LEY MORAL PRESCRITA
Y
LEY MORAL NATURAL
Los profesos cristianos
toman las leyes morales como verdaderas obligaciones de vida.
TEMARIO.
I) CONSIDERACIONES PRELIMINARES.
II) NATURALISMO FILOSÓFICO.
III) NATURALISMO ÉTICO (O SOCIOBIOLOGISMO).
IV) RELATIVISMO FILOSÓFICO (O SUBJETIVISMO).
V) RELATIVISMO MORAL.
VI) ABSOLUTISMO EPISTEMOLÓGICO (U OBJETIVISMO).
VII) UNIVERSALISMO MORAL (O ABSOLUTISMO MORAL).
VIII) TEOLOGÍA.
IX) TEOLOGÍA MORAL.
X) LEY MORAL PRESCRITA.
XI) LEY MORAL NATURAL.
XII) DESTINATARIOS DE LAS LEYES MORALES.
XIII) LA MORAL COMO CIENCIA DE LA FELICIDAD.
XIV) UNA VISIÓN POLÍTICA DE LA INMORALIDAD.
XV) EL ÚNICO BUEN <NEGOCIO> ES LA MORALIDAD.
XVI) LOS PELIGROS DE LA MORALIDAD. (ADVERTENCIA).
Moisés y las Tablas con los 10 Mandamientos que recibió de Dios.
LEY MORAL PRESCRITA
Y
LEY MORAL NATURAL
LEY MORAL PRESCRITA
Y
LEY MORAL NATURAL
I) CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Con anterioridad a ingresar en
una saga de notas referentes a las virtudes y su desarrollo, estimamos
conveniente exponer brevemente algunas doctrinas filosóficas cuya consideración
creemos que ayudará a un mejor aprovechamiento de los trabajos siguientes.
Las corrientes de pensamiento a
las que nos referiremos sucintamente son: El Naturalismo Filosófico y el Naturalismo
Ético; el Relativismo Filosófico y el Relativismo Moral; el Absolutismo
Epistemológico y el Universalismo Moral; la Teología Cristiana y la Teología
Moral Cristiana.
II) NATURALISMO FILOSÓFICO
El término naturalismo deriva del
latín naturalis, que significa lo que está de acuerdo con la naturaleza
(natura).
El naturalismo filosófico se
inicia en el siglo VII a. C. con Tales de Mileto y se continúa hasta el
presente. Suele dividírselo en cuatro etapas o periodos, a saber: Naturalismo Griego,
Renacentista, Moderno y Contemporáneo, etapa esta última en la que goza de una
gran aceptación como consecuencia de haberse instalados sus postulados en el
creer de vastos sectores de la población occidental.
Es un sistema filosófico en el
cual todo se limita a las causas naturales. En él la materia física es lo único
que existe y todo puede ser explicado en términos de materia y de fenómeno
físico.
De modo que para el naturalismo
filosófico todo lo real es natural y viceversa, no existiendo otra realidad más
allá de la naturaleza. Con lo cual el naturalismo niega la dualidad
naturaleza-espíritu, ya que considera a éste como una forma especial de la
primera y reductible a ella (comprendido en ella).
Al considerar a la naturaleza
como la única realidad existente, esta forma de pensar excluye la posibilidad
de que los elementos naturales coexistan con cualquier <agente, elemento o
actividad sobrenatural>. De esta
manera, por definición, el naturalismo sostiene una visión atea del mundo.
Para el naturalismo filosófico: “el hombre es un ser plenamente radicado en
sí mismo y que en sí mismo adquiere todo su sentido. La perfección del hombre
-según esta posición- se encuentra en el mejoramiento de su propia naturaleza,
no en la mutación de ella”.[1]
En síntesis, el naturalismo es un
sistema filosófico que destaca a la naturaleza como primer principio de la
realidad, sosteniendo que la naturaleza está formada por la totalidad de las
realidades físicas existentes y, por lo tanto, es el principio único y absoluto
de lo real.
III) NATURALISMO ÉTICO (O SOCIOBIOLOGISMO ÉTICO)
En el campo de la moral el
naturalismo filosófico se expresa a través del denominado naturalismo ético,
que se encuadra dentro de los principios generales de aquél.
En base a ellos el Naturalismo
Ético se caracteriza por valorar el desempeño humano dentro de parámetros
puramente físicos, explicándolo en función de las tendencias naturales
espontáneas, es decir, de los intereses y el deseo que lo motivan.
Según la posición sostenida por
el naturalismo ético, “LO MORAL en
realidad NO EXISTE. Toda conducta supuestamente <moral> podría ser
descrita como un tipo de conducta biológica compleja que caracteriza a los
animales sociales, entre los que se incluye al hombre. (El comportamiento
social se entiende como un tipo de
comportamiento biológico). Las conductas biológicas están
fundamentalmente determinadas por los genes (los animales no son
"libres" o autónomos), y las conductas sociales añaden la
determinación cultural. Ambas (conducta biológica y conducta social) están
aparentemente dirigidas por ciertos fines o intereses invariables (la
supervivencia del individuo, de la especie, del grupo social, la reproducción…).
Lo que llamamos "moral" no sería distinto de esto, así que no hay, en
realidad, nada que corresponda a lo "moral" (es decir: a una conducta
libre o autónoma por la que el individuo escoge sus propios fines o intereses).
A esta teoría negadora de lo moral se la suele llamar también SOCIOBIOLOGISMO
ético”.[2]
En consecuencia, “El naturalista ético afirma que “LO BUENO”
ES LO QUE constatamos que, DE HECHO, DESEA LA GENTE (la ÉTICA no es diferente
aquí de cualquier otra CIENCIA SOCIAL O NATURAL: describe hechos y generaliza a
partir de ellos ciertas leyes). El naturalista percibe, además, que lo que
desea la gente es, en el fondo, LO MISMO QUE DESEAN EL RESTO DE LOS ANIMALES:
acumular recursos, dominar a otros (o cooperar, si es más productivo),
reproducirse, etc. En suma: tener éxito en esta dura batalla que es la vida. Al
fin y al cabo también somos animales, y lo “BUENO” no es sino LO QUE SATISFACE
LOS INTERESES PROPIOS DE NUESTRA NATURALEZA ANIMAL.”[3]
IV) RELATIVISMO FILOSÓFICO (O SUBJETIVISMO)
El relativismo filosófico aparece
en la antigüedad con los sofistas al comienzo del siglo V a. C..
Surgió con una finalidad
política, que fue la de crear una ideología que pudiera apuntalar los cambios
impulsados en la forma de gobierno de la polis griega, los que tuvieron lugar
con la llegada al poder en Atenas de Clístenes, jefe de los Alcmeónidas y
representante del partido democrático, en el año 508 a. C.. (Se pasó de una
forma de gobierno aristocrática a una democrática).
Esta corriente de pensamiento, al
igual que el naturalismo, se continúa hasta la actualidad luego de haber
atravesado similares etapas.
En relativismo contemporáneo goza
de un gran éxito, como consecuencia de haberse encarnado en las formas de vida
que adoptan las personas vulgares, vale decir, en la mayoría de quienes
integran las masas del mundo occidental.
Su actual apogeo es una
contradicción que llama poderosamente la atención, ya que desde el ámbito
filosófico siempre se lo ha criticado con dureza por considerárselo una teoría
absurda que, de aceptarse, impedía el conocimiento.
El relativismo filosófico
sostiene la tesis de que existen tantas verdades como seres cognoscentes crean
estar en la verdad.
A quienes dicen que fue “Protágoras de Abdera el primer defensor del
relativismo, reflejado en su afirmación <el hombre es la medida de todas las
cosas: de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no
son>".[4]
El relativismo considera que la
verdad depende de los factores físicos, psicológicos y culturales que influyen
en los juicios que las personas se hacen sobre la realidad.
Ante la temática de la verdad, a
lo largo de la historia, el relativismo filosófico o subjetivismo se ha
enfrentado con el absolutismo epistemológico u objetivismo.
Este enfrentamiento de ideas consiste
en que, como expusimos, el relativismo considera que la verdad depende o varía
de acuerdo con el sujeto o grupo que la reivindica, mientras que el objetivismo,
como veremos, defiende la idea de que la verdad es independiente de las
personas o grupos que la declamen, sea en sentido coincidente o disidente.
Cabe aclarar que, por sí solo, no
forma parte de la idea relativista el hecho de que existan muchas opiniones
sobre los mismos objetos o situaciones, lo cual es propio del transcurrir de la
vida humana.
El relativismo cobra vida cuando
frente a opiniones discrepantes, sobre los mismos puntos de análisis, se
sostiene que todas ellas son verdaderas si las personas que las defienden
consideran que son verdaderas.
Así se llega a aseverar que
pueden existir muchas verdades acerca de los mismos hechos o cosas, tantas como
personas crean tener un conocimiento verdadero de ellos.
En sentido general, con el
término relativismo se hace también referencia a toda posición filosófica que
niegue la existencia de verdades absolutas, ya sea en el campo del
conocimiento, de la moral o de la metafísica.
Por último, cabe aclarar que las
inconsistencias de esta teoría filosófica originan que sea bastante común
encontrarnos con personas que adhieren a la posición relativistas en relación a
ciertos tipos de realidades (generalmente las morales) y sostienen ideas
objetivistas respecto de otras (habitualmente en materia de ciencias duras).
V) RELATIVISMO MORAL
Entre los varios movimientos
derivados del relativismo filosófico uno de los que más protagonismo disfruta
en nuestros días es el relativismo moral.
Esta corriente sostiene “… la creencia que da igual valor,
legitimidad, importancia y peso a todas las opiniones morales y éticas, con
independencia de quién, cómo, cuándo y dónde se expresan. Se trata de una
igualación absoluta de toda opinión ética o moral entre las que se cree que no
existe jerarquía posible. Todas son verdaderas y dignas de igual respeto.”[5]
Fundamenta su posición
argumentando que “…no es posible
determinar ni de manera natural ni de manera racional -aceptable por todos los
seres dotados de razón- lo que es moralmente correcto”.[6]
Entonces, según las ideas del
relativismo moral, no existe ningún criterio externo y objetivo que permita
calificar a las acciones humanas en categorías, tales como <bueno / malo>,
<mejor / peor>, <justo / injusto>, <virtuoso / vicioso>;
considerando que todas las opiniones y conductas tienen idéntico valor moral.
De modo que, para los
relativistas morales, “… las normas y
preceptos morales -que regulan las relaciones entre los individuos en el seno
de una comunidad- son siempre convencionales. Se aceptan por interés, por
conveniencia y no tienen otra razón de ser que dicho interés y conveniencia”.[7]
“La consecuencia inmediata de esta doctrina es que ninguna actuación
puede ser considerada <buena> o <mala> en sí misma. Todo depende
del <parecer> o de la <opinión> (dóxa) de los sujetos particulares.
Los individuos juzgan sobre lo bueno y lo malo en función de su modo de ser, de
sus intereses o del proyecto que se traen entre manos. Es moralmente bueno lo
que les parece moralmente bueno, más sólo durante el tiempo en que así les
parece. Y no hay ninguna conducta que pueda ser considerada en sí misma
censurable…”[8]
Así, pues, el relativismo moral
sostiene que la “…virtud moral es
inapelablemente un punto de vista subjetivo. Son los individuos o los grupos
humanos los que, según las circunstancias y según su conveniencia, determinan
lo que está <bien> y lo que esta <mal>en cada caso”.[9]
“El siguiente texto del sofista Protágoras (481-401 a. C.) resume
ejemplarmente esta doctrina: <Sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo
malo sostengo con toda firmeza que, por naturaleza, no hay nada que lo sea
esencialmente, sino que es el parecer de la colectividad el que se hace
verdadero cuando se formula y durante todo el tiempo que dura ese parecer>.”[10]
VI) ABSOLUTISMO EPISTEMOLÓGICO (U OBJETIVISMO)
El Absolutismo Epistemológico, también conocido como Objetivismo, “es
la tesis filosófica según la cual la verdad es una y la misma para todos los
seres racionales y no depende de ningún factor físico, psicológico o cultural
de las personas que la piensan.”[11]
“Considera que la verdad es independiente de las personas que la
piensan, que el hecho de que una proposición, teoría o creencia relativa al
mundo sea verdadera no depende ni de los motivos psicológicos que pueda tener
la persona o el grupo que la proponga, ni de los mecanismos o procesos que
puedan estar presentes en nuestro cuerpo o nuestra mente cuando la alcanzamos,
ni de los factores culturales, sociales o históricos que hayan podido influir
para que alguien pueda pensar dicha proposición, teoría o creencia.”[12]
“El objetivismo considera que la verdad es una y la misma para todos.
Esto no quiere decir que quienes defiendan este punto de vista tengan que
considerar que ya de hecho hemos alcanzado dicha verdad. Se puede defender el
objetivismo y a continuación mantener que el hombre aún no ha alcanzado el
conocimiento.”[13]
(de la verdad sobre el tema bajo análisis)
El absolutismo epistemológico u objetivismo
es la tesis que históricamente se ha opuesto al relativismo filosófico y en la
filosofía griega el representante más importante de esta teoría fue Platón,
discípulo de Sócrates.
Y fue precisamente el mismo
Platón quien en su época criticó con más dureza al relativismo filosófico
iniciado por los Sofistas. También alertó sobre las consecuencias nefastas que
esta corriente de pensamiento traía aparejadas para la vida moral y política
del Estado y de la sociedad.
Platón, parado en el extremo
opuesto del relativismo, sostuvo que desde el punto de vista ético y político
únicamente la existencia de valores morales absolutos servía para llevar una
vida buena y tener un desempeño moral justo.
Y que era necesario tener un
marco de referencia absoluto para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado
como en lo público. (Parte final de la exposición del mito de la caverna en
<La República>.
Desde el punto de vista de la
epistemología (Parte de la filosofía que trata de los fundamentos y los métodos
del conocimiento científico) ya Platón hizo notar con crudeza y realismo que el
relativismo impide alcanzar una verdad objetiva y con ello hace imposible el
conocimiento.
Recordemos que al tratar el
relativismo filosófico en el punto anterior vimos que este sistema propicia la
tesis según la cual basta con que alguien asevere una opinión creyendo que la
misma es verdadera para que ésta deba ser tenida por verdadera, sin que importe
cuán grande sea el disparate proferido.
Desde la perspectiva de la lógica,
en su obra Teetetos, Platón también destruyó los débiles argumentos
relativistas.
Al respecto, se permitió ironizar
sobre el fundador del relativismo cuando se preguntó: Si nadie es más hábil
para discernir lo verdadero de lo falso y si todos los juicios son rectos y
verdaderos ¿Cuál es el mérito de Protágoras para creerse con derecho a enseñar
a los demás? Y ¿Qué justifica el pago de sus lecciones a tan alto precio? ¿Y
nosotros, si fuéramos a su escuela no seríamos unos necios, puesto que cada uno
tiene en sí mismo la medida de la verdad y de la sabiduría?
Con un ejemplo ilustraremos sobre
la principal crítica que el objetivismo le hace al relativismo. Para éste
cuando un creyente asegura que Dios existe debe reconocerse la afirmación como
verdadera y cuando un ateo asevera que Dios no existe también se debe tener la
negación por verdadera. Así se genera una situación absurda en la que dos proposiciones
contrarias -que se oponen entre si- terminan siendo consideradas verdaderas,
como consecuencia de hacer depender la verdad de las creencias subjetivas de las
personas que la reivindican, con total independencia de la verdad objetiva resultante
de la realidad. (La existencia -o no- de Dios)
En síntesis, el absolutismo
epistemológico ha puesto en evidencia que el relativismo filosófico lleva a
conclusiones antojadizas producto de las contradicciones que producen sus
postulados y su indiferencia por la verdad objetiva y los hechos que acaecen en el mundo
real.
VII) UNIVERSALISMO MORAL (O ABSOLUTISMO MORAL)
El universalismo moral o
absolutismo moral, es una doctrina ética general entroncada en el Absolutismo
Epistemológico.
Afirma que los mandatos y las
normas morales son objetivas y alcanzan a la totalidad de las personas, tanto
consideradas individualmente como en grupos o sociedades.
En consecuencia, sostiene la
existencia de una verdad moral universal que resulta aplicable a cada cuestión
moral concreta.
Este enfoque general y objetivo
permite que frente a los casos particulares reales, antes de actuar, sea
posible analizar los resultados previsibles a la luz de los conceptos: <bueno
/ malo>, <mejor / peor>, <justo / injusto>, <virtuoso /
vicioso>, de modo que podamos juzgar cual será el mayor bien o el menor mal
posible que se deberá procurar en la situación concreta a resolver.
“En muchísimos campos se puede encontrar una diversidad de opiniones
entre los diferentes pueblos, las distintas épocas y hasta entre filósofos.
¿Refuta esto la existencia de la verdad objetiva? En absoluto. La verdad de una
proposición no depende de cuántas personas están de acuerdo con ella, sino sólo
de si es conforme a la realidad.”[14]
“Aún en el caso de que todos los hombres compartieran una cierta
opinión, ésta podría ser totalmente falsa; y el hecho de que muy pocos capten
su verdad no cambia ni menoscaba su validez objetiva.”[15]
Por lo que, “… es erróneo concluir que no existe una norma moral objetiva, que la
bondad y la maldad moral son, en realidad, ilusiones o ficciones, o al menos,
que es una ilusión su pretensión de validez objetiva.”[16]
“Así la norma ética objetiva se presenta ante nosotros como un
presupuesto indispensable para superar toda diferencia de opiniones sobre la
bondad o maldad moral de una actitud determinada.”[17]
El universalismo moral es una
escuela que reúne entre sus seguidores a cristianos y ateos, al igual que a
miembros de otras religiones y adherentes a otras ideologías.
Entre los impulsores de esta
corriente se ha destacado el Barón de Holbach, Paul-Henri Dietrich (1723-1789),
quien, en la era moderna, fue el primer filósofo que sostuvo esta idea
filosófica desde el ateísmo.
En la antigüedad el universalismo
moral ya había sido defendido por Sócrates y Platón, aunque estos lo hacían
desde una posición lejana del ateísmo de Dietrich.
De lo dicho se desprende que este
último sostuvo un universalismo moral basado exclusivamente en la naturaleza y
el raciocinio, negando la existencia de Dios y, consecuentemente, toda relación
entre Éste y la determinación de la Ley Moral Natural, fuente de los valores
que conforman la Verdad Moral Universal.
En el sentido indicado Dietrich
ha argumentado que las reglas de los deberes humanos son enseñadas por la
naturaleza a través del corazón de cada uno de sus hijos reunidos en una gran
familia.
Asimismo, que las sociedades
humanas serán felices cuando sus leyes sean extraídas de la naturaleza,
dictadas por la razón, guiadas por el interés general y dirigidas a la equidad.
Cuando los amos del mundo den ejemplo de virtudes reales a los pueblos, cuando
la educación y la opinión pública inspiren estima por las virtudes verdaderas,
desprecio por la inutilidad y horror por el mal.
Como ejemplos de virtudes
universales exigibles -a todos los hombres y a todos los pueblos de todas las
épocas- Dietrich ha señalado las siguientes: justicia, bondad, mansedumbre,
sinceridad; entre otras virtudes que surgen de la Ley Moral Natural encargada
de fijar objetivamente el bien y el mal.
Por razones de método y mejor
organización de este trabajo daremos tratamiento a la Ley Moral Natural en el
punto IX) Teología Moral, al que nos remitimos.
VIII) TEOLOGÍA
La palabra Teología está
compuesta por dos vocablos de origen griego: <theos> que significa Dios y
<logía> que quiere decir estudio. Y, de acuerdo con su etimología, el
término Teología se emplea para expresar <El estudio de Dios y de todo lo
relacionado a Él>.
En consecuencia, la ciencia
teológica comprende el estudio de las religiones, que han formado parte de la
historia del hombre desde el comienzo de la humanidad.
El Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española define el vocablo <Teología> como:
“Ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones”[18].
La Teología es un quehacer propio
y exclusivo de la raza humana. Responde a la búsqueda de respuestas a preguntas
de naturaleza existencial que no se pueden responder por medio de las ciencias
naturales.
Debe su nacimiento a la necesidad
de obtener respuestas trascendentes a profundos interrogantes sobre nuestras
vidas, tales como: ¿De dónde venimos? ¿Qué sentido tiene nuestra existencia?
¿Cómo habremos de aprovechar mejor nuestro tiempo en la tierra? ¿Cómo ser
felices? ¿Qué ocurre después de la muerte física?, entre otras preguntas que
desvelan al hombre.
El término Teología fue acuñado
por Platón y utilizado por primera vez en su obra “La República”, para
referirse al entendimiento de lo divino a partir del uso del raciocinio.
Uno de los elementos más
característicos de la Teología es la fe; toda persona que sigue una determinada
religión debe tener fe en ella, lo que implica un gran nivel de confianza y
seguridad. La fe supone la creencia de diversos conocimientos, más allá de su
relación con la ciencia y con el método científico.
De acuerdo con sus competencias
específicas la ciencia teológica se divide en diferentes ramas, entre las que
se encuentran las teologías: Ascética, Mística, Dogmática, Escolástica, Natural,
Pastoral, Positiva y Moral.
La teología moral forma parte de
la temática central de este trabajo y es abordada por separado en el punto siguiente. Aquí describiremos
el objeto de estudio de las teologías: Dogmática, Natural y Ascética que, entre
todas las teologías, son las que observan más estrecha relación con la Teología
Moral.
A) Teología Dogmática.
En la terminología técnica
eclesiástica significa el conocimiento de Dios bajo su propia razón de deidad,
tal como nos lo da a conocer la divina revelación, procedente de Él y ordenada
a Él.
“Ernest F. Kevan la define como: la ciencia de Dios que se ha revelado a
través de su palabra.”[19]
La teología dogmática es el
estudio de la verdad revelada, de sus misterios y de sus consecuencias para la
vida actual y futura.
Desde una concepción cristiana el
término Teología Dogmática implica la exposición metódica y estructurada del
contenido de la fe cristiana, conforme la doctrina revelada por Cristo.
Como actividad humana la Teología
Dogmática es aquella labor mediante la que los profesos cristianos -que han
aceptado por fe la revelación divina- buscan comprender y/o explicar las
profundidades de su creencia.
Dicha tarea se suele llevar a
cabo con el estudio y el análisis racional de la revelación aceptada como tal.
B) Teología Natural.
La teología natural es la ciencia
que estudia a Dios como Ser Absoluto y Causa Primera de los entes en cuanto es
accesible por la razón natural. Se distingue de la teología sobrenatural
(teología dogmática) en que ésta parte de la revelación divina, vale decir
desde un plano metafísico.
En otras palabras, la teología
natural trata de Dios, de sus atributos y perfecciones a la luz de los
principios de la razón, independientemente de las verdades reveladas que
estudia la teología dogmática.
También podemos definir a la
teología natural como la ciencia que se encarga del estudio de las
características y propiedades de la divinidad y del resto de las entidades
calificadas como divinas mediante la aplicación de técnicas propias de la
filosofía.
Vale decir que la teología
natural o racional es la que en sus especulaciones hace uso de la sola razón y
cuyas verdades deben ser demostradas.
C) Teología Ascética.
El D.R.A.E. define a la Teología
Ascética como: “Parte de la teología dogmática y moral que se refiere al
ejercicio de las virtudes.”[20]
“El nombre de ascética viene del griego (ejercicio, esfuerzo) y designa
toda clase de ejercicio trabajoso que se refiera a la educación física o moral
del hombre”.[21]
“Como la perfección cristiana requiere esfuerzos, que S. Pablo compara
muy a su placer con los ejercicios de adiestramiento a que se sometían los
púgiles para alcanzar la victoria, era muy natural designar con el nombre de
ascesis a los esfuerzos del alma cristiana que lucha por conseguir la
perfección, y así lo hicieron Clemente de Alejandría y Orígenes y, después de
ellos, muchos Padres.”[22]
“No es, pues, de maravillar que se haya dado el nombre de ascética a la
ciencia que trata de los esfuerzos que son necesarios para alcanzar la
perfección cristiana.”[23]
“A pesar de esto, durante muchos siglos, el nombre que más se usaba
para designar esta ciencia, fue el de Teología Mística (misterioso, secreto y
especialmente secreto religioso) porque en ella se exponen los secretos de la
perfección.”[24]
“Más tarde se usaron los dos nombres con el mismo significado; pero el
uso reservó el de ascética para la parte de la ciencia espiritual que trata de
los primeros grados de la perfección hasta llegar a los umbrales de la
contemplación, y el nombre de mística para aquella otra que tiene por objeto el
estudio de la contemplación y de la vía unitiva.”[25]
(En relación con los grados de perfección el lector puede consultar los
puntos IV), XII), XIII) Y XIV) de la entrada <El valor de la oración de
espiritual en la profesión de fe cristiana>, de fecha 7 de febrero de 2013.
La teología ascética también ha sido
denominada de otras maneras:
“a) Llámasela la ciencia de los santos, y con razón; porque de los
santos nos viene, que la vivieron aún más que la enseñaron, y a hacer santos
mira, al decirnos en qué consiste la santidad, y cuáles son los medios por los
que llegaremos a ella.”[26]
“b) Otros la llaman ciencia espiritual, porque forma gentes de
espíritu, hombres interiores, animados del espíritu de Dios.”[27]
“c) Porque es ciencia práctica, llámasela también el arte de la
perfección, ya que es su fin conducir las almas a la perfección cristiana; y el
arte de las artes, porque no hay arte más excelente que el de perfeccionar al
alma en la vida más excelsa de todas, que es la sobrenatural.”[28]
Todos aquellos que procuren
reconstruir su naturaleza dañada a causa del pecado original deberán comprender
la importancia que adquiere el estudio de la Teología Ascética y de la Teología
Mística.
IX) TEOLOGIA MORAL
La Teología Moral se suele
definir como: <Aquella parte de la
Teología que estudia los actos humanos, considerándolos en orden a su fin
sobrenatural>.
Conforme el D.R.A.E. es la <Ciencia que trata de las aplicaciones de los principios de la
teología dogmática o natural a las acciones humanas>.
La Teología Moral ayuda al hombre a guiar sus actos y es, por tanto,
una ciencia eminentemente práctica. En su vida terrena, que es un caminar hacia
el cielo, el hombre necesita de esa orientación, con el fin de que su conducta
se adecue a una norma objetiva que le indique lo que debe hacer y lo que debe
evitar para alcanzar el fin al que ha sido destinado[29].
Del análisis de la Teología Moral
surge que:
a) Es parte de la Teología porque, como explica Santo Tomás de Aquino
(cfr. S.Th., I, q. 2, prol.), se ocupa del movimiento de la criatura racional
hacia Dios, siendo precisamente la Teología la ciencia que se dedica al estudio
y conocimiento de Dios.[30]
b) Trata de los actos humanos realizados con conocimiento y libertad, que
son los únicos a los que se les puede dar una valoración moral.[31]
c) Trata los actos humanos en orden al fin sobrenatural. En eso se
diferencia de una moralidad puramente humana o natural (lo que corresponde a la
ética o filosofía moral). Se ocupa de los actos humanos en cuanto acercan o
alejan al hombre de la consecución del fin sobrenatural eterno, la salvación de
su alma.
De acuerdo con el análisis
precedente podemos determinar cuatro elementos constitutivos de la Teología
Moral:
1) El fundamento en que descansa (es decir, el motivo en el cual se
apoya para prohibir o prescribir las acciones humanas) es de carácter
inmutable: la Voluntad santa de Dios, guiada por su Sabiduría.[32]
“2) El fin que se propone con un mandato o con una prohibición:
encaminar al hombre a la posesión eterna del bien infinito.”[33]
3) La obligación que impone establece
el vínculo moral entre el mandato divino y la voluntad humana.
4) El salario con que remunera: “el premio eterno que merece quien cumple la
Voluntad de Dios, o el castigo también eterno a que se hace acreedor quien la
quebranta.”.[34]
Con lo dicho surgen de inmediato
dos interrogantes ¿Cuándo un acto es bueno o malo desde el punto de vista de la
Teología Moral? Y ¿Un acto que sea moralmente bueno analizado desde su
finalidad sobrenatural puede ser malo desde el punto de vista de la ética
natural o humana?
¿Cuándo un acto es bueno o malo desde el punto de vista de la Teología
Moral?
Lo que determina si un acto es
bueno o malo es si se ajusta -o no- a la Ley Moral. Vale decir si los hombres con
sus acciones cumplen -o no- la Ley Moral, que es la que regula y mide los actos
humanos en orden a su fin último.
La Ley Moral la integran la Ley
Moral Prescrita (los mandamientos) y la Ley Moral Natural (la conciencia).
En consecuencia, la rectitud de
un acto surge de dos elementos: uno exterior al hombre, que es la Ley Moral
dada por Dios (Ley Moral Prescrita), y otro interior, que es la Conciencia Humana
(Ley Moral Natural).
Por lo que la bondad o la malicia
de una acción u omisión queda determinada por su conformidad o disconformidad
con la Ley y con la Conciencia.
La conformidad o disconformidad
de un acto con la Ley Moral Prescrita constituye la bondad o la malicia <material>
y la conformidad o disconformidad en relación con los dictados de la Conciencia
determina la bondad o la malicia <formal>.
Por lo tanto, un acto humano
puede ser bueno o malo en sentido material y formal, o ser bueno en sentido
material y malo en sentido formal y viceversa o malo en ambos sentidos.
De modo que para que un acto sea
moralmente aceptable debe ser bueno tanto en sentido material como formal, vale
decir debe estar de acuerdo con lo mandado por Dios (Ley Moral Prescrita) y
con los dictados de la Conciencia Humana (Ley Moral Natural).
En otras palabras, para que un
acto pueda ser considerado bueno debe ser un acto no prohibido hecho con la
intención de hacer el bien, en el caso de que se trate.
Vamos ahora al tratamiento del
segundo interrogante:
¿Un acto que analizado desde su finalidad sobrenatural sea moralmente bueno puede ser malo desde
el punto de vista de la ética natural o humana?
Por supuesto que no. Dios no
genera contradicciones. La llegada al cielo es para los hombres buenos. Los
actos que se ajustan material y formalmente a la Ley Moral (Prescripciones y
dictados de la Conciencia) son buenos tanto en el ámbito sobrenatural como en
el natural.
X) LEY MORAL PRESCRITA.[35]
Por Ley Moral Prescrita se entiende el conjunto de preceptos que Dios
ha promulgado para que, con su cumplimiento, la criatura racional alcance su
fin último sobrenatural.
Analizando la definición,
encontramos los siguientes elementos:
1) La ley moral prescrita contiene un conjunto de disposiciones para que cumpla el ser humano.
2) Ha sido promulgada por Dios. Por lo tanto la Ley Moral Prescrita
reviste un carácter objetivo para el hombre que la recibe de Dios.
3) El objeto propio de la ley moral prescrita es mostrar al hombre el
camino para lograr su fin sobrenatural eterno. No persigue finalidades terrenas
ni pretende indicar metas temporales.
4) La ley moral es inmutable a través del tiempo y, en su caso, sólo
Dios (su autor) podría establecer modificaciones en ella. (No se trata de
cuestiones culturales, ni de modas, ni de caprichos humanos)
5) La conducta humana observada, en relación con las disposiciones de
la Ley Moral Prescrita, será juzgada por Dios.
Los diez mandamientos constituyen
la Ley Moral Prescrita que Dios comunicó al pueblo a través de Moisés
LOS 10 MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º No tomarás el nombre de Dios en vano.
3º Santificarás las fiestas.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º No matarás.
6º No cometerás actos impuros.
7º No robarás
8º No darás falso testimonio ni mentirás.
9º No consentirás pensamientos ni deseos
impuros.
10º No codiciarás los bienes
ajenos.
Con el advenimiento de Nuestro
Señor Jesucristo esos diez mandamientos adquieren su plenitud, resumiéndose en dos
que -para los cristianos- se convierten en los principales:
<AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO>.
XI) LEY MORAL NATURAL.
La Ley Moral Natural es la
disposición presente en el ser humano que le permite conocer el bien y el mal y
lo que debe hacer para su autorrealización.
Vale decir que el concepto de Ley
Moral Natural puede ser utilizado por personas con disímiles religiones e ideas
filosóficas. Es de suma utilidad tanto para profesos cristianos como para adherentes
a otros cultos, sujetos agnósticos o ateos; con la salvedad de que habrán de
presentarse marcadas diferencias en la atribución del origen de dicha capacidad
humana para conocer el bien y el mal y encontrar el camino de la
autorrealización.
En el caso de los profesos
cristianos creemos que esas capacidades han sido impresas por Dios en la Conciencia
Humana y su aplicación a hechos concretos requiere de la colaboración de todas
las potencias humanas. (Respecto de las potencias humanas el lector podrá
consultar los puntos VII y VIII de la entrada <El valor de la mortificación
en la profesión de fe cristiana>, de fecha 25/03/2013)
La finalidad por la que Dios ha
dotado de conciencia al ser humano -en exclusividad- ha sido la de
posibilitarnos comprender y cumplir la Ley Moral Prescrita; orientándonos al
bien y permitiéndonos aplicarla virtuosamente en los casos concretos, mediante
el ejercicio del libre albedrío que Dios quiere para nuestras vidas.
Asimismo, para guiarnos hacia
nuestra realización personal en este mundo y, esencialmente, para que podamos
contar con la posibilidad de salvar nuestras almas para la eternidad.
La conciencia hace que los hechos
no nos resulten neutros, que no nos sea indiferente hacer el bien o el mal.
La
conciencia humana, por su naturaleza, se diferencia del mero razonamiento y se ve incrementada en quienes viven en Gracia de Dios y se muestran dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo.
Para los no creyentes el hombre
es capaz de distinguir entre el bien y el mal por su capacidad de razonar y de
elegir y sostener el bien por su fuerza de voluntad. Además, consideran que el
ser humano mediante el uso de su inteligencia puede comprender la finalidad de
la existencia humana y hallar los caminos hacia su realización personal.
Desde el punto de vista
cristiano, que es el que nos interesa especialmente aquí, las propiedades de la
Ley Moral Natural son:
1) Universal. (Comprenden a toda
la humanidad)
2) Inmutable. (Permanece sin
cambios a lo largo del tiempo)
3) Omnicomprensiva. (Alcanza a
todos los seres humanos sin admitir dispensas)
4) Conocible. (Puede ser
conocida por todos los hombres, aunque para unos resulta evidente y para otros
difusa e, incluso, inhallable en razón de haber recibido una educación
sustentada en principios inmorales o amorales, adquirido graves vicios con el
paso del tiempo o estar sometido por el descontrol de sus pasiones, entre otras
causas).
Las disposiciones existentes en
la conciencia humana permiten construir racionalmente un principio general para
facilitar el accionar moral. <Son buenos aquellos actos realizados con
conocimiento y libertad en la medida que no produzcan un daño o un perjuicio
ilegítimo a otra persona, a uno mismo, a un animal o al medio
ambiente.> <En sentido contrario
son malos todos los actos practicados con conocimiento y libertad en cuanto
originen daños de naturaleza física, psíquica, moral, ambiental o patrimonial
con la afectación de intereses legítimos.>
En cuanto a la interpretación y
aplicación del principio general enunciado, téngase en cuenta que desde la
Teología Moral se deberá analizar con miras sobrenaturales, mientras que desde
una perspectiva ética o filosófica se entenderá desde una óptica exclusivamente
natural.
Apréciese entonces que Dios ha
tomado los recaudos para que todas las personas -hasta las que jamás han oído
hablar de Él- puedan con mayor o menor profundidad tener la posibilidad de
conocer el bien objetivo y seguirlo.
XII) DESTINATARIOS DE LAS LEYES MORALES.
Los seres humanos son los únicos
destinatarios de las leyes morales dadas por Dios.
“El hombre es el único entre
todos los seres animados que puede gloriarse de haber sido digno de recibir de
Dios una ley y haber sido dotado de una conciencia que le permite conocer el
bien y el mal.”[36]
La exclusividad del hombre en su
relación con las leyes morales surge de la propia realidad:
a) Las leyes morales no fueron
previstas por Dios para el mundo físico inanimado, pues está completamente
sometido a la necesidad física y en él no hay libertad;
b) Las leyes morales tampoco
fueron dispuestas por Dios en el mundo animal irracional, porque los animales
no son ni buenos ni malos: actúan naturalmente por instintos;
c) Las Leyes Morales (Prescrita
y Natural) alcanzan solamente al ser humano, por cuanto la posibilidad de
cumplir las normas requiere del uso del razonamiento y de la voluntad en un
pleno ejercicio del libre albedrío, como sólo el hombre puede hacerlo.
"Dios, que había creado al hombre
a su imagen y semejanza (Gen 1,26), se le fue manifestando de diversos modos, a
través de los Patriarcas y los Profetas, hasta que llegada la plenitud de los
tiempos, por la Encarnación de Jesucristo, el Verbo Divino (lo 1,14) quiso
redimirnos del pecado, darnos a conocer el entero plan de su Providencia y
hacernos participar de la misma vida divina (2 Pet 1,4). «Este rasgo -este
progresivo acercamiento de Dios al hombre, esta gratuita apertura al hombre de
la intimidad divina- caracteriza de modo propio y singular la religión
proclamada por Jesucristo, y la distingue radicalmente de cualquier otra. El
cristianismo, efectivamente, no es una búsqueda de Dios por el hombre, sino un
descenso de la vida divina hasta el nivel del hombre (...). Olvidar este hecho
supondría reducir la vida del cristiano a una especie de humanismo religioso -a
la búsqueda puramente racional de un Dios lejano, para que se nos muestre
propicio- o, en el plano de las relaciones con los demás hombres, a un mero
sociologismo o a un moralismo antropológico, sin más horizontes que la ética de
los valores» (Á. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, Madrid 1970,
107-108)".[37]
"De aquí, el realismo de la moral cristiana: sus exigencias no son un
ideal maravilloso, más o menos extrínseco y superpuesto al hombre, sino fruto
de la realidad en la que existe y vive, «el orden moral no es una ficción útil,
sino una realidad, como real es la Sabiduría divina que lo dispone y su
Voluntad Santísima que lo quiere. Y objetivos y reales son nuestro fin, nuestra
naturaleza y la gracia que nos hace hijos de Dios» (San Josemaría Escrivá de Balaguer,
texto del 19 mar. 1967)".[38]
Lo cierto es que el ser humano es
la única criatura animada que sabe que no todo lo que físicamente se puede
hacer, es moralmente correcto hacerlo.
XIII) LA MORAL COMO CIENCIA
DE LA FELICIDAD
“La Teología Moral se presenta como la ciencia de la felicidad porque
muestra los caminos que a ella conducen. Los preceptos que enseña tienen
sentido precisamente por la promesa de la bienaventuranza eterna que Dios ha
hecho a quienes los cumplen.”[39]
“Todos los razonamientos sobre la conducta no son sino una respuesta a
la pregunta sobre la felicidad del hombre: El hombre no tiene otra razón para
filosofar más que su deseo de ser feliz, escribió San Agustín en la Ciudad de
Dios (1. XIX, c. 1).”[40]
Dios quiere y conoce como nadie a
su creación y no la abandonó a las incertidumbres del largo plazo que ella
imagina cuando, durante la mayor parte de su vida, supone una muerte lejana,
irreal, casi ajena.
Dios, muy por el contrario, le
dejó una ayuda especial a su criatura más preciada. Supeditó su felicidad
terrenal al efectivo cumplimiento del bien moral objetivo que Él le impuso. Así
el hombre sólo podrá ser feliz si cumple con sus deberes morales y, a la vez,
tendrá una señal clara que le indicará si está transitando en la dirección
correcta hacia la salvación de su alma.
No obstante ello, grandes masas
de necios persisten en sus inconductas a pesar que sus experiencias -y las de
otras personas- les muestran que el bien que desprecian y el mal que cometen son
las causas de la mayor parte de los sufrimientos que padecen. Y sin perjuicio
de las futuras consecuencias de orden sobrenatural, de las que descreen o las
consideran muy lejanas como para ocuparse de ellas en el presente.
“Felicidad terrena y orientación al fin último son cuestiones
paralelas: quien se encuentra orientado en la dirección correcta va teniendo ya
aquí iniciada la felicidad que poseerá
luego en plenitud: <La felicidad en el cielo es para los que saben ser
felices en la tierra>. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja, N° 1005).”[41]
“Y ya que el conocimiento y la práctica de las normas morales resulta
la más importante realidad en la vida del hombre, no se limitó Dios a imprimir
en la naturaleza humana esa ley moral, sino que además la ha revelado
explícitamente para que sea conocida por todos, de modo fácil, con firme
certeza, y sin mezcla de error alguno (Catecismo, n. 38).”[42]
“A los auxilios extrínsecos de la Revelación, Dios añade la ayuda de la
gracia divina, luz en la inteligencia y fuerza en la voluntad para la mejor
comprensión y ejercicio de la vida moral.”[43]
“Esta múltiple acción divina deja ver que la ciencia de la moral ha de
ser rectora de todos los actos humanos, para que estén siempre conformes con su
fin sobrenatural eterno.”[44]
“De lo anterior se deduce la importancia y la necesidad de conocer, del
modo más completo y perfecto posible, los postulados, desarrollos y
conclusiones de la ciencia moral.”[45]
En síntesis, nuestra felicidad
terrenal y eterna, en gran parte, dependen de la moralidad de nuestra conducta.
XIV) UNA VISIÓN
POLÍTICA DE LA INMORALIDAD.
Partimos de la base que la
inmoralidad generalizada que nos afecta en el plano social e individual es
conocida por todos dado su carácter público y notorio.
Los altos niveles de inmoralidad
que sufrimos no son una casualidad o el resultado de la simple degradación
humana por una involución natural de la especie. Por el contrario, la
inmoralidad ha sido impulsada por quienes se benefician con ella.
El relativismo filosófico fue
impuesto por los amos del mundo en nuestras sociedades occidentales con la
única intención de sacar un provecho de esa situación, como veremos más
adelante.
Mediante esta corriente de
pensamiento abrieron la puerta para que los inmorales y los amorales de la peor
ralea pudieran entrar y sentarse a la mesa con la gente de bien, con el sólo requisito
de argumentar sobre las bondades que encierran sus bajezas; de acuerdo, claro
está, con sus inicuos pareceres.
Fue así igualada la valía de las
opiniones de todas las personas, sin que importen las virtudes, los dones, los
frutos del Espíritu Santo, los carismas, los talentos, los conocimientos, los
atributos morales ni los antecedentes de cada persona. (El lector podrá
encontrar material relacionado con esas temáticas en los puntos VII y VIII de
la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana>
de fecha 25 de marzo de 2013).
El disparate de igualar personas
con méritos y condiciones desiguales se produjo porque tal igualamiento genera
necesariamente un caos social y en éste coexisten la subjetividad, el desorden,
la confusión, la insensatez, la inmoralidad y la injusticia, que son las
condiciones necesarias para que reine el estado de impunidad en el que los
poderosos todo lo puedan conseguir.
Además, se creó el escenario
perfecto para marginar los valores cristianos de nuestra sociedad occidental y
poder discriminar, sutil o groseramente, a todos aquellos que pretenden
sostener el bien universal y la verdad objetiva que a través de ellos se
expresan.
Como vimos durante el desarrollo
de este trabajo, el pensamiento relativista elimina el concepto de bien
objetivo. Ya no existe más el bien ni el mal, todo pasa a depender de lo que
crea cada persona, cada grupo, cada sector, cada sociedad.
La subjetividad moral hace que la
opinión pública se vuelva fácilmente manipulable. El bien termina siendo el que
digan los que manejan los medios masivos de comunicación.
Del hacer lo que corresponde se
pasa al hacer lo que se pueda. Y quienes más pueden hacer son los poderosos,
que usan todos sus recursos con la sola limitación de los impedimentos físicos
impuestos por la realidad material. La moral ya no es un estorbo a la hora de
incrementar sus obscenas riquezas ni de implementar sus repugnantes mecanismos
de poder.
Recordemos que el bien moral
objetivo sostiene el interés público y el interés individual legítimo, mientras
que el bien moral relativo termina siendo funcional a quienes detentan el poder
mundial y solo se empeñan en defender sus intereses, sean o no legítimos, y aun
cuando para ello deban hacer desaparecer el bien y la verdad de la faz de la
tierra.
Así, de manera casi imperceptible,
se fue llegando a esta suerte de apogeo relativista. Fue la consecuencia de que en el transcurso
del tiempo se hayan ido introduciendo paulatinos cambios en la moralidad de las
personas que, a la postre, resultaron notoriamente contraproducentes para sus
formas de pensar y de vivir.
Mediante solapadas subversiones
de la moralidad individual y colectiva, los amos del mundo lograron
<modelar> ejércitos de hombres vulgares que defienden a ultranza las
creencias del oportunismo relativista, aun cuando, curiosamente, la inmensa
mayoría de ellos jamás ha escuchado hablar de esta corriente filosófica y,
mucho menos, pueda argumentar seriamente en favor de sus postulados.
Se han esculpido multitudes bajo
el paradigma de un relativismo integrado por los sectores tibios de diferentes
signos, tales como: ateos, agnósticos, sincréticos y cristianos de etiqueta,
entre otros.
Tuvo lugar así un collage de
ideas reunidas por un único elemento común, la voluntad de aglutinarse bajo la
malsana tolerancia relativista. Y de ese modo se amalgamó el desteñido popurrí
que conforma hoy el pensamiento de las mayorías occidentales.
Sin dudas, el resquebrajamiento
que se produjo en las morales individuales tuvo una repercusión muy negativa en
el funcionamiento de las instituciones desde las cuales se gobiernan las
sociedades occidentales.
Se ha vuelto hoy habitual ver a
miembros del Poder Ejecutivo, a Legisladores y a Jueces involucrados en
resonantes escándalos, a pesar de los cuales continúan desarrollando sus
actividades como si nada hubiera pasado o, en el mejor de los casos, se
reciclan con gran ductilidad y reaparecen ocupando otras encumbradas posiciones
en la actividad pública o privada.
Tantas veces hemos escuchado la
expresión <Idiotas Útiles> -y asentido ante su uso-. Sin embargo, ésta no
refleja la verdad. Creemos que se debería reemplazar por la forma <Débiles
Morales>; porque la principal causa por la que las personas se dejan
<usar y manipular> o lisa y
llanamente <venden su alma al diablo> no es la idiotez sino la
inmoralidad o la amoralidad, que los hace funcionales al mal.
Se instaló así en el mundo
occidental un esquema político, económico, jurídico, social y ético en el que
una abrumadora mayoría de mediocres morales, alumbrados por el relativismo y
ensoberbecidos por los logros y reconocimientos que inmerecidamente les tributa
el sistema, sepultan bajo el peso irresistible de su cantidad e
inescrupulosidad a las minorías moralmente más aptas.
De esta manera nos encontramos
frente a una desoladora realidad en la que las personas con una fortaleza moral
ejemplar son discriminadas y frecuentemente marginadas de los puestos de conducción,
los que, por regla general, son entregados en manos de débiles morales que, las
más de las veces, suelen ser también grandes corruptos e incompetentes.
La situación que hoy sufrimos
encuentra su razón de ser en que los dueños del poder mundial actúan conforme a la lógica de la
corrupción, en la que la inmoralidad y la impunidad son elementos
imprescindibles para la obtención de los objetivos espurios que a través de
ella persiguen.
Fueron desvirtuados los poderes
públicos de los Estados Nacionales mediante la construcción de esquemas
políticos con apariencia democrática que, en la realidad, responden al poder
internacional y tienen por finalidad principal maximizar sus ganancias y
profundizar su dominación a escala planetaria.
Son pruebas contundentes de la
exactitud de la situación descripta: las clases dirigentes corruptas e ineptas
que gobiernan en la mayoría de los países que integran la denominada sociedad
de occidente y los incalificables episodios de corrupción que se producen
durante sus gestiones. (Y los que habrán de permanecer ocultos).
Sin embargo, la inmoralidad no es
un vicio exclusivo de las esferas estatales, pudiéndose encontrar en todos los
ámbitos del quehacer humano que permiten generar y administrar cuotas de poder.
Hoy existen amplios espacios de
corrupción tanto en el ámbito público como en el privado y muchas veces vemos
que ambos sectores quedan unidos por prácticas ilícitas que requieren del
concurso de ambos.
Tampoco extraña en la actualidad
tomar conocimiento de casos de connivencia entre funcionarios públicos o
directores de grupos privados con personajes del crimen organizado, ni de la
existencia de verdaderas asociaciones ilícitas integradas por ellos.
Los resultados están a la vista
de todos: Las redes de trata de personas con fines de esclavitud laboral,
explotación sexual, comercialización de órganos humanos y venta de bebés, el
turismo sexual que involucra a niños, el avance imparable del narcotráfico, los
asesinatos con características mafiosas, el lavado de dinero, las quiebras
fraudulentas, los vaciamientos de entidades financieras, las contabilidades
falsas, las evasiones impositivas, los prevaricatos, los cohechos, las coimas,
los incumplimientos de los deberes de funcionarios, los gravísimos delitos
ambientales, los elevados niveles de la inseguridad en la vida cotidiana y la
corrupción generalizada; todo lo cual es posible por la existencia de un
entramado de inmoralidades y delitos, de complicidades públicas y privadas, de
institucionalidad y crimen organizado, de miedos y prebendas.
La corrupción se ha convertido en
un grave problema político, económico, jurídico, social y ético que afecta a
las sociedades occidentales y, tal vez, sea el mayor desafío que tengamos que
afrontar en estos tiempos.
Creemos haber sido
suficientemente claros en cuanto a las razones por las que la verdad y el bien
objetivo, que forman parte esencial de la doctrina cristiana, han sido
relegados de la consideración actual de las mayorías.
XV) EL ÚNICO BUEN <NEGOCIO>
ES LA MORALIDAD.
A esta altura del desarrollo,
seguramente, algunos lectores pueden estar sopesando los pros y los contras de
ser un virtuoso en un mundo conducido por viciosos.
Por nuestra parte no tenemos ni la
duda que vale la pena luchar por conservar, recuperar o desarrollar una
dimensión moral alta, aunque se deba alcanzar en medio de la inmoralidad
generalizada.
Dios nos ama y quiere lo mejor
para nosotros. Por eso nos dio una Ley Moral Escrita, una Conciencia, las
inspiraciones del Espíritu Santo y su Gracia para que nos ayuden a vivir de
acuerdo al <Bien>, pero al <Bien> que Él nos hizo conocer no al
“bien” que nosotros prefiramos -y muchos menos al “bien” que otros hombres
elijan por nosotros-. De hecho, el único <Bien> que existe es el que Dios
determinó y comunicó.
Y cuando quiere lo mejor para
nosotros Dios no piensa solamente en la salvación de nuestra alma, sino también
en la felicidad en esta vida.
Como vimos, el anticipo de la
compensación por nuestro comportamiento moral lo comenzamos a recibir en este
mundo, en el que sólo hallaremos la felicidad si nos conducimos con altos
estándares morales.
Basta con analizar los casos que ocurren
a nuestro alrededor para verificar la veracidad de esa afirmación. Detrás de
las apariencias y de los brillos exteriores que los insensatos se empeñan en
ostentar, se traslucen la angustia, la amargura y el sufrimiento, con las
inmensas cuotas de infelicidad que estos sentimientos producen.
¿Cuántas veces hemos escuchado
decir de quienes aparentan tenerlo <todo>, <no soy feliz>?
El hombre es solo una persona, o
acaso pensamos que podemos levantarnos, vestirnos como buenos padres y dar
cumplimiento a la educación de nuestros hijos en los diez minutos que dura el
trayecto hasta el colegio; cambiarnos e ir a trabajar con ropa de débiles
morales para maximizar las utilidades a cualquier costo; volver y ataviarnos
con prendas de esposos afectuosos y planificar el futuro común con nuestros
cónyuges y, por supuesto, reservar otros atuendos apropiados para, en los ratos
que nos sobran, atender esmeradamente a nuestros padres y tenderle una mano a
los amigos.
La inmoralidad es una actividad
de tiempo completo, porque exige de la incorporación de vicios en nuestra
personalidad. Y los vicios son extremadamente celosos, se niegan a compartir
nuestra persona con sus enemigas viscerales las virtudes. Nos exigen
incondicionalidad, se apoderan de nosotros, nos obligan a aceptar a su
compañero inseparable el mal y a abandonar a nuestro leal amigo el bien.
Actuar como malas personas
requiere de vicios y conducirse como buenas personas exige virtudes, que no se
desarrollan de la noche a la mañana. Así que no nos hagamos los tontos
sugiriendo siquiera que podemos ser buenos y malos a la vez, según nos venga en
gana, cuando nos venga, como nos venga en gana y donde nos venga en gana.
Si elegimos la <vía> de la
inmoralidad tal vez alcancemos logros materiales fuera de los normales. Pero,
lo único que será seguro es que habremos entrado en la <autopista> de la
infelicidad terrenal, además de las tremendas consecuencias de orden
sobrenatural que inexorablemente nos aguardarán.
El inmoral es infeliz por
definición o creen que alguna persona se puede burlar del plan de Dios.
El sujeto de baja capacidad moral
-conducido por los vicios que se adueñaron de su libertad- termina, casi sin
darse cuenta, entregando sus vínculos más preciados (hijos, padres, esposos,
hermanos, amigos) y el respeto por su propia persona, a cambio de simples cosas
materiales o vanidades humanas.
Es, pues, imprescindible que nos
diferenciemos del hombre vulgar que, lamentablemente, no logra comprender la desgracia que
significa transitar la vida con una baja capacidad moral y, mucho menos,
consigue prever las graves consecuencias que se derivan para él y su familia
del hecho de vivir alejados del bien.
Si de algo estamos convencidos,
es que no hay mejor <negocio> para nuestras vidas que seguir el camino
del bien y de la virtud, disfrutando de la felicidad que solo puede darnos una
alta dimensión moral, mientras vamos haciendo todo lo necesario por alcanzar la
salvación de nuestra alma.
Y tengamos siempre presentes que
convertirnos en profesos cristianos exige tanto una alta dimensión moral como
una alta dimensión espiritual. Está en nosotros proveer lo necesario a tal
fin.
XVI) LOS PELIGROS DE LA MORALIDAD (ADVERTENCIA).
Aun cuando pueda resultar una
obviedad no queremos concluir este trabajo sin hacer una clara advertencia
sobre los peligros que encierra la decisión de elevar la dimensión moral por encima
del nivel de las masas.
Es evidente que como consecuencia
de los desvalores que priman en nuestras sociedades utilitaristas los profesos
cristianos estamos expuestos a riesgos personales y profesionales, como
consecuencia de aceptar las Leyes Morales (Prescrita y Natural) que Dios nos
ha legado para que podamos conocer y procurar el bien objetivo y la verdad.
Entonces debemos tomar los
recaudos para no inmolarnos torpemente en el cumplimiento del deber moral que
Dios nos reclama, como consecuencia de emplear medios equivocados para la
obtención del objetivo, en medio de la realidad en la que nos toca
desenvolvernos.
En otras palabras, los profesos
cristianos debemos procurar convertirnos en moralistas prácticos competentes, es decir, verdaderos maestros en la aplicación de la ética de la responsabilidad
en escenarios de alta complejidad.
Para que se comprenda mejor lo
expuesto, aclararemos que no basta una entusiasta actitud moral para que una persona pueda alcanzar el bien, sino que
también debe poseer una importante cuota de aptitud moral.
Ambos componentes (actitud + aptitud moral) conforman la capacidad moral, que es la que se debe
ir incrementando hasta alcanzar la destreza de un moralista práctico competente.
Suele ocurrir que las personas
con una predisposición a privilegiar los aspectos morales terminan malográndose
por desconocer cómo se debe materializar el bien dentro de los sistemas
políticos y sociales vigentes que, como vimos, están fuertemente orientados
hacia el mal, disfrazados con una filosofía relativista y recubiertos con
grandes cuotas de corrupción, hipocresía y cinismo.
Por lo tanto, a los estimados
lectores que tomen la decisión de comenzar a trabajar para incrementar su
dimensión ética (actitud + aptitud) con
la intención de mejorar su conducta moral en la vida real (personal, familiar y
profesional), desde ya les prevenimos que deberán ir despacio, con mucha
cautela y de manera paciente, para evitar sufrir daños innecesarios.
Y, asimismo, les anticipamos que
convertirse en un moralista práctico
competente es una tarea penosa y riesgosa, que exige una búsqueda
perseverante y sufriente pero que bien vale el tiempo y el sacrificio que
demanda y las heridas que se pudieran recibir en el combate.
Que Dios nos guíe, ayude y proteja.
Cortesía de Editorial Rial. Gran Enciclopedia Rial,
1991. http://mercaba.org/Rialp/N/naturalismo_filosofia.htm
[2]
Tomado de Filosofía para Cavernícolas.
http://filosofiacavernicolas.blogspot.com.ar/2012/05/lo-bueno-es-ser-natural-el-naturalismo.html
[3]
Ibídem.
[4]
Glosario de Filosofía.
http://www.webdianoia.com/glosario/display.php?action=view&id=263&from=action=search%7Cby=R
[5]
Tomado de Material Académico, Sección Ética, Relativismo Moral
Leonardo Birondilla Mora
http://contrapeso.info/2009/relativismo_moral_definicion/
[6]
El relativismo moral.
http://recursostic.educacion.es/secundaria/edad/4esoetica/quincena3/quincena3_contenidos_3.htm
[7]
Ibídem.
[8]
Ibídem.
[9]
Ibídem.
[10]
Ibídem.
[11]
http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiagriega/Presocraticos/Objetivismo.htm
[12] Abide.
[13] Abide.
http://books.google.com.ar/books?id=m9f7ThvF6j4C&pg=PA113&lpg=PA113&dq=etica+objetiva&source=bl&ots=vbmbgRxZru&sig=md0GDDLqdWUboDoGdH_vXUn1hM4&hl=en&sa=X&ei=Y7tyUd69PJLw8ATA7IGYBw&ved=0CEkQ6AEwAjgK#v=onepage&q=etica%20objetiva&f=false
[15]
Ibídem.
[16]
Ibídem.
[17]
Ibídem.
[18]
http://www.rae.es/drae/srv/search?id=9S42XokhcDXX2tkbwMCW
[19]
http://definicion.de/teologia/
[20]
http://lema.rae.es/drae/
[21]
Tanque rey Parte 2
http://es.scribd.com/doc/10773508/Teologia-Ascetica-y-Mistica-2-Tanquerey
[22]
Ibídem.
[23]
Ibídem.
[24]
Ibídem.
[25]
Ibídem.
[26]
Ibídem.
[27]
Ibídem.
[28]
Ibídem.
[29]
Síntesis y adaptación de material publicado por la Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[30]
Ibídem.
[31]
Ibídem.
[32]
Tomado y adaptado del material publicado por la Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[33]
Citas extraídas del material publicado por la Escuela Cima. http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[34]
Ibídem.
[35]
Síntesis, adaptación y complementación de material publicado por la Escuela
Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[36]
Cita extraída de Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[37]
R. García de Haro y Enrique Colom. Gentileza Ediciones Rial Gran Enciclopedia Rial
1991.
http://mercaba.org/Rialp/T/teologia_moral_i_objeto.htm
[38]
Ibídem.
[39]Material
extraído de Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[40]
Ibídem.
[41]
Ibídem.
[42]
Ibídem.
[43]
Ibídem.
[44]
Ibídem.
[45]
Ibídem.
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