LOS PROFESOS CRISTIANOS
Y
LAS
VIRTUDES TEOLOGALESLa Inmaculada Concepción (Murillo)
TEMARIO.
I) LAS VIRTUDES TEOLOGALES.
II) LA VIRTUD
DE LA FE.
III)
LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.
IV)
LA VIRTUD DE LA CARIDAD.
V)
CONSIDERACIONES FINALES.
Alegoría del Alma Cristiana y las Virtudes Teologales.
I) LAS VIRTUDES
TEOLOGALES.
1°) Virtud Teologal,
concepto.
Las virtudes teologales son
virtudes cuyo objeto directo es Dios. (Sobre los aspectos generales que hacen a la temática de
la virtud y, asimismo, respecto de las virtudes morales ver la entrada <Las
virtudes humanas…>, de fecha 31 de mayo de 2013).
“Las virtudes teologales
se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación
con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y
Trino.” “... fundan, animan y
caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las
virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para
hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la
garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del
ser humano.” (CIC
1812 y 1813).
“Los actos de Fe,
Esperanza y Amor son válvulas por donde se expansiona el fuego de las almas que
viven vida de Dios” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 667)
2°) Número de virtudes
teologales.
Las virtudes teologales son solamente tres: FE, ESPERANZA Y CARIDAD.
3°) Origen y desarrollo de
las virtudes teologales.
Las virtudes teologales son infundidas por Dios en
nuestra alma en el momento del bautismo. Las recibimos en estado embrionario,
por lo que a lo largo de nuestra vida debemos hacerlas crecer con nuestro
esfuerzo personal dirigido en el sentido correcto. (Estudiar los libros
sagrados, cumplir los mandamientos, recurrir a los sacramentos, atender los
preceptos religiosos, hacer oración,
meditar, sacrificarnos, desarrollar las virtudes y eliminar los vicios y llevar
una vida comprometida con el bien, entre otras acciones conducentes a tal fin).
4°) Finalidad de las
virtudes teologales.
Los fines principales de las virtudes teologales son dos:
A) Dotar al hombre de los recursos
necesarios para que pueda reconstruir su naturaleza dañada por la caída
original, oponiéndose a las inclinaciones al mal que ésta causa en el ser
humano.
B) Permitir que el hombre que decida
llevar adelante su proceso de regeneración tenga chances de alcanzar la
santidad y con ella la unión con Dios que
le permita obtener la salvación de su alma.
En consecuencia, completando el concepto dado al
comienzo, podemos decir que las virtudes teologales: Son aquellos hábitos infundidos por Dios en el corazón, en la
inteligencia y en la voluntad del ser humano posibilitar su santidad y, de esta
forma, mediante la unión entre el Creador y su máxima creación permitir que ésta
pueda conseguir la salvación de su alma y, con ello, alcanzar la vida eterna junto a Aquel.
En síntesis, las virtudes teologales son las ayudas que
Dios le suministra a su criatura para que ésta pueda producir el desarrollo moral
y espiritual que le exige la regeneración de la naturaleza humana dañada por la
caída original y así responder al verdadero sentido que tiene la vida que Dios
le dio al hombre.
5°) Características de
las virtudes teologales.
Las virtudes teologales tienen las siguientes
características:
A) Dones: Son dones de Dios, por tratarse de
virtudes infusas.
B) Incipientes: Se infunden en condición embrionaria,
por lo que exigen nuestro trabajo libre y voluntario para que se arraiguen,
crezcan, se desarrollen y perfeccionen.
C) Prácticas: Tal como ocurre con las virtudes
morales, las virtudes teologales son virtudes eminentemente prácticas. Solo las
posee quien las vive. Esta es la razón por la que podremos encontrarnos con
eruditos en teología o religiosos profesionales que carecen de estas virtudes,
tal como vemos que ocurre con los denominados cristianos de etiqueta.
D) Simultáneas: Se presentan las tres juntas. Puede
haber distintos grados de desarrollo entre ellas pero siempre van juntas, o se
tienen las tres o no se tiene ninguna. Por eso es tan importante que se trabaje
sobre todas ellas de manera simultánea y buscando un equilibrio entre las
mismas.
E) Interdependientes: Las virtudes teologales y las virtudes
humanas son interdependientes. Las virtudes teologales iluminan las virtudes
humanas imponiéndoles el sello y las potencialidades cristianas, pero, a la
vez, necesitan de las virtudes morales e intelectuales (humanas) para poder
crecer y perfeccionarse. Esto hace que las virtudes teologales jamás se
desarrollen en sujetos de escasa dimensión moral y, por el contrario, ocurre
que en ellos se van apagando poco a poco hasta desaparecer.
6°) Los primeros
estudios sobre las virtudes teologales.
Las virtudes teologales han sido motivo de estudio desde
los primeros tiempos de la vida cristiana. Hemos elegido a las enseñanzas de San Zenón de Verona[1] para ilustrar al respecto. Su
exposición configura uno de los primeros trabajos sistemáticos que se han
realizado sobre las virtudes dirigidas a Dios.
Este Padre de la Iglesia sostuvo con energía que las virtudes teologales se hallan en
la base de la vida cristiana y que no han de separarse unas de otras, pues
constituyen la trama de nuestra unión con Dios.
San Zenón de Verona
Virtudes-teologales. (Tratado
sobre la fe, la esperanza y la caridad, I-IV).
“Tres cosas son
fundamentales para la perfección del cristiano: la fe, la esperanza y la
caridad; y de tal modo se enlazan estas virtudes entre sí, que cada una de
ellas es necesaria a las otras. Si la esperanza no va por delante, ¿a quién
aprovechará la fe? Si la fe no existe, ¿cómo nacerá la esperanza? Y si a la fe
y a la esperanza les quitas la caridad, una y otra quedarán inútiles, pues ni
la fe obra sin la caridad, ni la esperanza sin la fe. Por consiguiente, el
cristiano que desee ser perfecto ha de fundamentarse en las tres: si le falta
alguna, no alcanzará la perfección de su obra.”[2]
“En primer lugar se nos
propone la esperanza de las cosas futuras, sin la que las mismas cosas
presentes no pueden mantenerse en pie. Es más: quita la esperanza, y se paralizará
la humanidad entera; quita la esperanza, y cesarán todas las artes y todas las
virtudes; quita la esperanza, y todo quedará destruido. ¿Qué hace el niño junto
al maestro, si no espera fruto de esas letras? ¿En qué barca se aventurará el
navegante entre las olas del mar, si no espera una ganancia ni confía en llegar
al puerto deseado? ¿Qué soldado menospreciará, no ya las injurias del cruel
invierno o del tórrido verano, sino a sí mismo, si no abriga la esperanza de
una gloria futura? ¿Qué agricultor esparcirá la semilla, si no piensa que
recogerá la cosecha como premio de su sudor? ¿Qué cristiano se adherirá por la
fe a Cristo, si no cree que ha de llegar el tiempo de la felicidad eterna que
se le ha prometido? (...).”[3]
“Por tanto, hermanos,
abracemos con tenacidad la esperanza; custodiémosla entre todas las virtudes,
dediquémonos a cultivarla constantemente. La esperanza es el fundamento
inconmovible de nuestra vida, baluarte invicto y dardo contra los asaltos del
demonio, coraza impenetrable de nuestra alma, ventajosa y verdadera ciencia de
la ley, terror de los demonios, fortaleza de los mártires, esplendor y muralla
de la Iglesia. La esperanza es sierva de Dios, amiga de Cristo, convidada del
Espíritu Santo. El presente y el futuro le están sometidos: el presente, porque
lo desprecia; el futuro, porque sabe de antemano que es suyo. No teme que no
venga, pues siempre lo lleva consigo en el ámbito de su poder. Por esto,
Abraham, esperando contra toda esperanza confió en Dios, que le haría padre de
muchas gentes (Rm 4, 18). Contra toda esperanza, es decir, porque parece
imposible y no es objeto de visión; pero se hace posible por esta esperanza
cuando se confía en la palabra de Dios sin ninguna duda y con firmeza pues dice
el Señor: todo es posible para el que cree (Mc 9, 22). Por eso Abraham creyó en
Dios, y le fue reputado para justicia (Gn 15, 6). Es justo por haber sido fiel,
pues el justo vive de la fe (Gal 3, 6); y es fiel por haber creído en Dios: si
no hubiera tenido fe, no habría podido ser justo ni padre de los pueblos. Por
esta razón es evidente que una e inseparable es la naturaleza de la esperanza y
de la fe: si cualquiera de ellas falta en el hombre, mueren las dos.”[4]
“La fe es lo más
propiamente nuestro, pues dice el Señor: tu fe te ha salvado (Mc 10, 52). Por
tanto, si es nuestra, conservémosla como nuestra, para que con motivo podamos
esperar las cosas que aún no poseemos. Nadie recuenta los haberes de un
dilapidador, ni honra al desertor con las recompensas del triunfo, más aun
estando escrito: al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no
tiene, aún eso que posee le será quitado (Mt 13, 12).”[5]
“Por la fe, hermanos,
Henoch mereció que Dios le trasladase de lugar con su cuerpo, contra la ley de
la naturaleza. Por la fe, salvándose, Noé no halló a nadie con quien hablar que
había habido un diluvio. Por la fe llegó Abraham a la amistad con Dios, Isaac
se distinguió más que los restantes (cfr. Heb 11, 5, 7, 8, 20), y José sometió
a Egipto bajo su autoridad (cfr. Gn 32, 41). Esta fe le hizo a Moisés un muro
de cristal en el Mar Rojo (cfr. Ex 14, 22); puso sus frenos al sol y a la luna
para que, abandonando su curso acostumbrado, se sometieran al deseo de Josué
(Jos 10, 13); ofreció al inerme David el triunfo sobre el armado Goliat (cfr. I
Sam 17) y no desmayó en Job, asaltado de frecuentes y graves males (Job 1 y 2).
Ella fue medicina en la ceguera de Tobías (cfr. Tob 11); en Daniel, ató las
fauces a los leones (cfr. Dan 6); y convirtió para Jonás la ballena en barca
(cfr. Jon 2). Ella sola venció en el ejército de los hermanos Macabeos (cfr. 2
Mac 7) e hizo agradables los fuegos a los tres jóvenes (cfr. Dan 3). Esta fe
hizo que Pedro se atreviera a caminar sobre el mar (cfr. Mt 24, 29), y fue la
causa de que los Apóstoles curaran a muchos de sus contagiosas úlceras y
enfermedades, cambiando la lepra deforme en limpia piel. Por esta fe, añadiré,
mandaron ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos, correr a los
cojos, fortalecer a los paralíticos, huir de los posesos a los demonios y, con
frecuencia, volver de los sepulcros en sus propios funerales a los mismos
muertos, para que todos vieran convertirse en lágrimas de alegría las que hasta
entonces lo habían sido de tristeza.”[6]
“Pero es largo,
hermanos, ir detallando los hechos de la fe; sobre todo, porque la caridad
presenta unos hechos aún más portentosos. Y es lógico que sea así, pues de tal
modo se eleva la caridad por encima de todas las virtudes, que por derecho
propio es la reina de todas ellas.”[7]
“Aunque triunfe la fe
con todo género de hechos prodigiosos, y la esperanza proponga muchas y grandes
cosas, ni una ni otra podrán sostenerse sin la caridad: ni la fe, si no se ama
a sí misma; ni la esperanza, si no es amada. Además, la fe aprovecha sólo a uno
mismo; la caridad a todos. La fe no lucha gratis; la caridad, en cambio, se
suele dar incluso a los ingratos. La fe no pasa a otro; la caridad, poco es
decir que alcanza a otro, pues beneficia al pueblo. La fe es de unos pocos, la
caridad de todos.”[8]
“Añade a todo esto que
la esperanza y la fe tienen un tiempo, mientras que la caridad no conoce fin
(cfr. 1 Cor 13), crece en cada momento, y cuanto más es practicada por los que
se aman mutuamente, tanto más es debida entre ellos. La caridad no hace
distinción de personas, porque no sabe adular; no busca conseguir honores,
porque no es ambiciosa; no se fija en el sexo, porque para ella los dos son
uno; no se ejercita según el tiempo, porque no es caprichosa; no tiene envidia,
porque desconoce qué es la envidia; no se hincha, porque cultiva la humildad;
no piensa mal, porque es sencilla; no se deja llevar por la ira, porque también
abraza gustosamente las injurias; no engaña, porque es la guardiana de la fe;
de nada se muestra indigente, porque -fuera de lo que es- no experimenta
ninguna necesidad.”[9]
“La caridad conserva los
campos, las ciudades y pueblos, y los tratados de paz. Hace seguras las espadas
en torno a los flancos de los reyes. Suprime las guerras, borra las riñas,
vacía los privilegios, evita los tribunales, erradica los odios, apaga las
iras. La caridad traspasa el mar, circunda el orbe, suministra lo necesario a
las naciones por medio del mutuo intercambio. Proclamaré, hermanos, su poder
con brevedad. Lo que la naturaleza ha negado a unos lugares, la caridad lo
otorga. La caridad del afecto conyugal une en una sola carne a dos personas con
un venerable sacramento. Ella da a la humanidad que exista lo que nace. Por la
caridad es amada la propia mujer, los hijos se muestran orgullosos de su
origen, y los padres son verdaderos padres. A ella se debe que los demás sean
para nosotros prójimos y amigos, tan cercanos o más que nosotros mismos. A la
caridad se debe que amemos a los siervos como a hijos, y que ellos nos sirvan
gustosamente como a señores. La caridad hace que amemos, no sólo a los
conocidos o amigos, sino incluso a los que nunca hemos visto. A la caridad se
debe, en fin, que reconozcamos las virtudes de los antiguos por los libros, o a
los libros por sus virtudes.”[10]
7°) Encíclicas Papales,
sobre las virtudes teologales.
Sin dudas, se han convertido en puntos de referencia
insoslayables las últimas encíclicas papales en las que se han abordado las
virtudes teologales. Estas encíclicas, alterando el orden de su cronología a
fin de responder al esquema utilizado en este trabajo, son las siguientes:
A) Carta Encíclica <<Lumen Fidei>> del Sumo Pontífice Francisco sobre la
Fe.
B) Carta Encíclica <<Spe Salvi>> del Sumo Pontífice Benedicto XVI sobre la Esperanza
Cristiana
C) Carta Encíclica <<Deis Caritas Est>> del Sumo Pontífice Benedicto XVI
sobre el Amor Cristiano.
D) Hay otra encíclica del Sumo Pontífice
Benedicto XVI que está relacionada con el Amor Cristiano y los comportamientos
que éste exige en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. La misma se
denomina <<Caritas in
Veritate>>.
Todas estas cartas encíclicas se encuentran disponibles
para su consulta en la página oficial del Vaticano y se accede fácilmente a
ellas buscando su nombre en Google.
En los puntos siguientes, abordaremos individualmente
cada una de las virtudes teologales.
La
Sagrada Familia, ejemplo de fe cristiana. (Obra de Murillo)
II) LA VIRTUD DE LA FE.
1°) Fe, etimología y
concepto.
La palabra fe deriva del latín fides y en sus distintas acepciones significa: Creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la
experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia. Conjunto de creencias de
una religión. Testimonio, aseveración de que una cosa es cierta. Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la
fama pública de que goza.
De la definición que antecede se desprende que: Fe
significa creer algo a alguien. Quien cree, acepta por el testimonio de otro,
que un determinado acto o hecho es real.
El motivo básico de toda
fe es la autoridad o el derecho de ser creído de aquel a quien se cree. Este
reconocimiento de autoridad ocurre cuando se acepta que quien es motivo de fe
tiene conocimientos sobre lo que dice, y posee integridad, de manera que no engaña,
y por lo cual se considera a su palabra como veraz.[11]
De manera que existen dos elementos constitutivos de la
fe: la creencia en un contenido, el tenerlo por verdadero y la creencia a una
persona, la confianza en quien expresa el contenido de lo que pasó.
Entonces la fe exige de un acto intelectual que nos lleve
a decidir si creemos o no creemos en determinada cuestión y en cierta persona.
En el caso de la religión cristiana la fe implica creer
en Dios Trino por la aceptación libre y voluntaria de la verdad revelada
(testimonios dados en las sagradas escrituras) y del contenido de los
documentos eclesiásticos (según las manifestaciones de la tradición cristiana a
la que se adhiera).
Ahora bien, el hombre puede ser obligado a hacer muchas
cosas, incluso en contra de sus deseos, pero creer solo podrá creer si quiere. Se
le agregan entonces al componente intelectual los elementos de libertad y
voluntad.
Y hay un cuarto elemento que es la naturaleza infusa de
la virtud de la fe, al igual que en las restantes virtudes teologales, tal como
vimos anteriormente. Este carácter infuso predispone -pero solo eso, predispone- al hombre para
que crea y desarrolle su dimensión espiritual.
Por lo tanto, de acuerdo con la conducta del hombre
(guiada por sus potencias), la fe se puede robustecer hasta límites impensados
(con la ayuda que recibe del Espíritu Santo si se se muestra dócil a sus
estímulos) o simplemente se puede ir debilitando hasta llegar al punto en que
se descree de Dios y se niegan las verdades reveladas.
“Se trata de fe humana
cuando es a un ser humano a quien creemos. Y la fe divina, motivo principal de
este trabajo, es una virtud y un don que procede de Dios y que nos capacita
para reconocer por encima de toda duda, que es el propio Dios quien habla,
actúa y enseña en las Sagradas Escrituras. Por la fe divina aceptamos verdades
que están más allá de la razón humana y que nos inicia en nuestra relación
personal con Dios, habilitándonos para confiar plenamente en Él y en su Palabra
y, a consecuencia de ello, le entregamos nuestro entendimiento y voluntad.
Quien tiene fe sabe, por encima de toda duda, que las enseñanzas de la fe
divina son las enseñanzas de Dios y, por lo tanto, son ciertas.”[12]
“La fe divina es
esencialmente un asentimiento sobrenatural del entendimiento a las verdades
reveladas por Dios. Pero la fe no sólo es aceptar una verdad con el
entendimiento, sino también con el corazón.”[13]
“Lo esencial de la fe
sobrenatural es aceptar una verdad por la autoridad de Dios, que es quien la ha
revelado. Pero sí es razonable buscar las garantías que nos lleven a aceptar
que realmente esa verdad ha sido revelada por Dios. Agustín de Hipona dijo hace
siglos: ´Yo tengo fe, pero cuando comprendo aquello en lo cual tengo fe, mi fe
es doble’”.[14]
Una definición
de fe divina nos proporciona la Biblia en Hebreos 11, 1 donde dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve.”
“La fe es inicio de la
salvación humana, fundamento y raíz de toda justificación, sin la cual es
imposible agradar a Dios y llegar a consorcio de hijos de Dios”. (Concilio de Trento 1545-1563).
“La fe es la adhesión a
Dios en el claroscuro del misterio; sin embargo es también búsqueda con el
deseo de conocer más y mejor la verdad revelada.” (Juan Pablo II).
También se ha explicado la fe como: “Un don, una luz divina por la cual somos capaces de reconocer a Dios,
ver su mano en cuanto nos sucede y ver las cosas como Él las ve. Por tanto, la
fe no es un conocimiento teórico, abstracto, de doctrinas que debo aprender. La
fe es la luz para poder entender las cosas de Dios”[15]
“‘Omnia possibilia sunt
credenti’. Todo es posible para el que cree. Son palabras de Cristo. ¿Qué
haces, que no le dices con los apóstoles: ‘!adauge nobis fidem!’, ¡auméntame la
fe!? (San Josemaría
Escrivá de Balaguer, Camino, 588)
2°) Características
de la fe.
La virtud de la fe presenta las siguientes
características:
A) Sobrenatural: No está al alcance de las solas
fuerzas humanas. Es un don Dios, que suele ser accesible a todos los que lo
piden con humildad.
B) Humana: Es un acto libre y voluntario del ser
humano en respuesta al don recibido de Dios.
C) Necesaria: Es imprescindible para alcanzar la
salvación del alma.
D) Cierta: La fe es certeza y no admite dudas (Se
entiende por duda el no estar convencido de la veracidad de las “verdades
reveladas”. Los interrogantes sin respuesta, la imposibilidad de comprender
determinados acontecimientos, no se consideran un estado dubitativo sobre la fe
sino como situaciones en las que falta conocimiento y llevan a profundizar las
razones de la fe).
E) Activa: Exige acciones y obras. Se pone en
movimiento por la caridad.
F) Gradual: El desarrollo de la fe presenta
diversos estadios y niveles de profundidad. La fe es perfectible de acuerdo con
los talentos, circunstancias, oraciones, sacrificios, trabajos y caminos de
cada persona.
G) Participativa y
Anticipativa: La fe
nos permite conocer, a la manera de adelanto, algunos rasgos de la vida y el
amor de Dios que viviremos en el cielo.
H) Sencilla: La verdadera fe no se vive de manera
aparatosa, sino de forma simple como lo hicieron María y José.
I) Decisiva: Cambia la forma de vivir de las
personas.
J) Objetiva: No se basa en opiniones personales. Se
sostiene en la palabra revelada por Dios. Y las enseñanzas de la Iglesia son balizas
que marcan y vuelven seguro el camino de nuestra fe.
K) Comprometida: Nos lleva a incrementarla con la
lectura y la meditación de la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos y el
sacrificio personal. Asimismo, a difundirla en nuestro entorno mediante el
apostolado.
L) Perdurable: Una vez que se ha desarrollado una fe
comprometida, suele durar para toda la vida.
M) Interior: La fe vive en nuestra interioridad y
es la puerta de nuestra relación con Dios.
N) Exterior: La fe se materializa con nuestras
obras. Advierten los evangelios que “la fe sin obras está muerta”.
3°) La virtud de la fe
en los Evangelios.
Incorporamos a continuación algunos pasajes de los
evangelios que hablan sobre la fe, a fin de poner de manifiesto la inmensa
importancia de esta virtud teologal en la espiritualidad cristiana.
El que creyere y fuere
bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. (Mc. 16, 16).
El que cree en el Hijo
tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino
que la ira de Dios está sobre él. (Jn 3, 36).
Entonces le dijeron:
¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y
les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado. (Jn. 6,
28 y 29).
Pero hay algunos de
vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los
que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que
ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos
de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús
a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro:
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos
creído y conocemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús les
respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es
diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le
iba a entregar, y era uno de los doce. (Jn. 6, 64 hasta 6, 71 inclusive)
Por eso os dije que
moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros
pecados moriréis. (Jn. 8, 24)
Jesús le dijo: ¿No te he
dicho que si crees, verás la gloria de Dios? (Jn. 11, 40)
Jesús clamó y dijo: El
que cree en Mí, no cree en Mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al
que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en Mí
no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le
juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me
rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he
hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi
propia cuenta; el Padre que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de
decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así
pues, lo que Yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. (Jn. 12, 44 hasta
12, 50 inclusive).
Y sacándolos, les dijo:
Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. (Hch.16, 30 y 31).
Pero sin fe es imposible
agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebr. 11, 6).
Sed sobrios, y velad;
porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los
mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
(1 Pedr. 5, 8 y 5, 9).
Jesús les dijo: Por
vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de
mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será
imposible. (Mt.17, 20)
Respondiendo Jesús, les
dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis
esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el
mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
(MT.21, 21 y 22)
Por sus frutos los
conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así,
todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede
el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol
que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos
los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos
me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mt.7:16
hasta 7:23 inclusive).
Porque Dios, que mandó
que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros
corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo. (2 Cor. 4, 6)
4°) Los pecados contra
la fe.
“Es éste un problema que
en nuestra época adquiere vastas dimensiones, cuando "muchedumbres cada
vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión" (Gaudium et
spes, 7) y el ateísmo se convierte en fenómeno de masas. Ciertamente, el hombre
por propia culpa puede perder la fe, don de Dios condicionado a una actitud
humana de aceptación, de respuesta, de modo que la falta de correspondencia
continuada puede llevar a la pérdida de la fe. En este proceso inciden diversas
causas, entrecruzándose muchas situaciones y actitudes: la exageración de la
libertad, el relativismo histórico, el recelo frente al Magisterio de la
Iglesia, los desórdenes morales, las dudas de fe, la influencia del ambiente,
etc., unidas gran parte de las veces a la ignorancia religiosa.”[16]
“Entre todas, tal vez la
más importante sea el desorden moral. Al estar el acto de fe sostenido por la
voluntad y en última instancia por la gracia, es lógico que esté condicionado
por las disposiciones morales del sujeto.”[17]
“También se ha planteado
el problema de si la fe puede perderse sin propia culpa. Doctrinalmente, el
problema fue resuelto por el Conc. Vaticano I, que afirma que ‘los que han
recibido la fe bajo el Magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa
justa para cambiar o poner en duda esa misma fe’ (Dz-Sch 3013; 3036). Los
teólogos posteriores al Concilio interpretaron el texto unánimemente así: No
existe causa objetivamente justa, ni subjetivamente justa, es decir, no hay
motivo justo para la persona, que le lleve a abandonar la fe sin pecado.”[18]
“Los pecados contra la virtud
de la fe son de forma y gravedad diversa, y se han dado diversas
clasificaciones. Se puede pecar contra la obligación de creer (infidelidad,
apostasía...), contra la obligación de confesar la fe (ocultación, negación de
la fe), contra la obligación de acrecentarla (ignorancia religiosa) y de
preservarla de los peligros. También puede pecarse por omisión (por no cumplir
el deber de confesarla externamente, por ignorancia de las verdades que deben
creerse...) y por actos contrarios a esa virtud (pecados de comisión); éstos
pueden ser por exceso y por defecto. Hablando propiamente no hay pecados por
exceso, ya que no se puede exagerar en la medida de las virtudes teologales,
pero se habla así cuando se consideran como objeto de la fe cosas que no caen dentro
de él, como ocurre, por ejemplo, en la credulidad temeraria o en la
superstición, cuando se cree en falsas devociones, en lugares
pseudo-milagrosos, horóscopos, etc.; también entran en este apartado la
adivinación y el espiritismo.”[19]
“Se consideran pecados
por defecto la infidelidad, la apostasía y la herejía, y a ellos suelen
añadirse el cisma, el indiferentismo religioso, la duda positiva contra la fe y
el ateísmo.”[20]
“La infidelidad es, en general, la ausencia de fe debida; en sentido
técnico, es la ausencia de fe en aquellos que todavía no han recibido su hábito
mediante el Bautismo (en el Derecho canónico el infiel es el no bautizado).
Atendiendo a la culpa moral se habla de infidelidad negativa o material cuando
no es culpable por provenir de ignorancia (paganos, por ejemplo), infidelidad
privativa debida a negligencia consciente y voluntaria, e infidelidad positiva
o formal cuando existe una oposición culpable a la fe. No es siempre fácil
decidir a cuál de estas tres especies se reduce la infidelidad de un individuo
o de un grupo.”[21]
En síntesis, se puede pecar contra la
fe con diversa intensidad o gravedad. Y hacerlo mediante distintas formas de
pecados, a saber:
A) Contra la obligación de creer.
(Apostasía, infidelidad, herejía, ateísmo, indiferentismo religioso)
B) Contra
la obligación de confesar la fe.
(Ocultar y negar la fe)
C) Contra la obligación de incrementarla.
(Ignorancia religiosa. Abandonar las
obligaciones dirigidas a aumentar y perfeccionar la fe)
D) Contra la obligación de preservarla.
Participar en actividades contrarias a
la ley de Dios u ocasionar o prestarse a situaciones que generen tentaciones
evitables.
5°) La fe: Síntesis. (Extraída del Catecismo de la Iglesia Católica).
“La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que
Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la
verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV
5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios.
“El justo [...] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad”
(Ga 5, 6).” (1814)
“El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Concilio
de Trento: DS 1545). Pero, "la fe sin obras está muerta” (St 2, 26): privada de
la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace
de él un miembro vivo de su Cuerpo.” (1815)
“El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino
también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan
preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirlo por el camino
de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42;
cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la
salvación: “Todo [...] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también
me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me
niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los
cielos” (Mt 10, 32-33).” (1816)
Virgen
de la Dulce Espera.
III) LA VIRTUD DE LA
ESPERANZA.
1°) Esperanza,
etimología y concepto.
La palabra esperanza viene del latín sperare (tener esperanza) y esta deriva de spes (esperanza).
En el plano natural significa tener: Confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea.
En la religión cristiana el término se refiere a la: Virtud teologal por la que se espera con firmeza que Dios dé los
bienes que ha prometido.
También se la ha explicado como
la: “Virtud teologal por la cual deseamos
a Dios como Bien Supremo y confiamos firmemente alcanzar la felicidad eterna y
los medios para ello.”[22]
Y, entre
otras definiciones existentes, como el: "Hábito sobrenatural infundido por Dios
en la voluntad, por el cual confiamos con plena certeza alcanzar la vida eterna
y los medios necesarios para llegar a ella, apoyados en el auxilio omnipotente
de Dios".[23] ,
2°) Consideraciones
Generales.
“La virtud de la
Esperanza hace cristiformes la fuerza y la actitud humanas orientadas hacia el
futuro; esto implica su interna transformación y su conversión a Cristo. Todo
hombre vive de cara al futuro; así lo exige su esencial historicidad.”[24]
“Según los griegos, la
Esperanza es inseparable del hombre; es la expresión anímico-espiritual de la
temporalidad del hombre. En la Esperanza, el hombre, que vive en el presente
-sellado por el pasado- y camina hacia el futuro, capta ese futuro con las
potencias del espíritu. El hombre que existe temporalmente, vive esencialmente
en la espera del futuro alegre o doloroso; la Esperanza es una consoladora del
presente.”[25]
“Entre las virtudes
teologales ocupa el segundo lugar la esperanza, virtud infusa que capacita al
hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los
medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado
en el auxilio omnipotente de Dios. Aunque el motivo propio de la esperanza es
Dios, por voluntad del mismo Dios, también se puede poner en la Humanidad de
Cristo, en la Virgen, esperanza nuestra, Corredentora y Mediadora de todas las
gracias, que no abandona a los hermanos de su Hijo peregrinos en la tierra, y
en los santos, que nos ayudan con su intercesión. Es por tanto la esperanza
cristiana una virtud teologal infundida por Dios. Teologal, porque tiene por
objeto directo e inmediato al mismo Dios, como la fe y la caridad. La
esperanza, como hábito, reside en la voluntad, ya que su acto propio es un
movimiento del apetito racional hacia el bien, que es el objeto de la
voluntad.”[26]
“La esperanza, que lleva
a desear a Dios como suprema bondad, deriva de la fe (S.Th. II-II, q. 17, a.
17), y por esta razón, la fe se llama madre de la esperanza. La fe muestra a
Dios como fin supremo del hombre, su felicidad, por lo que nace en el corazón
humano un fuerte deseo de poseerlo (Heb 11,v.1). Sin la fe, la esperanza no se
concibe (cfr. Conc. Vaticano II, Lumen gentium, 41). En el desarrollo de la
vida sobrenatural, la esperanza sigue a la fe y precede a la caridad; la
esperanza puede existir sin caridad (Dz-Sch 2457). La virtud de la esperanza,
siendo teologal e infusa, está íntimamente unida a la gracia, con que el amor
divino nos envuelve, y a dones particulares del Espíritu Santo como el don de
temor de Dios (Is 66,v.24).”[27]
<Es inescindible del desarrollo y la posesión de la
virtud de la esperanza una profunda y frecuente reflexión sobre nuestra muerte
y la incertidumbre del momento en que ocurrirá, tal como hace todo hombre
sabio.>
3°) Características de
la Esperanza.
De su definición,
expuesta en el apartado 1°) precedente, se desprenden las características de
esta virtud:
A) “Es sobrenatural, por ser infundida en el alma por Dios (cfr. Rom
15,v.13; 1 Cor v.13), y porque su objeto es Dios que trasciende cualquier
exigencia o fuerza natural. El Conc. de Trento afirma que en la justificación
viene infundida la esperanza, junto con la fe y la caridad (Dz-Sch 1530);”[28]
B) “Se ordena primariamente a Dios, bien supremo, y secundariamente a
otros bienes necesarios o convenientes para llegar a Él (cfr. Mt 6,v.33);”[29]
C) “Es una disposición activa y eficaz, que lleva a poner los medios para
alcanzar el fin; no es mera pasividad;”[30]
D) “Es actitud firme, inquebrantable, porque se funda en la promesa divina
de salvación (cfr. Rom 8,v.35; Philp 4,v.13); ni siquiera la pérdida de la
gracia santificante puede quitar la esperanza (S.Th. II-II, q. 18, a. 4, ad
2).”[31]
4°) Efectos de la
Esperanza.
La esperanza produce en nosotros los siguientes efectos:
A) “Pone en nuestros corazones el deseo del cielo y de la posesión de
Dios, desasiéndonos de los bienes terrenales.”[32]
B) “Hace eficaces nuestras peticiones.”[33]
C) “Nos da el ánimo y la constancia en la lucha, asegurándonos el triunfo.”[34]
D) “Nos proyecta al apostolado, pues queremos que sean muchos los que
lleguen a la posesión de Dios.”[35]
5°) Ámbitos de
influencia de la Esperanza.
De lo expuesto anteriormente
surge que la esperanza impacta en dos planos de tiempo y espacio diferentes:
A) Para esta vida: En cuanto se refiere a confiar en que
recibimos la ayuda necesaria de Dios, aquí en la tierra, para poder vivir como verdaderos
cristianos. A tener fe en que Dios nos da los dones, las gracias y los bienes
indispensables para hacer su voluntad y cumplir sus leyes. También, en que Dios
accede a las peticiones de otros bienes que sean beneficiosos para
nosotros. En síntesis, la confianza está
depositada en saber que en este mundo se nos dan los bienes que pedimos con
humildad y que nos sean verdaderamente beneficiosos para esta vida transitoria.
Y, en especial, en la certeza de que contamos con los medios necesarios para
salvar nuestra alma.
B) Para la vida futura: En cuanto nos permite aspirar a
cumplir el objetivo último y más trascendente del ser humano, en el
convencimiento que si cumplimos la voluntad del Señor en esta breve vida
pasaremos a morar en Su compañía durante la vida eterna. Así podemos confiar
con certidumbre en que lograremos salvar nuestra alma y alcanzar la felicidad eterna, tal como
nos fue prometido por Dios.
6°) La esperanza en el
Antiguo Testamento.[36]
“La esperanza no es espera de cualquier futuro,
sino espera del bien futuro; es a la vez paciente y confiada esperanza y
anhelante hacia el futuro. Mientras tiene vida, el hombre tiene esperanza.
(Ecl. 9, 4).”
“La Esperanza se dirige
a Dios tanto en la necesidad como en la dicha; siempre está el hombre orientado
hacia Dios, que es su única seguridad; está seguro de Su amor y protección,
obre Dios como obre, lo mismo si le manda alegrías que si le regala tristeza y
dolores.”
“El hombre que espera en
Dios no pone su confianza en las seguridades que él mismo se crea; son siempre
poco decisivas; el hombre que edifica sobre ellas, debe esperar que Dios las
destruya y convierta la seguridad humana en angustia y miedo (Am. 6, 1; Is. 32,
9-11; Prov. 14, 16).”
“Ningún hombre debe
poner su esperanza en las riquezas (Ps. 52, 9; lob. 31, 24), ni en su justicia
(Ez. 33, 13), ni en otro hombre (ler. 17, 5).”
“Las reflexiones y
cálculos humanos son humo (Ps. 94 11); Dios las aniquila (Ps. 33, 10; ls. 19,
3; Prov. 16, 9).”
“Sólo la esperanza en
Dios, el Insondable, de quien el hombre no dispone como de sus medios terrenos
de fuerza, puede liberarnos de la angustia (ls. 7, 4; 12, 2; Ps. 46, 3; Prov.
28, 1).”
“Esta confianza es un
estar en silencio ante Dios, que va de la mano con el miedo y el temblor (Is.
32, 11; Ps. 33, 18; Prov. 14, 16).”
7°) La esperanza en los
evangelios.
Incorporamos a continuación algunos pasajes de los
evangelios que hablan sobre la esperanza, a fin de resaltar la inmensa
importancia de esta virtud teologal en la espiritualidad cristiana:
El creyó en esperanza
contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que
se le había dicho: Así será tu descendencia. (Rom. 4, 18)
Y la esperanza no
avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que nos fue dado. (Rom. 5, 5)
“Porque en esperanza
fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que
alguno ve, ¿a qué esperarlo?” “Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia
lo aguardamos.” (Rom. 8, 24 y 25)
“Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de
Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en Él.”
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que
abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Rom. 15, 12 y 13)
“¿No sabéis que los
injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los
idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con
varones,” “ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” (1 Cor. 6, 9 y
10)
“Pues nosotros por el
Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;” (Gál. 5, 5).
“pero Cristo como hijo
sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la
confianza y el gloriarnos en la esperanza. (Hebr. 3, 6)
“Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro.” (Hebr. 4, 16)
“Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebr. 11, 1)
Por tanto, ceñid los
lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la
gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; (1 Pedr.1, 13)
“Pero nosotros
esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora
la justicia.” “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas,
procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en
paz.” (2 Pedr.3, 13 y 14)
8°) Pecados contra la Esperanza.
Son pecados contra la esperanza:
A) “Presunción: esperar de Dios
el cielo y las gracias necesarias para llegar a Él, sin poner por nuestra parte
los medios necesarios.”[37]
B) “Desaliento y desesperación:
tentados y a veces vencidos en la lucha, se desaniman y piensan que jamás
podrán enmendarse y comienzan a desesperar de su salvación.”[38]
“La presunción es
confianza no acompañada de santo temor de Dios. La esperanza del pecador que no
se arrepiente de su pecado sino que persevera en él degenera en arrogante
presunción (perversa securitas). La moral católica considera la soberbia causa
fundamental de la presunción, pecado propio de personas temerarias, que viven
habitualmente en estado de falsa seguridad material y espiritual. El
presuntuoso funda su seguridad y su esperanza no en la omnipotencia de Dios
misericordioso, sino en sus propias fuerzas.”[39]
“La desesperación se
define como apartamiento voluntario de la felicidad eterna, porque se juzga
imposible de alcanzar. Tiene, pues, dos elementos: uno intelectual, que
consiste en el juicio sobre la imposibilidad de alcanzar la felicidad eterna, y
otro volitivo, el más esencial, que es la fuga de voluntad de aquella meta:
"la desesperación no comporta sólo privación de esperanza, sino también
una repulsa (recessum) de la cosa deseada, porque se estima imposible de
alcanzar" (S.Th. I-II, q. 40, a. 4, ad 3).”[40]
“El desesperado niega la
eficacia de la Redención en su vida; se rinde delante de las dificultades, no
confía en las promesas divinas de salvación y renuncia a la ayuda de Dios para
conseguirla.”[41]
“La desesperación es el
pecado del hombre solo, espiritualmente aislado, que rechaza cualquier ayuda y
se deja llevar por tendencias destructoras. Algunos moralistas identifican la
desesperación con el pecado contra el Espíritu Santo, dado que la esperanza es
indispensable para obtener la remisión de los pecados. El apóstol Judas fue
víctima de él.”[42]
“Causas de la
desesperación son, entre otras, la falta de fe, los pecados frecuentes que
aumentan la potencia del mal en la voluntad, la soberbia, la no aceptación de
las dificultades que la vida lleva consigo, etc. Santo Tomás las resume en la
lujuria, que elimina la condición de bien del objeto de la esperanza, y la
pereza, que exagera la dificultad de la adquisición de ese bien (S.Th. II-II,
q. 20, a. 4.).”[43]
“Finalmente, conviene
señalar la distinción que existe entre la desesperación y el desánimo (desesperación
privativa), que procede de las dificultades no superadas, de la misma debilidad
humana (enfermedades, etc.) o del carácter pusilánime; en estos casos no se
duda de la Omnipotencia y de la Bondad divinas, sino que suele haber un
cansancio físico o psíquico que produce el desaliento, que poco o nada tiene
que ver con el pecado de desesperación, sobre todo si se ponen los medios
ascéticos convenientes: humildad, descanso, etc.”[44]
“El Espíritu Santo es el
amor entre el Padre y el Hijo. Dios ha puesto, por tanto, su propio amor en
nuestro corazón como garantía de nuestra esperanza. El amor es bienaventuranza;
Dios ha puesto su bienaventuranza como prenda de la nuestra. Una esperanza que
tiene tal garantía está inmunizada contra la desesperación. EI amor y felicidad
infundidos en nosotros es la fuerza personal de resistencia contra la
desesperación, que amenaza.”[45]
Está en nosotros poner los medios que Dios nos reclama
para hacer crecer la fe y la caridad y mantener así viva la esperanza como
motor de nuestra vida cristiana y también de nuestra actuación en las demás
actividades que nos son propias. (Familiares, profesionales, etc.)
“¿No has oído con qué
tono de tristeza se lamentan los mundanos de que <cada día que pasa es morir
un poco>? Pues yo te digo: alégrate, alma de apóstol, porque cada día que
pasa te aproxima a la Vida.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 737)
9°) La esperanza: Síntesis.
(Extraída del
Catecismo de la Iglesia Católica).
“La esperanza es la
virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna
como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y
apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del
Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es
el autor de la promesa” (Hb 10, 23). ´El
Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de
Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos
constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna´” (Tt 3, 6-7).
(1817)
“La virtud de la
esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de
todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres;
las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento;
sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la
bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y
conduce a la dicha de la caridad.” (1818)
La esperanza cristiana
recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su
modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en
Isaac y purificada por la prueba del sacrificio (cf Gn 17, 4-8; 22, 1-18).
“Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones”
(Rm 4, 18). (1819)
“La esperanza cristiana
se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación
de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el
cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a
través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los
méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no
falla” (Rm 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, que
penetra... “a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hb 6, 19-20). Es
también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos la
coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1
Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la
esperanza; constantes en la tribulación” (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta
en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que
la esperanza nos hace desear.” (1820)
“Podemos, por
tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cf Rm
8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno
debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cf Mt 10, 22;
cf Concilio de Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna
recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En
la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres [...] se salven” (1Tm
2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo: «Espera,
espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo
se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve
largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu
Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin»
(Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3)” (1821)
La
Santísima Trinidad, modelo de caridad perfecta.
IV) LA VIRTUD DE LA
CARIDAD.
1°) Caridad, etimología
y concepto.
La palabra caridad proviene del latín charitas que significa afecto.
En el plano natural significa: Sentimiento que impulsa a las personas a la solidaridad con sus
semejantes. Limosna o auxilio que se da a los necesitados.
En el cristianismo:
Es la tercera virtud teologal, que consiste en amar a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Según otra definición: “Caridad es la virtud sobrenatural infusa
por la que la persona puede amar a Dios sobre todas las cosas, por El mismo, y
amar al prójimo por amor a Dios.”[46]
La caridad: “Es una virtud basada en fe divina o en creer
en la verdad de la revelación de Dios. Es conferida solo por gracia divina. No
es adquirida por el mero esfuerzo humano. Porque es infundida con la gracia
santificante, frecuentemente se identifica con el estado de gracia. Por lo
tanto, quien ha perdido la virtud sobrenatural de la caridad ha perdido el
estado de gracia, aunque aún posea las virtudes de fe y esperanza". [47]
2°) El valor de la
caridad.
“El Catecismo de la
Iglesia Católica en el n. 1856 señala la importancia vital de la caridad para
la vida cristiana. En esta virtud se encuentran la esencia y el núcleo del
cristianismo, es el centro de la predicación de Cristo y es el mandato más
importante. Jn 15, 12; 15, 17; Jn 13, 34. No se puede vivir la moral cristiana
haciendo a un lado a la caridad.”[48]
“La caridad es la virtud
reina, el mandamiento nuevo que nos dio Cristo, por lo tanto es la base de toda
espiritualidad cristiana. Es el distintivo de los auténticos cristianos.”[49], es la más importante de todas las virtudes.
La caridad: “Es la
virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al
prójimo es el mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca, es la que nos
une más a Dios, haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. 1 Jn. 4, 8.”[50]
“Por la fe tenemos el
conocimiento de Dios, por la esperanza confiamos en el cumplimiento de las
promesas de Cristo y por la caridad obramos de acuerdo a las enseñanzas del Evangelio.”[51]
3°) Naturaleza de la
caridad.
Existen dos tipos de amor:
Amor desinteresado (o de benevolencia): desear y hacer el
bien del otro aunque no proporcione ningún beneficio, porque se desea lo mejor
para el otro.
Interesado: amar al otro por los beneficios que recibimos
o esperamos obtener.
“¿Qué es, pues, la
caridad? La caridad es más que el amor. El amor es natural. La caridad es
sobrenatural, algo del mundo divino. La caridad es poseer en nosotros el amor
de Dios.”[52]
Es amar con la forma
en que Dios ama.
La caridad es un don de Dios que nos permite amar en
medida superior a nuestras posibilidades humanas. La caridad es amar como Dios,
no con la perfección que Él lo hace, pero sí con el estilo que Él tiene. A eso
nos referimos cuando decimos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, a
que tenemos la capacidad de amar como Dios.
“Este tipo de amor, el
más grande, lo puede ser de tres tipos:
Apreciativo, cuando la inteligencia
comprende que Dios es el máximo Bien y esto es aceptado por la voluntad.
Sensible, cuando el corazón lo
siente.
Efectivo, cuando lo demostramos
con acciones.”[53]
“Para que sea verdadero
amor (caridad) es necesario que sea apreciativo y efectivo, aunque no sea
sensible, ya que es más fácil sentir las realidades materiales o físicas, que
las espirituales. Nos puede doler más una enfermedad, que el haber pecado
gravemente.”[54]
4°) Características del
amor de Dios.
A) “El amor de Dios es lo más
cierto y lo más seguro: existió desde siempre, estaba antes que naciéramos.
Una vez que es encontrado, se llega incluso a tener la sensación de haber
perdido inútilmente el tiempo, entretenidos y angustiados por muchas cosas por
las que no merecía la pena haber luchado y vivido.”[55]
B) “El amor de Dios es sólido y
firme, es como la roca de la que nos habla el evangelio. El amor humano hay
que sostenerlo continuamente, alimentarlo constantemente...so pena de apagarse.”[56]
C) “El amor de Dios es siempre
nuevo, fresco y bello en cada instante. La experiencia de san Agustín es
muy reveladora: ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Y Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y así por fuera te buscaba; y deforme
como era me lanzaba sobre las cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo
más yo no estaba contigo... Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera;
brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo
aspiré y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me
tocaste y deseé con ansia la paz que procede de Ti (Confesiones)”.[57]
D) “El amor de Dios es perpetuo,
no se acaba, no se cansa, no tiene límites. Si hay dificultades no es por Dios.”[58]
5°) Características del
amor humano por caridad.
A) “Sobrenatural: se ama a Cristo en el prójimo, por su
dignidad especial como hijo de Dios.”[59]
B) “La sinceridad y la pureza:
debe ser un amor que nace de la interioridad de la persona. No puede ser un
amor de apariencias. Jesús mira siempre el corazón de la gente y por eso alaba
a esa pecadora arrepentida y echa en cara la hipocresía de los fariseos.”[60]
C) “El servicio al necesitado:
socorrer al que tiene necesidad en el cuerpo o en el alma. Cristo cura las
enfermedades, da de comer, consuela a los tristes, ilumina la mente y el
corazón, ofrece el perdón. Servir al otro, porque percibimos el valor de las
almas y de su salvación.”[61]
D) “El perdón y la misericordia:
son las expresiones más exquisitas del amor que Dios nos ofrece, a través del
ejemplo de su Hijo Jesucristo. Posiblemente la faceta del perdón que más cuesta
es el olvido de las injurias y de la difamación. Solamente la gracia de Dios
puede conceder la paz, el perdón y el amor hacia el difamador.”[62]
E) “Universalidad y delicadeza:
Universal, porque tengo que amar a todos, por ser hijos amados de Dios.
Delicada, porque busca manifestarse en las cosas pequeñas, tiene en cuenta las
características y sensibilidad de cada persona.”[63]
F) “Ordenado: es decir, se debe amar más al que está más cerca o al que lo necesite
más.”[64]
G) “Interno y externo: para que sea auténtica tiene que abarcar
todos los aspectos, pensamiento, palabra y obras.”[65]
6°) Obras de Misericordia.
Enseñaba San Agustín que misericordia es: "Compasión de la miseria ajena, que
nos mueve a remediarla, si es posible".
Las miserias que requieren compasión y remedio son
innumerables, sin embargo Jesús le señaló a Santa Faustina algunas obras en
particular que merecen ser tenidas especialmente en cuenta:
LAS SIETE OBRAS DE
MISERICORDIA ESPIRITUAL:
A) Aconsejar a los desorientados.
B) Enseñar al que no sabe.
C) Corregir a los que se equivocan.
D) Consolar a los afligidos.
E) Soportar de buen grado a los que
están a nuestro cargo y sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
F) Perdonar las injurias.
G) Rogar a Dios por todos los vivos y
difuntos.
LAS SIETE OBRAS DE
MISERICORDIA CORPORAL:
A) Dar de comer al hambriento.
B) Dar de beber al sediento.
C) Vestir al desnudo.
D) Visitar enfermos y presos.
E) Dar albergue al peregrino.
F) Redimir al cautivo.
G) Sepultar a los muertos.
7°.1) Explicación
de las Obras de Misericordia Espiritual:[66]
A) Aconsejar a los desorientados.
Jesús nos dice: "si
un ciego guía a otro ciego los dos caerán en un pozo" (Mt. 15, 14). Hay
muchos desorientados cerca de nosotros. Pero difícilmente podríamos mostrarles
el camino, si no hay luz en nuestro interior. El consejo que corresponde dar no
es sólo la palabra. Es el testimonio de una vida limpia y entregada. Es la luz
de vivir en la verdad, con todo lo que eso cuesta. Y también con la palabra.
Hay verbos que indican esto: aclarar (=hacer claro); iluminar (=dar luz).
Aclaremos e iluminemos cuando es preciso, para que el prójimo pueda adquirir
libertad espiritual.
B) Enseñar al que no sabe.
Jesús nos dice: "el
que cumpla y enseñe los mandamientos será grande en el Reino de los
cielos" (Mt. 5, 19). La ignorancia verdadera es un atenuante moral. Pero,
tristemente, hay algunos que desean mantenerse en la ignorancia para no asumir
sus compromisos. Es una ignorancia "afectada". Y es preciso
instruirlos. La Iglesia manda que los pastores dediquen sus mejores esfuerzos a
instruir a los fieles. Los demás cristianos colaboran en esta tarea
misericordiosa. ¿Quién conoce el Evangelio y vive de Jesús perfectamente? Los
santos nos dieron ejemplo, ansiando salir de su ignorancia. Aprendamos de la santa
Faustina que siendo casi analfabeta escribió cosas sublimes sobre la unión
mística con Dios.
C) Corregir a los que se equivocan.
Ha sido normal de la
vida en la Iglesia que los errores deben corregirse apenas detectados. Eso
proviene de la norma evangélica (Mt. 18, 15) que si un hermano peca hay que
corregirlo inmediatamente. Incluso S. Pablo explica cómo debe hacerse la
corrección: "corregir con espíritu de mansedumbre del que corrige como
sujeto pecador también y con la realidad de la tentación a la puerta (Gal. 6, 1).
La corrección debe ser
fruto del Espíritu Santo, por consiguiente, humilde. Pero no se debe dejar
pasar por alto, lo exige una misericordia bien comprendida.
D) Consolar a los afligidos.
Jesús dice:
"Felices los afligidos porque Dios los consolará" (Mt. 5, 5). Hay
consuelo de Dios, que El hace por medio del Espíritu Santo directamente en
nuestro corazón. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los
demás. No se trata de decir a la gente: no llores, sino de buscar las palabras
de la Escritura que mejor sirven para cada situación. Lo mejor es acostumbrase
a rezar, meditar y repetir los salmos en ellos encontramos el mejor consuelo
para dar.
E) Soportar de buen grado a los que están a nuestro cargo
y sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
S. Pablo decía a los
cristianos de Efeso con mucha humildad mansedumbre y paciencia, sopórtense
mutuamente por amor (Ef 4, 2). A veces nos cuesta comprender que las
dificultades de la ancianidad o la enfermedad deterioran a los seres queridos y
que ya no reaccionan como quisiéramos. La relación se hace difícil. Es un
momento de elevar nuestra vida de unión a Dios, pues sin la Gracia del Espíritu
Santo no podremos ser misericordiosos con los que nos necesitan.
La tolerancia y la
paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia. Sin
embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más
daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, se debe
hacer la advertencia.
F) Perdonar las injurias.
Esta obra de
misericordia es la más costosa. Tanto que Pedro preguntó a Jesús cuantas veces
debería perdonar al que lo ofendiese. La respuesta de Jesús "setenta veces
siete" (Mt. 18, 21 y 22) significa sencillamente "siempre". Lo que
Jesús pide parece un imposible: "Yo les digo: amen a sus enemigos, rueguen
por sus perseguidores" (Mt. 5, 44). Poco a poco el Espíritu Santo nos
permitirá ir realizando este ideal de santidad, como lo hizo en la Santa
Faustina.
G) Rogar a Dios por todos los vivos y difuntos.
Esta obra trata de un
aspecto de la vida del cristiano que solemos descuidar: la oración de
intercesión. Intercesión viene del verbo "interceder" y quiere decir
que pedimos nosotros lo que otros no se atreven o no merecen. Es un acto de
caridad especial que va constituyendo el tejido íntimo de la Iglesia. S. Pablo
decía a una comunidad: "oramos y pedimos sin cesar por ustedes" (Col.
1:3-9; Hech 8:15). Conviene acostumbrarse a orar incesantemente por nuestros
parientes más cercanos, y no sólo por los vivos, sino también por los difuntos.
Santa Faustina intercedía constantemente por los pecadores, los moribundos y
las almas del purgatorio.
7.2) Explicación de las Obras de Misericordia Corporal:[67]
A) Dar de comer al hambriento.
Pertenece al núcleo del
Evangelio. Es una exigencia para todos los cristianos. Supone que se conozcan
mínimamente las necesidades de un pueblo. La comida es esencial para la
supervivencia humana. En esta obra, la misericordia se manifiesta en el
alimento corporal dado al que lo necesita. Nuestra devoción nos conduce a este
tipo de caridad, no sólo en circunstancias extremas, sino en cualquier momento
y a otra gente, incluso alejada.
B) Dar de beber al sediento.
Se trata de la sed
corporal, de la necesidad de bebida y líquidos para evitar la deshidratación.
No es un añadido a la primera obra, pues el cuerpo humano está compuesto en un
70% de agua. Esta obra no se refiere a una actitud individual, sino tiene marcada
incidencia social. Evitar derroche de agua, promover el descubrimiento de agua
pura en zonas difíciles, contribuir a los gastos de saneamiento e higiene de
lugares que carecen de agua y son focos de infección o enfermedad. Jesús se
identificaba con el sediento, el que no tiene agua y el que enfermó por beber
aguas dañadas o lavarse con aguas sucias.
C) Vestir al desnudo.
Hay gente que paga sumas
importantes por trajes de baño minúsculos hechos para realizar la desnudez. Esa
falta de pudor no anula que hay millones que carecen de ropa en zonas cálidas y
frías. Si pensamos en el costo de unas zapatillas comprenderemos que millares
de campesinos de América Latina y otras partes del mundo, nunca en su vida
podrán adquirirlas. La misericordia nos llama a salir al encuentro de esa
necesidad, desprendiéndonos de la ropa superflua y los calzados no usados que
duermen en los armarios durante años. Los dirigentes tendrán que aceptar que el
trabajo es más importante que el capital y merece una paga más justa. Mientras
llega la hora de una justicia mejor, los católicos no podemos cruzarnos de
brazos. Hay hermanos que mueren de frío.
D) Visitar enfermos y presos.
En el enfermo se
manifiesta con claridad la vulnerabilidad de la existencia humana. Es un
necesitado, no sólo de cuidado sanitario, sino de afecto, consuelo, elevación
espiritual. La enfermedad produce consecuencias que nos asombran, incluso en
personas conocidas. Cristo mismo estuvo gravemente enfermo durante el Viernes
Santo. Su tortura por parte de los soldados, y la traición y el abandono de los
suyos también vulneraron su cuerpo humano. Y si bien su voluntad permaneció
unida a la de su Padre, su cuerpo experimentó el dolor que acompaña a la
enfermedad; pero, además, Jesús estuvo preso en ese Viernes Santo y, por
consiguiente, sin posibilidad de ser ayudado por quienes hubiesen hecho lo
posible para hacerle menos penosa su situación.
Esta obra de
misericordia reconoce esas situaciones de Jesús y nos manda visitar; nada más.
No consiste en ir a dar consejos, ni averiguar qué mal se halla fulano, no
curiosear, ni echar en cara. Sólo visitar en actitud de hermano frágil y
vulnerable como el que recibe la visita. Las condiciones de la visita son:
humildad y amor de Dios, comprensión y generosidad interior.
E) Dar albergue al peregrino.
Esta obra parece
retrotraernos a la Edad media y nos hace imaginar el "camino de Santiago
de Compostela" o de las famosas peregrinaciones a Tours. Tiene, con todo,
un aspecto moderno; las peregrinaciones no han terminado. No se hacen ya como
antes, pero siguen existiendo y pertenecen al mundo religioso de los que buscan
a Dios y lo adoran. Albergar al peregrino hoy es un llamado a los que viven en
las ciudades sedes de santuarios para que ayuden como puedan a los que llegan
buscando la misericordia de Dios. Poner a disposición sanitarios, bebidas,
remedios y lugar de descanso puede ser una manera de recibir al peregrino, que
es Cristo.
F) Redimir al cautivo.
Esta obra parece que
pasó de moda. Sin embargo, además de los rehenes por motivos políticos, existen
hoy nuevos esclavos productos de nuevas esclavitudes que amenazan a la
humanidad. Algunos ejemplos son: la selección de temas impuestos por los medios
de comunicación masiva para formar las opiniones y dirigir las conductas de las
personas; la manipulación política, la violencia, la drogadicción, la
pornografía, la extorsión, la corrupción, los negociados, los privilegios
innecesarios. Los cristianos debemos vivir el cristianismo en una sociedad cuyo
principal interés parece ser el éxito económico y la diversión.
G) Sepultar a los muertos.
Esta obra también parece
arcaica. Pero, los devotos de Jesús Misericordioso nos esmeramos en preparar
las tumbas de los difuntos para las visitas de oración al cementerio.
Proponemos tres visitas: 1) en la mañana de la Pascua para los que participaron
en la Vigilia Pascual que comienza en las últimas horas del Sábado Santo; 2) en
el día del aniversario del fallecido, que es como el nacimiento para el Cielo;
3) alrededor del 2 de noviembre que es la conmemoración de los fieles difuntos.
Para eso, preparamos las tumbas con amor, poniendo flores frescas, limpiando e
incluso colocando carteles con una oración para que recen los parientes.
Fácil será advertir la importancia de las obras de misericordia
si tenemos en cuenta que la caridad, para ser verdadera, se debe ver plasmada en
los hechos.
“Cuando hayas terminado
tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y
naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo
que en justicia debes. ¡Eso sí que es fina virtud de hijo de Dios!” (San Josemaría Escrivá de Balaguer,
Camino, 440)
“Con el buen ejemplo se
siembra buena semilla; y la caridad obliga a sembrar a todos.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer,
Camino, 795)
8°) La Virtud de la
Caridad en los Evangelios.
Incorporamos a continuación algunos pasajes de los
evangelios que hablan sobre la caridad, a fin de poner de manifiesto la inmensa
importancia de esta virtud teologal en la espiritualidad cristiana.
“y por haberse
multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.”
“Más el que persevere
hasta el fin, éste será salvo.” (Mt. 24, 12 y 13)
“Seguid el amor; y
procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis.” “Porque el
que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le
entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.” “Pero el que profetiza habla
a los hombres para edificación, exhortación y consolación.” “El que habla en
lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la
iglesia.” “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más
que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en
lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.” 1 Cor. 14, 1 hasta 14, 5 inclusive).
“porque en Cristo Jesús ni la circuncisión
vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” (Gál. 5, 6)
“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley.” (Gál 5, 22 y 23)
“Por esta causa doblo
mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,” “de quien toma nombre
toda familia en los cielos y en la tierra,” “para que os dé, conforme a las
riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por
su Espíritu;” “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de
que, arraigados y cimentados en amor,” “seáis plenamente capaces de comprender
con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la
altura,” “y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para
que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” “Y a Aquel que es poderoso para hacer
todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según
el poder que actúa en nosotros,” “a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús
por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef. 3, 14 a 3, 21 inclusive.)
“Paz sea a los hermanos,
y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
La gracia sea con todos
los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.” (Ef. 6, 23 y 24)
“Y esto pido en oración,
que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento,” “para
que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día
de Cristo,” “llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para
gloria y alabanza de Dios.” (Fil. 1, 9 a 1, 11 inclusive)
“Por tanto, si hay
alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del
Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,” “completad mi
gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma
cosa.” “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno
por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” “Haya, pues,
en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,” “el cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,” “sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres;” “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Fil. 2, 1 a 2, 8 inclusive)
“Amados, amémonos unos a
otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y
conoce a Dios.” “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Jn. 4, 7 y 8)
“Si yo hablase lenguas
humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o
címbalo que retiñe.” “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y
toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes,
y no tengo amor, nada soy.” “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer
a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de
nada me sirve.” “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el
amor no es jactancioso, no se envanece;” “no hace nada indebido, no busca lo
suyo, no se irrita, no guarda rencor;” “no se goza de la injusticia, más se
goza de la verdad.” “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta.” “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán
las lenguas, y la ciencia acabará.” (1 Cor. 13, 1 a 13, 8 inclusive)
“Ahora vemos por espejo,
oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero
entonces conoceré como fui conocido.” “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y
el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (1 Cor. 13, 12 y 13)
“Le dijo Judas (no el
Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” “Respondió
Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada con él.” “El que no me ama, no guarda mis
palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.”
“Os he dicho estas cosas estando con vosotros.” “Más el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y
os recordará todo lo que yo os he dicho.” “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no
os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”
“Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os
habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es
que yo.” “Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda,
creáis.” (Jn. 14, 22
a 29 inclusive)
“Estaba entonces enfermo
uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.”
“(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con
perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)” “Enviaron, pues, las hermanas
para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.” “Oyéndolo Jesús,
dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que
el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” “Y amaba Jesús a Marta, a su hermana
y a Lázaro.” “Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el
lugar donde estaba.”
(Jn. 11, 1 a 6 inclusive).
“Oísteis que fue dicho:
Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.”
“Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” “para que seáis hijos de vuestro Padre que
está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace
llover sobre justos e injustos.” “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?” “Y si saludáis
a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los
gentiles?” “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto.”
(Mt. 5, 43 a 48 inclusive)
“No debáis a nadie nada,
sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.”
“Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no
codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo.” “El amor no hace mal al prójimo; así que el
cumplimiento de la ley es el amor.” (Rom. 13, 8 a 10 inclusive).
“Y sobre todas estas
cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.” (Col. 3, 14).
“El amor sea sin
fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.” “Amaos los unos a los otros
con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Rom. 12, 9 y 10)
“Pero acerca del amor
fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis
aprendido de Dios que os améis unos a otros;” (1 Tes. 4, 9)
“Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu
prójimo como a ti mismo.” (Mt. 19, 19)
“Y amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas
tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.” “Y el segundo es semejante:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” (Mc. 12, 30 y 31).
Y andad en amor, como
también Cristo nos amó, y se entregó a Sí Mismo por nosotros, ofrenda y
sacrificio a Dios en olor fragante. (Ef. 5, 2)
“No hablaré ya mucho con
vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.” “Más
para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago.
Levantaos, vamos de aquí.” (Jn. 14, 30 y 31)
“Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Jn. 3, 16).
“El que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado
por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” (Jn.14, 21)
9°.1) Los Pecados contra
la Caridad.[68]
“La caridad nos libra de
muchas maldades con la fuerza santa de su amor. Todos los pecados son
contrarios a la caridad, y ella los vence, pero consideremos aquí aquéllos que
más directamente la lesionan (S Th II-II, 34-38).”
A) Odios.
“ –«El que no ama
permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un asesino» (1 Jn
3,14-15;+2,9. 11; 4,20). El cristiano debe guardar su corazón de cualquier
odio, por pequeño que sea –como se debe apagar al instante la chispa que puede
originar un incendio– , y ha de ahogar toda antipatía en el amor de Cristo, no consintiendo
en ella, ni menos expresándola de palabra.”
B) Discordias.
“–«Las obras de la carne», dice San Pablo, son
«odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, envidias,
homicidios» (Gál 5,20-21). Todo eso lesiona o mata la caridad. «Quienes tales
cosas hacen no heredarán el reino de Dios» (5,21). El que todavía anda con
peleas, envidias y discordias es en Cristo como un niño, es carnal, vive a lo
humano (1 Cor 3,1-3). Y a veces estas miserias proceden de motivos
pseudo-religiosos: «Hay entre vosotros discordias, y cada uno de vosotros dice:
«Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo»... ¿Acaso está
dividido Cristo?» (1,11-13).”
C) Ofensas.
“–«Yo os digo que todo el que se encolerice contra
su hermano, será reo ante el tribunal; y quien dijere a su hermano imbécil,
será reo delante del Sanedrín; y el que le dijere insensato, será reo de la gehena
del fuego» (Mt 5,22). No nos damos cuenta del precio inmenso de aquello que
dañamos tantas veces con ligerezas ofensivas. «Mirad que, si mutuamente os
mordéis y os devoráis, acabaréis por consumiros unos a otros» (Gál 5,15). «No
salga de vuestra boca palabra áspera, sino palabras buenas y oportunas. Alejad
de vosotros toda amargura, arrebato, cólera, indignación, blasfemia y toda
malignidad» (Ef 4,29. 31).”
D) Juicios temerarios.
“–«No juzguéis y no seréis juzgados, porque
con el juicio con que juzgáreis seréis juzgados, y con la medida con que
midiéreis se os medirá. ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga
en el tuyo?» (Mt 7,1-3). ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nuestro hermano?
«Ni aun a mí mismo me juzgo –decía San Pablo–. Cierto que de nada me arguye la
conciencia; pero no por eso me creo justificado: quien me juzga es el Señor.
Tampoco, pues, juzguéis vosotros antes de tiempo, mientras no venga el Señor,
que iluminará los escondrijos de las tinieblas y hará manifiestos los propósitos
de los corazones» (1 Cor 4,35). Nosotros, por una parte, juzgamos mal, por
apariencias. Sin embargo, «la mirada de Dios no es como la mirada del hombre,
pues el hombre mira las apariencias, pero Yavé mira el corazón» (1 Sam 16,7).
Pero es que además, por otra parte, nosotros no tenemos ninguna autoridad para
juzgar. «¿Quién eres tú para juzgar al siervo ajeno? Para su amo está en pie o
cae. Y tú ¿cómo juzgas a tu hermano? o ¿por qué desprecias a tu hermano? Pues todos
hemos de comparecer ante el tribunal de Dios. No nos juzguemos, pues, ya más
los unos a los otros» (Rm14,4.10.13).”
E) Maledicencias.
“–«De la abundancia del
corazón habla la boca» (Mt 12,34). Las secretas aversiones, las envidias y
desprecios, los juicios temerarios, todo sale fuera y se expresa más o menos
por la maledicencia y la murmuración. Por eso, aún más que con la boca y con lo
que se dice, hay que tener cuidado con el corazón, con lo que se siente, pues
si con la gracia de Cristo lo purificamos de toda aversión, ni siquiera habrá
luego tentación de malas palabras. Como elocuentemente enseña el apóstol
Santiago, quien gobierna su lengua, se domina todo entero. Pero además, «de la
misma boca proceden la bendición y la maldición. Y esto, hermanos míos, no debe
ser así. ¿Acaso la fuente echa por el mismo caño agua dulce y amarga?» (Sant
3,2-12). A veces consideramos que nuestras habladurías no tienen mayor
importancia; pero ¿y si esas mismas cosas las dijeran de nosotros, qué
sentiríamos, cómo reaccionaríamos? No hablemos de los otros como no quisiéramos
que ellos hablasen de nosotros (Lc 6,31).”
F) Acepción de personas.
“–«Hermanos, no juntéis la acepción de
personas con la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo», pues si honráis en
vuestra asamblea al rico bien vestido y menospreciáis al pobre mal presentado, «¿no
juzgáis por vosotros mismos y venís a ser jueces inicuos?» (Sant 2,1-4). La
acepción de personas es un juicio falso, por el cual la persona se inclina
hacia aquéllos que estima más valiosos –sabios, ricos, bellos, fuertes–,
dejando de lado a los otros.”
G) Daños al prójimo.
“ –«La caridad no hace
mal al prójimo» (Rm 13,10). El que ama a su hermano no le hace daño ni
perjuicio alguno: no le roba, ni le miente, ni adultera injuriándole, ni le
miente o engaña (13,9-10). La caridad no permite tampoco hacer daño al prójimo
en venganzas pretendidamente justas: «Que ninguno vuelva a nadie mal por mal,
sino que en todo tiempo os hagáis el bien unos a otros y a todos» (1 Tes 5,15).
«No volváis mal por mal, procurad el bien a los ojos de todos los hombres. No
os toméis la justicia por vosotros mismos, antes dad lugar a la ira [de Dios]:
«A mí la venganza, yo haré justicia», dice el Señor. Por el contrario, «si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que haciendo
así amontonáis carbones encendidos sobre su cabeza». No te dejes vencer del
mal, antes vence el mal con el bien» (Rm 12,17-21).”
H) Escándalos.
“–«Al que
escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valiera que le
colgasen del cuello una piedra de molino
de asno y le arrojaran al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque
no puede menos de haber escándalos, pero ¡ay de aquél por quien viniere el
escándalo!» (Mt 18,6-7). «Habéis sido llamados a la libertad, pero cuidado con
tomar la libertad por pretexto para servir a la carne, antes servíos unos a otros
por la caridad» (Gál 5,13). Se puede escandalizar al prójimo con obras malas:
afirmando en su presencia criterios contrarios al Evangelio, ridiculizando a
una persona ausente, aprobando una conducta pecaminosa, asistiendo a un lugar
indecente, viendo un programa obsceno en la televisión, en fin, de tantas
maneras. También es posible escandalizar con la omisión de obras buenas: no teniendo
oración, ni lecturas buenas, ni frecuencia de sacramentos, ni limosna, ni
catequesis o alguna forma de apostolado. Incluso, cuando falta la prudencia o
sobra el amor propio, ciertas obras buenas pueden «ser tropiezo para los
débiles» (1 Cor 8,9). Pues bien, si escandalizas a tu prójimo, «perecerá por tu
ciencia el hermano por quien Cristo murió. Y así, pecando contra los hermanos e
hiriendo su conciencia, pecáis contra Cristo. Por lo cual, si mi comida ha de
escandalizar a mi hermano, no comeré carne jamás por no escandalizar a mi
hermano» (1 Cor 8, 11-13;).”
9°.2) Caridad y comunión.[69]
“El pecado rompió la
unidad humana primitiva, la disgregó completamente en mil partes: enfrentó a
los hermanos, separó a los pueblos, confundió las lenguas (Gén11), introdujo
una profunda división dentro del hombre mismo, metiendo la contradicción y la
incoherencia en sus pensamientos y voluntades, sentimientos y proyectos. Al
romper el hombre su unión con Dios, destrozó la clave de la unidad con los
otros y consigo mismo.”
“Cristo es el
reunificador de la humanidad disgregada. El da su vida «para juntar en la
unidad a todos los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,52). Jesucristo,
como único Maestro, único Pastor y Sacerdote único (Mt 23, 8-10; Jn 10, 16; Heb
7, 28), nos congrega «en la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
Sólo hay un Cuerpo y un Espíritu, como también una sola esperanza, la de vuestra
vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos» (Ef 4, 3-6).”
“Cristo nos unifica orando
al Padre: «Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en Mí y yo en Ti, para que
también ellos sean en nosotros» (Jn 17, 21). Y así «esta comunión nuestra es con
el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1,3). Cristo nos reúne a todos atrayéndonos
hacia Sí Mismo, cuando está levantado en la Cruz (Jn 12, 32). Y nos reúne comunicándonos
el Espíritu Santo (Hch 2, 1-12), pues «todos nosotros hemos sido bautizados en
un solo Espíritu, para constituir un solo Cuerpo» (1 Cor 12, 13).”
“Nos reúne en la Eucaristía:
«Porque el pan es uno, somos muchos un solo Cuerpo, pues todos participamos de
ese único pan» (1 Cor 10, 17). En fin, Jesucristo nos reúne en la santa Iglesia,
que «es en Cristo como un sacramento, o sea, signo e instrumento de la unión
íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1; GS 42c).”
10°) La caridad: Síntesis.
(Extraída del
Catecismo de la Iglesia Católica).
“La caridad es la virtud
teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a
nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.” (1822)
Jesús hace de la caridad
el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13,
1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los
discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús
dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en
mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos
a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). (1823)
“Fruto del Espíritu y
plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo:
“Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”
(Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13, 8-10)”. (1824)
Cristo murió por amor a
nosotros cuando éramos todavía “enemigos” (Rm 5, 10). El Señor nos pide que
amemos como Él hasta a nuestros enemigos (cf Mt 5, 44), que nos hagamos
prójimos del más lejano (cf Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf Mc 9, 37)
y a los pobres como a Él mismo (cf Mt 25, 40.45).
“El apóstol san Pablo
ofrece una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es paciente, es
servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es
decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se
alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree.
Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7). (1825)
“Si no tengo caridad
—dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio,
virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La
caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes
teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero
la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).” (1826)
“El ejercicio de todas
las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo de la
perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena
entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y
purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural
del amor divino.” (1827)
“La práctica de la vida
moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos
de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni
como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al
amor del “que nos amó primero” (1 Jn 4,19): «O nos apartamos del mal por temor
del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de
la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el
bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de
hijos» (San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae prol. 3).” (1828)
“La caridad tiene por
frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la
corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre
desinteresada y generosa; es amistad y comunión: «La culminación de todas
nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él
corremos; una vez llegados, en él reposamos» (San Agustín, In epistulam Ioannis
tractatus, 10, 4)” (1829)
La ascensión
de Jesús.
V) CONSIDERACIONES
FINALES.
Hemos tratado en el punto I de este trabajo las virtudes
teologales en general para luego abordar individualmente cada una de ellas: La
virtud de la fe en el punto II, la virtud de la esperanza en el punto III y la
virtud de la caridad en el punto IV.
Ahora, como corolario, habremos de resaltar el valor de
la caridad, como virtud que le da sentido cristiano a todas las demás virtudes.
Y, especialmente, como imposición del mandamiento cristiano más importante <Amarás a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.> y, a través de éste, como
vehículo de consumación de los demás mandamientos de la ley de Dios.
De modo que aunque seamos moralmente irreprochables desde
el punto de vista natural estaremos muy lejos del reino de los cielos si no
somos caritativos, si no actuamos por amor a Dios y por amor al prójimo, a
través del amor de Dios.
En nada nos servirá para la salvación de nuestra alma las
virtudes morales e intelectuales, si no las vivimos de acuerdo con los dictados
de la caridad.
Tampoco nos ayudará a alcanzar la vida eterna el hacer beneficencia
con parámetros mundanos, sea por pretensiones de vanagloria, ansias de
reconocimiento o búsqueda indirecta de beneficios personales; vale decir sin
obrar con el amor que purifique nuestras intenciones.
Debemos convencernos que, al final, Dios nos juzgará con
la vara del amor. Por el amor a Él, por el amor al prójimo y por el amor con
que hayamos actuado en las distintas tareas desempeñadas en nuestras vidas. (Familiares,
profesionales, sociales, ciudadanas, apostólicas, benéficas y educativas, entre
otras).
Dios no solo conoce nuestras acciones sino también
nuestro corazón y es por nuestra caridad o la falta de ella, que nos absolverá
o nos condenará.
Además, del rol central que tiene la caridad para nuestra
salvación, aporta la perspectiva que completa el verdadero autoconocimiento y
permite afrontar una profunda reflexión sobre la muerte y, más precisamente,
sobre nuestra muerte.
La caridad es el motor de la oración y del sacrificio. Y
la oración y el sacrificio son, a la vez, las pruebas de la caridad.
En la caridad está la luz y la sabiduría divina que
ilumina y guía nuestro andar en el siglo. (Y también el de los religiosos)
La virtud de la caridad, es pues, el elemento insoslayable
para conseguir la regeneración de nuestra naturaleza humana dañada por el
pecado original y obtener la santidad junto a la unión con el Creador en esta
vida; que nos harán dignos de ser absueltos en el juicio final, del que nadie
quedará exento.
La caridad es el rasgo más representativo de un verdadero
profeso cristiano, el que en toda su dimensión podemos reconocer por ser un
hombre de oración, sacrificado, prudente, justo, fuerte, templado, creyente,
esperanzado y caritativo; que sirve de buen modelo a todo aquel que desee iniciarse
en la profesión de fe cristiana, conforme fuimos explicando a través de la
unidad expositiva secuenciada integrada por ésta y las cinco entradas
anteriores.
Queridos hermanos, para finalizar nuestro trabajo hemos
elegido una frase de P. Novet que sintetiza magistralmente la razón de la
existencia humana:
"La Vida se nos ha dado para buscar a Dios, la
muerte para encontrarlo, la eternidad para poseerlo".
Que la Santísima
Trinidad nos guíe y ayude a hallar nuestro camino, soportar el sufrimiento que
impone su tránsito y poseer la perseverancia necesaria para llegar al destino
de felicidad eterna que Dios previó para nosotros.
[1]
Poco nos ha llegado sobre la vida de san Zenón, pues de él lo que más tenemos
son sus sermones y sus escritos que contienen un valioso material sobre la
doctrina católica, prácticas y liturgia; tratan respecto a Dios, la creación,
la Santísima Virgen, las Santas Escrituras, la Iglesia, los sacramentos, etc.,
y advierte contra los vicios. Es de destacar el gran valor litúrgico y su
firmeza en vencer a los arrianos y pelagianos. Fue obispo de Verona entre los
años 362 al 368, y, parece ser que sufrió el martirio quemado en un horno,
hacia el año 371, durante la persecución de Diocleciano, en el tiempo de
Gallienus. Su fiesta se celebra el 9 de julio. Es patrono de Verona y Pistoia y
es invocado contra las inundaciones. B. Savir.
http://es.ssseu.net/index.php?option=com_content&task=view&id=206&Itemid=1
[2]
http://www.mercaba.org/TESORO/san_zenon_de_verona.htm
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8]
Ibídem.
[9]
Ibídem.
[10]
Ibídem.
[11]Agustín
Fabra. Mailxmail.com http://www.emagister.com/autor-agusti-fabra
[12]
Ibídem.
[13]
Ibídem.
[14]
Ibídem.
[15]
Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[16]
Tema 42 La Virtud de la Fe
Es una gentileza de http://www.servicato.com para la
Biblioteca Básica del Cristiano.
http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/42_la_virtud_de_la_fe.htm
[17]
Ibídem.
[18]
Ibídem.
[19]
Ibídem.
[20]
Ibídem.
[21]
Ibídem.
[22]
Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[23]
Tema 43 La virtud de la esperanza. Gentileza de http://www.servicato.com para
la Biblioteca del Cristiano. http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/43_virtud_de_la_esperanza.htm
[24]
Michael Schmaus. Teología Dogmática V La Gracia Divina.
http://www.icergua.org/latam/pdf/09-segsem/04-08-td11/doc07.pdf
[25]
Ibídem.
[26]
Discurso desde la Suma de Santo Tomás. (Segunda Entrega Capítulo X)
La virtud teologal de la esperanza. Por Jesús Martí
Ballester. http://mercaba.org/Jesus%20M%20Ballester/virtud_de_la_esperanza.htm
[27]
Tema 43 La virtud de la esperanza. Gentileza de http://www.servicato.com para
la Biblioteca del Cristiano. http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/43_virtud_de_la_esperanza.htm
[28]
Ibídem.
[29]
Ibídem.
[30]
Ibídem.
[31]
Ibídem.
[32]Autor:
P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[33] Ibídem.
[34] Ibídem.
[35] Ibídem.
http://www.icergua.org/latam/pdf/09-segsem/04-08-td11/doc07.pdf
[37]
Ibídem.
[38]
Ibídem.
[39]
Tema 43 La virtud de la esperanza. Gentileza de http://www.servicato.com para
la Biblioteca del Cristiano. http://mercaba.org/TEOLOGIA/CURSO/43_virtud_de_la_esperanza.htm
[40]
Ibídem.
[41]Ibídem.
[42]
Ibídem.
[43]
Ibídem.
[44]
Ibídem.
[45]
Michael Schmaus. Teología Dogmática V La Gracia Divina.
http://www.icergua.org/latam/pdf/09-segsem/04-08-td11/doc07.pdf
[47]
Ibídem.
[48]
Conoce tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive |
categoría. Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[49]
Ibídem.
[50]
Ibídem.
[51]
Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[52]
Ibídem.
[53]Conoce
tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive | categoría.
Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[54]
Ibídem.
[55]
Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[56]
Ibídem.
[57]
Ibídem.
[58]
Ibídem.
[59]
Conoce tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive |
categoría. Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[60]
Autor: P Antonio Rivero L.C. | Fuente: Espiritualidad Renovada
http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=26977
[61]
Ibídem.
[62]
Ibídem.
[63]
Ibídem.
[64]
Conoce tu fe | sección. Moral y Mandamientos, lo que la Iglesia vive |
categoría. Virtudes teologales | tema. http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[65]
Ibídem.
[66]
El planteo de este punto responde al contenido tomado de Apóstoles de la Divina
Misericordia de Argentina. http://www.divinamisericordia.org/obras.html
[67]
Ibídem.
[68] El contenido de este punto corresponde a las
páginas 143 y 144 de la obra de Rivera-Iraburu, Síntesis de espiritualidad
católica, tomadas de la página web:
http://es.scribd.com/doc/16429187/35/Pecados-contra-la-caridad
http://es.scribd.com/doc/16429187/35/Pecados-contra-la-caridad
[69]
Ibídem.
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