BLOG EDITADO POR ALEJANDRO OSCAR DE SALVO

miércoles, 24 de julio de 2013

LAS VIRTUDES TEOLOGALES: FE, ESPERANZA Y CARIDAD.


LOS PROFESOS CRISTIANOS
Y
LAS VIRTUDES TEOLOGALES



La Inmaculada Concepción (Murillo)



TEMARIO.

I)     LAS VIRTUDES TEOLOGALES.

II)    LA VIRTUD DE LA FE.

III)   LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.

IV)   LA VIRTUD DE LA CARIDAD.

V)    CONSIDERACIONES  FINALES.




Alegoría del Alma Cristiana y las Virtudes Teologales.




I) LAS VIRTUDES TEOLOGALES.

1°) Virtud Teologal, concepto.

Las virtudes teologales son virtudes cuyo objeto directo es Dios. (Sobre los aspectos generales que hacen a la temática de la virtud y, asimismo, respecto de las virtudes morales ver la entrada <Las virtudes humanas…>, de fecha 31 de mayo de 2013).

“Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino.”  “... fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano.” (CIC 1812 y 1813).

 “Los actos de Fe, Esperanza y Amor son válvulas por donde se expansiona el fuego de las almas que viven vida de Dios” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 667)

2°) Número de virtudes teologales.

Las virtudes teologales son solamente tres: FE, ESPERANZA Y CARIDAD.

3°) Origen y desarrollo de las virtudes teologales.

Las virtudes teologales son infundidas por Dios en nuestra alma en el momento del bautismo. Las recibimos en estado embrionario, por lo que a lo largo de nuestra vida debemos hacerlas crecer con nuestro esfuerzo personal dirigido en el sentido correcto. (Estudiar los libros sagrados, cumplir los mandamientos, recurrir a los sacramentos, atender los preceptos religiosos,  hacer oración, meditar, sacrificarnos, desarrollar las virtudes y eliminar los vicios y llevar una vida comprometida con el bien, entre otras acciones conducentes a tal fin).

4°) Finalidad de las virtudes teologales.

Los fines principales de las virtudes teologales son dos:

A) Dotar al hombre de los recursos necesarios para que pueda reconstruir su naturaleza dañada por la caída original, oponiéndose a las inclinaciones al mal que ésta causa en el ser humano.

B) Permitir que el hombre que decida llevar adelante su proceso de regeneración tenga chances de alcanzar la santidad y con ella  la unión con Dios que le permita obtener la salvación de su alma.

En consecuencia, completando el concepto dado al comienzo, podemos decir que las virtudes teologales: Son aquellos hábitos infundidos por Dios en el corazón, en la inteligencia y en la voluntad del ser humano posibilitar su santidad y, de esta forma, mediante la unión entre el Creador y su máxima creación permitir que ésta pueda conseguir la salvación de su alma y, con ello, alcanzar la vida eterna junto a Aquel.

En síntesis, las virtudes teologales son las ayudas que Dios le suministra a su criatura para que ésta pueda producir el desarrollo moral y espiritual que le exige la regeneración de la naturaleza humana dañada por la caída original y así responder al verdadero sentido que tiene la vida que Dios le dio al hombre.

5°) Características de las virtudes teologales.

Las virtudes teologales tienen las siguientes características:

A) Dones: Son dones de Dios, por tratarse de virtudes infusas.

B) Incipientes: Se infunden en condición embrionaria, por lo que exigen nuestro trabajo libre y voluntario para que se arraiguen, crezcan, se desarrollen y perfeccionen.

C) Prácticas: Tal como ocurre con las virtudes morales, las virtudes teologales son virtudes eminentemente prácticas. Solo las posee quien las vive. Esta es la razón por la que podremos encontrarnos con eruditos en teología o religiosos profesionales que carecen de estas virtudes, tal como vemos que ocurre con los denominados cristianos de etiqueta.

D) Simultáneas: Se presentan las tres juntas. Puede haber distintos grados de desarrollo entre ellas pero siempre van juntas, o se tienen las tres o no se tiene ninguna. Por eso es tan importante que se trabaje sobre todas ellas de manera simultánea y buscando un equilibrio entre las mismas.

E) Interdependientes: Las virtudes teologales y las virtudes humanas son interdependientes. Las virtudes teologales iluminan las virtudes humanas imponiéndoles el sello y las potencialidades cristianas, pero, a la vez, necesitan de las virtudes morales e intelectuales (humanas) para poder crecer y perfeccionarse. Esto hace que las virtudes teologales jamás se desarrollen en sujetos de escasa dimensión moral y, por el contrario, ocurre que en ellos se van apagando poco a poco hasta desaparecer.

6°) Los primeros estudios sobre las virtudes teologales.

Las virtudes teologales han sido motivo de estudio desde los primeros tiempos de la vida cristiana. Hemos elegido a las enseñanzas de San Zenón de Verona[1] para ilustrar al respecto. Su exposición configura uno de los primeros trabajos sistemáticos que se han realizado sobre las virtudes dirigidas a Dios.

Este Padre de la Iglesia sostuvo con energía que las virtudes teologales se hallan en la base de la vida cristiana y que no han de separarse unas de otras, pues constituyen la trama de nuestra unión con Dios.

 San Zenón de Verona
 Virtudes-teologales. (Tratado sobre la fe, la esperanza y la caridad, I-IV).

“Tres cosas son fundamentales para la perfección del cristiano: la fe, la esperanza y la caridad; y de tal modo se enlazan estas virtudes entre sí, que cada una de ellas es necesaria a las otras. Si la esperanza no va por delante, ¿a quién aprovechará la fe? Si la fe no existe, ¿cómo nacerá la esperanza? Y si a la fe y a la esperanza les quitas la caridad, una y otra quedarán inútiles, pues ni la fe obra sin la caridad, ni la esperanza sin la fe. Por consiguiente, el cristiano que desee ser perfecto ha de fundamentarse en las tres: si le falta alguna, no alcanzará la perfección de su obra.”[2]

“En primer lugar se nos propone la esperanza de las cosas futuras, sin la que las mismas cosas presentes no pueden mantenerse en pie. Es más: quita la esperanza, y se paralizará la humanidad entera; quita la esperanza, y cesarán todas las artes y todas las virtudes; quita la esperanza, y todo quedará destruido. ¿Qué hace el niño junto al maestro, si no espera fruto de esas letras? ¿En qué barca se aventurará el navegante entre las olas del mar, si no espera una ganancia ni confía en llegar al puerto deseado? ¿Qué soldado menospreciará, no ya las injurias del cruel invierno o del tórrido verano, sino a sí mismo, si no abriga la esperanza de una gloria futura? ¿Qué agricultor esparcirá la semilla, si no piensa que recogerá la cosecha como premio de su sudor? ¿Qué cristiano se adherirá por la fe a Cristo, si no cree que ha de llegar el tiempo de la felicidad eterna que se le ha prometido? (...).”[3]

“Por tanto, hermanos, abracemos con tenacidad la esperanza; custodiémosla entre todas las virtudes, dediquémonos a cultivarla constantemente. La esperanza es el fundamento inconmovible de nuestra vida, baluarte invicto y dardo contra los asaltos del demonio, coraza impenetrable de nuestra alma, ventajosa y verdadera ciencia de la ley, terror de los demonios, fortaleza de los mártires, esplendor y muralla de la Iglesia. La esperanza es sierva de Dios, amiga de Cristo, convidada del Espíritu Santo. El presente y el futuro le están sometidos: el presente, porque lo desprecia; el futuro, porque sabe de antemano que es suyo. No teme que no venga, pues siempre lo lleva consigo en el ámbito de su poder. Por esto, Abraham, esperando contra toda esperanza confió en Dios, que le haría padre de muchas gentes (Rm 4, 18). Contra toda esperanza, es decir, porque parece imposible y no es objeto de visión; pero se hace posible por esta esperanza cuando se confía en la palabra de Dios sin ninguna duda y con firmeza pues dice el Señor: todo es posible para el que cree (Mc 9, 22). Por eso Abraham creyó en Dios, y le fue reputado para justicia (Gn 15, 6). Es justo por haber sido fiel, pues el justo vive de la fe (Gal 3, 6); y es fiel por haber creído en Dios: si no hubiera tenido fe, no habría podido ser justo ni padre de los pueblos. Por esta razón es evidente que una e inseparable es la naturaleza de la esperanza y de la fe: si cualquiera de ellas falta en el hombre, mueren las dos.”[4]

“La fe es lo más propiamente nuestro, pues dice el Señor: tu fe te ha salvado (Mc 10, 52). Por tanto, si es nuestra, conservémosla como nuestra, para que con motivo podamos esperar las cosas que aún no poseemos. Nadie recuenta los haberes de un dilapidador, ni honra al desertor con las recompensas del triunfo, más aun estando escrito: al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aún eso que posee le será quitado (Mt 13, 12).”[5]

“Por la fe, hermanos, Henoch mereció que Dios le trasladase de lugar con su cuerpo, contra la ley de la naturaleza. Por la fe, salvándose, Noé no halló a nadie con quien hablar que había habido un diluvio. Por la fe llegó Abraham a la amistad con Dios, Isaac se distinguió más que los restantes (cfr. Heb 11, 5, 7, 8, 20), y José sometió a Egipto bajo su autoridad (cfr. Gn 32, 41). Esta fe le hizo a Moisés un muro de cristal en el Mar Rojo (cfr. Ex 14, 22); puso sus frenos al sol y a la luna para que, abandonando su curso acostumbrado, se sometieran al deseo de Josué (Jos 10, 13); ofreció al inerme David el triunfo sobre el armado Goliat (cfr. I Sam 17) y no desmayó en Job, asaltado de frecuentes y graves males (Job 1 y 2). Ella fue medicina en la ceguera de Tobías (cfr. Tob 11); en Daniel, ató las fauces a los leones (cfr. Dan 6); y convirtió para Jonás la ballena en barca (cfr. Jon 2). Ella sola venció en el ejército de los hermanos Macabeos (cfr. 2 Mac 7) e hizo agradables los fuegos a los tres jóvenes (cfr. Dan 3). Esta fe hizo que Pedro se atreviera a caminar sobre el mar (cfr. Mt 24, 29), y fue la causa de que los Apóstoles curaran a muchos de sus contagiosas úlceras y enfermedades, cambiando la lepra deforme en limpia piel. Por esta fe, añadiré, mandaron ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos, correr a los cojos, fortalecer a los paralíticos, huir de los posesos a los demonios y, con frecuencia, volver de los sepulcros en sus propios funerales a los mismos muertos, para que todos vieran convertirse en lágrimas de alegría las que hasta entonces lo habían sido de tristeza.”[6]

“Pero es largo, hermanos, ir detallando los hechos de la fe; sobre todo, porque la caridad presenta unos hechos aún más portentosos. Y es lógico que sea así, pues de tal modo se eleva la caridad por encima de todas las virtudes, que por derecho propio es la reina de todas ellas.”[7]

“Aunque triunfe la fe con todo género de hechos prodigiosos, y la esperanza proponga muchas y grandes cosas, ni una ni otra podrán sostenerse sin la caridad: ni la fe, si no se ama a sí misma; ni la esperanza, si no es amada. Además, la fe aprovecha sólo a uno mismo; la caridad a todos. La fe no lucha gratis; la caridad, en cambio, se suele dar incluso a los ingratos. La fe no pasa a otro; la caridad, poco es decir que alcanza a otro, pues beneficia al pueblo. La fe es de unos pocos, la caridad de todos.”[8]

“Añade a todo esto que la esperanza y la fe tienen un tiempo, mientras que la caridad no conoce fin (cfr. 1 Cor 13), crece en cada momento, y cuanto más es practicada por los que se aman mutuamente, tanto más es debida entre ellos. La caridad no hace distinción de personas, porque no sabe adular; no busca conseguir honores, porque no es ambiciosa; no se fija en el sexo, porque para ella los dos son uno; no se ejercita según el tiempo, porque no es caprichosa; no tiene envidia, porque desconoce qué es la envidia; no se hincha, porque cultiva la humildad; no piensa mal, porque es sencilla; no se deja llevar por la ira, porque también abraza gustosamente las injurias; no engaña, porque es la guardiana de la fe; de nada se muestra indigente, porque -fuera de lo que es- no experimenta ninguna necesidad.”[9]

“La caridad conserva los campos, las ciudades y pueblos, y los tratados de paz. Hace seguras las espadas en torno a los flancos de los reyes. Suprime las guerras, borra las riñas, vacía los privilegios, evita los tribunales, erradica los odios, apaga las iras. La caridad traspasa el mar, circunda el orbe, suministra lo necesario a las naciones por medio del mutuo intercambio. Proclamaré, hermanos, su poder con brevedad. Lo que la naturaleza ha negado a unos lugares, la caridad lo otorga. La caridad del afecto conyugal une en una sola carne a dos personas con un venerable sacramento. Ella da a la humanidad que exista lo que nace. Por la caridad es amada la propia mujer, los hijos se muestran orgullosos de su origen, y los padres son verdaderos padres. A ella se debe que los demás sean para nosotros prójimos y amigos, tan cercanos o más que nosotros mismos. A la caridad se debe que amemos a los siervos como a hijos, y que ellos nos sirvan gustosamente como a señores. La caridad hace que amemos, no sólo a los conocidos o amigos, sino incluso a los que nunca hemos visto. A la caridad se debe, en fin, que reconozcamos las virtudes de los antiguos por los libros, o a los libros por sus virtudes.”[10]

7°) Encíclicas Papales, sobre las virtudes teologales.

Sin dudas, se han convertido en puntos de referencia insoslayables las últimas encíclicas papales en las que se han abordado las virtudes teologales. Estas encíclicas, alterando el orden de su cronología a fin de responder al esquema utilizado en este trabajo, son las siguientes:

A) Carta Encíclica <<Lumen Fidei>> del Sumo Pontífice Francisco sobre la Fe.

B) Carta Encíclica <<Spe Salvi>> del Sumo Pontífice Benedicto XVI sobre la Esperanza Cristiana

C) Carta Encíclica <<Deis Caritas Est>> del Sumo Pontífice Benedicto XVI sobre el Amor Cristiano.

D) Hay otra encíclica del Sumo Pontífice Benedicto XVI que está relacionada con el Amor Cristiano y los comportamientos que éste exige en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. La misma se denomina <<Caritas in Veritate>>.

Todas estas cartas encíclicas se encuentran disponibles para su consulta en la página oficial del Vaticano y se accede fácilmente a ellas buscando su nombre en Google.

En los puntos siguientes, abordaremos individualmente cada una de las virtudes teologales.


 
La Sagrada Familia, ejemplo de fe cristiana. (Obra de Murillo)


II) LA VIRTUD DE LA FE.

1°) Fe, etimología y concepto.

La palabra fe deriva del latín fides y en sus distintas acepciones significa: Creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia. Conjunto de creencias de una religión. Testimonio, aseveración de que una cosa es cierta. Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública de que goza.

De la definición que antecede se desprende que: Fe significa creer algo a alguien. Quien cree, acepta por el testimonio de otro, que un determinado acto o hecho es real.

El motivo básico de toda fe es la autoridad o el derecho de ser creído de aquel a quien se cree. Este reconocimiento de autoridad ocurre cuando se acepta que quien es motivo de fe tiene conocimientos sobre lo que dice, y posee integridad, de manera que no engaña, y por lo cual se considera a su palabra como veraz.[11]

De manera que existen dos elementos constitutivos de la fe: la creencia en un contenido, el tenerlo por verdadero y la creencia a una persona, la confianza en quien expresa el contenido de lo que pasó.

Entonces la fe exige de un acto intelectual que nos lleve a decidir si creemos o no creemos en determinada cuestión y en cierta persona.

En el caso de la religión cristiana la fe implica creer en Dios Trino por la aceptación libre y voluntaria de la verdad revelada (testimonios dados en las sagradas escrituras) y del contenido de los documentos eclesiásticos (según las manifestaciones de la tradición cristiana a la que se adhiera).

Ahora bien, el hombre puede ser obligado a hacer muchas cosas, incluso en contra de sus deseos, pero creer solo podrá creer si quiere. Se le agregan entonces al componente intelectual los elementos de libertad y voluntad.

Y hay un cuarto elemento que es la naturaleza infusa de la virtud de la fe, al igual que en las restantes virtudes teologales, tal como vimos anteriormente. Este carácter infuso predispone  -pero solo eso, predispone- al hombre para que crea y desarrolle su dimensión espiritual.

Por lo tanto, de acuerdo con la conducta del hombre (guiada por sus potencias), la fe se puede robustecer hasta límites impensados (con la ayuda que recibe del Espíritu Santo si se se muestra dócil a sus estímulos) o simplemente se puede ir debilitando hasta llegar al punto en que se descree de Dios y se niegan las verdades reveladas.

“Se trata de fe humana cuando es a un ser humano a quien creemos. Y la fe divina, motivo principal de este trabajo, es una virtud y un don que procede de Dios y que nos capacita para reconocer por encima de toda duda, que es el propio Dios quien habla, actúa y enseña en las Sagradas Escrituras. Por la fe divina aceptamos verdades que están más allá de la razón humana y que nos inicia en nuestra relación personal con Dios, habilitándonos para confiar plenamente en Él y en su Palabra y, a consecuencia de ello, le entregamos nuestro entendimiento y voluntad. Quien tiene fe sabe, por encima de toda duda, que las enseñanzas de la fe divina son las enseñanzas de Dios y, por lo tanto, son ciertas.”[12]

“La fe divina es esencialmente un asentimiento sobrenatural del entendimiento a las verdades reveladas por Dios. Pero la fe no sólo es aceptar una verdad con el entendimiento, sino también con el corazón.”[13]

“Lo esencial de la fe sobrenatural es aceptar una verdad por la autoridad de Dios, que es quien la ha revelado. Pero sí es razonable buscar las garantías que nos lleven a aceptar que realmente esa verdad ha sido revelada por Dios. Agustín de Hipona dijo hace siglos: ´Yo tengo fe, pero cuando comprendo aquello en lo cual tengo fe, mi fe es doble’”.[14]

Una definición de fe divina nos proporciona la Biblia en Hebreos 11, 1 donde dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”

“La fe es inicio de la salvación humana, fundamento y raíz de toda justificación, sin la cual es imposible agradar a Dios y llegar a consorcio de hijos de Dios”. (Concilio de Trento 1545-1563).

“La fe es la adhesión a Dios en el claroscuro del misterio; sin embargo es también búsqueda con el deseo de conocer más y mejor la verdad revelada.” (Juan Pablo II).                                                                          
También se ha explicado la fe como: “Un don, una luz divina por la cual somos capaces de reconocer a Dios, ver su mano en cuanto nos sucede y ver las cosas como Él las ve. Por tanto, la fe no es un conocimiento teórico, abstracto, de doctrinas que debo aprender. La fe es la luz para poder entender las cosas de Dios”[15]

“‘Omnia possibilia sunt credenti’. Todo es posible para el que cree. Son palabras de Cristo. ¿Qué haces, que no le dices con los apóstoles: ‘!adauge nobis fidem!’, ¡auméntame la fe!? (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 588)

2°) Características de la fe.

La virtud de la fe presenta las siguientes características:

A) Sobrenatural: No está al alcance de las solas fuerzas humanas. Es un don Dios, que suele ser accesible a todos los que lo piden con humildad.

B) Humana: Es un acto libre y voluntario del ser humano en respuesta al don recibido de Dios.

C) Necesaria: Es imprescindible para alcanzar la salvación del alma.

D) Cierta: La fe es certeza y no admite dudas (Se entiende por duda el no estar convencido de la veracidad de las “verdades reveladas”. Los interrogantes sin respuesta, la imposibilidad de comprender determinados acontecimientos, no se consideran un estado dubitativo sobre la fe sino como situaciones en las que falta conocimiento y llevan a profundizar las razones de la fe).

E) Activa: Exige acciones y obras. Se pone en movimiento por la caridad.

F) Gradual: El desarrollo de la fe presenta diversos estadios y niveles de profundidad. La fe es perfectible de acuerdo con los talentos, circunstancias, oraciones, sacrificios, trabajos y caminos de cada persona.

G) Participativa y Anticipativa: La fe nos permite conocer, a la manera de adelanto, algunos rasgos de la vida y el amor de Dios que viviremos en el cielo.

H) Sencilla: La verdadera fe no se vive de manera aparatosa, sino de forma simple como lo hicieron María y José.

I) Decisiva: Cambia la forma de vivir de las personas.

J) Objetiva: No se basa en opiniones personales. Se sostiene en la palabra revelada por Dios. Y las enseñanzas de la Iglesia son balizas que marcan y vuelven seguro el camino de nuestra fe.

K) Comprometida: Nos lleva a incrementarla con la lectura y la meditación de la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos y el sacrificio personal. Asimismo, a difundirla en nuestro entorno mediante el apostolado.

L) Perdurable: Una vez que se ha desarrollado una fe comprometida, suele durar para toda la vida.

M) Interior: La fe vive en nuestra interioridad y es la puerta de nuestra relación con Dios.

N) Exterior: La fe se materializa con nuestras obras. Advierten los evangelios que “la fe sin obras está muerta”.

3°) La virtud de la fe en los Evangelios.

Incorporamos a continuación algunos pasajes de los evangelios que hablan sobre la fe, a fin de poner de manifiesto la inmensa importancia de esta virtud teologal en la espiritualidad cristiana.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. (Mc. 16, 16).

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Jn 3, 36).

Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado. (Jn. 6, 28 y 29).

Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce. (Jn. 6, 64 hasta 6, 71 inclusive)

Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (Jn. 8, 24)

Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? (Jn. 11, 40)

Jesús clamó y dijo: El que cree en Mí, no cree en Mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en Mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que Yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. (Jn. 12, 44 hasta 12, 50 inclusive).

Y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. (Hch.16, 30 y 31).

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebr. 11, 6).

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (1 Pedr. 5, 8 y 5, 9).

Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. (Mt.17, 20)

Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis. (MT.21, 21 y 22)

Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mt.7:16 hasta 7:23 inclusive).

Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (2 Cor. 4, 6)

4°) Los pecados contra la fe.

“Es éste un problema que en nuestra época adquiere vastas dimensiones, cuando "muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión" (Gaudium et spes, 7) y el ateísmo se convierte en fenómeno de masas. Ciertamente, el hombre por propia culpa puede perder la fe, don de Dios condicionado a una actitud humana de aceptación, de respuesta, de modo que la falta de correspondencia continuada puede llevar a la pérdida de la fe. En este proceso inciden diversas causas, entrecruzándose muchas situaciones y actitudes: la exageración de la libertad, el relativismo histórico, el recelo frente al Magisterio de la Iglesia, los desórdenes morales, las dudas de fe, la influencia del ambiente, etc., unidas gran parte de las veces a la ignorancia religiosa.”[16]

“Entre todas, tal vez la más importante sea el desorden moral. Al estar el acto de fe sostenido por la voluntad y en última instancia por la gracia, es lógico que esté condicionado por las disposiciones morales del sujeto.”[17]

“También se ha planteado el problema de si la fe puede perderse sin propia culpa. Doctrinalmente, el problema fue resuelto por el Conc. Vaticano I, que afirma que ‘los que han recibido la fe bajo el Magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa justa para cambiar o poner en duda esa misma fe’ (Dz-Sch 3013; 3036). Los teólogos posteriores al Concilio interpretaron el texto unánimemente así: No existe causa objetivamente justa, ni subjetivamente justa, es decir, no hay motivo justo para la persona, que le lleve a abandonar la fe sin pecado.”[18]

“Los pecados contra la virtud de la fe son de forma y gravedad diversa, y se han dado diversas clasificaciones. Se puede pecar contra la obligación de creer (infidelidad, apostasía...), contra la obligación de confesar la fe (ocultación, negación de la fe), contra la obligación de acrecentarla (ignorancia religiosa) y de preservarla de los peligros. También puede pecarse por omisión (por no cumplir el deber de confesarla externamente, por ignorancia de las verdades que deben creerse...) y por actos contrarios a esa virtud (pecados de comisión); éstos pueden ser por exceso y por defecto. Hablando propiamente no hay pecados por exceso, ya que no se puede exagerar en la medida de las virtudes teologales, pero se habla así cuando se consideran como objeto de la fe cosas que no caen dentro de él, como ocurre, por ejemplo, en la credulidad temeraria o en la superstición, cuando se cree en falsas devociones, en lugares pseudo-milagrosos, horóscopos, etc.; también entran en este apartado la adivinación y el espiritismo.”[19]

“Se consideran pecados por defecto la infidelidad, la apostasía y la herejía, y a ellos suelen añadirse el cisma, el indiferentismo religioso, la duda positiva contra la fe y el ateísmo.”[20]

“La infidelidad es, en general, la ausencia de fe debida; en sentido técnico, es la ausencia de fe en aquellos que todavía no han recibido su hábito mediante el Bautismo (en el Derecho canónico el infiel es el no bautizado). Atendiendo a la culpa moral se habla de infidelidad negativa o material cuando no es culpable por provenir de ignorancia (paganos, por ejemplo), infidelidad privativa debida a negligencia consciente y voluntaria, e infidelidad positiva o formal cuando existe una oposición culpable a la fe. No es siempre fácil decidir a cuál de estas tres especies se reduce la infidelidad de un individuo o de un grupo.”[21]

En síntesis, se puede pecar contra la fe con diversa intensidad o gravedad. Y hacerlo mediante distintas formas de pecados, a saber:

A) Contra la obligación de creer.                                                 
(Apostasía, infidelidad,  herejía, ateísmo, indiferentismo religioso)

B) Contra  la obligación de confesar la fe.                    
(Ocultar y negar la fe)

C) Contra la obligación de incrementarla.
(Ignorancia religiosa. Abandonar las obligaciones dirigidas a aumentar y perfeccionar la fe)

D) Contra la obligación de preservarla.
Participar en actividades contrarias a la ley de Dios u ocasionar o prestarse a situaciones que generen tentaciones evitables.

5°) La fe: Síntesis. (Extraída del Catecismo de la Iglesia Católica).

“La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo [...] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad” (Ga 5, 6).” (1814)

“El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Concilio de Trento: DS 1545). Pero, "la fe sin obras está muerta” (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.” (1815)

“El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirlo por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo [...] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).” (1816)


 Virgen de la Dulce Espera.


III) LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.

1°) Esperanza, etimología y concepto.

La palabra esperanza viene del latín sperare (tener esperanza) y esta deriva de spes (esperanza).

En el plano natural significa tener: Confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea.

En la religión cristiana el término se refiere a la: Virtud teologal por la que se espera con firmeza que Dios dé los bienes que ha prometido.

También se la ha explicado como la: “Virtud teologal por la cual deseamos a Dios como Bien Supremo y confiamos firmemente alcanzar la felicidad eterna y los medios para ello.”[22]

Y, entre otras definiciones existentes, como el: "Hábito sobrenatural infundido por Dios en la voluntad, por el cual confiamos con plena certeza alcanzar la vida eterna y los medios necesarios para llegar a ella, apoyados en el auxilio omnipotente de Dios".[23] ,

2°) Consideraciones Generales.

“La virtud de la Esperanza hace cristiformes la fuerza y la actitud humanas orientadas hacia el futuro; esto implica su interna transformación y su conversión a Cristo. Todo hombre vive de cara al futuro; así lo exige su esencial historicidad.”[24]

“Según los griegos, la Esperanza es inseparable del hombre; es la expresión anímico-espiritual de la temporalidad del hombre. En la Esperanza, el hombre, que vive en el presente -sellado por el pasado- y camina hacia el futuro, capta ese futuro con las potencias del espíritu. El hombre que existe temporalmente, vive esencialmente en la espera del futuro alegre o doloroso; la Esperanza es una consoladora del presente.”[25]

“Entre las virtudes teologales ocupa el segundo lugar la esperanza, virtud infusa que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el auxilio omnipotente de Dios. Aunque el motivo propio de la esperanza es Dios, por voluntad del mismo Dios, también se puede poner en la Humanidad de Cristo, en la Virgen, esperanza nuestra, Corredentora y Mediadora de todas las gracias, que no abandona a los hermanos de su Hijo peregrinos en la tierra, y en los santos, que nos ayudan con su intercesión. Es por tanto la esperanza cristiana una virtud teologal infundida por Dios. Teologal, porque tiene por objeto directo e inmediato al mismo Dios, como la fe y la caridad. La esperanza, como hábito, reside en la voluntad, ya que su acto propio es un movimiento del apetito racional hacia el bien, que es el objeto de la voluntad.”[26]

“La esperanza, que lleva a desear a Dios como suprema bondad, deriva de la fe (S.Th. II-II, q. 17, a. 17), y por esta razón, la fe se llama madre de la esperanza. La fe muestra a Dios como fin supremo del hombre, su felicidad, por lo que nace en el corazón humano un fuerte deseo de poseerlo (Heb 11,v.1). Sin la fe, la esperanza no se concibe (cfr. Conc. Vaticano II, Lumen gentium, 41). En el desarrollo de la vida sobrenatural, la esperanza sigue a la fe y precede a la caridad; la esperanza puede existir sin caridad (Dz-Sch 2457). La virtud de la esperanza, siendo teologal e infusa, está íntimamente unida a la gracia, con que el amor divino nos envuelve, y a dones particulares del Espíritu Santo como el don de temor de Dios (Is 66,v.24).”[27]

<Es inescindible del desarrollo y la posesión de la virtud de la esperanza una profunda y frecuente reflexión sobre nuestra muerte y la incertidumbre del momento en que ocurrirá, tal como hace todo hombre sabio.>

3°) Características de la Esperanza.

De su definición, expuesta en el apartado 1°) precedente, se desprenden las características de esta virtud:

A) “Es sobrenatural, por ser infundida en el alma por Dios (cfr. Rom 15,v.13; 1 Cor v.13), y porque su objeto es Dios que trasciende cualquier exigencia o fuerza natural. El Conc. de Trento afirma que en la justificación viene infundida la esperanza, junto con la fe y la caridad (Dz-Sch 1530);”[28]

B) “Se ordena primariamente a Dios, bien supremo, y secundariamente a otros bienes necesarios o convenientes para llegar a Él (cfr. Mt 6,v.33);”[29]

C) “Es una disposición activa y eficaz, que lleva a poner los medios para alcanzar el fin; no es mera pasividad;”[30]

D) “Es actitud firme, inquebrantable, porque se funda en la promesa divina de salvación (cfr. Rom 8,v.35; Philp 4,v.13); ni siquiera la pérdida de la gracia santificante puede quitar la esperanza (S.Th. II-II, q. 18, a. 4, ad 2).”[31]  

4°) Efectos de la Esperanza.

La esperanza produce en nosotros los siguientes efectos:

A) “Pone en nuestros corazones el deseo del cielo y de la posesión de Dios, desasiéndonos de los bienes terrenales.”[32]

B) “Hace eficaces nuestras peticiones.”[33]

C) “Nos da el ánimo y la constancia en la lucha, asegurándonos el triunfo.”[34]

D) “Nos proyecta al apostolado, pues queremos que sean muchos los que lleguen a la posesión de Dios.”[35]

5°) Ámbitos de influencia de la Esperanza.

De lo expuesto  anteriormente surge que la esperanza impacta en dos planos  de tiempo y espacio diferentes:

A) Para esta vida: En cuanto se refiere a confiar en que recibimos la ayuda necesaria de Dios, aquí en la tierra, para poder vivir como verdaderos cristianos. A tener fe en que Dios nos da los dones, las gracias y los bienes indispensables para hacer su voluntad y cumplir sus leyes. También, en que Dios accede a las peticiones de otros bienes que sean beneficiosos para nosotros.  En síntesis, la confianza está depositada en saber que en este mundo se nos dan los bienes que pedimos con humildad y que nos sean verdaderamente beneficiosos para esta vida transitoria. Y, en especial, en la certeza de que contamos con los medios necesarios para salvar nuestra alma.

B) Para la vida futura: En cuanto nos permite aspirar a cumplir el objetivo último y más trascendente del ser humano, en el convencimiento que si cumplimos la voluntad del Señor en esta breve vida pasaremos a morar en Su compañía durante la vida eterna. Así podemos confiar con certidumbre en que lograremos salvar nuestra alma y alcanzar la felicidad eterna, tal como nos fue prometido por Dios.

 6°) La esperanza en el Antiguo Testamento.[36]

 “La esperanza no es espera de cualquier futuro, sino espera del bien futuro; es a la vez paciente y confiada esperanza y anhelante hacia el futuro. Mientras tiene vida, el hombre tiene esperanza. (Ecl. 9, 4).”

“La Esperanza se dirige a Dios tanto en la necesidad como en la dicha; siempre está el hombre orientado hacia Dios, que es su única seguridad; está seguro de Su amor y protección, obre Dios como obre, lo mismo si le manda alegrías que si le regala tristeza y dolores.”

“El hombre que espera en Dios no pone su confianza en las seguridades que él mismo se crea; son siempre poco decisivas; el hombre que edifica sobre ellas, debe esperar que Dios las destruya y convierta la seguridad humana en angustia y miedo (Am. 6, 1; Is. 32, 9-11; Prov. 14, 16).”

“Ningún hombre debe poner su esperanza en las riquezas (Ps. 52, 9; lob. 31, 24), ni en su justicia (Ez. 33, 13), ni en otro hombre (ler. 17, 5).”

“Las reflexiones y cálculos humanos son humo (Ps. 94 11); Dios las aniquila (Ps. 33, 10; ls. 19, 3; Prov. 16, 9).”

“Sólo la esperanza en Dios, el Insondable, de quien el hombre no dispone como de sus medios terrenos de fuerza, puede liberarnos de la angustia (ls. 7, 4; 12, 2; Ps. 46, 3; Prov. 28, 1).”

“Esta confianza es un estar en silencio ante Dios, que va de la mano con el miedo y el temblor (Is. 32, 11; Ps. 33, 18; Prov. 14, 16).”

7°) La esperanza en los evangelios.

Incorporamos a continuación algunos pasajes de los evangelios que hablan sobre la esperanza, a fin de resaltar la inmensa importancia de esta virtud teologal en la espiritualidad cristiana:

El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. (Rom. 4, 18)

Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Rom. 5, 5)

“Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” “Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.” (Rom. 8, 24 y 25)

 “Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en Él.” “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Rom. 15, 12 y 13)

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,” “ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” (1 Cor. 6, 9 y 10)

“Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;” (Gál. 5, 5).

“pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. (Hebr. 3, 6)

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebr. 4, 16)

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebr. 11, 1)

Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; (1 Pedr.1, 13)

“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.” (2 Pedr.3, 13 y 14)

8°) Pecados contra la Esperanza.

Son pecados contra la esperanza:

A) “Presunción: esperar de Dios el cielo y las gracias necesarias para llegar a Él, sin poner por nuestra parte los medios necesarios.”[37]

B) “Desaliento y desesperación: tentados y a veces vencidos en la lucha, se desaniman y piensan que jamás podrán enmendarse y comienzan a desesperar de su salvación.”[38]

“La presunción es confianza no acompañada de santo temor de Dios. La esperanza del pecador que no se arrepiente de su pecado sino que persevera en él degenera en arrogante presunción (perversa securitas). La moral católica considera la soberbia causa fundamental de la presunción, pecado propio de personas temerarias, que viven habitualmente en estado de falsa seguridad material y espiritual. El presuntuoso funda su seguridad y su esperanza no en la omnipotencia de Dios misericordioso, sino en sus propias fuerzas.”[39]

“La desesperación se define como apartamiento voluntario de la felicidad eterna, porque se juzga imposible de alcanzar. Tiene, pues, dos elementos: uno intelectual, que consiste en el juicio sobre la imposibilidad de alcanzar la felicidad eterna, y otro volitivo, el más esencial, que es la fuga de voluntad de aquella meta: "la desesperación no comporta sólo privación de esperanza, sino también una repulsa (recessum) de la cosa deseada, porque se estima imposible de alcanzar" (S.Th. I-II, q. 40, a. 4, ad 3).”[40]
“El desesperado niega la eficacia de la Redención en su vida; se rinde delante de las dificultades, no confía en las promesas divinas de salvación y renuncia a la ayuda de Dios para conseguirla.”[41]

“La desesperación es el pecado del hombre solo, espiritualmente aislado, que rechaza cualquier ayuda y se deja llevar por tendencias destructoras. Algunos moralistas identifican la desesperación con el pecado contra el Espíritu Santo, dado que la esperanza es indispensable para obtener la remisión de los pecados. El apóstol Judas fue víctima de él.”[42]

“Causas de la desesperación son, entre otras, la falta de fe, los pecados frecuentes que aumentan la potencia del mal en la voluntad, la soberbia, la no aceptación de las dificultades que la vida lleva consigo, etc. Santo Tomás las resume en la lujuria, que elimina la condición de bien del objeto de la esperanza, y la pereza, que exagera la dificultad de la adquisición de ese bien (S.Th. II-II, q. 20, a. 4.).”[43]

“Finalmente, conviene señalar la distinción que existe entre la desesperación y el desánimo (desesperación privativa), que procede de las dificultades no superadas, de la misma debilidad humana (enfermedades, etc.) o del carácter pusilánime; en estos casos no se duda de la Omnipotencia y de la Bondad divinas, sino que suele haber un cansancio físico o psíquico que produce el desaliento, que poco o nada tiene que ver con el pecado de desesperación, sobre todo si se ponen los medios ascéticos convenientes: humildad, descanso, etc.”[44]

“El Espíritu Santo es el amor entre el Padre y el Hijo. Dios ha puesto, por tanto, su propio amor en nuestro corazón como garantía de nuestra esperanza. El amor es bienaventuranza; Dios ha puesto su bienaventuranza como prenda de la nuestra. Una esperanza que tiene tal garantía está inmunizada contra la desesperación. EI amor y felicidad infundidos en nosotros es la fuerza personal de resistencia contra la desesperación, que amenaza.”[45]

Está en nosotros poner los medios que Dios nos reclama para hacer crecer la fe y la caridad y mantener así viva la esperanza como motor de nuestra vida cristiana y también de nuestra actuación en las demás actividades que nos son propias. (Familiares, profesionales, etc.)

“¿No has oído con qué tono de tristeza se lamentan los mundanos de que <cada día que pasa es morir un poco>? Pues yo te digo: alégrate, alma de apóstol, porque cada día que pasa te aproxima a la Vida.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 737)

9°) La esperanza: Síntesis. (Extraída del Catecismo de la Iglesia Católica).

La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb 10, 23).  ´El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna´” (Tt 3, 6-7). (1817)

La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.” (1818)

La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio (cf Gn 17, 4-8; 22, 1-18). “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rm 4, 18). (1819)

“La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, que penetra... “a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.” (1820)

Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cf Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cf Mt 10, 22; cf Concilio de Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres [...] se salven” (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin» (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3)” (1821)

 
La Santísima Trinidad, modelo de caridad perfecta.


IV) LA VIRTUD DE LA CARIDAD.

1°) Caridad, etimología y concepto.

La palabra caridad proviene del latín charitas que significa afecto.

En el plano natural significa: Sentimiento que impulsa a las personas a la solidaridad con sus semejantes. Limosna o auxilio que se da a los necesitados.

En el cristianismo: Es la tercera virtud teologal, que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Según otra definición: “Caridad es la virtud sobrenatural infusa por la que la persona puede amar a Dios sobre todas las cosas, por El mismo, y amar al prójimo por amor a Dios.”[46]

La caridad: “Es una virtud basada en fe divina o en creer en la verdad de la revelación de Dios. Es conferida solo por gracia divina. No es adquirida por el mero esfuerzo humano. Porque es infundida con la gracia santificante, frecuentemente se identifica con el estado de gracia. Por lo tanto, quien ha perdido la virtud sobrenatural de la caridad ha perdido el estado de gracia, aunque aún posea las virtudes de fe y esperanza".  [47]  

2°) El valor de la caridad.

“El Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 1856 señala la importancia vital de la caridad para la vida cristiana. En esta virtud se encuentran la esencia y el núcleo del cristianismo, es el centro de la predicación de Cristo y es el mandato más importante. Jn 15, 12; 15, 17; Jn 13, 34. No se puede vivir la moral cristiana haciendo a un lado a la caridad.”[48]

“La caridad es la virtud reina, el mandamiento nuevo que nos dio Cristo, por lo tanto es la base de toda espiritualidad cristiana. Es el distintivo de los auténticos cristianos.”[49], es la más importante de todas las virtudes.

La caridad: “Es la virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca, es la que nos une más a Dios, haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. 1 Jn. 4, 8.”[50]

“Por la fe tenemos el conocimiento de Dios, por la esperanza confiamos en el cumplimiento de las promesas de Cristo y por la caridad obramos de acuerdo a las enseñanzas del Evangelio.”[51]

3°) Naturaleza de la caridad.

Existen dos tipos de amor:

Amor desinteresado (o de benevolencia): desear y hacer el bien del otro aunque no proporcione ningún beneficio, porque se desea lo mejor para el otro.

Interesado: amar al otro por los beneficios que recibimos o esperamos obtener.

“¿Qué es, pues, la caridad? La caridad es más que el amor. El amor es natural. La caridad es sobrenatural, algo del mundo divino. La caridad es poseer en nosotros el amor de Dios.”[52] Es amar con la forma en que Dios ama.

La caridad es un don de Dios que nos permite amar en medida superior a nuestras posibilidades humanas. La caridad es amar como Dios, no con la perfección que Él lo hace, pero sí con el estilo que Él tiene. A eso nos referimos cuando decimos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, a que tenemos la capacidad de amar como Dios.

“Este tipo de amor, el más grande, lo puede ser de tres tipos:

Apreciativo, cuando la inteligencia comprende que Dios es el máximo Bien y esto es aceptado por la voluntad.

Sensible, cuando el corazón lo siente.

Efectivo, cuando lo demostramos con acciones.”[53]

“Para que sea verdadero amor (caridad) es necesario que sea apreciativo y efectivo, aunque no sea sensible, ya que es más fácil sentir las realidades materiales o físicas, que las espirituales. Nos puede doler más una enfermedad, que el haber pecado gravemente.”[54]

4°) Características del amor de Dios.

A)El amor de Dios es lo más cierto y lo más seguro: existió desde siempre, estaba antes que naciéramos. Una vez que es encontrado, se llega incluso a tener la sensación de haber perdido inútilmente el tiempo, entretenidos y angustiados por muchas cosas por las que no merecía la pena haber luchado y vivido.”[55]

B)El amor de Dios es sólido y firme, es como la roca de la que nos habla el evangelio. El amor humano hay que sostenerlo continuamente, alimentarlo constantemente...so pena de apagarse.”[56]

C)El amor de Dios es siempre nuevo, fresco y bello en cada instante. La experiencia de san Agustín es muy reveladora: ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y así por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre las cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo más yo no estaba contigo... Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste y deseé con ansia la paz que procede de Ti (Confesiones)”.[57]

D)El amor de Dios es perpetuo, no se acaba, no se cansa, no tiene límites. Si hay dificultades no es por Dios.”[58]

5°) Características del amor humano por caridad.

A) “Sobrenatural: se ama a Cristo en el prójimo, por su dignidad especial como hijo de Dios.”[59]

B)La sinceridad y la pureza: debe ser un amor que nace de la interioridad de la persona. No puede ser un amor de apariencias. Jesús mira siempre el corazón de la gente y por eso alaba a esa pecadora arrepentida y echa en cara la hipocresía de los fariseos.”[60]

C)El servicio al necesitado: socorrer al que tiene necesidad en el cuerpo o en el alma. Cristo cura las enfermedades, da de comer, consuela a los tristes, ilumina la mente y el corazón, ofrece el perdón. Servir al otro, porque percibimos el valor de las almas y de su salvación.”[61]

D)El perdón y la misericordia: son las expresiones más exquisitas del amor que Dios nos ofrece, a través del ejemplo de su Hijo Jesucristo. Posiblemente la faceta del perdón que más cuesta es el olvido de las injurias y de la difamación. Solamente la gracia de Dios puede conceder la paz, el perdón y el amor hacia el difamador.”[62]

E)Universalidad y delicadeza: Universal, porque tengo que amar a todos, por ser hijos amados de Dios. Delicada, porque busca manifestarse en las cosas pequeñas, tiene en cuenta las características y sensibilidad de cada persona.”[63]

F) Ordenado: es decir, se debe amar más al que está más cerca o al que lo necesite más.”[64]

G) Interno y externo: para que sea auténtica tiene que abarcar todos los aspectos, pensamiento, palabra y obras.”[65]

6°) Obras de Misericordia.

Enseñaba San Agustín que misericordia es: "Compasión de la miseria ajena, que nos mueve a remediarla, si es posible".

Las miserias que requieren compasión y remedio son innumerables, sin embargo Jesús le señaló a Santa Faustina algunas obras en particular que merecen ser tenidas especialmente en cuenta:

LAS SIETE OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUAL:

A) Aconsejar a los desorientados.
B) Enseñar al que no sabe.
C) Corregir a los que se equivocan.
D) Consolar a los afligidos.
E) Soportar de buen grado a los que están a nuestro cargo y sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
F) Perdonar las injurias.
G) Rogar a Dios por todos los vivos y difuntos.

LAS SIETE OBRAS DE MISERICORDIA CORPORAL:

A) Dar de comer al hambriento.
B) Dar de beber al sediento.
C) Vestir al desnudo.
D) Visitar enfermos y presos.
E) Dar albergue al peregrino.
F) Redimir al cautivo.
G) Sepultar a los muertos.

 7°.1) Explicación de las Obras de Misericordia Espiritual:[66]

A) Aconsejar a los desorientados.

Jesús nos dice: "si un ciego guía a otro ciego los dos caerán en un pozo" (Mt. 15, 14). Hay muchos desorientados cerca de nosotros. Pero difícilmente podríamos mostrarles el camino, si no hay luz en nuestro interior. El consejo que corresponde dar no es sólo la palabra. Es el testimonio de una vida limpia y entregada. Es la luz de vivir en la verdad, con todo lo que eso cuesta. Y también con la palabra. Hay verbos que indican esto: aclarar (=hacer claro); iluminar (=dar luz). Aclaremos e iluminemos cuando es preciso, para que el prójimo pueda adquirir libertad espiritual.

B) Enseñar al que no sabe.

Jesús nos dice: "el que cumpla y enseñe los mandamientos será grande en el Reino de los cielos" (Mt. 5, 19). La ignorancia verdadera es un atenuante moral. Pero, tristemente, hay algunos que desean mantenerse en la ignorancia para no asumir sus compromisos. Es una ignorancia "afectada". Y es preciso instruirlos. La Iglesia manda que los pastores dediquen sus mejores esfuerzos a instruir a los fieles. Los demás cristianos colaboran en esta tarea misericordiosa. ¿Quién conoce el Evangelio y vive de Jesús perfectamente? Los santos nos dieron ejemplo, ansiando salir de su ignorancia. Aprendamos de la santa Faustina que siendo casi analfabeta escribió cosas sublimes sobre la unión mística con Dios.

C) Corregir a los que se equivocan.

Ha sido normal de la vida en la Iglesia que los errores deben corregirse apenas detectados. Eso proviene de la norma evangélica (Mt. 18, 15) que si un hermano peca hay que corregirlo inmediatamente. Incluso S. Pablo explica cómo debe hacerse la corrección: "corregir con espíritu de mansedumbre del que corrige como sujeto pecador también y con la realidad de la tentación a la puerta (Gal. 6, 1).

La corrección debe ser fruto del Espíritu Santo, por consiguiente, humilde. Pero no se debe dejar pasar por alto, lo exige una misericordia bien comprendida.

D) Consolar a los afligidos.

Jesús dice: "Felices los afligidos porque Dios los consolará" (Mt. 5, 5). Hay consuelo de Dios, que El hace por medio del Espíritu Santo directamente en nuestro corazón. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los demás. No se trata de decir a la gente: no llores, sino de buscar las palabras de la Escritura que mejor sirven para cada situación. Lo mejor es acostumbrase a rezar, meditar y repetir los salmos en ellos encontramos el mejor consuelo para dar.

E) Soportar de buen grado a los que están a nuestro cargo y sufrir con paciencia los defectos del prójimo.

S. Pablo decía a los cristianos de Efeso con mucha humildad mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor (Ef 4, 2). A veces nos cuesta comprender que las dificultades de la ancianidad o la enfermedad deterioran a los seres queridos y que ya no reaccionan como quisiéramos. La relación se hace difícil. Es un momento de elevar nuestra vida de unión a Dios, pues sin la Gracia del Espíritu Santo no podremos ser misericordiosos con los que nos necesitan.

La tolerancia y la paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia. Sin embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, se debe hacer la advertencia.

F) Perdonar las injurias.

Esta obra de misericordia es la más costosa. Tanto que Pedro preguntó a Jesús cuantas veces debería perdonar al que lo ofendiese. La respuesta de Jesús "setenta veces siete" (Mt. 18, 21 y 22) significa sencillamente "siempre". Lo que Jesús pide parece un imposible: "Yo les digo: amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores" (Mt. 5, 44). Poco a poco el Espíritu Santo nos permitirá ir realizando este ideal de santidad, como lo hizo en la Santa Faustina.

G) Rogar a Dios por todos los vivos y difuntos.

Esta obra trata de un aspecto de la vida del cristiano que solemos descuidar: la oración de intercesión. Intercesión viene del verbo "interceder" y quiere decir que pedimos nosotros lo que otros no se atreven o no merecen. Es un acto de caridad especial que va constituyendo el tejido íntimo de la Iglesia. S. Pablo decía a una comunidad: "oramos y pedimos sin cesar por ustedes" (Col. 1:3-9; Hech 8:15). Conviene acostumbrarse a orar incesantemente por nuestros parientes más cercanos, y no sólo por los vivos, sino también por los difuntos. Santa Faustina intercedía constantemente por los pecadores, los moribundos y las almas del purgatorio.

7.2) Explicación de las Obras de Misericordia Corporal:[67]

A) Dar de comer al hambriento.

Pertenece al núcleo del Evangelio. Es una exigencia para todos los cristianos. Supone que se conozcan mínimamente las necesidades de un pueblo. La comida es esencial para la supervivencia humana. En esta obra, la misericordia se manifiesta en el alimento corporal dado al que lo necesita. Nuestra devoción nos conduce a este tipo de caridad, no sólo en circunstancias extremas, sino en cualquier momento y a otra gente, incluso alejada.

B) Dar de beber al sediento.

Se trata de la sed corporal, de la necesidad de bebida y líquidos para evitar la deshidratación. No es un añadido a la primera obra, pues el cuerpo humano está compuesto en un 70% de agua. Esta obra no se refiere a una actitud individual, sino tiene marcada incidencia social. Evitar derroche de agua, promover el descubrimiento de agua pura en zonas difíciles, contribuir a los gastos de saneamiento e higiene de lugares que carecen de agua y son focos de infección o enfermedad. Jesús se identificaba con el sediento, el que no tiene agua y el que enfermó por beber aguas dañadas o lavarse con aguas sucias.

C) Vestir al desnudo.

Hay gente que paga sumas importantes por trajes de baño minúsculos hechos para realizar la desnudez. Esa falta de pudor no anula que hay millones que carecen de ropa en zonas cálidas y frías. Si pensamos en el costo de unas zapatillas comprenderemos que millares de campesinos de América Latina y otras partes del mundo, nunca en su vida podrán adquirirlas. La misericordia nos llama a salir al encuentro de esa necesidad, desprendiéndonos de la ropa superflua y los calzados no usados que duermen en los armarios durante años. Los dirigentes tendrán que aceptar que el trabajo es más importante que el capital y merece una paga más justa. Mientras llega la hora de una justicia mejor, los católicos no podemos cruzarnos de brazos. Hay hermanos que mueren de frío.

D) Visitar enfermos y presos.

En el enfermo se manifiesta con claridad la vulnerabilidad de la existencia humana. Es un necesitado, no sólo de cuidado sanitario, sino de afecto, consuelo, elevación espiritual. La enfermedad produce consecuencias que nos asombran, incluso en personas conocidas. Cristo mismo estuvo gravemente enfermo durante el Viernes Santo. Su tortura por parte de los soldados, y la traición y el abandono de los suyos también vulneraron su cuerpo humano. Y si bien su voluntad permaneció unida a la de su Padre, su cuerpo experimentó el dolor que acompaña a la enfermedad; pero, además, Jesús estuvo preso en ese Viernes Santo y, por consiguiente, sin posibilidad de ser ayudado por quienes hubiesen hecho lo posible para hacerle menos penosa su situación.

Esta obra de misericordia reconoce esas situaciones de Jesús y nos manda visitar; nada más. No consiste en ir a dar consejos, ni averiguar qué mal se halla fulano, no curiosear, ni echar en cara. Sólo visitar en actitud de hermano frágil y vulnerable como el que recibe la visita. Las condiciones de la visita son: humildad y amor de Dios, comprensión y generosidad interior.

E) Dar albergue al peregrino.

Esta obra parece retrotraernos a la Edad media y nos hace imaginar el "camino de Santiago de Compostela" o de las famosas peregrinaciones a Tours. Tiene, con todo, un aspecto moderno; las peregrinaciones no han terminado. No se hacen ya como antes, pero siguen existiendo y pertenecen al mundo religioso de los que buscan a Dios y lo adoran. Albergar al peregrino hoy es un llamado a los que viven en las ciudades sedes de santuarios para que ayuden como puedan a los que llegan buscando la misericordia de Dios. Poner a disposición sanitarios, bebidas, remedios y lugar de descanso puede ser una manera de recibir al peregrino, que es Cristo.

F) Redimir al cautivo.

Esta obra parece que pasó de moda. Sin embargo, además de los rehenes por motivos políticos, existen hoy nuevos esclavos productos de nuevas esclavitudes que amenazan a la humanidad. Algunos ejemplos son: la selección de temas impuestos por los medios de comunicación masiva para formar las opiniones y dirigir las conductas de las personas; la manipulación política, la violencia, la drogadicción, la pornografía, la extorsión, la corrupción, los negociados, los privilegios innecesarios. Los cristianos debemos vivir el cristianismo en una sociedad cuyo principal interés parece ser el éxito económico y la diversión.

G) Sepultar a los muertos.

Esta obra también parece arcaica. Pero, los devotos de Jesús Misericordioso nos esmeramos en preparar las tumbas de los difuntos para las visitas de oración al cementerio. Proponemos tres visitas: 1) en la mañana de la Pascua para los que participaron en la Vigilia Pascual que comienza en las últimas horas del Sábado Santo; 2) en el día del aniversario del fallecido, que es como el nacimiento para el Cielo; 3) alrededor del 2 de noviembre que es la conmemoración de los fieles difuntos. Para eso, preparamos las tumbas con amor, poniendo flores frescas, limpiando e incluso colocando carteles con una oración para que recen los parientes.

Fácil será advertir la importancia de las obras de misericordia si tenemos en cuenta que la caridad, para ser verdadera, se debe ver plasmada en los hechos.

“Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes. ¡Eso sí que es fina virtud de hijo de Dios!” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 440)

“Con el buen ejemplo se siembra buena semilla; y la caridad obliga a sembrar a todos.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 795)

8°) La Virtud de la Caridad en los Evangelios.

Incorporamos a continuación algunos pasajes de los evangelios que hablan sobre la caridad, a fin de poner de manifiesto la inmensa importancia de esta virtud teologal en la espiritualidad cristiana.

“y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.”
“Más el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mt. 24, 12 y 13)

“Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis.” “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.” “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.” “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.” “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.” 1 Cor. 14, 1 hasta 14, 5 inclusive).

 “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.”  (Gál. 5, 6)

 “Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gál 5, 22 y 23)

“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,” “de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,” “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;” “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,” “seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,” “y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,” “a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef. 3, 14 a 3, 21 inclusive.)

“Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.” (Ef. 6, 23 y 24)

“Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento,” “para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo,” “llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” (Fil. 1, 9 a 1, 11 inclusive)

“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,” “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.” “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,” “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,” “sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;” “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Fil. 2, 1 a 2, 8 inclusive)

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.” “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Jn. 4, 7 y 8)

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.” “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.” “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;” “no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;” “no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.” “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” (1 Cor. 13, 1 a 13, 8 inclusive)

“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (1 Cor. 13, 12 y 13)

“Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.” “Os he dicho estas cosas estando con vosotros.” “Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” “Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.” “Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.” (Jn. 14, 22 a 29 inclusive)

“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.” “(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)” “Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.” “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” “Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.” “Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.” (Jn. 11, 1 a 6 inclusive).

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.”
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;”  “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?” “Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mt. 5, 43 a 48 inclusive)

“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.” “Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.” (Rom. 13, 8 a 10 inclusive).

“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.” (Col. 3, 14).  

“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.” “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Rom. 12, 9 y 10)

“Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros;” (1 Tes. 4, 9)

 “Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mt. 19, 19)

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.” “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” (Mc. 12, 30 y 31).

Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a Sí Mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Ef. 5, 2)

“No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.” “Más para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí.” (Jn. 14, 30 y 31)

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Jn. 3, 16).

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” (Jn.14, 21)

9°.1) Los Pecados contra la Caridad.[68]

“La caridad nos libra de muchas maldades con la fuerza santa de su amor. Todos los pecados son contrarios a la caridad, y ella los vence, pero consideremos aquí aquéllos que más directamente la lesionan (S Th II-II, 34-38).”

A) Odios.

“ –«El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un asesino» (1 Jn 3,14-15;+2,9. 11; 4,20). El cristiano debe guardar su corazón de cualquier odio, por pequeño que sea –como se debe apagar al instante la chispa que puede originar un incendio– , y ha de ahogar toda antipatía en el amor de Cristo, no consintiendo en ella, ni menos expresándola de palabra.”

B) Discordias.

 “–«Las obras de la carne», dice San Pablo, son «odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, envidias, homicidios» (Gál 5,20-21). Todo eso lesiona o mata la caridad. «Quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios» (5,21). El que todavía anda con peleas, envidias y discordias es en Cristo como un niño, es carnal, vive a lo humano (1 Cor 3,1-3). Y a veces estas miserias proceden de motivos pseudo-religiosos: «Hay entre vosotros discordias, y cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo»... ¿Acaso está dividido Cristo?» (1,11-13).”

C) Ofensas.

 “–«Yo os digo que todo el que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; y quien dijere a su hermano imbécil, será reo delante del Sanedrín; y el que le dijere insensato, será reo de la gehena del fuego» (Mt 5,22). No nos damos cuenta del precio inmenso de aquello que dañamos tantas veces con ligerezas ofensivas. «Mirad que, si mutuamente os mordéis y os devoráis, acabaréis por consumiros unos a otros» (Gál 5,15). «No salga de vuestra boca palabra áspera, sino palabras buenas y oportunas. Alejad de vosotros toda amargura, arrebato, cólera, indignación, blasfemia y toda malignidad» (Ef 4,29. 31).”

D) Juicios temerarios.

 “–«No juzguéis y no seréis juzgados, porque con el juicio con que juzgáreis seréis juzgados, y con la medida con que midiéreis se os medirá. ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?» (Mt 7,1-3). ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nuestro hermano? «Ni aun a mí mismo me juzgo –decía San Pablo–. Cierto que de nada me arguye la conciencia; pero no por eso me creo justificado: quien me juzga es el Señor. Tampoco, pues, juzguéis vosotros antes de tiempo, mientras no venga el Señor, que iluminará los escondrijos de las tinieblas y hará manifiestos los propósitos de los corazones» (1 Cor 4,35). Nosotros, por una parte, juzgamos mal, por apariencias. Sin embargo, «la mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yavé mira el corazón» (1 Sam 16,7). Pero es que además, por otra parte, nosotros no tenemos ninguna autoridad para juzgar. «¿Quién eres tú para juzgar al siervo ajeno? Para su amo está en pie o cae. Y tú ¿cómo juzgas a tu hermano? o ¿por qué desprecias a tu hermano? Pues todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios. No nos juzguemos, pues, ya más los unos a los otros» (Rm14,4.10.13).”

E) Maledicencias.

“–«De la abundancia del corazón habla la boca» (Mt 12,34). Las secretas aversiones, las envidias y desprecios, los juicios temerarios, todo sale fuera y se expresa más o menos por la maledicencia y la murmuración. Por eso, aún más que con la boca y con lo que se dice, hay que tener cuidado con el corazón, con lo que se siente, pues si con la gracia de Cristo lo purificamos de toda aversión, ni siquiera habrá luego tentación de malas palabras. Como elocuentemente enseña el apóstol Santiago, quien gobierna su lengua, se domina todo entero. Pero además, «de la misma boca proceden la bendición y la maldición. Y esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente echa por el mismo caño agua dulce y amarga?» (Sant 3,2-12). A veces consideramos que nuestras habladurías no tienen mayor importancia; pero ¿y si esas mismas cosas las dijeran de nosotros, qué sentiríamos, cómo reaccionaríamos? No hablemos de los otros como no quisiéramos que ellos hablasen de nosotros (Lc 6,31).”

F) Acepción de personas.

 “–«Hermanos, no juntéis la acepción de personas con la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo», pues si honráis en vuestra asamblea al rico bien vestido y menospreciáis al pobre mal presentado, «¿no juzgáis por vosotros mismos y venís a ser jueces inicuos?» (Sant 2,1-4). La acepción de personas es un juicio falso, por el cual la persona se inclina hacia aquéllos que estima más valiosos –sabios, ricos, bellos, fuertes–, dejando de lado a los otros.”

G) Daños al prójimo.

“ –«La caridad no hace mal al prójimo» (Rm 13,10). El que ama a su hermano no le hace daño ni perjuicio alguno: no le roba, ni le miente, ni adultera injuriándole, ni le miente o engaña (13,9-10). La caridad no permite tampoco hacer daño al prójimo en venganzas pretendidamente justas: «Que ninguno vuelva a nadie mal por mal, sino que en todo tiempo os hagáis el bien unos a otros y a todos» (1 Tes 5,15). «No volváis mal por mal, procurad el bien a los ojos de todos los hombres. No os toméis la justicia por vosotros mismos, antes dad lugar a la ira [de Dios]: «A mí la venganza, yo haré justicia», dice el Señor. Por el contrario, «si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que haciendo así amontonáis carbones encendidos sobre su cabeza». No te dejes vencer del mal, antes vence el mal con el bien» (Rm 12,17-21).”

H) Escándalos.

–«Al que escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valiera que le colgasen del cuello una  piedra de molino de asno y le arrojaran al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque no puede menos de haber escándalos, pero ¡ay de aquél por quien viniere el escándalo!» (Mt 18,6-7). «Habéis sido llamados a la libertad, pero cuidado con tomar la libertad por pretexto para servir a la carne, antes servíos unos a otros por la caridad» (Gál 5,13). Se puede escandalizar al prójimo con obras malas: afirmando en su presencia criterios contrarios al Evangelio, ridiculizando a una persona ausente, aprobando una conducta pecaminosa, asistiendo a un lugar indecente, viendo un programa obsceno en la televisión, en fin, de tantas maneras. También es posible escandalizar con la omisión de obras buenas: no teniendo oración, ni lecturas buenas, ni frecuencia de sacramentos, ni limosna, ni catequesis o alguna forma de apostolado. Incluso, cuando falta la prudencia o sobra el amor propio, ciertas obras buenas pueden «ser tropiezo para los débiles» (1 Cor 8,9). Pues bien, si escandalizas a tu prójimo, «perecerá por tu ciencia el hermano por quien Cristo murió. Y así, pecando contra los hermanos e hiriendo su conciencia, pecáis contra Cristo. Por lo cual, si mi comida ha de escandalizar a mi hermano, no comeré carne jamás por no escandalizar a mi hermano» (1 Cor 8, 11-13;).”

9°.2) Caridad y comunión.[69]

“El pecado rompió la unidad humana primitiva, la disgregó completamente en mil partes: enfrentó a los hermanos, separó a los pueblos, confundió las lenguas (Gén11), introdujo una profunda división dentro del hombre mismo, metiendo la contradicción y la incoherencia en sus pensamientos y voluntades, sentimientos y proyectos. Al romper el hombre su unión con Dios, destrozó la clave de la unidad con los otros y consigo mismo.”

“Cristo es el reunificador de la humanidad disgregada. El da su vida «para juntar en la unidad a todos los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52). Jesucristo, como único Maestro, único Pastor y Sacerdote único (Mt 23, 8-10; Jn 10, 16; Heb 7, 28), nos congrega «en la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Sólo hay un Cuerpo y un Espíritu, como también una sola esperanza, la de vuestra vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos» (Ef 4, 3-6).”

“Cristo nos unifica orando al Padre: «Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en Mí y yo en Ti, para que también ellos sean en nosotros» (Jn 17, 21). Y así «esta comunión nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1,3). Cristo nos reúne a todos atrayéndonos hacia Sí Mismo, cuando está levantado en la Cruz (Jn 12, 32). Y nos reúne comunicándonos el Espíritu Santo (Hch 2, 1-12), pues «todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo Cuerpo» (1 Cor 12, 13).”

“Nos reúne en la Eucaristía: «Porque el pan es uno, somos muchos un solo Cuerpo, pues todos participamos de ese único pan» (1 Cor 10, 17). En fin, Jesucristo nos reúne en la santa Iglesia, que «es en Cristo como un sacramento, o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1; GS 42c).”

10°) La caridad: Síntesis. (Extraída del Catecismo de la Iglesia Católica).

“La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.” (1822)

Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). (1823)

“Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13, 8-10)”. (1824)

Cristo murió por amor a nosotros cuando éramos todavía “enemigos” (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos (cf Mt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf Mc 9, 37) y a los pobres como a Él mismo (cf Mt 25, 40.45).

“El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7). (1825)

“Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).” (1826)

“El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino.” (1827)

“La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del “que nos amó primero” (1 Jn 4,19): «O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de hijos» (San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae prol. 3).” (1828)

“La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión: «La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos» (San Agustín, In epistulam Ioannis tractatus, 10, 4)” (1829)


La ascensión de Jesús.



V) CONSIDERACIONES FINALES.

Hemos tratado en el punto I de este trabajo las virtudes teologales en general para luego abordar individualmente cada una de ellas: La virtud de la fe en el punto II, la virtud de la esperanza en el punto III y la virtud de la caridad en el punto IV.

Ahora, como corolario, habremos de resaltar el valor de la caridad, como virtud que le da sentido cristiano a todas las demás virtudes. Y, especialmente, como imposición del mandamiento cristiano más importante <Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.> y, a través de éste, como vehículo de consumación de los demás mandamientos de la ley de Dios.

De modo que aunque seamos moralmente irreprochables desde el punto de vista natural estaremos muy lejos del reino de los cielos si no somos caritativos, si no actuamos por amor a Dios y por amor al prójimo, a través del amor de Dios.

En nada nos servirá para la salvación de nuestra alma las virtudes morales e intelectuales, si no las vivimos de acuerdo con los dictados de la caridad.

Tampoco nos ayudará a alcanzar la vida eterna el hacer beneficencia con parámetros mundanos, sea por pretensiones de vanagloria, ansias de reconocimiento o búsqueda indirecta de beneficios personales; vale decir sin obrar con el amor que purifique nuestras intenciones.

Debemos convencernos que, al final, Dios nos juzgará con la vara del amor. Por el amor a Él, por el amor al prójimo y por el amor con que hayamos actuado en las distintas tareas desempeñadas en nuestras vidas. (Familiares, profesionales, sociales, ciudadanas, apostólicas, benéficas y educativas, entre otras).

Dios no solo conoce nuestras acciones sino también nuestro corazón y es por nuestra caridad o la falta de ella, que nos absolverá o nos condenará.

Además, del rol central que tiene la caridad para nuestra salvación, aporta la perspectiva que completa el verdadero autoconocimiento y permite afrontar una profunda reflexión sobre la muerte y, más precisamente, sobre nuestra muerte.

La caridad es el motor de la oración y del sacrificio. Y la oración y el sacrificio son, a la vez, las pruebas de la caridad.

En la caridad está la luz y la sabiduría divina que ilumina y guía nuestro andar en el siglo. (Y también el de los religiosos)

La virtud de la caridad, es pues, el elemento insoslayable para conseguir la regeneración de nuestra naturaleza humana dañada por el pecado original y obtener la santidad junto a la unión con el Creador en esta vida; que nos harán dignos de ser absueltos en el juicio final, del que nadie quedará exento.

La caridad es el rasgo más representativo de un verdadero profeso cristiano, el que en toda su dimensión podemos reconocer por ser un hombre de oración, sacrificado, prudente, justo, fuerte, templado, creyente, esperanzado y caritativo; que sirve de buen modelo a todo aquel que desee iniciarse en la profesión de fe cristiana, conforme fuimos explicando a través de la unidad expositiva secuenciada integrada por ésta y las cinco entradas anteriores.

Queridos hermanos, para finalizar nuestro trabajo hemos elegido una frase de P. Novet que sintetiza magistralmente la razón de la existencia humana:

"La Vida se nos ha dado para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo, la eternidad para poseerlo".

Que la Santísima Trinidad nos guíe y ayude a hallar nuestro camino, soportar el sufrimiento que impone su tránsito y poseer la perseverancia necesaria para llegar al destino de felicidad eterna que Dios previó para nosotros.


Dr. Alejandro Oscar De Salvo
Abogado - Coach directivo.




[1] Poco nos ha llegado sobre la vida de san Zenón, pues de él lo que más tenemos son sus sermones y sus escritos que contienen un valioso material sobre la doctrina católica, prácticas y liturgia; tratan respecto a Dios, la creación, la Santísima Virgen, las Santas Escrituras, la Iglesia, los sacramentos, etc., y advierte contra los vicios. Es de destacar el gran valor litúrgico y su firmeza en vencer a los arrianos y pelagianos. Fue obispo de Verona entre los años 362 al 368, y, parece ser que sufrió el martirio quemado en un horno, hacia el año 371, durante la persecución de Diocleciano, en el tiempo de Gallienus. Su fiesta se celebra el 9 de julio. Es patrono de Verona y Pistoia y es invocado contra las inundaciones. B. Savir. http://es.ssseu.net/index.php?option=com_content&task=view&id=206&Itemid=1
[2] http://www.mercaba.org/TESORO/san_zenon_de_verona.htm
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11]Agustín Fabra. Mailxmail.com  http://www.emagister.com/autor-agusti-fabra
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[16] Tema 42 La Virtud de la Fe
Es una gentileza de http://www.servicato.com para la Biblioteca Básica del Cristiano.
http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/42_la_virtud_de_la_fe.htm
[17] Ibídem.
[18] Ibídem.
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[23] Tema 43 La virtud de la esperanza. Gentileza de http://www.servicato.com para la Biblioteca del Cristiano. http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/43_virtud_de_la_esperanza.htm
[24] Michael Schmaus. Teología Dogmática V La Gracia Divina.
http://www.icergua.org/latam/pdf/09-segsem/04-08-td11/doc07.pdf
[25] Ibídem.
[26] Discurso desde la Suma de Santo Tomás. (Segunda Entrega Capítulo X)
La virtud teologal de la esperanza. Por Jesús Martí Ballester. http://mercaba.org/Jesus%20M%20Ballester/virtud_de_la_esperanza.htm
[27] Tema 43 La virtud de la esperanza. Gentileza de http://www.servicato.com para la Biblioteca del Cristiano. http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/43_virtud_de_la_esperanza.htm
[28] Ibídem.
[29] Ibídem.
[30] Ibídem.
[31] Ibídem.
[32]Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[33] Ibídem.
[34] Ibídem.
[35] Ibídem.
[36] Michael Schmaus. Teología Dogmática V La Gracia Divina.
http://www.icergua.org/latam/pdf/09-segsem/04-08-td11/doc07.pdf
[37] Ibídem.
[38] Ibídem.
[39] Tema 43 La virtud de la esperanza. Gentileza de http://www.servicato.com para la Biblioteca del Cristiano. http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/43_virtud_de_la_esperanza.htm
[40] Ibídem.
[41]Ibídem.
[42] Ibídem.
[43] Ibídem.
[44] Ibídem.
[45] Michael Schmaus. Teología Dogmática V La Gracia Divina.
http://www.icergua.org/latam/pdf/09-segsem/04-08-td11/doc07.pdf
[46] Fuente: Fr. John Hardon, Modern Catholic Dictionary. Traducido por P. Jordi Rivero.
[47] Ibídem.
[48] Conoce tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive | categoría. Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[49] Ibídem.
[50] Ibídem.
[51] Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[52] Ibídem.
[53]Conoce tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive | categoría. Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[54] Ibídem.
[55] Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[56] Ibídem.
[57] Ibídem.
[58] Ibídem.
[59] Conoce tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive | categoría. Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[60] Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[61] Ibídem.
[62] Ibídem.
[63] Ibídem.
[64] Conoce tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive | categoría. Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[65] Ibídem.
[66] El planteo de este punto responde al contenido tomado de Apóstoles de la Divina Misericordia de Argentina. http://www.divinamisericordia.org/obras.html
[67] Ibídem.
[68]  El contenido de este punto corresponde a las páginas 143 y 144 de la obra de Rivera-Iraburu, Síntesis de espiritualidad católica, tomadas de la página web:
http://es.scribd.com/doc/16429187/35/Pecados-contra-la-caridad
[69] Ibídem.