamadas humanas o adquiridas).

Las virtudes sobrenaturales o infundidas: Son las que se reciben de Dios por su acción sobrenatural en el alma. (Fe, Esperanza y Caridad). Dios nos las da de modo gratuito cuando nos cree merecedores de ellas y nos enseña que debemos esforzarnos para desarrollarlas.

Las virtudes naturales o humanas: son las que se adquieren mediante las facultades del hombre y por el esfuerzo personal continuado de éste. También pueden ser infundidas por Dios, aunque esto es excepcional en este tipo de virtudes. Como anticipamos en el punto III que antecede estas virtudes se dividen en morales e intelectuales, conforme la explicación allí dada.

Las virtudes sobrenaturales las trataremos oportunamente en una futura entrada, mientras que las virtudes naturales de tipo moral -diferenciadas según su importancia en Cardinales y Contenidas- son las que abordaremos a continuación.

        
VI) LAS VIRTUDES CARDINALES.


Alegoría de las virtudes de Prudencia y Justicia con seis sabios ancianos
Pietro Perugino (1499)



Perugino, Fortaleza y Templanza sobre 6 héroes antiguos:Sicinio,Leónidas Horacio,Publio Escipión,Pericles y Quinto Cincinati, obra maestra de Sala Di Cambio,Perugia
Alegoría de las virtudes de Fortaleza y Templanza con seis sabios ancianos
Pietro Perugino (1499)
   
VIRTUDES CARDINALES: Son las cuatro virtudes naturales principales o fundamentales. Precisamente, su nombre <Cardinales> proviene de la trascendencia que tienen para la vida moral del ser humano y, por ende, son virtudes naturales de tipo moral.
     
Tradicionalmente se han considerado Virtudes Cardinales las siguientes virtudes: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, porque aportan los principios rectores de las demás virtudes humanas (Prudencia y Justicia) y los medios instrumentales personales para materializarlas (Fortaleza y Templanza).
   
El orden de enunciación de las virtudes cardinales responde a su jerarquía, es decir que la más importante de las virtudes cardinales es la Prudencia, en segundo término le sigue la Justicia y luego la Fortaleza y la Templanza.

En ese orden pasamos a dar tratamiento a cada una de ellas:


A) LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA. 

Alegoría de la virtud de la Prudencia.
Simón Vouet, pintor francés (1590-1643)


 PRUDENCIA : Virtud que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguir o huir de ello. Discernimiento, buen juicio. [15]

La virtud de la prudencia guía el juicio de conciencia. Enseña santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, que <la prudencia es la regla recta de la acción>.

La virtud de la prudencia requiere de la sabiduría humana. Sabiduría que posibilita distinguir lo real de lo aparente, lo verdadero de lo falso y lo bueno de lo malo y, asimismo, comprender los beneficios intangibles de optar por el bien.

Vale decir, que la sabiduría nos permite superar las dudas que se presentan sobre el bien que se debe hacer y el mal con el que no hay que cooperar, otorgándonos la rectitud en el juicio humano y la capacidad de fundamentar la conveniencia de buscar el bien.
  
De modo que la prudencia es la virtud que le permite a la razón práctica discernir el verdadero bien y elegir los medios rectos para realizarlo.
    
Así, es la actuación prudente la que permite aplicar sin error los principios morales a los casos particulares, aportando luz sobre el bien que se debe hacer y el mal con el que se debe evitar cooperar en cada situación concreta que se presenta.

La virtud de la prudencia es la madre y el sustento de las restantes virtudes cardinales. Conduce a las otras virtudes indicándoles regla y medida. Por lo tanto, sólo aquella persona que es prudente puede llegar a poseer un crecimiento importante en el resto de las virtudes morales.

La virtud de la prudencia permite conocer las realidades del ámbito en que habrá de procurarse el bien y elegir las accione idóneas para su obtención, de acuerdo con las circunstancias particulares que presente el caso que se deba atender.

Por lo tanto, jamás se podrá alcanzar la condición de <Moralista Práctico Competente> sin haber desarrollado en profundidad la virtud de la Prudencia. Esto nos lleva a recomendar que se ponga un cuidado especial y esfuerzo para la incorporación y el crecimiento de esta virtud.

Los principales vicios que atentan contra la prudencia son: Inconsideración, Precipitación, Inconstancia, Lujuria, Negligencia, Ignorancia y Soberbia.

El don del Espíritu Santo que se relaciona con esta virtud es el don del Consejo. (Respecto de los dones del Espíritu Santo el lector podrá consultar el punto VIII de la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana>, de fecha 25 de marzo de 2013).

En la consideración de esta virtud es importante tener en cuenta que la pérdida de los valores tradicionales y la distorsión del lenguaje han llegado a un punto en el que se ha vuelto habitual el empleo del vocablo prudencia como un verdadero eufemismo. Así se da muchas veces que se utiliza el término para intentar justificar u ocultar conductas falsas, desleales, hipócritas o cobardes. Y, en contrario, no pocas veces se califica la veracidad, la rectitud y la valentía como sentido de actitudes imprudentes.

<<El ser un hombre prudente es una condición sine qua non del verdadero profeso cristiano>>.

   
B) LA VIRTUD DE LA JUSTICIA.

Alegoría de la virtud de la justicia.


JUSTICIA : Virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece.[dieciséis]

La amplitud de la definición que antecede nos lleva a comprender desde un comienzo que la justicia como virtud tiene un alcance mucho más extenso que el vocablo justicia cuando se lo refiere a la ley positiva de un país oa la organización y función de su poder judicial.

De tal magnitud es esa diferencia que la existencia -o no- de justicia en clave moral es un parámetro de análisis ineludible que debe abarcar desde las más elementales interacciones de los integrantes de una sociedad, entre sí o con el medio ambiente, hasta los fallos dictados por los magistrados de los más altos tribunales.

Es decir que todas las personas debemos preguntarnos ¿Soy una persona justa?

La pregunta puede parecer sencilla, pero con seguridad, que la respuesta no lo es. Su complejidad impide una contestación apresurada y/o cuidadosa de un análisis profundo de nuestra forma de comportarnos en el ámbito personal, familiar, social, ciudadano y profesional.

Por lo tanto, no nos hagamos los distraídos y traigamos al centro de nuestra atención dos aspectos esenciales para conocer el grado de justicia con que actuamos y el nivel de nuestro desarrollo moral:

a)  Todos los actos humanos son moralmente calificables como justos o injustos y deben ser valorados para determinar el nivel de justicia con que una persona se desenvuelve.

b)    Ningún sujeto puede alcanzar una dimensión moral elevadamente sin ser una persona justa. El desarrollo de la virtud de la justicia se compadece con la esencia de la naturaleza humana y su ejercicio digno al hombre, cuestiones que vienen siendo sostenidas desde la antigüedad hasta nuestros días.




Lo dicho no permite avanzar sin advertir que se deberá poner especial atención en la incorporación y el crecimiento de la virtud de la justicia, porque ella -al igual que la virtud de la prudencia- es esencial para el desarrollo de las demás virtudes morales. Quien no llegue a ser un hombre prudente y apenas nunca podrá ser un hombre virtuoso y, por ende, nunca será un verdadero profeso cristiano.

Cuando la moral antigua analizó la cuestión del rango o la jerarquía de las virtudes, lo hizo con el objeto delineado del perfil del hombre bueno, vale decir, con la finalidad de averiguar ¿Qué hace un hombre bueno?

Santo Tomás de Aquino ha afirmado, en respuesta a esa pregunta, que cuando más puramente expresa el hombre su verdadera esencia es cuando es justo y que el hombre que mejor merece ser llamado bueno es el justo.

La prudencia y la justicia son las únicas virtudes, entre las cardenales, por las que se ordena al hombre al bien de una manera inmediata (simpliciter).

Estas dos virtudes hacen a la realización del bien en sí mismos, ya que no se puede hacer el mal mediante actos prudentes y justos.

Por su parte, la fortaleza y la templanza se constituyen en complementos indispensables para las personas que desean ejercitar el hábito de conducirse en forma prudente y justa, por cuanto se ocupan de modelar y guiar las pasiones.

En ese entendimiento, anticipamos, que la fortaleza y la templanza sólo se deben considerar virtudes cuando se utilizan para hacer el bien, quedándose en meras capacidades operativas cuando se utilizan para hacer el mal o cooperar con éste.
  
De acuerdo con la visión escolástica, la virtud de la justicia presenta tres tipos básicos:

a) La Justicia Conmutativa o Reparadora: Es la que regula la relación del individuo con el individuo.

b) La Justicia Distributiva o Asignadora: Es la que regula la relación de la comunidad como tal para con sus miembros, es decir, los individuos. Arregla la proporción con que deben distribuirse las recompensas y castigos.

c) La Justicia General o Legal: Es la que regula la relación de los miembros (los individuos) con el todo social. Se denomina a esta justicia general por ordenarse al bien común o del conjunto (bien general)

También se han intentado otros tipos de clasificaciones de justicia. Entre ellas se encuentra la siguiente que, como veremos, establece cinco categorías: 

a)    Justicia Conmutativa: Dar a cada uno lo que merece. Y lo puede merecer por contrato o por derecho natural o adquirido.

b) Justicia General o legal: Dar a la sociedad lo necesario para obtener el bien común. Ej. Pagar impuestos para que haya hospitales.

c) Justicia Distributiva: Dar lo necesario a cada miembro de la sociedad, según sus derechos naturales o adquiridos.

d) Justicia Social: Proteger los derechos naturales de la sociedad y de sus miembros. (No se debe resguardar tanto a la sociedad de manera que se perjudique a los ciudadanos, ni se debe defender tanto los derechos de los individuos que se perjudique a otras personas y/oa la sociedad.

e) Justicia Vindicativa: Restablecer la justicia lesionada por el delito cometido. Porque quien perjudica los derechos de otros debe asumir las consecuencias legales de sus acciones ilícitas.

Los principales vicios que atentan contra la justicia son: Soberbia, Rencor, Inequidad, Incapacidad de Sacrificio, Parcialidad, Irresponsabilidad, Subjetividad, Avaricia, Deshonra, Deshonor e Ingratitud.

El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don de Piedad. (Respecto de los dones del Espíritu Santo el lector podrá consultar el punto VIII de la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana>, de fecha 25 de marzo de 2013).

<<El ser un hombre justo es una condición sine qua non del verdadero profeso cristiano>>.


C) LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

   
                                 
                        
                             Alegoría de la virtud de la Fortaleza,
                             Sandro Botticelli (1445-1510).
  

FORTALEZA : Virtud que consiste en vencer el temor y huir de la temeridad.[17]

Esta virtud permite superar el temor en la realización del bien, en equilibrio con la ausencia de conductas temerarias.

El ser fuerte o valiente en modo alguno presupone no tener miedo. La ausencia de temor es causa de la imposibilidad para percibir una realidad peligrosa o bien de la perversión de la emoción del amor, ya que el que no ama algo no tiene miedo a perder ese algo y no por eso se lo puede considerar una persona valiente .

La fortaleza es la virtud que frente a las dificultades que plantea la vida provee al hombre de la firmeza y la constancia necesaria para continuar en la búsqueda del bien. Le da el ímpetu necesario para resistir a las tentaciones y superar los obstáculos que surgen en el comportamiento moral.

La persona a la que le falte fracasará con seguridad cuando la realización del bien le exija tolerar el dolor o afrontar el riesgo de ser herida o muerta en la acción. Y ésta es la principal razón por la que la virtud de la fortaleza, al permitir vencer el temor, aventaja en jerarquía a la virtud de la templanza.

Es precisamente la virtud de la fortaleza la que hace capaz al hombre de soportar el sufrimiento, el que, no obstante, siempre deberá ser considerada como una consecuencia indeseada del comportamiento moral y, como tal, se deberá evitar toda vez que sea posible.

Son características de los < Profesos Cristianos> el saber utilizar su fortaleza con docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo, de modo de poder dominar el miedo -incluso a la muerte- y asumir con buen espíritu las pruebas que Dios pone en su camino. Asimismo, para poder enfrentar con éxito las persecuciones que sufran a causa de su fe en Cristo.

A fin de evitar malos entendidos es necesario aclarar limpiamente que los esquemas de poder vigentes en este mundo se encuentran estructurados de manera tal que a los individuos desorganizados y aislados les resulta <casi> imposible atacar frontalmente al mal sin incurrir en conductas temerarias.

Por lo tanto, la mayor utilidad de la fortaleza se encuentra habitualmente en sus aportes imprescindibles para la realización del bien y para la no cooperación con la ejecución del mal. (Adviértase la gran diferencia existente entre no cooperar con el mal y atacar al mal)

Lo dicho no debe llamar a engaño. El hecho de evitar enfrentarse al mal directamente cuando así resulte posible, limitándose el accionar a no cooperar con él, no convierte al desempeño moral en una actividad exenta de riesgos y peligros.

Lejos de ello, la experiencia muestra que el negarse a cooperar con el mal produce muchas veces graves disputas y conflictos con quienes se sienten amenazados por las personas que se niegan a participar de sus inmoralidades, las que muchas veces también son delitos. (Obviamente en estos últimos casos los peligros derivados de no cooperar con el mal se pueden ver multiplicados)

Debemos entonces asumir que procurar el bien y no cooperar con el bien generalmente ocasiona costos, que son la otra cara de los beneficios que nos reporta el cumplir con el deber moral.

De ahí la necesidad de capacitarse rigurosamente para estar en condiciones de minimizar los posibles perjuicios derivados del cumplimiento del deber moral .

Los principales vicios que surgen a la virtud de la Fortaleza son: Cobardía, Temeridad, Pusilanimidad, Comodidad, Impaciencia, Inconstancia, Vanagloria y Soberbia.

El don del Espíritu Santo que corresponde a la virtud de la Fortaleza es precisamente el don de la Fortaleza. (Respecto de los dones del Espíritu Santo el lector podrá consultar el punto VIII de la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana>, de fecha 25 de marzo de 2013).

<<El ser un hombre fuerte es una condición sine qua non del verdadero profeso cristiano>>.


D) LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA

Alegoría de la virtud de la Templanza.


TEMPLANZA : Virtud que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón.[18]

Esta virtud cardinal, modera la atracción de los placeres, asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en el marco del comportamiento moral.
   
La templanza es la virtud que permite realizar el orden en el interior del hombre, mediante el control que ejerce sobre los sentidos al ponerlos bajo la supremacía de la razón.
   
De ese orden interior del hombre surge la tranquilidad de espíritu o el ánimo calmo que permite tomar las decisiones alejadas de las malas influencias de las emociones perturbadoras.
 
Al oponerse a la templanza a toda perversión del orden interior, permite subsistir y obrar rectamente al sujeto moral.
  
La persona que ha incorporado la virtud de la templanza es naturalmente moderada, sobria y discreta. Orienta hacia el bien sus apetitos sensibles y no se deja arrastrar por sus emociones negativas.
   
La templanza se diferencia de las demás virtudes cardinales en cuanto a su manera de focalizarse, ya que mira exclusivamente hacia el interior del ser humano. Produce sus beneficios dentro de la persona, revelando el estado de ánimo que exige la excelencia en el desempeño humano.

Recordemos que, tal como anticipamos al tratar la segunda virtud cardinal (Justicia), tanto ésta como la primera de ellas (Prudencia) siempre son virtudes, mientras que la tercera (Fortaleza) y la cuarta (Templanza) sólo se pueden considerar virtudes cuando son empleadas para hacer el bien, mientras que se quedan en simples capacidades cuando se las pone al servicio del mal.

Los vicios principales que se oponen a la virtud de la Templanza son: Soberbia, Inconstancia, Concupiscencia, Desánimo, Debilidad, Desgano, Vagancia, Flojera, Voluptuosidad y Fatalidad.

El don del Espíritu Santo que corresponde a la virtud de la Templanza es el don del Temor de Dios. (Respecto de los dones del Espíritu Santo el lector podrá consultar el punto VIII de la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana>, de fecha 25 de marzo de 2013).

<<El ser un hombre templado es una condición sine qua non del verdadero profeso cristiano>>.

   
VII) LAS VIRTUDES CONTENIDAS.
   
Suelen denominarse virtudes contenidas a todas las virtudes humanas distintas de las virtudes cardinales.
   
Se las llama virtudes contenidas porque se encuentran dentro de las virtudes cardinales. Vale decir, que las virtudes cardinales encierran en sí mismas a las restantes virtudes humanas.

Por lo tanto, el desarrollo de las virtudes cardinales exige que se adquieran las virtudes que las integran. Esa es la razón por la que tiene inmensa importancia conocer las virtudes contenidas y trabajar en forma grupal sobre ellas con la finalidad de incorporarlas y acrecentarlas de manera asociada. Este trabajo grupal, y especialmente sobre conjuntos de virtudes que se complementan y relacionan entre sí, es la manera eficiente de llegar a desarrollar las virtudes cardinales.

Las virtudes de Magnanimidad , Magnificencia , Longanimidad , Paciencia y Perseverancia se destacan entre las virtudes contenidas por ser imprescindibles para acometer el arduo camino de la realización del bien y la no colaboración con el mal y, en definitiva, para sostener la lucha interior que presupone la búsqueda de la perfección humana (Santidad).

Entre las virtudes contenidas también cobran particular importancia cinco de las siete virtudes que suelen denominarse capitales.

Se las llama virtudes capitales por ser las que se oponen a los considerados pecados o vicios capitales y aludimos a solo cinco de las siete virtudes capitales porque las dos restantes no son virtudes contenidas.

Las cinco virtudes que revisten la doble condición de contenidas y capitales son: Humildad, Generosidad, Castidad, Paciencia y Diligencia. (Las dos virtudes capitales que restan son la virtud cardinal de la Templanza y la virtud teológica de la Caridad)

Las virtudes humanas contenidas son muchas más y, en definitiva, importantes todas. Actúan como piezas de un complejo rompecabezas interior que debemos ir armando dentro de nuestro ser.

Un extenso tratamiento de cada una de las virtudes humanas excedería por mucho los límites previstos para esta nota, pero si debemos hacer hincapié en que es fundamental conocer las virtudes más relevantes para poder indagar si las mismas están presentes en nuestra persona y, en su caso , conozca sus grados de desarrollo. Asimismo, para poder planificar la forma en que habremos de incorporarlas o incrementarlas.

De modo tal que disponer de un listado de virtudes morales se convierte en una herramienta imprescindible para:

a)     Elevar el nivel de nuestro autoconocimiento.

b)    Diseñar un plan de trabajo que nos permita incorporar nuevas virtudes, profundizar las ya existentes y erradicar los vicios. (Los vicios capitales, si Dios quiere, los abordaremos en una próxima entrega)

C)     Controlar los avances y retrocesos de nuestra moralidad. (La dimensión moral es dinámica por naturaleza y la búsqueda de la santidad exige una vigilancia, un esfuerzo constante y un elevado espíritu de logro que impidan que nos conformemos con las mejoras que pudiéramos haber obtenido o nos despreocupemos de los vicios que podrían ir apareciendo)

Hechas esas aclaraciones, incluimos a continuación un listado que, aunque parcial, aporta un número bastante extenso de virtudes morales.


VIII) LISTADO ALFABÉTICO CON LAS PRINCIPALES VIRTUDES MORALES.

Abnegación: Sacrificio o renuncia voluntaria de una persona a pasiones, deseos o intereses en favor del prójimo.

Alegría: Sentimiento grato y vivo producido por un motivo placentero que, por lo común, se manifiesta con signos externos.

Altruismo: Diligencia en procurar el bien ajeno sin esperar nada a cambio.

Amabilidad: Complacencia, agrado y delicadeza en el trato con los demás.

Amistad: Confianza y afecto desinteresado entre las personas.

Autocrítica: Juicio crítico sobre uno mismo, o sobre una obra propia.

Benevolencia: Propiedad de la persona que es comprensiva y tolerante.

Bondad: Inclinación natural hacia el bien. Amabilidad, suavidad de carácter.

Castidad: Renuncia total al placer sexual o solo al que queda fuera de los principios morales y religiosos.

Clemencia: Moderación compasiva en la aplicación de la justicia.

Compasión: Sentimiento de conmiseración y lástima hacia quienes sufren penas, calamidades o desgracias.

Confiabilidad: Resultar confiables para las personas que nos conocen tanto en lo personal como en lo profesional.

Constancia: Firmeza y perseverancia en las resoluciones, en los propósitos o en las acciones.

Coraje: Impetuosa decisión y esfuerzo del ánimo, valor.

Cortesía: Demostración o acto con que se manifiesta atención, respeto o afecto.

Creatividad: Facultad de producir algo de la nada. Realice algo partiendo de las capacidades propias.

Delicadeza: Finura, ternura, suavidad, buen gusto. Elegancia, exquisitez de
Comportamiento.

Determinación: Decisión, resolución. Osadía, valor, atrevimiento.

Diligencia: Cuidado, prontitud, agilidad y eficiencia con que se lleva a cabo una gestión.

Disciplina: Actitud de las personas que acatan las normas que han sido legítimamente establecidas y se ajustan al marco moral que aceptan.

Discreción: Sensatez y tacto para hablar u obrar. Reserva, prudencia.

Distinción: Elegancia, buenas maneras, elevación sobre la vulgaridad.

Ecuanimidad: Imparcialidad de juicio. Actitud equilibrada y constante.

Empatía: Sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra.

Espontaneidad: Cualidad de lo que es voluntario, natural o sincero.

Efectividad: Capacidad para producir el efecto deseado.

Fidelidad: Lealtad. Exactitud, veracidad.

Flexibilidad: Facilidad para acomodarse a distintas situaciones oa las propuestas de otros.

Fortaleza: Capacidad para vencer el temor y huir de la temeridad.

Franqueza: Sinceridad.

Fraternidad: Unión y buena correspondencia entre hermanos o entre un grupo de personas.

Generosidad: Tendencia a ayudar a los demás ya dar las cosas propias sin esperar nada a cambio. Nobleza o grandeza de carácter.

Gratitud: Agradecimiento, reconocimiento de un favor o beneficio que se nos ha hecho.

Honestidad: Compostura, moderación, respeto a la conducta moral y social que se considera apropiada. Recato, decencia, rectitud de comportamiento.

Honorabilidad: Condición de lo que es digno de estima y respeto. Cualidad que lleva a una persona a comportarse de acuerdo con las normas sociales y morales que se consideran apropiadas.

Honradez: Rectitud de ánimo, integridad en el obrar, respeto por las leyes y las normas morales que se consideran adecuadas.

Hospitalidad: Acogida y asistencia a los necesitados. Recibimiento afectuoso que se hace a los visitantes.

Humildad: Actitud de la persona que conoce sus propias limitaciones y debilidades y obra de acuerdo con ese conocimiento, no presuponiendo de sus logros y asumiendo sus errores y fracasos.

Integridad: Rectitud de ánimo y conducta.

Justicia: Inclinación y aptitud para dar a cada uno lo que le pertenece.

Laboriosidad: Aplicación o inclinación al trabajo.

Lealtad: Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor.

Longanimidad: Grandeza y constancia de ánimo en las adversidades.

Madurez: Buen juicio, prudencia, sensatez.

Magnanimidad: Grandeza y elevación de ánimo.

Magnificencia: Disposición para grandes empresas.

Mansedumbre: De condición apacible y tranquila.

Moderación: Comedimiento o temperancia en el comportamiento.

Objetividad: Calidad que impide las influencias por preferencias, intereses o invitaciones personales en los juicios, las decisiones o las conductas que deben ser imparciales.

Optimismo: Tendencia a ver y juzgar las cosas considerando su aspecto más favorable.

Paciencia: Aptitud para sufrir sin perturbación del ánimo los infortunios y trabajos. Capacidad para soportar con resignación: desgracias, sacrificios, esfuerzos, ofensas, desprecios y contratiempos en general. Tranquilidad para esperar. Calma para hacer trabajos minuciosos o tediosos.

Perseverancia: Firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y en las resoluciones del ánimo. Tesón en la realización de algo.

Practicidad: Capacidad de llevar a la realidad las ideas. Aptitud para valerse de los medios más simples que en el caso concreto sean adecuados para el fin perseguido.

Prudencia: Aptitud para discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguir o huir de ello. Discernimiento, buen juicio. 

Receptividad: Capacidad de una persona para recibir estímulos exteriores.

Respeto: Miramiento, consideración. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía.

Responsabilidad: Cumplimiento de las obligaciones o cuidado al hacer o decidir algo.

Sabiduría: Prudencia, capacidad para conducirse en la vida de un modo excelso. Actitudes y aptitudes que permiten alcanzar la excelencia en el desempeño personal.

Sacrificio: Abnegación, renuncia o privación que se hace en favor de algo o de alguien.

Sencillez: Simple, sin dobleces ni malicia.

Sensatez: Serena inteligencia, buen juicio, sentido común, cuerdo.

Sensibilidad: Tendencia natural del hombre a experimentar emociones, sentimientos, estados de ánimo y pasiones.

Servicial: Solícito. Con buenas disposiciones servir a otros con cuidado y esmero.

Sinceridad: Verdad, falta de fingimiento o mentira en lo que alguien hace o dice.

Sociabilidad: Condición afable de la persona a la que le gusta vivir en sociedad.

Solidaridad: Adhesión circunstancial de carácter benéfico y desinteresado a la causa oa la empresa de otros.

Templanza: Capacidad para moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón.

Tesón: Firmeza, constancia.

Tolerancia: Respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás.

Valentía: Esfuerzo, vigor, decisión. Hecho heroico realizado con valor.

Voluntad: Facultad de hacer o no hacer una cosa. Ejercicio de dicha facultad. Libre albedrío o determinación propia. Capacidad de esforzarse hasta alcanzar el objetivo que se desea.

Aunque existen otras virtudes morales además de las incluidas en el listado que antecede -y que el lector podrá incluir en la medida en que lo estime necesario-, entendemos que el mismo es suficientemente amplio como para convertirse en una herramienta útil para nuestra mejora personal, conforme lo expuesto en la última parte del punto VII que antecede.


IX) FORMAS DE VIVIR LAS VIRTUDES MORALES, SEGÚN LAS ÓPTICAS DE LAS MORALES CRISTIANA Y NATURAL.

En este punto, a modo de síntesis explicativa, incluiremos un cuadro que ilustra sobre las principales diferencias que se presentan en el modo en que vive las virtudes morales un hombre que adhiere a los postulados naturalistas y la forma en que lo hace un profeso cristiano.


LAS VIRTUDES MORALES
EN UN HOMBRE NATURAL


Son logros habitualmente limitados a las capacidades humanas, que son las únicas que el hombre natural visualiza en él.


Se sostiene que las virtudes se materializan a través de las potencias humanas, negándose toda influencia de la intervención de Dios en la programación de la conciencia humana y de la acción del Espíritu Santo.


Se procura obtener un bien y evitar cooperar con un mal que son determinados de manera subjetiva e imperfecta por los propios seres humanos, de acuerdo con los valores culturales circunstancialmente vigentes.


El fundamento principal de la moralidad natural está dado por el cumplimiento de los deberes que exigen la dignidad de la persona, de acuerdo con su naturaleza humana.


Rara vez llegan al grado heroico de virtud. (Excepcionalmente Dios les brinda la ayuda necesaria para acceder a ese nivel de virtud).





LAS VIRTUDES MORALES
EN UN PROFESO CRISTIANO

Se ven purificadas, elevadas e iluminadas por la gracia divina.


Se reconoce que las virtudes se materializan a través de las potencias humanas, pero, significativamente, se acepta que responde a la conciencia humana programada por Dios y son influenciadas por el accionar del Espíritu Santo.


Se dirigió a la obtención del bien objetivo ya la no colaboración con la realización del mal objetivo, tal como fueron definidos con perfección divina y comunicados al hombre por medio de la revelación.


El fundamento primordial de la moralidad, practicada en el marco de la religión cristiana, es la búsqueda de la salvación en Cristo.


Alcanzan el grado heroico con cierta frecuencia. (Para este nivel de virtud se requiere la ayuda de Dios)



X) CONSIDERACIONES FINALES.

En el transcurrir de este trabajo:

Hemos expuesto las definiciones de ética y moral, brindando los conceptos generales que permiten comprender de qué trata cada disciplina. Asimismo, pusimos de manifiesto las diferencias básicas entre la ética y la moral natural y la ética y la moral cristiana.

Explicamos la diferencia existente entre virtud moral y virtud intelectual. Incorporamos distintos conceptos de virtud, conforme las perspectivas naturales (filosófica) y sobrenatural (teología moral), aportando diversas enseñanzas provenientes de ambas visiones.

Clasificamos las virtudes, desarrollamos las virtudes cardinales y aportamos un listado de virtudes contenidas con sus correspondientes definición.

Expusimos de manera enfática que la moral es una disciplina mucho práctica y que sólo se puede materializar la moralidad personal mediante la práctica habitual del bien y la no cooperación con el mal.

Ahora, en la parte final del trabajo, estimamos prudente mencionar que muchas veces hemos visto sistemas pedagógicos mal interpretados y peor aplicados (al menos según nuestra opinión) en los que se enseñaban las virtudes cardinales de modo inconexo, de manera sucesiva a través de extensos lapsos y sin respetar su orden jerárquico, ni las causas que lo justifican.

Esa mecánica de trabajo impide valorar la forma en que las virtudes cardinales se relacionan y complementan entre sí y con las virtudes contenidas, tanto en el campo teórico al estudiarlas como en el terreno práctico al incorporarlas, incrementarlas y/o aplicarlas.

Por lo tanto, queremos insistir en la necesidad de que las virtudes morales se aborden de manera global y se incluyan de forma grupal y asociada en la confección de los planos de trabajo que se formulen para su adquisición y desarrollo.

Otro error que hemos anunciado frecuentemente es el de muchas personas que con grandes cuotas de vanidad e ingenio creen que elevan su dimensión moral por conocer el significado de tal o cual virtud, sin reparar en que la única mejora moral posible está dada por la adquisición de las virtudes y su uso habitual en la vida real con la finalidad de alcanzar el bien y evitar el mal.

Así ocurre que personas que han estado relacionadas con las predicas morales (como maestros y como discípulos) durante cinco, diez o más años en nada aventajen a personas vulgares que ninguna formación especial han recibido al respecto.

De modo que también insistiremos en que se debe asumir la moral como una disciplina eminentemente práctica, una actividad habitual de la vida real en la que acertamos o erramos cotidianamente y en la que se pone en evidencia nuestro desarrollo moral, pura y exclusivamente, por nuestras acciones.

Aun cuando sea evidente vale la pena destacar que cada persona adulta se debe ocupar de crecer en virtud por sí mismo, dado que nadie podrá reemplazarlo en la tarea de mejorar su dimensión moral ni podrá obrar virtuosamente por él.

Eso no obsta a que quienes actúen como instructores de moral deban emplear esquemas pedagógicos útiles para la mejora de las personas a las que instruyen, siendo de su entera responsabilidad la utilización de medios que perjudiquen, retrasen o impidan la evolución de la moralidad de sus asistidos .

También pospusimos para la parte final de este trabajo, la oportunidad de incluir una sugerencia que consideramos esencial para el desarrollo moral. La misma consiste en recomendar a los esforzados lectores que:

A) Respondan, con la ayuda del listado de virtudes morales que anteceden, las siguientes preguntas: ¿Qué virtudes morales poseo? y ¿Qué grado de desarrollo alcanzan las mismas?, en el marco de un análisis exhaustivo de las conductas que han venido observando en el plano personal, familiar, profesional, social y ciudadano. Asimismo, realice un profundo examen de vuestras conciencias.  

B) Redacten por escrito un plan de mejora personal que les permita incrementar las virtudes morales que consideren que aún no se encuentran en un nivel de desarrollo compatible con la concreción de sus objetivos de vida, tanto en el plano humano como sobrenatural.

C) Establezcan la forma en que habrán de controlar la evolución que vayan experimentando en el plano moral una vez que pongan en marcha el plan de mejora personal que diseñen al efecto.

Y cerramos esta nota con la incorporación del < perfil del profeso cristiano> que magistralmente ha trazado a Santo Tomás de Aquino.

En efecto, el doctor Angélico expresó con insuperable claridad la idea cristiana del hombre en siete tesis, que Josef Pieper -en su célebre obra Las Virtudes Cardinales- expuso de la siguiente forma:

“Primer. El cristiano es un hombre que, por la fe, llega al conocimiento de la realidad de Dios uno y trino.”

“Segundo. El cristiano anhela -en la esperanza- la plenitud definitiva de su ser en la vida eterna.”

“Tercero El cristiano se orienta -en la caridad- hacia Dios y su prójimo con una aceptación que superó toda fuerza de amor natural.”

“Cuarto. El cristiano es prudente, es decir, no deja enturbiar su visión de la realidad por el sí o el no de la voluntad, sino que hace depender el sí o el no de ésta de la verdad de las cosas.”

“Quinto. El cristiano es justo, es decir, puede vivir en la verdad con el prójimo; se sabe miembro entre miembros en la Iglesia, en el Pueblo y en toda Comunidad.”

“Sexto. El cristiano es fuerte, es decir, está dispuesto a sacrificarse y, si es preciso, aceptar la muerte por la implantación de la justicia.”

“Séptimo. El cristiano es moderado, es decir, no permite que su ambición y afán de placer llegue a obrar de forma desordenada y antinatural.”

Vale decir que para alcanzar la condición de verdaderos Profesos Cristianos se deben desarrollar las tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad) y las cuatro virtudes cardinales (Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza) junto a las virtudes contenidas que las conforme y les dan vida.

Que Dios nos guie, ayude y proteja.


                      Alejandro Oscar De Salvo
Mayo de 2013.

estafetavirtual@yahoo.com.ar

























[1] http://amen-amen.net/hector-leites/etica-y-moral/etica-y-moral-en-la-iglesia-evangelica/
[2] http://eticaciudadana.blogspot.com.ar/2007/06/conceptos-fundamentales-de-tica.html
[3] Axiología de la Educación. Profesor: Gustavo Ruíz. Ensayo Rita Crusco Di Nisio.
 http://docedubacxiv.zoomblog.com/archivo/2009/07/02/diferencia-Entre-Axiologia-etica-Valor.html
[4] Ibídem.
[5] http://amen-amen.net/hector-leites/etica-y-moral/etica-y-moral-en-la-iglesia-evangelica/
[6] http://eticaciudadana.blogspot.com.ar/2007/06/conceptos-fundamentales-de-tica.html
[7]Ibídem.
[8] Conforme Tomás Trigo. Universidad de Navarra.
http://www.almudi.org/Articulos/tabid/475/ID/953/Lo-especifico-de-la-moral-cristiana-Analisis-y-valoracion-de-la-tesis-de-Josef-Fuchs. aspx

[9] El debate deber-virtud (II). El concepto de virtud. Autor: Paolo Tejada. Parte de la Tesis doctoral presentada en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, en 2004.
[10] http://www.eticaepolitica.net/corsodimorale/Fundamental07.pdf
[11]Ibídem.
[12]Red Católica http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=1536
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] Diccionario de la lengua española. Décimo Novena Edición. Real Academia Española.
[dieciséis] Diccionario de la lengua española. Décimo Novena Edición. Real Academia Española.
[17] Diccionario de la lengua española. Décimo Novena Edición. Real Academia Española.
[18] Diccionario de la lengua española. Décimo Novena Edición. Real Academia Española.