Jesús amó al Padre y rechazó las tentaciones.
YO, EL IMPUNE.
EL IMPACTO NEGATIVO DE LOS
ESPACIOS DE IMPUNIDAD EN LAS DIMENSIONES MORAL Y ESPIRITUAL.
TEMARIO
I)
CONCEPTO DE IMPUNIDAD. ESPACIOS DE IMPUNIDAD.
II)
ZONAS Y SITUACIONES DE IMPUNIDAD EN LAS ACTIVIDADES HUMANAS. IMPORTANCIA DEL TEMA
ABORDADO. ALCANCES DEL PRESENTE TRABAJO.
III)
SUJETOS IMPUNES.
IV) CLASIFICACION DE LAS POSICIONES EN LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD.
V)
EFECTOS PERNICIOSOS DE LAS ZONAS Y LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD PARA EL
DESARROLLO MORAL Y ESPIRITUAL.
VI)
INTERROGANTES QUE OBLIGAN A PLANTEARSE LAS ZONAS Y LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD.
VII)
ACTITUDES Y APTITUDES PERSONALES FRENTE A LAS ZONAS Y A LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD.
VIII)
DETERMINACION DE LAS ZONAS DE IMPUNIDAD QUE ALCANZAN A LOS TERCEROS CON LOS QUE
NOS VINCULAMOS. PREVENCION DE LOS PERJUICIOS QUE SE PUEDEN DERIVAR DE LAS
MISMAS, TANTO PARA NUESTRAS FAMILIAS COMO PARA NOSOTROS.
IX)
GUIA DE TRABAJO.
X)
CONSIDERACIONES FINALES.
Santo
Tomás Moro (1477-1535). Laico casado de vida santa.
YO, EL IMPUNE: EL IMPACTO
NEGATIVO DE LOS ESPACIOS DE IMPUNIDAD EN LAS DIMENSIONES MORAL Y ESPIRITUAL.
I)
CONCEPTO DE IMPUNIDAD. ESPACIOS DE IMPUNIDAD.
A fin de facilitar la
comprensión de esta nota comenzaremos por precisar el sentido con que usamos el
concepto “impunidad” y, asimismo,
las expresiones “zonas de impunidad”, “situaciones de impunidad” y “espacios de impunidad”.
El D.R.A.E. explica el
vocablo “impunidad” como “falta de castigo”, significado
con el que aquí se utiliza el concepto, ampliándolo y precisándolo mediante la
siguiente definición.
Impunidad,
concepto: Situación en la que una o más personas que han cometido, con intención
o culpa, acciones u omisiones objetivamente reprochables (contrarias a la ley
y/o a la moral) quedan total o parcialmente al margen del tipo de condenas
(jurídica, moral y/o social) que resulten pertinentes y equitativas conforme a
la naturaleza y a la gravedad de las faltas en que han incurrido y/o liberados
de tener que responder personal y patrimonialmente por los perjuicios que han
generado con sus conductas indebidas.
En cuanto a las zonas y a
las situaciones de impunidad a las que aludimos en este trabajo, hacemos el
siguiente distingo:
Zonas
de impunidad: Campo de
actuación humana en el que suelen quedar impunes una significativa cantidad de
hechos jurídica o moralmente reprochables.
Situaciones
de impunidad: Casos concretos en que un
hecho ilegal o inmoral ha quedado impune o, por lo menos, no ha recibido una
sanción oportuna. También incluimos en esta categoría aquellos
acontecimientos impropios que han recibido sanciones que resultan notoriamente
exiguas en relación con la gravedad de los hechos que las motivan.
Cuando empleamos los
términos “espacios de impunidad”
o “ámbitos de impunidad” nos referimos a las zonas y a las
situaciones de impunidad en su conjunto.
Anna Shaeffer, una laica alemana santa.
II)
ZONAS Y SITUACIONES DE IMPUNIDAD EN LAS ACTIVIDADES HUMANAS. IMPORTANCIA DEL
TEMA ABORDADO. ALCANCES DEL PRESENTE
TRABAJO.
Los formatos de las
organizaciones humanas se basan en estructuras y reglas dinámicas impuestas por
los grupos de poder (visibles e invisibles) que han estado dominando a los
pueblos en las distintas etapas históricas sucedidas a lo largo de la evolución
de la civilización.
Los diferentes sistemas de conducción
política, económica y humana establecidos por los poderosos fueron y son
influidos por la impronta que le aportan sus representantes, quienes son
designados para administrar los distintos estamentos que conforman las
estructuras del poder internacional.
Sin embargo, esas
personalizaciones en el ejercicio sectorial del poder delegado se van
reduciendo significativamente dentro de márgenes cada vez más estrechos, como
consecuencia del salvaje “modelado” y las rigurosas “pruebas” a que son
sometidas las personas seleccionadas antes de permitírselos acceder a puestos
directivos y ejercer el “mando” en un ámbito determinado.
Esta pérdida de libertad y
autonomía en la toma de decisiones que vienen sufriendo los administradores del
poder en manos de sus mandantes, lógicamente, también se debe a las
comunicaciones y al control que permiten las tecnologías modernas, que se
resumen en la globalización de nuestros días.
No obstante, a pesar de los
cambios políticos, sociales, económicos, tecnológicos y culturales habidos a
través de miles de años, los esquemas de poder han presentado una
particularidad común en todas las culturas y épocas históricas: La presencia de
vastas “zonas de impunidad” en las que se concentran las múltiples “situaciones
de impunidad” que se han venido produciendo generación tras generación.
En efecto, la experiencia
nos muestra que todos los esquemas organizativos dados hasta el presente -aún
los legales y útiles e, incluso, los destinados a conseguir fines elevados-
poseen amplias “zonas de impunidad” que permiten que se produzcan un gran número de “situaciones de impunidad”
que dejan sin sanción a una parte importante de las acciones ilegítimas que se
cometen.
En los hechos, vemos como
quedan impunes un sinnúmero de conductas ilegales o inmorales que tienen lugar
en los distintos ámbitos del quehacer humano: político, judicial, empresarial,
sindical, periodístico, educativo, social, religioso, familiar y personal,
entre otros; a pesar de los gravísimos perjuicios que ocasionan para las
sociedades en general y para los individuos en particular.
La reiteración y difusión
pública de ese tipo de acontecimientos hace que ni el vocablo impunidad ni la
existencia de ámbitos impunes resulten extraños para la mayoría de los
lectores.
Sin perjuicio de ello,
muchas personas no han tenido la oportunidad de reflexionar en profundidad
sobre los mencionados espacios de impunidad, los sujetos que quedan
involucrados en estos y el modo en que lo hacen, los efectos perniciosos que
producen para el desarrollo moral y espiritual, los interrogantes que obligan a
plantearse y las actitudes y aptitudes que se deben tener frente a ellos. Y, tampoco,
han tenido la posibilidad de meditar acerca de los perjuicios que pueden
acarrear en el plano personal y familiar las zonas de impunidad “usufructuadas”
por terceros.
Motivo por el cual nos hemos
decidido a abordar todas esas cuestiones en el presente trabajo, teniendo en
cuenta especialmente la trascendencia que adquieren para la profesión de fe
cristiana.
Como habrán apreciado, en la
descripción de los ítems que conforman la temática de este trabajo no figuran
las causas de las zonas y las situaciones de impunidad.
Preferimos abordar nuestra
labor a partir de la aceptación de la existencia de los espacios de impunidad,
comprobables por los innumerables hechos que nos presenta la realidad, sin
tener que explicitar y desarrollar las causas religiosas, ideológicas,
políticas y económicas que las provocan. Seguimos este criterio por
entender que tales explicaciones nos llevarían a temas altamente polémicos y
que consideramos inconvenientes para la finalidad de este blog.
Sin perjuicio de lo dicho, si
habremos de señalar la obviedad -desde el punto de vista cristiano- que la
primera causa de los ámbitos de impunidad debemos buscarla en la concupiscencia
heredada por el pecado original, que tanto complica nuestro desenvolvimiento
moral e espiritual.
III)
SUJETOS IMPUNES.
Cuando meditamos sobre las
situaciones de impunidad existentes y que tanto daño causan en la época en que
nos toca vivir, rápidamente aparecen ante nosotros las imágenes de gente
encumbrada a cargo de la administración de importantes cuotas de poder. Por
ejemplo -y según las ideas y experiencias de cada uno- podríamos pensar en:
Personajes de la política, funcionarios del gobierno, miembros del poder
judicial, autoridades policiales, militares de elevado rango, jerarcas
sindicales, dirigentes empresarios, referentes de la banca, líderes religiosos
e invisibles masones de alto grado, entre otros.
Según nuestra visión del
mundo, imaginamos a unos o a otros de esos “grandes personajes” cometiendo una
variedad de acciones ilícitas y todo tipo de inmoralidades constitutivas del
estado de profunda corrupción que existe en la mayoría de las sociedades
actuales. Y los percibimos como sujetos impunes que actúan sin riesgo de tener
que responder en este mundo por sus miserables conductas.
Prescindiremos de incluir un extenso y tedioso listado de los gravísimos hechos delictivos que han quedado sin condenas en los últimos años, dado que nadie mejor que los estimados lectores para recordar los crímenes impunes en sus respectivos países.
Prescindiremos de incluir un extenso y tedioso listado de los gravísimos hechos delictivos que han quedado sin condenas en los últimos años, dado que nadie mejor que los estimados lectores para recordar los crímenes impunes en sus respectivos países.
Ahora bien, si analizamos
detenidamente el concepto “impunidad” advertiremos que su significado es mucho
más amplio que esas primeras imágenes que se nos presentan. Y a poco de
discurrir sobre la cuestión podremos apreciar que las situaciones de impunidad
que se materializan en la vida real van mucho más allá de su relación con los
delitos y la corrupción del poder y se vinculan también con una multiplicidad
de acontecimientos normales y habituales en la existencia de todo tipo de
personas.
En rigor de verdad, los
espacios de impunidad alcanzan tanto al sujeto poderoso como al hombre común en
una infinidad de circunstancias cotidianas de la vida. Vale decir, que todos
disponemos de posibilidades de impunidad, aun cuando los poderosos cuentan con
chances mucho más grandes y variadas.
Lo que significa, por un lado, que a más poder y/o riqueza habrá mayor grado de impunidad y, por otro, que en los diferentes ámbitos en que nos desenvolvemos (personal, familiar, profesional, social, apostólico y/o espiritual) todos tendremos que afrontar el peligro de sentirnos humanamente impunes.
Lo que significa, por un lado, que a más poder y/o riqueza habrá mayor grado de impunidad y, por otro, que en los diferentes ámbitos en que nos desenvolvemos (personal, familiar, profesional, social, apostólico y/o espiritual) todos tendremos que afrontar el peligro de sentirnos humanamente impunes.
Por lo tanto, para poder
protegernos de los efectos negativos que ocasionan las zonas y las situaciones
de impunidad para nuestras dimensiones moral y espiritual es insoslayable que
comencemos por reconocernos como sujetos potencialmente impunes en determinados
ámbitos de nuestra vida (Impunes, claro está, en nuestro paso por la tierra).
Y, asimismo, que analicemos
las diferentes formas con que pueden impactarnos los ámbitos de impunidad.
IV)
CLASIFICACION DE LAS POSICIONES EN LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD.
Luego de reconocernos como
sujetos potencialmente impunes y a fin de efectuar el análisis sugerido en el
último párrafo del punto que precede, es imprescindible que diferenciemos las
posiciones en las que podemos vernos alcanzados por casos de impunidad y que
valoremos las distintas gravedades que presentarán los efectos negativos que se
derivarán para nuestra interioridad, según sea la ubicación de que se trate.
Con el objeto de facilitar
esas tareas clasificamos en nueve tipos las posiciones que suelen integrar las
situaciones de impunidad, a saber:
1°)
Los sujetos que propician los hechos ilegítimos: Son aquellos que ordenan,
organizan, conducen o instigan acciones ilegales o inmorales y no son castigados
en tiempo y forma por su proceder impropio ni se ven obligados a compensar los
daños que se causaron con la materialización de los hechos en cuestión.
2°)
Los sujetos que ejecutan los hechos ilegítimos: Son aquellos que
materializan los actos objetivamente reprochables y se ven exentos del castigo
oportuno y proporcional a las faltas cometidas y/o liberados de la obligación
de compensar los perjuicios ocasionados a terceros y/o a la comunidad.
3°)
Los sujetos que con su proceder cooperan con la realización de los hechos
ilegales o inmorales que quedan impunes: Son aquellos que colaboran,
en mayor o menor medida, para la ejecución de los hechos ilegítimos y quedan
igualmente al margen de los castigos y del pago de las compensaciones pertinentes.
4°)
Los sujetos que con el incumplimiento de sus obligaciones permiten o facilitan
los hechos ilegítimos: Son aquellos sujetos que dentro de una estructura
organizativa deben prevenir, controlar, impedir y/o sancionar la comisión de
determinados hechos objetivamente reprochables e incumplen las obligaciones a
su cargo -con dolo o culpa- y no reciben las sanciones del caso ni deben
afrontar las indemnizaciones que deberían resultar de los perjuicios
ocasionados por su conducta.
5°)
Los sujetos víctimas de los hechos ilegítimos: Son aquellos que se ven
perjudicados por un acto o un hecho objetivamente reprochable y que ha quedado
impune o que, por las circunstancias del caso, presumen razonablemente que
quedará sin castigo.
6°)
Los sujetos víctimas de la impunidad de los hechos ilegales o inmorales: Son aquellos
que particularmente se ven privados de justicia al no aplicársele al ofensor la
debida pena y, de resultar pertinente, no recibir ellos la compensación de los
perjuicios derivados de la conducta impropia. (Pueden -o no- ser las mismas
personas que fueron víctimas de los hechos ilegales o inmorales).
7°) Los sujetos que encubren los hechos
indebidos: Son aquellos que de alguna manera contribuyen para que los sucesos
ilegítimos no sean descubiertos o queden sin castigo y ellos mismos se ven
exentos de las sanciones correspondientes por el encubrimiento realizado.
8°)
Los sujetos que son testigos de hechos ilegales y/o inmorales que quedan
impunes: Son aquellos que por medio
de sus sentidos han tomado conocimiento directo de la comisión de los hechos
impropios que no reciben sanciones oportunas y equitativas.
9°)
Los sujetos que en condición de terceros piensan que se han cometido
determinados hechos ilegales o inmorales y que estos han quedado o quedarán
impunes: Son aquellos que sin haber participado ni conocido de manera directa
los acontecimientos de que se trate toman un conocimiento indirecto de los
mismos (preciso, distorsionado o falaz) que los lleva a la creencia de que esos
episodios se han materializado, son ilegítimos y han quedado o quedarán
impunes.
Cada hecho concreto de
carácter ilegítimo e impune involucra a dos o más de las posiciones que
integran la clasificación precedente. Por lo que es importante tener presente
la misma a la hora de analizar las situaciones de impunidad y sus efectos
negativos.
Y cualesquiera que sean las
posiciones que ocupemos dentro de los espacios de impunidad éstas tenderán a
influir de manera negativa (consciente o inconsciente y en mayor o en menor
grado) en nuestra moralidad y en nuestra espiritualidad.
Dicha influencia perjudicial, en caso de
no ser neutralizada mediante las técnicas apropiadas, se va haciendo más y más
intensa con la acumulación de los distintos episodios que vamos soportando a lo
largo de nuestra experiencia vital.
En relación a lo expuesto,
cabe aclarar que el orden seguido en la clasificación de las posiciones en las
situaciones de impunidad responde en orden decreciente -de mayor a menor- a la
magnitud de las influencias negativas que cada una de ellas suele causar en la
evolución de la interioridad de las personas.
Lo dicho, claro está, es
aplicable cuando todas las posiciones son valoradas en relación a idéntico
hecho ilegítimo. De lo contrario se podrá dar que produzca más daño para la
moralidad y espiritualidad de una persona el verse involucrada desde la última
posición en un gravísimo hecho ilegítimo impune que ocupar la primera posición
en una cuestión menor.
V)
EFECTOS PERNICIOSOS DE LAS ZONAS Y LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD PARA EL
DESARROLLO MORAL Y ESPIRITUAL.
Mediante un razonamiento
bastante sencillo es posible comprender la magnitud de las dificultades que
originan las zonas y las situaciones de impunidad en materia de promoción
humana:
1°) La mejora moral
se va logrando a partir del desarrollo progresivo de la virtud del sujeto.
2°) Se utiliza en
este caso el concepto “Virtud” como: “Capacidad para hacer el bien y rehuir del
mal.
3°) El crecimiento
en virtud se obtiene mediante el ejercicio habitual de conductas eficientes
para conseguir el bien y/o evitar cooperar con el mal.
4°)
Las
zonas de impunidad facilitan la concreción de situaciones de impunidad.
5°) Las
situaciones de impunidad dejan sin castigo las acciones que causan el mal o
cooperan con él, vale decir las transgresiones jurídicas o morales.
6°) Por lo tanto,
las zonas y las situaciones de impunidad amparan, facilitan, influyen y
estimulan las conductas defectuosas que con su reiteración consolidan los
vicios y, consecuentemente, atentan contra la posibilidad de mejorar como seres
humanos. (De hecho producen una involución)
7°)
Una
exigua dimensión moral (falta de desarrollo de las virtudes morales, también
llamadas humanas o naturales) restringe las posibilidades de recibir la gracia
de Dios que es imprescindible para poder desarrollar las virtudes teologales.
8°)
La
escasa evolución de las virtudes teologales impide profesar la fe cristiana.
Con el razonamiento
precedente han quedado brevemente expuestos los efectos perniciosos que
originan las zonas y las situaciones de impunidad para el desarrollo moral y
espiritual.
A lo cual hay que agregar
que las expectativas de impunidad alientan la perversa ilusión de que por el
camino del mal será posible alcanzar la realización personal y la felicidad,
mediante la facilitación de la consecución de los falaces paradigmas impuestos
por la posmodernidad y que, obviamente, entran en una flagrante contradicción
con los postulados que enseña la Religión Cristiana.
Las personas atrapadas en
ese contexto, lejos quedan de poder advertir que los logros materiales y las
falsas seguridades humanas, aún en el caso de conseguirse, jamás podrán
compensar los perjuicios y los sufrimientos que se desprenden de la pérdida de
la integridad personal, tal como el maligno exige a cambio del éxito mundano
habido a expensas del bien.
En síntesis, la impunidad
repercute negativamente sobre las personas, generando el ámbito ideal para que
prosperen las tentaciones a las que se hallan expuestas y terminen dando rienda
suelta a la concupiscencia que tantas veces las ha llevado a apartarse de la virtud y de la religión, para transitar el camino del vicio que
las adentra más y más en las profundidades de las tinieblas.
VI)
INTERROGANTES QUE OBLIGAN A PLANTEARSE LAS ZONAS Y LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD.
A pesar de lo expuesto, es
frecuente que se descuiden o, lisa y llanamente, se ignoren acciones
imprescindibles para aumentar las probabilidades de éxito en la difícil tarea
de buscar la “perfección humana” o, en su caso, la perfección cristiana (“santidad”)
para quienes profesamos la religión cristiana.
Dichas acciones consisten
en: “conocer” en profundidad
nuestra persona, “determinar”
las zonas y las situaciones de impunidad que nos involucran, “analizar” nuestros
comportamientos en esos ámbitos, “precisar”
desde qué posiciones nos relacionamos con esos espacios de impunidad, “identificar” los efectos
nocivos que las zonas y las situaciones de impunidad irradian en perjuicio de nuestra
dimensión moral y espiritual y “neutralizar”
los aludidos efectos negativos mediante la elaboración e implementación del
plan de trabajo que resulte apropiado para nuestro caso en particular.
Con la finalidad de
facilitar la ejecución de las aludidas acciones proponemos a los lectores que
se aboquen a la tarea de dar respuesta a los interrogantes incorporados a
continuación; además de los que cada uno crea apropiado agregar al listado.
1°) ¿He advertido
que casi todas las personas, sean poderosas o comunes, gozan de un amplio campo
de impunidad terrenal en el que se pueden apartar de sus obligaciones sin
recibir sanción humana alguna?
2°) ¿He
reflexionado seriamente acerca de que los espacios de impunidad están presentes
tanto en mis conductas personales como en mis labores de índole familiar,
profesional, social, apostólica y religiosa?
3°) ¿He
individualizado las zonas de impunidad que me involucran? ¿Y he precisado en
qué posición me encuentro dentro de ellas?
4°) ¿He
determinado las situaciones de impunidad en las que estoy involucrado? ¿Y he
precisado en qué posición me encuentro dentro de ellas?
5°) ¿Soy
consciente de cómo una zona de impunidad influye en mi persona y en mi conducta
al permitirme suponer que no recibiré en tiempo y forma castigos humanos
proporcionales a mis faltas?
6°) ¿Soy
consciente de cómo una situación de impunidad influye en mi persona y en mi
conducta al ver que obtengo beneficios y no recibo las correspondientes
sanciones por mi mal proceder? (En aquellos casos en que soy victimario).
7°) ¿He
racionalizado cómo una situación de impunidad influye en mi persona y en mi
conducta cuando he sido o estoy siendo injustamente dañado y sé o intuyo que no
se aplicarán los castigos pertinentes por las faltas cometidas en mi perjuicio?
(En los casos en que soy víctima)
8°) ¿Valoro
adecuadamente cómo una situación de impunidad influye en otra persona y en su
conducta cuando ha sido o está siendo injustamente dañada y sabe o intuye que
no habrá castigos humanos, proporcionales y oportunos por las faltas
cometidas en su perjuicio? (En los casos en que la víctima sea un tercero).
9) ¿He considerado
cómo influyen las situaciones de impunidad en quienes las presencian o toman
conocimiento de ellas?
10°) ¿Advierto que
en el largo plazo la impunidad tiene un efecto mucho más dañino que los propios
hechos ilegítimos que deja sin castigo?
11°) ¿Me doy cuenta
que la alegada intención de evitar un escándalo mediante el ocultamiento de
hechos ilegales -so pretexto que el estado público de los mismos lo produciría
inevitablemente- oculta habitualmente la verdadera intención de consagrar la
impunidad de sus autores?
12°)
¿Comprendo
que la misericordia es el rasgo cristiano que le da plenitud a la justicia en
el marco de la caridad? Y, consecuentemente, ¿Me doy cuenta que la misericordia
en ningún caso puede legitimar la impunidad de un crimen?
13°) ¿Acepto que la
consideración de una falta contra Dios en muchos casos no se agota con su
tratamiento religioso? ¿Y que cuando un pecado también configura un delito es
imprescindible que intervengan las autoridades penales competentes para juzgar el
crimen cometido?
14°) ¿Estoy seguro
que conozco con precisión el límite que separa el espíritu de cuerpo del
espíritu de asociación ilícita?
15°) ¿Entiendo que -aunque
persiga una buena intención- jamás será santa una idea que impulsa acciones que vulneran los derechos
naturales del ser humano, vale decir los derechos que le son propios por haber
sido creado por Dios a su imagen y semejanza? ¿Y que Dios quiere que le amemos,
pero que le amemos con entera libertad?
16°) ¿Aprendí que
es un grave error emplear criterios y posiciones dogmáticas en cuestiones no
dogmáticas? Y, en sentido inverso, ¿Sé que debo evitar meditar con espíritu
crítico y/o ánimo reformista los asuntos que son dogmas de fe? (verdades
rebeladas).
17°) ¿Cultivo
amistades verdaderas o mis relaciones se limitan a atender mis intereses y
conveniencias?
18°) ¿Actúo con
honestidad intelectual? ¿Existe unidad entre lo que pienso, lo que siento, lo
que digo y lo que hago?
19°) ¿Soy
consciente que muchas de las contradicciones en las que eventualmente puedo estar
incurriendo no serán producto de la mala fe y que, consecuentemente, es
probable que me estén pasando desapercibidas? ¿Me esfuerzo por detectarlas y
evitarlas?
20°) ¿Mi palabra es
de valor para quienes me tratan regularmente? ¿Cómo lo sé?
21°) ¿Soy un sujeto
socialmente responsable? (¿Uso mi vehículo con prudencia y consideración por
mis semejantes? ¿Cuido los espacios públicos? ¿Protejo el medio ambiente?
¿Cumplo con mis obligaciones comunitarias? ¿Hay un espacio en mi vida para
atender el bien común? ¿Hago beneficencia? Etc.)
22°) ¿Indago y
analizo si cometí injusticias o causé daños con una conducta imprudente, inequitativa, maliciosa, negligente,
inexperta, reticente, desaprensiva, irreflexiva o temeraria, producida en
cualquiera de las funciones en las que me desenvuelvo? Vale decir, en mis roles
de padre, hijo, esposo, hermano, amigo, consejero, profesional, integrante de
la comunidad, Etc.
23°)
Si
llego a la conclusión de que he ocasionado perjuicios con mi conducta
improcedente: ¿Analizo si recibí el castigo que merecía y si compensé el daño
causado a terceros por mis acciones defectuosas? Y, en su caso, ¿Trato de
reparar los perjuicios ocasionados por mi conducta impropia y no repetir las
mismas? (Aun cuando hayan sido motivadas por un exceso de celo en el
cumplimiento de mis funciones)
24°) ¿He
considerado si estoy sometido a esquemas de evaluación que midan razonablemente
mi desempeño y que, en base a los resultados alcanzados, apliquen los premios o
castigos que correspondan? En caso negativo busco la forma de superar esta
falta del sistema a fin de estimular la excelencia en mi desempeño.
25°) En caso de
ejercer funciones jerárquicas: ¿Me aseguro que en mi forma de proceder no haya
deficiencias que generen zonas o situaciones de impunidad que afecten a mis
subordinados o a quienes tratan con ellos?
26°) ¿Comprendo que
aumenta seriamente el riesgo de incurrir en acciones ilegales o inmorales
cuando tengo la posibilidad de operar a través de terceros o de valerme de una
red de poder? Y, en su caso, ¿Adopto los recaudos necesarios para neutralizar
ese mayor riesgo de obrar mal?
27°) ¿He analizado
si frente a la falta de una gestión exitosa, aún sin culpas de mi parte, me vi
obligado a soportar en carne propia las consecuencias habituales del fracaso? O
si, por el contrario, ¿Me vi beneficiado por situaciones particulares que
impidieron que pagara un precio acorde a la falta de concreción de los
objetivos previstos, tal como le suele ocurrir a la mayoría de las personas?
28°) ¿Asumo que las
obligaciones familiares se deben cumplir en tiempo y forma? A partir de ese
punto: ¿Comprendo que lo que le niego a un ser humano en una etapa de su vida
difícilmente se lo pueda compensar en otra? Y sin perjuicio de ello: ¿Entiendo
que el hecho de no haber cumplido con mis obligaciones pasadas no me libera de
cumplir con mis obligaciones actuales y futuras?
29°) ¿Reconozco que
muchas obligaciones familiares son “intuitu personae” y que no puedo delegarlas
en un tercero, aun cuando éste pueda tener más capacidades que yo para
realizarlas? (Para un niño no es lo mismo jugar con sus padres que hacerlo con
una niñera, aun cuando ésta sea la más eficiente que se pueda contratar, ni
para un adolescente es igual conversar y recibir consejo a sus padres que
hacerlo con otros adultos abocados profesionalmente a su formación)
30°) ¿Me engaño
pensando que hago cosas por los integrantes de mi familia sin saber si esas
cosas son las que ellos verdaderamente desean, les convienen o les hacen falta,
cuando en realidad obro cegado por mis preferencias, intereses, ambiciones
personales y/o mi intención de aparentar o exhibirme?
31°) ¿Estoy
verdaderamente satisfecho de ser como soy? ¿Por qué? En concreto, ¿Qué me gusta
y que no me gusta de mi persona? ¿En qué etapa considero que estoy de la
regeneración de mi naturaleza dañada? ¿Qué debo hacer para seguir avanzando?
32°)
¿Estoy
seguro que los parámetros que uso para valorar mi persona son los correctos?
¿He comenzado por trabajar arduamente para autoconocerme? ¿Acepto que quien no
se conoce a sí mismo, mal puede mejorar lo que no sabe cómo es?
33°)
¿Estoy
seriamente comprometido con mi crecimiento personal? ¿Cómo lo sé?
34°)
¿Estoy
realmente decidido a erradicar mis conductas violatorias de las normas jurídicas
y/o de la moral cristiana? En caso afirmativo, ¿En qué hechos concretos fundamento
mi conclusión?
35°) ¿He dado un
razonable orden de prioridades a los vicios o defectos que debo erradicar?
36°) ¿Tengo una
planificación eficiente para enmendar mis conductas impropias que se encuentran
al amparo de ámbitos de impunidad?
37°) ¿Hago lo que
está a mi alcance por evitar o morigerar las zonas de impunidad que me
involucran aun cuando no dependan de mí? ¿O, en su caso, para alejarme de las
mismas?
38°) ¿Tengo un plan
de vida que contemple las exigencias de la profesión de fe cristiana en materia
de: oración, mortificación y meditación, junto a un riguroso examen de
conciencia y una permanente presencia de Dios?
Como anticipamos al comienzo
de este punto, creemos que el cuestionario incorporado ayudará a que cada lector
que lo desee pueda: “conocer”
mejor su persona, “determinar”
las zonas y las situaciones de impunidad que lo involucren, “precisar” desde qué posiciones se relaciona con los
espacios de impunidad, “identificar”
los efectos nocivos que esos ámbitos impunes irradian en perjuicio de los
objetivos de mejora moral y espiritual que se haya trazado y “neutralizar” los mismos
mediante la elaboración y ejecución del plan de trabajo específico que
considere apropiado para su caso concreto.
Federico Antonio Ozanam (1813-1853).
Otro laico casado
de vida santa.
VII)
ACTITUDES Y APTITUDES PERSONALES FRENTE A LAS ZONAS Y A LAS SITUACIONES DE IMPUNIDAD.
Cada zona y cada situación
de impunidad que nos involucran exigen un minucioso análisis particular, por lo
que no existe la posibilidad de prescribir en una receta única los antídotos
que permitan neutralizar los efectos negativos que ellas producen para nuestro
desarrollo personal.
De todos modos si es posible
esbozar algunos lineamientos o principios generales a tener
en cuenta:
1°) Quien se
proponga seriamente como objetivo lograr la perfección humana hará un mayor
esfuerzo por obrar éticamente. Vale decir por procurar el bien y evitar
cooperar con el mal, aun cuando suponga que no recibirá premios ni castigos en
virtud de sus merecimientos personales. Con lo cual habrá dado un paso decisivo
para neutralizar los efectos negativos que producen los ámbitos de impunidad.
2°) Quien asuma
que adoptar una forma de vida comprometida con el bien es sumamente complejo y
peligroso (desde el punto de vista físico, moral, psíquico y patrimonial)
comprenderá que es necesario alcanzar una elevada capacitación ética. Y,
consecuentemente, procurará convertirse en un “moralista práctico competente”, de manera que -si lo logra- estará
en mejores condiciones para vivir sin claudicaciones éticas a pesar de las
presiones perniciosas que genera el entorno.
3°) Quien
comprenda que si sucumbe a los cantos de sirena que emiten las zonas y las
situaciones de impunidad deberá soportar en esta vida la angustia y la
insatisfacción que inevitablemente producen los desarrollos morales anémicos,
encontrará las motivaciones necesarias para rechazar las prebendas del mal, aun
cuando se crea a salvo de un justo castigo.
4°) Quien
trascienda el enfoque ético naturalista aplicado a la búsqueda de la perfección humana y procure alcanzar la
perfección cristiana (santificación)
a través del ejercicio heroico de las virtudes cristianas (morales y
teologales), en el marco familiar, profesional y apostólico, encontrará en la Gracia Divina una fuerza sobrenatural
que resultará decisiva para neutralizar los efectos negativos que propagan los
espacios de impunidad.
5°) Quien haya
alcanzado la sabiduría comprenderá que tarde o temprano “tendrá que comparecer ante el Señor para ser juzgado por la forma en
que ha vivido” y, consecuentemente, su principal deseo -para sí- será “ser absuelto en el juicio final y, de esa
forma, salvar su alma para la eternidad”. Este objetivo es la motivación
distintiva que tienen los profesos cristianos para luchar contra los ámbitos de
impunidad que pudieran involucrarlos y que tan fuertemente tientan a los
hombres a obrar en contra de las leyes de Cristo.
San José, ejemplo de padre.
VIII)
DETERMINACION DE LAS ZONAS DE IMPUNIDAD QUE ALCANZAN A LOS TERCEROS CON LOS QUE
NOS VINCULAMOS. PREVENCION DE LOS PERJUICIOS QUE SE PUEDEN DERIVAR DE LAS
MISMAS, TANTO PARA LOS INTEGRANTES DE NUESTRAS FAMILIAS COMO PARA NOSOTROS.
El sentido común nos indica
que también debemos considerar los vínculos que tienen los integrantes de
nuestras familias con terceros, así como los nuestros, con la finalidad de
determinar las zonas de impunidad que estos están “usufructuando”; para luego
ponderar los riesgos de sufrir perjuicios ilegítimos a los que estamos expuestos
como consecuencia de esas relaciones y, seguidamente, tomar las medidas que
estén a nuestro alcance para evitar dichos riesgos o, si eso no fuera posible,
por lo menos, reducirlos a niveles aceptables.
Vale decir que no sólo
debemos ocuparnos de neutralizar los efectos negativos que se derivan de
nuestras zonas de impunidad sino que, además, tenemos que ocuparnos de suprimir
o disminuir las posibilidades de sufrir daños morales, psicológicos y/o
patrimoniales a causa de las zonas de impunidad que “usufructúan” los terceros
con los que nos relacionamos.
En especial debemos estar
muy atentos para proteger a nuestros hijos menores de los riesgos en que se
encuentran al interactuar con adultos que operan al amparo de las vastas zonas
de impunidad existentes, sean generadas de ex-profeso por los poderes reinantes
o causadas por las múltiples ineficiencias que presentan los sistemas de
conducción que estos imponen para desenvolverse en la formalidad y los que
emplean para operar encubiertamente.
En tal sentido debemos ser
conscientes que las zonas de impunidad con las que convivimos, mal que nos
pese, generan recurrentemente casos de: trata de niños, niñas y adolescentes,
tráfico de órganos de criaturas, corrupción de menores, abusos sexuales,
pornografía infantil, maltratos físicos y psíquicos, lavados de cerebros y
graves discriminaciones, entre otras infamias.
Las aberrantes situaciones
aludidas, lamentablemente, siguen causando inmensos daños a una gran cantidad
de menores sin que las autoridades -por una u otra razón- estén a la altura que
exigen las circunstancias para terminar con esos flagelos; motivo por sí solo
suficiente para demandar una labor más atenta y vigilante por parte de los
padres y de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) especializadas en
dichas temáticas, como asimismo para reclamar del público en general un mayor
compromiso con tamaña problemática.
Cumpliremos mejor nuestro
cometido de proteger a nuestros hijos menores y/o a los menores a nuestro
cargo, si somos conscientes que zonas de impunidad y sujetos inmorales puede
haber en todas las estructuras humanas, se trate de las instituciones con las
que nos identificamos o de organizaciones que estén alejadas de nuestras
preferencias.
Igualmente, si aceptamos de antemano
la posibilidad de que esas manifestaciones deleznables del ser humano pueden
también tener lugar en ámbitos bajo nuestra responsabilidad directa.
Vale decir, que una
perspectiva objetiva y rigurosa sobre la naturaleza humana y una ponderación práctica
de las zonas de impunidad que se hallan presentes en la vida comunitaria nos
ayudarán a desenvolvernos con efectividad en todo tipo de relaciones
asimétricas.
En concreto nos permitirán
entender que las consecuencias del desequilibrio propio de las relaciones
asimétricas se ven notoriamente influidas por las tendencias naturales al vicio
transmitidas a partir de la caída original y, asimismo, por las aludidas zonas
de impunidad que alientan fuertes expectativas de no ser castigados por las
malas acciones que se cometen.
Un análisis pormenorizado de
las relaciones humanas sin equilibrio entre las partes excede el alcance
previsto para este escrito por lo que a mero título ilustrativo nos limitaremos
a mencionar unos pocos ejemplos de relaciones asimétricas, entre los muchos que
existen y todos conocemos. Algunos vinculan a adultos con menores y otros a
mayores entre sí, a saber: padres / hijos menores, hijos adultos / padres ancianos, médicos /
pacientes, abogados / presos, niñeras / niños, docentes / alumnos, sacerdotes /
fieles, maestros / aprendices. Etc.
La virtud de la prudencia es esencial para protegernos
de los engaños.
En síntesis, si hemos
desarrollado la virtud cardinal de la prudencia y dominamos los criterios
expuestos precedentemente seremos más eficientes para proteger a nuestra
familia, ejercer nuestras funciones jerárquicas y cuidar a nuestra persona.
IX)
GUIA DE TRABAJO.
Como complemento de los
conceptos previamente expuestos se sugiere al lector que, de manera individual,
efectúe:
1°) Un detalle de
las acciones disvaliosas que haya realizado en sus distintos ámbitos de
actuación (personal, familiar, profesional, social, apostólico, religioso,
Etc.) y que quedaron sin el oportuno castigo al amparo de zonas de impunidad
terrenal.
2°) Una evaluación
de cómo han impactado los hechos impropios cometidos en sus dimensiones moral y
espiritual. Y, de igual forma, respecto de sus niveles de autoestima y
tranquilidad interior.
3°) Un estudio de
las acciones que deba implementar para poner fin a los hechos ilegítimos que
esté realizando (antijurídicos o inmorales). Asimismo, para neutralizar los efectos negativos de las zonas
de impunidad que lo involucren o, cuando le sea posible, hacer desaparecer
dichas zonas impunes.
4°) Un análisis
sobre la forma de reparar los daños que haya causado mediante hechos ilegítimos.
5°)
Una
ponderación exhaustiva de los peligros para su integridad psicofísica (y la de
su familia), al igual que de los riesgos patrimoniales, que generará la mejora
moral y espiritual que tiene prevista implementar. (Téngase presente que elevar
la actitud moral exige incrementar proporcionalmente la aptitud moral, a fin de
lograr aumentar la capacidad moral. En otras palabras, se debe adquirir la
competencia moral necesaria para no malograrnos sin sentido)
6°)
Una
evaluación de los riesgos a los que esté expuesto como consecuencia de las
zonas de impunidad que estén “usufructuando” los terceros con los que
interactúe. Y, con especial cuidado, extienda su evaluación a las situaciones
peligrosas que involucren a las personas a su cargo.
7°)
Ponga
en práctica un plan de trabajo destinado a elevar sus dimensiones moral y
espiritual, teniendo en cuenta las consideraciones y conclusiones resultantes
de los puntos anteriores.
La familia y el trabajo, ámbitos supremos de
santificación.
X)
CONSIDERACIONES FINALES.
Si nos pidieran que explicáramos
en pocas palabras ¿Qué finalidad tiene profesar de fe cristiana? diríamos que
la misma queda sintetizada en la búsqueda de dos objetivos, uno terrenal y otro
celestial, los cuales definiríamos de la siguiente manera:
El
objetivo terrenal: Radica en
procurar llevar una vida santa -resultante del desarrollo en grado heroico de
las virtudes cristianas- y alcanzar la unión mística con Dios. (Lograr en
este mundo la unión mística del alma humana con Dios es sólo para una minoría
escogida por el Supremo. No obstante ningún profeso cristiano se autoexcluye de
tal posibilidad; por el contrario, se muestra dócil a todas las Gracias que
recibe y en esa dirección avanza con dedicación, esfuerzo y optimismo hasta
donde el Señor le permita llegar).
El
objetivo celestial: Consiste en
obtener la absolución de Dios y acceder a la vida eterna en Su compañía.
(Si apuntamos bien alto mediante la búsqueda de la perfección cristiana
(santificación), seguramente tendremos más chances de conseguir la absolución que
nos permita entrar en el cielo y vivir la eternidad junto a nuestro Padre
(Dios, Yahvé, Jehová o como prefiramos llamar a nuestra Divinidad Trinitaria).
Algunos aluden de modo
alegórico a esos dos objetivos como la construcción de los dos templos. Uno el
templo interior, que nos convierta en una morada digna de ser habitada por el
Espíritu Santo y otro el templo exterior, en el cielo, que nos haga merecedores
de ser “vecinos” de la Divinidad.
Con lo dicho hasta aquí
damos por concluida nuestra respuesta sobre ¿Cuál es la finalidad de
profesar la religión cristiana?
La consecución de ambos
objetivos (terrenal y celestial) exige enfocar el trabajo en la regeneración de
la naturaleza del hombre deteriorada por la caída original, labor que es
valorada como algo fundamental por todo profeso cristiano.
Y allí está la explicación
de por qué en la profesión de fe cristiana se considera imprescindible
desarrollar las virtudes morales y espirituales en grado heroico, tal como señalamos
en los párrafos precedentes.
Dicho nivel heroico de
virtuosismo cristiano sólo se puede alcanzar con la Gracia Divina, que los
profesos cristianos piden con humildad.
Lógicamente, además de la necesaria
ayuda de Dios, también hacen falta saberes y sacrificios que todo profeso
cristiano se hace responsable de incorporar y afrontar.
En concordancia con los
criterios expuestos, parte importante de la masa crítica de conocimientos que
demanda trazar, planificar y efectivizar un desarrollo moral y espiritual
sostenido ha sido previamente aportada en las entradas anteriores de este blog.
En las mismas nos hemos referido a la oración espiritual, la mortificación
cristiana, las leyes morales, las virtudes cardinales y contenidas, los vicios
capitales y las virtudes que se les oponen, y las virtudes teologales, entre
otros temas trascendentes para tales labores.
En esta oportunidad hemos
resuelto tratar las zonas y las situaciones de impunidad debido a que son un
tema habitualmente desatendido en los planes de desarrollo moral y espiritual, a
pesar de la enorme repercusión negativa que tienen para esas dos dimensiones
humanas.
Otra razón por la que
elegimos el tema abordado es que los ámbitos de impunidad son peligros habitualmente inadvertidos por la
gente común, cuya ignorancia sobre el particular les suele impedir tomar
consciencia sobre los graves daños que los mismos causan a la interioridad
humana. La experiencia demuestra que los estadios de injusticia se suelen
convertir en verdaderos laberintos en los que se extravía la mayoría de las
personas, que ven en ellos destruirse su integridad y su fe.
Casos paradigmáticos de tan
desalentadoras situaciones los han protagonizado muchos de los que han sido
merecedores de los motes de: “cristianos sociales”, “… de etiqueta”, “… de
nombre”, “… de salón” o “… de despacho” y otros tantos de los que han ingresado
en la confusión que proponen las ideologías sincréticas. Y ni que hablar de las
dificultades que acarrean las zonas y las situaciones de impunidad para la
moralidad de las personas ateas o agnósticas.
Las pruebas incontrastables
de los daños que originan los espacios de impunidad a nivel moral y espiritual
las encontramos en la moda del sincretismo, en el acérrimo individualismo
desatado y en la corrupción extendida a nivel global, que crecen día a día de
manera pública y notoria al no encontrar justas sanciones (jurídicas, religiosas,
morales y/o sociales) que las detengan y hagan retroceder a límites aceptables.
Lo cierto es que las
condiciones de vida imperantes hoy en día configuran una realidad solapadamente
peligrosa para los integrantes de las Milicias de Cristo, que nos lleva a alertar
en cuanta ocasión nos es propicia que para no malograrse en el ejercicio profesional
por causa de profesar la religión cristiana cada apóstol moderno debe convertirse
en un moralista práctico competente.
Competencia que exige
incorporar las múltiples capacidades necesarias para poder obrar bien en los
dominios del mal y sobrevivir para dar testimonio de fe y enseñar el arte
práctico de la moral a los hermanos que lo requieran. Asimismo, para evitar
ceder terreno en el siglo a los tibios o, lo que sería aún peor, a los enemigos
de la Santa Religión Cristiana.
Sabedores de todos esos riesgos
y dificultades, no queremos concluir este trabajo sin remarcar que todos
aquellos que deseen abrazar la profesión de fe cristiana se deben congregar -de
acuerdo con sus gustos personales, preferencias de carismas y posibilidades
concretas- a fin de evitar quedar aislados y ser presa fácil de los poderosos
grupos anticristianos que operan cada vez con mayor virulencia y al amparo de
ardides más audaces y descarados.
Asimismo, no deseamos
finalizar nuestra labor sin insistir en que es imprescindible que los seguidores
de Cristo aprendan a neutralizar los efectos negativos de las zonas y las
situaciones de impunidad en que se pudieran ver involucrados, a fin de evitar
que éstas:
A) Les obstaculicen su
crecimiento personal y, más específicamente, les resten chances de regenerar su
naturaleza y lograr la salvación de su alma; y
B) Les impidan alcanzar un
bien ganado prestigio profesional y los descalifiquen como apóstoles.
Queridos hermanos, hemos así
llegado al final de nuestro trabajo. Nos despedimos implorando a la Santísima Trinidad para que nos guíe y ayude a hallar nuestro camino,
soportar el sufrimiento que impone su tránsito y poseer la perseverancia
necesaria para llegar al destino de felicidad eterna que Dios previó para
nosotros.
Alejandro
Oscar De Salvo. (1)
Octubre
de 2013.
(1) La presente nota ha sido originalmente redactada
por el Dr. Alejandro O. De Salvo
(abogado) en el mes de noviembre de 2001 como parte del material didáctico de
un programa de capacitación directiva. Y fue revisada y adaptada por su autor
en octubre de 2013 para su incorporación a este blog.