LA RESURRECCION DE CRISTO
TEMARIO.
I) IMPORTANCIA DE LA RESURRECCION DE CRISTO PARA LA FE CRISTIANA.
II) CITAS EVANGELICAS SOBRE LA RESURRECCION DE CRISTO.
III) LA RESURRECCION, SEGUN SAN PABLO.
IV) EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA.
V) MATERIAL DE CATEQUESIS DIFUNDIDO POR LA
IGLESIA.
VI) EPILOGO.
LA RESURRECCION DE CRISTO
I) IMPORTANCIA DE LA RESURRECCION DE CRISTO PARA LA FE CRISTIANA.
En el comienzo de este trabajo
trataremos de ofrecer al lector una sintética exposición de la trascendencia
que alcanza la resurrección de Cristo para la fe cristiana. Para lo cual
incorporaremos a continuación una parte de un texto de <Catequesis sobre la
persona de Cristo y su misterio de salvación> cuya autoría pertenece al
sacerdote Miguel Payá Andrés.[1]
“Si el Evangelio en definitiva es Jesús, lo que es y significa Jesús
sólo se descubre a partir de su resurrección. Todo el cristianismo se puede
resumir en estas tres palabras: Jesús ha resucitado.”
“Nos encontramos ante la cuestión más desconcertante que se haya
planteado jamás al espíritu humano y ante la frontera que separa necesariamente
la fe de la increencia. Para quien no cree, la resurrección de Jesús es lo
totalmente inadmisible. Para quien cree, es el coronamiento de la historia, la
confirmación de que la salvación del hombre no es una ilusión, sino una
realidad, la victoria decisiva sobre todo mal y todo límite humano.”
“Según nos cuentan los evangelios, la resurrección de Jesús encontró a
los discípulos en una situación de desánimo y desilusión por el final sin gloria
de su Maestro. Se había transformado en tristeza el entusiasmo suscitado por la
predicación y los milagros de Jesús.”
“Ciertamente Jesús les había anunciado varias veces que después de su
muerte resucitaría (cf. Mc 8,31ss; 9,31ss; 10,34ss). Pero este anuncio no
pareció calar en la mente de los discípulos. Su muerte les provocó un dolor tan
profundo como para anular toda esperanza. Por eso el Resucitado tuvo que
reconquistar su confianza a través de una larga pedagogía de encuentros y de
pruebas sobre su nueva realidad: tuvo que hacerse tocar por Tomás (cf. Jn
20,27), caminar (cf. Lc 24,15), comer con ellos (cf. Lc 24,30 y 43; Jn
21,10-12). Y son frecuentes las reprensiones de Jesús resucitado frente al
estupor y la incredulidad de sus discípulos: «¡Qué necios y qué torpes sois
para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías
padeciera esto para entrar en su gloria?» (Lc 24,25-26); «¿Por qué os alarmáis?
¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?» (Lc 24,38). Es ejemplar el episodio
de los discípulos de Emaús, que se alejan de Jerusalén tristes y desilusionados
por el naufragio de sus sueños: «Nosotros esperábamos que él fuera el futuro
liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto» (Lc
24,19-21).”
“El acontecimiento de la resurrección les resultó, pues, totalmente
inesperado. Y fue la luz de la Pascua la que les permitió comprender la
verdadera realidad de Jesús. Entonces pasaron de un conocimiento superficial e
incompleto a la confesión convencida y el anuncio infatigable, hasta la entrega
de la propia vida. La resurrección restituyó a Pedro y a sus compañeros la fe y
el entusiasmo por Jesús, convirtiéndoles en difusores tenaces y perseverantes
del Evangelio de salvación.”
“A partir de aquel acontecimiento, la Buena Noticia se concentra en un
hecho fundamental: Jesús ha resucitado. Así lo vemos en los primeros discursos
que encontramos en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2, 14-39; 3, 13-16; 4,
10- 12). Tiene razón el Catecismo de la Iglesia Católica cuando afirma: «La
Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y
vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como
fundamental por la Tradición, establecida por los documentos del Nuevo
Testamento, predicada como parte esencial del Misterio pascual al mismo tiempo
que la cruz» (n. 638).”
“Y esta centralidad se observa sobre todo en el escritor más antiguo y
prolífico del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo. A los fieles de Corinto, que
albergaban dudas sobre la realidad de la resurrección, les escribe con gran
sinceridad: «Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido
y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos
embusteros» (1 Cor 15,14-15).”
Además de las cuestiones
expuestas precedentemente, la trascendencia que tiene este hecho único y
maravilloso (tanto para el cristianismo en particular como para la humanidad en
general) podemos encontrarla, entre otras causas determinantes, en que:
1°) “La resurrección de Jesús crea una nueva humanidad. Recompone
definitivamente la amistad entre Dios y los hombres, y abre para éstos la
fuente de la vida divina. Jesús resucitado arrastra en su triunfo a todos los
hombres porque tiene el poder de transformarlos a su imagen, liberándolos de la
esclavitud del pecado y de sus consecuencias: la muerte y el mal físico, moral
y psicológico. Esta repercusión benéfica de Cristo resucitado para el hombre,
queda muy bien ilustrada en la curación del lisiado que pedía limosna en el
Templo por Pedro. El apóstol le dio lo mejor que tenía, el don de Cristo
resucitado: «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: En nombre de
Jesucristo Nazareno, echa a andar» (Hch 3,6-8). El vigor físico recobrado y el
gozo espiritual del lisiado, que da un alto y se pone a alabar a Dios, es señal
de la nueva humanidad inaugurada y realizada por la resurrección de Jesús. El
hombre recupera su libertad integral.”
2°) “La resurrección de Jesús es el cumplimiento de la esperanza humana de
inmortalidad. El hombre nunca se ha acostumbrado a morir, siempre ha soñado con
vivir para siempre. Pero la dura experiencia de la vida le ha amargado siempre
con la perspectiva del sufrimiento inevitable y de la muerte. Pues bien, ahora
descubre que el dolor y la muerte no son la última palabra, que la vida no es
un enigma sin meta ni salida. Lo que le ha pasado a Jesús nos pasará también a
nosotros, su resurrección es fundamento y garantía de la nuestra.”
3°) “La resurrección de Jesús nos da una nueva luz y una nueva energía para
soportar las dificultades de la vida. En ella hemos aprendido que Dios no es
alguien que se conforme con las injusticias, como la de matar al mejor hombre
que ha pisado nuestra tierra. Que Dios no ha creado hijos para que acaben en el
sufrimiento y la muerte. Desde entonces sabemos que nuestras cruces acabarán en
felicidad, nuestro llanto en cantares de fiesta. Que todos los que luchan por
ser cada día más hombres, un día lo serán. Que todos los que trabajan para
construir un mundo más humano y justo, un día lo disfrutarán. Que todos los que
creen en Cristo y le siguen, un día sabrán lo que es vivir. Que todos los que
tienen sed de amor, un día quedarán saciados.”
4°) “La resurrección de Jesús hace posible nuestro encuentro con él. Jesús
es el Viviente que, estando ya junto al Padre para interceder por nosotros, se
hace presente en nuestra vida para acompañarnos en nuestro caminar: «Yo estaré
con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). La vida de cada
uno de nosotros la vivimos dos, Jesús y yo. Y esta presencia amorosa y
liberadora de Jesús en nuestras vidas cobra especial vigor cuando nos reunimos
para la «fracción del pan». Porque en la eucaristía, no sólo recordamos su
muerte y resurrección, sino que participamos realmente de su vida divina, hasta
que lleguemos al encuentro definitivo.”
5°) “La resurrección de Jesús crea la Iglesia. Los discípulos se dispersaron
en el momento de la pasión y de la muerte. Jesús resucitado los vuelve a
convocar y establece definitivamente su familia, la Iglesia, que es la
comunidad de los que han conocido la Buena Noticia de la resurrección y en la
que se comparte y aviva la experiencia del Resucitado.”
6°) “La resurrección de Jesús nos envía como testigos a todo el mundo. En
las apariciones, Jesús encargó a sus discípulos la misión definitiva: «Como el
Padre me ha enviado, así os envío yo» (Jn 20,21). «Se me ha dado pleno poder en
el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,18-20).”
7°) “La resurrección de Jesús es experiencia de misericordia y de perdón.
Jesús perdona la traición de Pedro y el abandono de los demás discípulos. Pero,
además, les encarga el ministerio del perdón: «Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis les quedan retenidos» (Jn 20,22-23).”
8°) “La resurrección de Jesús es un acontecimiento de verdadera promoción de
la mujer. Los sentimientos profundos de fidelidad y de piedad de las discípulas
de Jesús, les dieron el coraje de acompañarlo hasta la cruz y de ser las
primeras en acercarse al sepulcro. Y Jesús se lo premió haciéndolas las
primeras en recibir el anuncio jubiloso de la resurrección, las primeras en
encontrarse con el Señor resucitado y las anunciadoras de la noticia a los
apóstoles. Se produce aquí una revaloración radical de las mujeres. Para los
judíos, no valía la pena perder el tiempo enseñando la Ley a las mujeres. Para
Jesús, ya no son las últimas sino las primeras en conocer y transmitir la
verdad fundamental de su resurrección.”
9°) “A la vista de la importancia central de la resurrección de Jesús para
nuestra vida, cabría hacer una última observación. La espiritualidad y la
piedad cristiana tradicional ha insistido mucho en el acompañamiento del Jesús
sufriente. Así se explica la importancia que tiene la Semana Santa y venerables
prácticas piadosas como el «Vía crucis». Y esto ha quedado plasmado en la
iconografía: Cristo crucificado es la imagen más frecuente en templos, casas y
hasta en caminos. ¿Seguimos con igual intensidad a Cristo glorificado? San
Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, junto al «Vía crucis»
(Camino de la cruz), propone un «Vía lucis» (Camino de la luz), es decir, una
contemplación de catorce apariciones del Resucitado. ¿No necesitaríamos los
cristianos actuales insistir más en la espiritualidad pascual, ser más expertos
en el canto de la Pascua, que es el canto a la vida, al triunfo definitivo de
todo lo que es vida?”
Además, la Resurrección de Cristo
es decisiva en la espiritualidad cristiana por estas otras razones:[2]
“Muestra la justicia de Dios que exaltó a Cristo a una vida de gloria,
luego de que Cristo se había humillado a sí mismo hasta la muerte (Fil 2,8-9).”
“Con su Resurrección y posterior Ascensión a los cielos, Cristo
completó el misterio de nuestra salvación y redención; por su muerte nos libró
del pecado, y por su Resurrección nos restauró los privilegios más importantes
perdidos por el pecado (Rom 4,25).”
“Por su Resurrección reconocemos a Cristo como Dios inmortal, la causa
eficiente y ejemplar de nuestra propia resurrección (I Cor 15,21; Fil 3,20-21),
y como el modelo y apoyo de nuestra nueva vida de gracia (Rom 6, 4-6; 9-11).”
II) CITAS EVANGELICAS SOBRE LA RESURRECCION DE CRISTO.
La Resurrección de Cristo según los cuatro Evangelistas.[3]
MATEO 28:2-20
“Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del
cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como
un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas
temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las
mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue
puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los
muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí,
os lo he dicho. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo,
fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las
nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo:
¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús
les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a
Galilea, y allí me verán. Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia
fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las
cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo,
dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos
vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere
el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos,
tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha
divulgado entre los judíos hasta el día de hoy. Pero los once discípulos se
fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron,
le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda
potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén.”
MARCOS 16:1-20
“Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo,
y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el
primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían
entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando
miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el
sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa
blanca; y se espantaron. Más él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús
nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar
en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va
delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. Y ellas se fueron
huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada
a nadie, porque tenían miedo. Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana,
el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien
había echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado
con él, que estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que
había sido visto por ella, no lo creyeron. Pero después apareció en otra forma
a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. Ellos fueron y lo hicieron
saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. Finalmente se apareció a los once
mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y
dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto
resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán
fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus
manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el
cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas
partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la
seguían. Amén.”
LUCAS 24:1-48
“El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro,
trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres
con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron
el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he
aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y
como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué
buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado.
Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es
necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y
que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de
sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a
los once, y a todos los demás. Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de
Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. Más
a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero
levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos
solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido. Y he aquí, dos
de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta
estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que
habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús
mismo se acercó, y caminaba con ellos. Más los ojos de ellos estaban velados,
para que no le conociesen. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre
vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de
ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en
Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que
fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el
pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes
a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era
el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el
tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres
de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron
su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles,
quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y
hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él
les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y
que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los
profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. Llegaron a
la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron
a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya
ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando
sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció
de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros,
mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Y
levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once
reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor
verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que
les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el
pan. Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de
ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados,
pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y
vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo
mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como
veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como
todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis
aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de
miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las
palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se
cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y
en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las
Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí,
yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la
ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”
JUAN 20:1-31
“El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún
oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y
fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se
han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron
Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero
el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y
bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó
Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y
el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los
lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro
discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no
habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los
muertos. Y volvieron los discípulos a los suyos.”
Jesús se aparece a María
Magdalena.
“Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba,
se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras
blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde
el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les
dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando
había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que
era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella,
pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde
lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le
dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque
aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y
a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para
dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había
dicho estas cosas.”
Jesús se aparece a los
discípulos.
“Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana,
estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos
por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a
vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y
los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra
vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo
dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis
los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son
retenidos.”
Incredulidad de Tomás.
“Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando
Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él
les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en
el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días
después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó
Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a
vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu
mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces
Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has
visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
El propósito del libro.
“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos,
las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis
vida en su nombre.”
Por nuestra parte creemos útil disponer
aquí de una comparación de los textos de los cuatro evangelios, en las partes
en que tratan sobre la Resurrección de Cristo. Para lo cual incorporamos
seguidamente material producido por los Misioneros Franciscanos al Servicio de
la Tierra Santa[4],
en el cual se encuentra sintéticamente realizada esta labor.
“Leyendo paralelamente los relatos de la resurrección en los distintos
evangelios podemos destacar algunas apreciaciones”.
“Lo esencial para Marcos, es el ángel que anuncia, en nombre de Dios,
que Jesús ha resucitado. A diferencia del resto de los evangelios, las mujeres -por
miedo- no dicen a nadie lo que han visto.”
“Para Lucas todas las apariciones se producen el día de la
resurrección, en Jerusalén.”
“Lucas insiste en el hecho de que Jesús explica las Escrituras a los
apóstoles y les abre los ojos para que comprendan que “estas son las cosas que
el Mesías debía sufrir para entrar en su gloria”, porque “así está escrito: el
Mesías deberá padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y en su
nombre se predicará a todas las gentes la conversión y el perdón de los
pecados, empezando por Jerusalén”. Además, los discípulos de Emaús lo reconocen
cuando parte el pan. Palabra y Eucaristía dan a conocer a Cristo resucitado.”
“En Mateo resuena el eco de la polémica con los judíos: El hecho de que
la tumba se hubiera encontrado vacía era indiscutible, pero los judíos
corrieron la voz de que habían sido los apóstoles quiete habían robado el cuerpo
de Jesús.”
“Entre los hechos narrados sólo por Juan tenemos: el episodio de Pedro
que corre al sepulcro con otro discípulo (sólo reflejado en el evangelio de
Lucas), la aparición a Tomás y la pesca milagrosa tras la cual Pedro recibe el
mandato de apacentar las ovejas de Jesús.”
“El evangelista Juan desarrolla una reflexión teológica más avanzada
sobre los hechos que narra. Esto se aprecia en las apariciones a la Magdalena y
a Tomás. Jesús es la misma persona que han conocido y sin embargo no lo reconocen.”
“La Magdalena cuando ve a Jesús piensa que era el jardinero. Sabe que
Jesús ha muerto y por eso busca a dónde lo han llevado, porque en el sepulcro
no está.”
“El texto de Juan repite dos veces el término “se volvió – vuelta”. A
muchos exégetas no les gusta esta repetición. ¿Se trata de un añadido o de dos
versiones del relato unidas? Sin embargo aquí está el centro del relato. El
evangelista hace que María se vuelva a Jesús, en dos ocasiones, porque tiene
que reconocerlo dos veces; primero, como idéntico al Maestro que murió y fue
sepultado; luego, como el Resucitado. Es decir, como el mismo y como distinto.”
“El Crucificado está vivo. La Magdalena lo entiende cuando oye que le
llama por su nombre: “¡María!”. Está vivo en su cuerpo pero su existencia ya no
es terrenal y la relación con él será distinta: “No me toques”. “No os dejaré
huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero
vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis” (Jn 14,
18-19) había prometido Jesús antes de marchar. Y, efectivamente, Jesús ha
vuelto, resucitado, para estar con los discípulos aunque de forma distinta a
como era antes: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23).”
“En el episodio de Tomás, la frase de Jesús: “Dichosos los que no han
visto y han creído” (Jn 20,29) vale para nosotros, como valía también para los
cristianos a los que escribía Juan. Tomás no debería haber tenido la necesidad
de ver por sí mismo al Resucitado sino que debería haber creído a los
discípulos que, habiéndolo visto, se lo habían anunciado.”
Representación de la Resurrección de
Cristo.
III) LA RESURRECCION, SEGUN SAN PABLO.
San Pablo ha expuesto la temática
de la resurrección en el capítulo 15 de su primera carta a los Corintios, que
transcribimos seguidamente:
CAPÍTULO 15[5]
15:1 Hermanos, les recuerdo la
Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual
permanecen fieles.
15:2 Por ella son salvados, si la
conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
15:3 Les he transmitido en primer
lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la
Escritura. Isaías 53, 5-12
15:4 Fue sepultado y resucitó al
tercer día, Oseas 6, 2 Salmo 16, 10 Lucas 24, 46 de acuerdo con la Escritura.
15:5 Se apareció a Pedro Lucas
24, 34 y después a los Doce. Mateo 28, 16-17
Marcos 16, 14 Lucas 24, 36 Juan 20, 19
15:6 Luego se apareció a más de
quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y
algunos han muerto.
15:7 Además, se apareció a
Santiago y a todos los Apóstoles.
15:8 Por último, se me apareció
también a mí, que soy como el fruto de un aborto. Hechos 8, 3 Hechos 9, 3-6
Hechos 22, 4-5 Hechos 22,
6-8 Hechos 26, 9-11 Hechos 26, 13-18 1 Corintios 15, 9 Gálatas 1, 13
Gálatas 1, 16 Filipenses 3, 6 1
Timoteo 1, 13
15:9 Porque yo soy el último de
los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido
a la Iglesia de Dios. Hechos 8, 3 Hechos
9, 3-6 Hechos 22, 4-5 Hechos 22, 6-8 Hechos 26, 9-11 Hechos 26, 13-18 1 Corintios 15, 8 Gálatas 1, 13
Gálatas 1, 16 Filipenses 3,
6 1 Timoteo 1, 13
15:10 Pero por la gracia de Dios
soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más
que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
15:11 En resumen, tanto ellos
como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
La resurrección de Cristo.
15:12 Si se anuncia que Cristo
resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos
no resucitan?
15:13 ¡Si no hay resurrección,
Cristo no resucitó!
15:14 Y si Cristo no resucitó, es
vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes.
15:15 Incluso, seríamos falsos
testigos de Dios, porque atestiguamos que él resucitó a Jesucristo, lo que es
imposible, si los muertos no resucitan.
15:16 Porque si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo resucitó.
15:17 Y si Cristo no resucitó, la
fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados.
15:18 En consecuencia, los que
murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre.
15:19 Si nosotros hemos puesto
nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más
dignos de lástima.
15:20 Pero no, Cristo resucitó de
entre los muertos, el primero de todos.
15:21 Porque la muerte vino al
mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la
resurrección.
15:22 En efecto, así como todos
mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo,
15:23 cada uno según el orden que
le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a
él en el momento de su Venida.
15:24 En seguida vendrá el fin,
cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado
todo Principado, Dominio y Poder.
15:25 Porque es necesario que
Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. Salmo 8, 7 Salmo 110, 1 Mateo 22, 44
Marcos 12, 36 Lucas 20,
42-43 Hechos 2, 34-35 1 Corintios 15, 27 Efesios 1, 20-22 Colosenses 3, 1 Hebreos 1, 13
Hebreos 2, 8 Hebreos 8, 1 Hebreos 10, 12-13
15:26 El último enemigo que será
vencido es la muerte,
15:27 ya que Dios todo lo sometió
bajo sus pies. Salmo 8, 7 Salmo 110,
1 Mateo 22, 44 Marcos 12, 36
Lucas 20, 42-43 Hechos 2,
34-35 1 Corintios 15, 25 Efesios 1, 20-22 Colosenses 3, 1 Hebreos 1, 13
Hebreos 2, 8 Hebreos 8, 1 Hebreos 10, 12-13 Pero cuando él diga: “Todo
está sometido”, será evidentemente a excepción de aquel que le ha sometido
todas las cosas.
15:28 Y cuando el universo entero
le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a aquel que le sometió todas
las cosas, a fin de que Dios sea todo en todos.
La resurrección, fundamento de la esperanza.
15:29 Si no fuera así, ¿de qué
sirve bautizarse por los que han muerto? Si los muertos no resucitan, ¿qué
sentido tiene bautizarse por ellos?
15:30 Y nosotros mismos, ¿por qué
nos exponemos a cada instante al peligro?
15:31 Cada día yo me enfrento con
la muerte, y esto es tan cierto, hermanos, como que ustedes son mi orgullo en
Cristo Jesús, nuestro Señor.
15:32 ¿Y qué he ganado, si
solamente por motivos humanos, yo tuve que luchar con las fieras 2 Corintios 1, 8 en Éfeso? Si los muertos no
resucitan, "comamos y bebamos, porque mañana moriremos". Isaías 22,
13
15:33 No se dejen engañar:
"Las malas compañías corrompen las buenas costumbres".
15:34 Vuelvan a comportarse como
es debido y no pequen más, porque hay algunos entre ustedes que todavía no
saben nada de Dios: lo digo para vergüenza de ustedes.
La condición de los cuerpos resucitados.
15:35 Alguien preguntará: ¿Cómo
resucitan los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo?
15:36 Tu pregunta no tiene
sentido. Lo que siembras no llega a tener vida, si antes no muere.
15:37 Y lo que siembras, no es la
planta tal como va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo, o de
cualquier otra planta.
15:38 Y Dios da a cada semilla la
forma que él quiere, a cada clase de semilla, el cuerpo que le corresponde.
15:39 No todos los cuerpos son
idénticos: una es la carne de los hombres, otra la de los animales, otra la de
las aves y otra la de los peces.
15:40 Hay cuerpos celestiales y
cuerpos terrestres, y cada uno tiene su propio resplandor:
15:41 uno es el resplandor del
sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, y aun las estrellas
difieren unas de otras por su resplandor.
15:42 Lo mismo pasa con la
resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán
incorruptibles;
15:43 se siembran cuerpos
humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos débiles y resucitarán
llenos de fuerza;
15:44 se siembran cuerpos
puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo
puramente natural y hay también un cuerpo espiritual.
15:45 Esto es lo que dice la
Escritura: El primer hombre, Adán, fue creado como un ser viviente; Génesis 2,
7 el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida.
15:46 Pero no existió primero lo
espiritual sino lo puramente natural; lo espiritual viene después.
15:47 El primer hombre procede de
la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo.
15:48 Los hombres terrenales
serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial.
15:49 De la misma manera que
hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de
la imagen del hombre celestial.
La victoria sobre la muerte.
15:50 Les aseguro, hermanos, que
lo puramente humano no puede tener parte en el Reino de Dios, ni la corrupción
puede heredar lo que es incorruptible.
15:51 Les voy a revelar un
misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos transformados.
15:52 En un instante, en un abrir
y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final —porque esto sucederá— los
muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. 1 Tesalonicenses 4, 15-17 1 Tesalonicenses 4, 17 2 Tesalonicenses 2, 1
15:53 Lo que es corruptible debe
revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la
inmortalidad.
15:54 Cuando lo que es
corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de
la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha
sido vencida. Isaías 25, 8
15:55 ¿Dónde está, muerte, tu
victoria? ¿Dónde está tu aguijón? Oseas
13, 14
15:56 Porque lo que provoca la
muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley.
15:57 ¡Demos gracias a Dios, que
nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!
15:58 Por eso, queridos hermanos,
permanezcan firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra del
Señor, con la certidumbre de que los esfuerzos que realizan por él no serán
vanos.
IV) EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA.[6]
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 5
“JESUCRISTO DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS,
AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS”
Párrafo 2
AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
638 Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres
Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (Hch 13, 32-33).
La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo,
creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central,
transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos
del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al
mismo tiempo que la Cruz:
Cristo
ha resucitado de los muertos,
con
su muerte ha vencido a la muerte.
Y
a los muertos ha dado la vida.
(Liturgia
bizantina: Tropario del día de Pascua)
I. El acontecimiento histórico y
transcendente.
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real
que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo
Testamento. Ya san Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: “Porque
os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce.”(1
Co 15, 3-4). El apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que
recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18).
El sepulcro vacío.
640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí,
ha resucitado" (Lc 24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua,
el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una
prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría
explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13; Mt 28, 11-15). A pesar de eso, el
sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento
por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la
Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3.
22- 23), después de Pedro (cf. Lc 24, 12). "El discípulo que Jesús
amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al
descubrir "las vendas en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y creyó"
(Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20,
5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que
Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso
de Lázaro (cf. Jn 11, 44).
Las apariciones del Resucitado.
641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el
cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde del
Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las primeras
en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). Así las mujeres
fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios
Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a
Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe
a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los
demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es
verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada
uno de los Apóstoles —y a Pedro en particular— en la construcción de la era
nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los
Apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera
comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos,
conocidos de los cristianos y de los que la mayor parte aún vivían entre ellos. Estos "testigos de la
Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero
no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las
que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los
Apóstoles (cf. 1 Co 15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de
Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico.
Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba
radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de
antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande
que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en
la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una
comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos
abatidos ("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19).
Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y
"sus palabras les parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11.
13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó
en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le
habían visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la
realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38):
creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa de la
alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba
de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por
Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la
hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de
la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al
contrario, su fe en la Resurrección nació —bajo la acción de la gracia divina—
de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
El estado de la humanidad
resucitada de Cristo.
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas
mediante el tacto (cf. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc
24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un
espíritu (cf. Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo
resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido
martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf
Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al
mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en
el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde
quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26;
21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece
ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también
Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la
apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura"
(Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para
suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).
646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como
en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la
hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos
milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el
poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento,
volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su
cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y
del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del
Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto
que san Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf.
1 Co 15, 35-50).
La Resurrección como
acontecimiento transcendente.
647 "¡Qué noche tan dichosa —canta el Exultet de Pascua—, sólo
ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En
efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y
ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente.
Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los
sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío
y por la realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado, no
por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en
aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado
no se manifiesta al mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los
que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos
suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
II. La Resurrección obra de la
Santísima Trinidad.
648 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una
intervención transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En
ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia
originalidad. Se realiza por el poder del Padre que "ha resucitado"
(Hch 2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta
su humanidad —con su cuerpo— en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente
"Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su
resurrección de entre los muertos" (Rm 1, 3-4). San Pablo insiste en la
manifestación del poder de Dios (cf. Rm 6, 4; 2 Co 13, 4; Flp 3, 10; Ef 1,
19-22; Hb 7, 16) por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad
muerta de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor.
649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de
su poder divino. Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho,
morir y luego resucitar (sentido activo del término) (cf. Mc 8, 31; 9, 9-31;
10, 34). Por otra parte, él afirma explícitamente: "Doy mi vida, para
recobrarla de nuevo ... Tengo poder para darla y poder para recobrarla de
nuevo" (Jn 10, 17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó" (1
Ts 4, 14).
650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona divina
de Cristo que permaneció unida a su alma y a su cuerpo separados entre sí por
la muerte: "Por la unidad de la naturaleza divina que permanece presente
en cada una de las dos partes del hombre, las que antes estaban separadas y
segregadas, éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación
del compuesto humano, y la Resurrección por la unión de las dos partes
separadas" (San Gregorio de Nisa, De tridui inter mortem et resurrectionem
Domini nostri Iesu Christi spatio; cf. también DS 325; 359; 369; 539).
III. Sentido y alcance salvífico
de la Resurrección.
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana
también vuestra fe"(1 Co 15, 14). La Resurrección constituye ante todo la
confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso
las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo,
al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo
había prometido.
652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del
Antiguo Testamento (cf. Lc 24, 26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su vida
terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc 24, 6-7). La expresión "según las
Escrituras" (cf. 1 Co 15, 3-4 y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. DS
150) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.
653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su
Resurrección. Él había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre,
entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del Crucificado
demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios
mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: «La Promesa hecha a los padres Dios
la ha cumplido en nosotros [...] al resucitar a Jesús, como está escrito en el
salmo primero: "Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy"» (Hch 13,
32-33; cf. Sal 2, 7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio
eterno de Dios.
654 Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos
libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida.
Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios
(cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre
los muertos [...] así también nosotros vivamos una nueva vida" (Rm 6, 4).
Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación
en la gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1 P 1, 3). Realiza la adopción filial porque los
hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus
discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos"
(Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia,
porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del
Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.
655 Por último, la Resurrección de Cristo —y el propio Cristo
resucitado— es principio y fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo
resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron [...] del
mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en
Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo
resucitado vive en el corazón de sus fieles. En Él los cristianos
"saborean [...] los prodigios del mundo futuro" (Hb 6,5) y su vida es
arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. Col 3, 1-3) para que ya no
vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por
ellos" (2 Co 5, 15).
V) MATERIAL DE CATEQUESIS DIFUNDIDO POR LA IGLESIA. [7]
Dada la naturaleza del tema en tratamiento, conserva plenamente su vigencia el material de catequesis sobre la Resurrección de Cristo producido a fines de la década del 80 del siglo pasado y firmado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II. Dichos contenidos continúan siendo difundidos por medios de comunicación de la Iglesia y a continuación se incorporan a fin de facilitar su estudio en forma conjunta con el resto de los desarrollos agrupados en esta entrada.
La Resurrección como hecho histórico que afirma la fe.
SS Juan Pablo II, 25 de enero,
1989.
“1. En esta catequesis afrontamos la verdad culminante de nuestra fe en
Cristo, documentada por el Nuevo Testamento, creída y vivida como verdad
central por las primeras comunidades cristianas, transmitida como fundamental
por la tradición, nunca olvidada por los cristianos verdaderos y hoy
profundizada, estudiada y predicada como parte esencial del misterio pascual,
junto con la cruz; es decir la resurrección de Cristo. De Él, en efecto, dice
el Símbolo de los Apóstoles que 'al tercer día resucitó de entre los muertos';
y el Símbolo niceno-constantinopolitano precisa: 'Resucitó al tercer día, según
las Escrituras'.”
“Es un dogma de la fe cristiana, que se inserta en un hecho sucedido y
constatado históricamente. Trataremos de investigar 'con las rodillas de
lamente inclinadas' el misterio enunciado por el dogma y encerrado en el
acontecimiento, comenzando con el examen de los textos bíblicos que lo
atestiguan.”
“2. El primero y más antiguo testimonio escrito sobre la resurrección
de Cristo se encuentra en la primera Carta de San Pablo a los Corintios. En
ella el Apóstol recuerda a los destinatarios de la Carta (hacia la Pascua del
año 57 d. De C.): 'Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez
recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a
Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la
vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció
a Santiago; más tarde a todos los Apóstoles. Y en último lugar a mí, como a un
abortivo' (1 Cor 15, 3-8).”
“Como se ve, el Apóstol haba aquí de la tradición viva de la
resurrección, de la que él había tenido conocimiento tras su conversión a las puertas
de Damasco (Cfr. Hech 9, 3)18). Durante su viaje a Jerusalén se encontró con el
Apóstol Pedro, y también con Santiago, como lo precisa la Carta a los Gálatas
(1,18 ss.), que ahora ha citado como los dos principales testigos de Cristo
resucitado.”
“3. Debe también notarse que, en el texto citado, San Pablo no habla
sólo de la resurrección ocurrida el tercer día 'según las Escrituras'
(referencia bíblica que toca ya la dimensión teológica del hecho), sino que al
mismo tiempo recurre a los testigos a los que Cristo se apareció personalmente.
Es un signo, entre otros, de que la fe de la primera comunidad de creyentes,
expresada por Pablo en la Carta a los Corintios, se basa en el testimonio de
hombres concretos, conocidos por los cristianos y que en gran parte vivían
todavía entre ellos. Estos 'testigos de la resurrección de Cristo' (Cfr. Hech
1, 22), sonante todo los Doce Apóstoles, pero no sólo ellos: Pablo habla de la
aparición de Jesús incluso a más de quinientas personas a la vez, además de las
apariciones a Pedro, a Santiago y a los Apóstoles.”
“4. Frente a este texto paulino pierden toda admisibilidad las
hipótesis con las que se ha tratado, en manera diversa, de interpretar la
resurrección de Cristo abstrayéndola del orden físico, de modo que no se
reconocía como un hecho histórico; por ejemplo, la hipótesis, según la cual la
resurrección no sería otra cosa que una especie de interpretación del estado en
el que Cristo se encuentra tras la muerte (estado de vida, y no de muerte), o
la otra hipótesis que reduce la resurrección al influjo que Cristo, tras su
muerte, no dejó de ejercer (y más aún reanudó con nuevo e irresistible vigor)
sobre sus discípulos. Estas hipótesis parecen implicar un prejuicio de rechazo
a la realidad de la resurrección, considerada solamente como 'el producto' del
ambiente, o sea, de la comunidad de Jerusalén. Ni la interpretación ni el
prejuicio hallan comprobación en los hechos. San Pablo, por el contrario, en el
texto citado recurre a los testigos oculares del 'hecho': su convicción sobre
la resurrección de Cristo, tiene por tanto una base experimental. Está
vinculada a ese argumento 'ex factis', que vemos escogido y seguido por los
Apóstoles precisamente en aquella primera comunidad de Jerusalén.
Efectivamente, cuando se trata de la elección de Matías, uno de los discípulos
más asiduos de Jesús, para completar el número de los 'Doce' que había quedado
incompleto por la traición y muerte de Judas Iscariote, los Apóstoles requieren
como condición que el que sea elegido no sólo haya sido 'compañero' de ellos en
el período en que Jesús enseñaba y actuaba, sino que sobre todo pueda ser
'testigo de su resurrección' gracias a la experiencia realizada en los días
anteriores al momento en el que Cristo (como dicen ellos) 'fue ascendido al
cielo entre nosotros' (Hech 1, 22).”
“5. Por tanto no se puede presentar la resurrección, como hace cierta
crítica neo-testamentaria poco respetuosa de los datos históricos, como un
'producto' de la primera comunidad cristiana, la de Jerusalén. La verdad sobre
la resurrección no es un producto de la fe de los Apóstoles o de los demás
discípulos pre o pos-pascuales. De los textos resulta más bien que la fe 'pre-pascual'
de los seguidores de Cristo fue sometida a la prueba radical de la pasión y de
la muerte en cruz de su Maestro. El mismo había anunciado esta prueba,
especialmente con las palabras dirigidas a Simón Pedro cuando ya estaba a las
puertas de los sucesos trágicos de Jerusalén; '¡Simón, Simón! Mira que Satanás
ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que
tu fe no desfallezca' (Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión y
muerte de Cristo fue tan grande que los discípulos (al menos alguno de ellos)
inicialmente no creyeron en la noticia de la resurrección. En todos los
Evangelios encontramos la prueba de esto. Lucas, en particular, nos hace saber
que cuando las mujeres, 'regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas
(o sea, el sepulcro vacío) a los Once y a todos los demás..., todas estas palabras
les parecieron como desatinos y no les creían' (Lc 24, 9. 11).”
“6. Por lo demás, la hipótesis que quiere ver en la resurrección un
'producto' de la fe de los Apóstoles, se confuta también por lo que es referido
cuando el Resucitado 'en persona se apareció en medio de ellos y les dijo: ¡Paz
a vosotros!'. Ellos, de hecho, 'creían ver un fantasma'. En esa ocasión Jesús
mismo debió vencer sus dudas y temores y convencerles de que 'era El':
'Palpadme y ved, que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo
tengo'. Y puesto que ellos 'no acababan de creerlo y estaban asombrados' Jesús
les dijo que le dieran algo de comer y 'lo comió delante de ellos' (Cfr. Lc
24,36-43).”
“7. Además, es muy conocido el episodio de Tomás, que no se encontraba
con los demás Apóstoles cuando Jesús vino a ellos por primera vez, entrando en
el Cenáculo a pesar de que la puerta estaba cerrada (Cfr. Jn 20, 19). Cuando, a
su vuelta, los demás discípulos le dijeron: 'Hemos visto al Señor', Tomás
manifestó maravilla e incredulidad, y contestó: 'Si no veo en sus manos la
señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi
mano en su costado no creeré. Ocho días después, Jesús vino de nuevo al
Cenáculo, para satisfacer la petición de Tomás 'el incrédulo' y le dijo:
'Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y
no seas incrédulo sino creyente'. Y cuando Tomás profesó su fe con las palabras
'Señor mío y Dios mío', Jesús le dijo: 'Porque me has visto has creído.
Dichosos los que no han visto y han creído' (Jn 20, 24-29).”
“La exhortación a creer, sin pretender ver lo que se esconde Por el
misterio de Dios v de Cristo, permanece siempre válida; pero la dificultad del
Apóstol Tomás para admitir la resurrección sin haber experimentado
personalmente la presencia de Jesús vivo, y luego suceder ante las pruebas que
le suministró el mismo Jesús, confirman lo que resulta de los Evangelios sobre
la resistencia de los Apóstoles y de los discípulos a admitir la resurrección.”
“Por esto no tiene consistencia la hipótesis de que la resurrección
haya sido un 'producto' de la fe (o de la credulidad) de los Apóstoles. Su fe
en la resurrección nació, por el contrario (bajo a acción de la gracia divina),
de la experiencia directa de la realidad de Cristo resucitado.”
“8. Es el mismo Jesús el que, tras la resurrección, se pone en contacto
con los discípulos con el fin de darles el sentido de la realidad y disipar la
opinión (o el miedo) de que se tratara de un 'fantasma' y por tanto de que fueran
víctimas de una ilusión. Efectivamente, establece con ellos relaciones
directas, precisamente mediante el tacto. Así es en el caso de Tomás, que
acabamos de recordar, pero también en el encuentro descrito en el Evangelio de
Lucas, cuando Jesús dice a los discípulos asustados: 'Palpadme y ved que un
espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo' (24, 39). Les invita a
constatar que el cuerpo resucitado, con el que se presenta a ellos, es el mismo
que fue martirizado y crucificado. Ese cuerpo posee sin embargo al mismo tiempo
propiedades nuevas: se ha 'hecho espiritual' (y 'glorificado' y por lo tanto ya
no está sometido a las limitaciones habituales a los seres materiales y por
ello a un cuerpo humano. (En efecto, Jesús entra en el Cenáculo a pesar de que
las puertas estuvieran cerradas, aparece y desaparece, etc.) Pero al mismo
tiempo ese cuerpo es auténtico y real. En su identidad material está la
demostración de la resurrección de Cristo.”
“9. El encuentro en el camino de Emaús, referido en el Evangelio de
Lucas, es un hecho que hace visible de forma particularmente evidente cómo se
ha madurado en la conciencia de los discípulos la persuasión de la resurrección
precisamente mediante el contacto con Cristo resucitado (Cfr. Lc 24, 15-21).
Aquellos dos discípulos de Jesús, que al inicio del camino estaban 'tristes y
abatidos' con el recuerdo de todo lo que había sucedido al Maestro el día de la
crucifixión y no escondían la desilusión experimentada al ver derrumbarse la
esperanza puesta en Él como Mesías liberador ('Esperábamos que sería El quien
iba a librar a Israel') experimentan después una transformación total, cuando
se les hace claro que el Desconocido, con el que han hablado, es precisamente
el mismo Cristo de antes, y se dan cuenta de que El, por tanto, ha resucitado.
De toda la narración se deduce que la certeza de la resurrección de Jesús había
hecho de ellos casi hombres nuevos. No sólo habían readquirido la fe en Cristo,
sino que estaban preparados para dar testimonio de la verdad sobre su
resurrección.”
“Todos estos elementos del texto evangélico, convergentes entre sí,
prueban el hecho de la resurrección, que constituye el fundamento de la fe de
los Apóstoles y del testimonio que, como veremos en las próximas catequesis,
está en el centro de su predicación.”
El sepulcro vacío y el encuentro con Cristo Resucitado.
SS Juan Pablo II, el 1 de
febrero, 1989
“1. La profesión de fe que hacemos en el Credo cuando proclamamos que
Jesucristo 'al tercer día resucitó de entre los muertos', se basa en los textos
evangélicos que, a su vez, nos transmiten y hacen conocer la primera
predicación de los Apóstoles. De estas fuentes resulta que la fe en la
resurrección es, desde el comienzo, una convicción basada en un hecho, en un
acontecimiento real, y no un mito o una 'concepción', una idea inventada por
los Apóstoles o producida por la comunidad pos-pascual reunida en torno a los
Apóstoles en Jerusalén, para superar junto con ellos el sentido de desilusión
consiguiente a la muerte de Cristo en cruz. De los textos resulta todo lo
contrario y por ello, como he dicho, tal hipótesis es también crítica e
históricamente insostenible. Los Apóstoles y los discípulos no inventaron la
resurrección (y es fácil comprender que eran totalmente incapaces de una acción
semejante). No hay rastros de una exaltación personal suya o de grupo, que les
haya llevado a conjeturar un acontecimiento deseado y esperado y a proyectarlo
en la opinión y en la creencia común como real, casi por contraste y como
compensación de la desilusión padecida. No hay huella de un proceso creativo de
orden psicológico, sociológico y/o literario ni siquiera en la comunidad
primitiva o en los autores de los primeros siglos. Los Apóstoles fueron los
primeros que creyeron, no sin fuertes resistencias, que Cristo había resucitado
simplemente porque vivieron la resurrección como un acontecimiento real del que
pudieron convencerse personalmente al encontrarse varias veces con Cristo
nuevamente vivo, a lo largo de cuarenta días. Las sucesivas generaciones
cristianas aceptaron aquel testimonio, fiándose de los Apóstoles y de los demás
discípulos como testigos creíbles. La fe cristiana en la resurrección de Cristo
está ligada, pues, a un hecho, que tiene una dimensión histórica precisa.”
“2. Y sin embargo, la resurrección es una verdad que, en su dimensión
más profunda, pertenece a la Revelación divina: en efecto, fue anunciada
gradualmente de antemano por Cristo a lo largo de su actividad mesiánica
durante el período pre-pascual. Muchas veces predijo Jesús explícitamente que,
tras haber sufrido mucho y ser ejecutado, resucitaría. Así, en el Evangelio de
Marcos, se dice que tras la proclamación de Pedro en las cerca de Cesarea de
Filipo, Jesús 'comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y
ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado
y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente' (Mc 8, 31-32).
También según Marcos, después de la transfiguración, 'cuando bajaban del monte
les ordenó que a nadie contaran lo que habían visto hasta que el Hijo del
hombre resucitara de entre los muertos' (Mc 9. 9). Los discípulos quedaron
perplejos sobre el significado de aquella 'resurrección' y pasaron a la
cuestión, y agitada en el mundo judío, del retorno de Elías (Mc 9, 11): pero
Jesús reafirmó la idea de que el Hijo del hombre debería 'sufrir mucho y ser
despreciado' (Mc 9, 12). Después de la curación del epiléptico endemoniado, en
el camino de Galilea recorrido casi clandestinamente, Jesús toma de nuevo la
palabra para instruirlos: 'El Hijo del hombre será entregado en manos de los
hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará'. 'Pero ellos
no entendían lo que les decía y temían preguntarle' (Mc 9, 31-32). Es el
segundo anuncio de la pasión y resurrección, al que sigue el tercero, cuando ya
se encuentran en camino hacia Jerusalén: 'Mirad que subimos a Jerusalén, y el
Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los escribas; le
condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le
escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará' (Mc 10,
33-34).”
“3. Estamos aquí ante una previsión profética de los acontecimientos,
en la que Jesús ejercita su función de revelador, poniendo en relación la
muerte y la resurrección unificadas en la finalidad redentora, y refiriéndose
al designio divino según el cual todo lo que prevé y predice 'debe' suceder.
Jesús, por tanto, hace conocer a los discípulos estupefactos e incluso
asustados algo del misterio teológico que subyace en los próximos
acontecimientos, como por lo demás en toda su vida. Otros destellos de este
misterio se encuentran en la alusión al 'signo de Jonás' (Cfr. Mt 12, 40) que
Jesús hace suyo y aplica a los días de su muerte y resurrección, y en el
desafío a los judíos sobre 'la reconstrucción en tres días del templo que será
destruido' (Cfr. Jn 2, 19). Juan anota que Jesús 'hablaba del Santuario de su
cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus
discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras
que había dicho Jesús' (Jn 2 20-21). Una vez más nos encontramos ante la
relación entre la resurrección de Cristo y su Palabra, ante sus anuncios
ligados 'a las Escrituras'.”
“4. Pero además de las palabras de Jesús, también a actividad mesiánica
desarrollada por El en el período pre-pascual muestra el poder de que dispone
sobre la vida y sobre la muerte, y la conciencia de este poder, como la
resurrección de la hija de Jairo (Mc 5, 39-42), la resurrección del joven de
Naín (Lc 7, 12-15), y sobre todo la resurrección de Lázaro (Jn 11, 42-44) que
se presenta en el cuarto Evangelio como un anuncio y una prefiguración de la
resurrección de Jesús. En las palabras dirigidas a Marta durante este último episodio
se tiene la clara manifestación de la autoconciencia de Jesús respecto a su
identidad de Señor de la vida y de la muerte y de poseedor de las llaves del
misterio de la resurrección: 'Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque
muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás' (Jn 11,
25-26).”
“Todo son palabras y hechos que contienen de formas diversas la
revelación de la verdad sobre la resurrección en el período pre-pascual.”
“5. En el ámbito de los acontecimientos pascuales, el primer elemento
ante el que nos encontramos es el 'sepulcro vacío'. Sin duda no es por sí mismo
una prueba directa. A Ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro en el que
había sido depositado podría explicarse de otra forma, como de hecho pensó por un
momento María Magdalena cuando, viendo el sepulcro vacío, supuso que alguno
habría sustraído el cuerpo de Jesús (Cfr. Jn 20, 15). Más aún, el Sanedrín
trató de hacer correr la voz de que, mientras dormían los soldados, el cuerpo
había sido robado por los discípulos. 'Y se corrió esa versión entre los
judíos, (anota Mateo) hasta el día de hoy' (Mt 28, 12-15).”
“A pesar de esto el 'sepulcro vacío' ha constituido para todos, amigos
y enemigos, un signo impresionante. Para las personas de buena voluntad su descubrimiento
fue el primer paso hacia el reconocimiento del 'hecho' de la resurrección como
una verdad que no podía ser refutada.”
“6. Así fue ante todo para las mujeres, que muy de mañana se habían
acercado al sepulcro para ungir el cuerpo de Cristo. Fueron las primeras en
acoger el anuncio: 'Ha resucitado, no está aquí... Pero id a decir a sus
discípulos y a Pedro...' (Mc 16, 6-7). 'Recordad cómo os habló cuando estaba
todavía en Galilea, diciendo: ¡Es necesario que el Hijo del hombre sea
entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día
resucite!. Y ellas recordaron sus palabras' (Lc 24, 6-8.”.
“Ciertamente las mujeres estaban sorprendidas y asustadas (Cfr. Mc 24,
5). Ni siquiera ellas estaban dispuestas a rendirse demasiado fácilmente a un
hecho que, aun predicho por Jesús, estaba efectivamente por encima de toda
posibilidad de imaginación y de invención. Pero en su sensibilidad y finura
intuitiva ellas, y especialmente María Magdalena, se aferraron a la realidad y
corrieron a donde estaban los Apóstoles para darles la alegre noticia.”
“El Evangelio de Mateo (28, 8-10) nos informa que a lo largo del camino
Jesús mismo les salió al encuentro les saludó y les renovó el mandato de llevar
el anuncio a los hermanos (Mt 28, 10). De esta forma las mujeres fueron las
primeras mensajeras de la resurrección de Cristo, y lo fueron para los mismos
Apóstoles (Lc 24, 10). ¡Hecho elocuente sobre la importancia de la mujer ya en
los días del acontecimiento pascual!”
“7. Entre los que recibieron el anuncio de María Magdalena estaban
Pedro y Juan (Cfr. Jn 20, 3-8). Ellos se acercaron al sepulcro no sin titubeos,
tanto más cuanto que María les había hablado de una sustracción del cuerpo de
Jesús del sepulcro (Cfr. Jn 20, 2). Llegados al sepulcro, también lo
encontraron vacío. Terminaron creyendo, tras haber dudado no poco, porque, como
dice Juan, 'hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús
debía resucitar de entre los muertos' (Jn 20, 9).”
“Digamos la verdad: el hecho era asombroso para aquellos hombres que se
encontraban ante cosas demasiado superiores a ellos. La misma dificultad, que
muestran las tradiciones del acontecimiento, al dar una relación de ello
plenamente coherente, confirma su carácter extraordinario y el impacto desconcertante
que tuvo en el ánimo de los afortunados testigos. La referencia 'a la
Escritura' es la prueba de la oscura percepción que tuvieron al encontrarse
ante un misterio sobre el que sólo la Revelación podía dar luz.”
“8. Sin embargo, he aquí otro dato que se debe considerar bien: si el
'sepulcro vacío' dejaba estupefactos a primera vista y podía incluso generar
acierta sospecha, el gradual conocimiento de este hecho inicial, como lo anotan
los Evangelios, terminó llevando al descubrimiento de la verdad de la
resurrección.”
“En efecto, se nos dice que las mujeres, y sucesivamente los Apóstoles,
se encontraron ante un 'signo' particular: el signo de la victoria sobre la
muerte. Si el sepulcro mismo cerrado por una pesada losa, testimoniaba la
muerte, el sepulcro vacío y la piedra removida daban el primer anuncio de que
allí había sido derrotada la muerte.”
“No puede dejar de impresionar la consideración del estado de ánimo de
las tres mujeres, que dirigiéndose al sepulcro al alba se decían entre si:
'¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?' (Mc 16, 3), y que
después, cuando llegaron al sepulcro, con gran maravilla constataron que 'la
piedra estaba corrida aunque era muy grande' (Mc 16, 4). Según el Evangelio de
Marcos encontraron en el sepulcro a alguno que les dio el anuncio de la
resurrección (Cfr. Mc 16, 5); pero ellas tuvieron miedo y, a pesar de las
afirmaciones del joven vestido de blanco, 'salieron huyendo del sepulcro, pues
un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas' (Mc 16, 8). ¿Cómo no
comprenderlas? Y sin embargo la comparación con los textos paralelos de los
demás Evangelistas permite afirmar que, aunque temerosas, las mujeres llevaron
el anuncio de la resurrección, de la que el 'sepulcro vacío' con la piedra corrida
fue el primer signo.”
“9. Para las mujeres y para los Apóstoles el camino abierto por 'el
signo' se concluye mediante el encuentro con el Resucitado: entonces la
percepción aun tímida e incierta se convierte en convicción y, más aún, en fe
en Aquél que 'ha resucitado verdaderamente'. Así sucedió a las mujeres que al
ver a Jesús en su camino y escuchar su saludo, se arrojaron a sus pies y lo
adoraron (Cfr. Mt 28, 9). Así le pasó especialmente a María Magdalena, que al
escuchar que Jesús le llamaba por su nombre, le dirigió antes que nada el
apelativo habitual: Rabbuni, ¡Maestro! (Jn 20, 16) y cuando Él la iluminó sobre
el misterio pascual corrió radiante a llevar el anuncio a los discípulos: '!He
visto al Señor!' (Jn 20, 18). Lo mismo ocurrió a los discípulos reunidos en el
Cenáculo que la tarde de aquel 'primer día después del sábado', cuando vieron
finalmente entre ellos a Jesús, se sintieron felices por la nueva certeza que
había entrado en su corazón: 'Se alegraron al ver al Señor' (Cfr. Jn 20,19-20).”
“¡El contacto directo con Cristo desencadena la chispa que hace saltar
la fe!”
Las apariciones de Jesús resucitado.
SS Juan Pablo II, 22 de Feb 89
“1. Conocemos el pasaje de la Primera Carta a los Corintios, donde
Pablo, el primero cronológicamente, anota la verdad sobre la resurrección de
Cristo: 'Porque os transmití... lo que a mis vez recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras: que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los
Doce...' (1 Cor 15,3-5). Se trata, como se ve, de una verdad transmitida,
recibida, y nuevamente transmitida. Una verdad que pertenece al 'depósito de la
Revelación' que el mismo Jesús, mediante sus Apóstoles y Evangelistas, ha
dejado a su Iglesia.”
“2. Jesús reveló gradualmente esta verdad en su enseñanza pre-pascual.
Posteriormente ésta, encontró su realización concreta en los acontecimientos de
la pascua jerosolimitana de Cristo, certificados históricamente, pero llenos de
misterio.”
“Los anuncios y los hechos tuvieron su confirmación sobre todo en los
encuentros de Cristo resucitado, que los Evangelios y Pablo relatan. Es
necesario decir que el texto paulino presenta estos encuentros (en los que se
revela Cristo resucitado) de manera global y sintética (añadiendo al final el
propio encuentro con el Resucitado a las puertas de Damasco: Cfr. Hech 9, 3-6).
En los Evangelios se encuentran, al respecto, anotaciones más bien
fragmentarias.”
“No es difícil tomar y comparar algunas líneas características de cada
una de estas apariciones y de su conjunto para acercarnos todavía más al
descubrimiento del significado de esta verdad revelada.”
“3. Podemos observar ante todo que, después de la resurrección, Jesús
se presenta a las mujeres y a los discípulos con su cuerpo transformado, hecho
espiritual y partícipe de la gloria del alma: pero sin ninguna característica
triunfalista. Jesús se manifiesta con una gran sencillez. Habla de amigo a
amigo, con los que se encuentra en las circunstancias ordinarias de la vida
terrena. No ha querido enfrentarse a sus adversarios, asumiendo a actitud de
vencedor, ni se ha preocupado por mostrarles su 'superioridad', y todavía menos
ha querido fulminarlos. Ni siquiera consta que se haya presentado a alguno de
ellos. Todo lo que nos dice el Evangelio nos lleva a excluir que se haya
aparecido, por ejemplo, a Pilato, que lo había entregado a los sumos sacerdotes
para que fuese crucificado (Cfr. Jn 19, 16), o a Caifás, que se había rasgado
las vestiduras por la afirmación de su divinidad (Cfr. Mt 26, 63-66).”
“A los privilegiados de sus apariciones, Jesús se deja conocer en su
identidad física: aquel rostro, aquellas manos, aquellos rasgos que conocían
muy bien, aquel costado que habían traspasado; aquella voz, que habían
escuchado tantas veces. Sólo en el encuentro con Pablo en las cercanías de
Damasco, la luz que rodea al Resucitado casi deja ciego al ardiente perseguidor
de los cristianos y lo tira al suelo (Cfr. Hech 9, 3-8); pero es una
manifestación del poder de Aquél que, ya subido al cielo, impresiona a un
hombre al que quiere hacer un 'instrumento de elección' (Hech 9, 15), un
misionero del Evangelio.”
“4. Es de destacar también un hecho significativo: Jesucristo se
aparece en primer lugar a las mujeres, sus fieles seguidoras, y no a los
discípulos, y ni siquiera a los mismos Apóstoles, a pesar de que los había
elegido como portadores de su Evangelio al mundo. Es a las mujeres a quienes
por primera vez confía el misterio de su resurrección, haciéndolas las primeras
testigos de esta verdad. Quizá quiera premiar su delicadeza, su sensibilidad a
su mensaje, su fortaleza, que las había impulsado hasta el Calvario. Quizá quiere
manifestar un delicado rasgo de su humanidad, que consiste en a amabilidad y en
la gentileza con que se acerca y beneficia a las personas que menos cuentan en
el gran mundo de su tiempo. Es lo que parece que se puede concluir de un texto
de Mateo: 'En esto, Jesús les salió al encuentro (a las mujeres que corrían
para comunicar el mensaje a los discípulos) y les dijo: !¡Dios os guarde!!. Y
ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice
Jesús: !No temáis. Id y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me
verán!' (28, 9-10).”
“También el episodio de a aparición a María de Magdala (Jn 20, 11-18)
es de extraordinaria finura ya sea por parte de la mujer, que manifiesta toda
su apasionada y comedida entrega al seguimiento de Jesús, ya sea por parte del
Maestro, que la trata con exquisita delicadeza y benevolencia.”
“En esta prioridad de las mujeres en los acontecimientos pascuales
tendrán que inspirarse la Iglesia, que a lo largo de los siglos ha podido
contar enormemente con ellas para su vida de fe, de oración y de apostolado.”
“5. Algunas características de estos encuentros pos-pascuales los
hacen, en cierto modo, paradigmáticos debido a las situaciones espirituales,
que tan a menudo se crean en la relación del hombre con Cristo, cuando uno se
siente llamado o 'visitado' por Él.”
“Ante todo hay una dificultad inicial en reconocer a Cristo por parte
de aquellos a los que Él sale al encuentro, como se puede apreciar en el caso
de la misma Magdalena (Jn 20, 14-16) y de los discípulos de Emaús (Lc 24, 16).
No falta un cierto sentimiento de temor ante Él. Se le ama, se le busca, pero,
en el momento en que se le encuentra, se experimenta alguna vacilación.”
“Pero Jesús les lleva gradualmente al reconocimiento y a la fe, tanto a
María Magdalena (Jn 20,16), como a los discípulos de Emaús (Lc 24, 26 ss.), y,
análogamente, a otros discípulos (Cfr. Lc 24, 25)48). Signo de la pedagogía
paciente de Cristo al revelarse al hombre, al atraerlo, al convertirlo, al
llevarlo al conocimiento de las riquezas de su corazón y a la salvación.”
“6. Es interesante analizar el proceso psicológico que los diversos
encuentros dejan entrever: los discípulos experimentan una cierta dificultad en
reconocer no sólo la verdad de la resurrección, sino también la identidad de
Aquél que está ante ellos, y aparece como el mismo pero al mismo tiempo como
otro: un Cristo 'transformado'. No es nada fácil para ellos hacer la inmediata
identificación. Intuyen, sí, que es Jesús, pero al mismo tiempo sienten que Él
ya no se encuentra en la condición anterior, y ante Él están llenos de
reverencia y temor.”
“Cuando, luego, se dan cuenta, con su ayuda, de que no se trata de
otro, sino de Él mismo transformado, aparece repentinamente en ellos una nueva
capacidad de descubrimiento, de inteligencia, de caridad y de fe. Es como un
despertar de fe: '¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando
nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?' (Lc 24, 32). 'Señor
mío y Dios mío' (Jn 20, 28). 'He visto al Señor' (Jn 20, 18). Entonces una luz
absolutamente nueva ilumina en sus ojos incluso el acontecimiento de la cruz; y
da el verdadero y pleno sentido del misterio del dolor y de la muerte, que se
concluye en la gloria de la nueva vida! Este será uno de los elementos
principales del mensaje de salvación que los Apóstoles han llevado desde el principio
al pueblo hebreo y, poco a poco, a todas las gentes.”
“7. Hay que subrayar una última característica de las apariciones de
Cristo resucitado: en ellas, especialmente en las últimas, Jesús realiza la
definitiva entrega a los Apóstoles (y a la Iglesia) de la misión de evangelizar
el mundo para llevarle el mensaje de su Palabra y el don de su gracia.”
“Recuérdese la aparición a los discípulos en el Cenáculo la tarde de
Pascua: 'Como el Padre me envió, también yo os envío...' (Jn 20, 21); ¡y les da
el poder de perdonar los pecados!”
“Y en la aparición en el mar de Tiberíades, seguida de la pesca
milagrosa, que simboliza y anuncia la fructuosidad de la misión, es evidente
que Jesús quiere orientar sus espíritus hacia la obra que les espera (Cfr. Jn
21,1-23). Lo confirma la definitiva asignación de la misión particular a Pedro
(Jn 21, 15)18): '¿Me amas?... Tú sabes que te quiero... Apacienta mis
corderos...Apacienta mis ovejas...'.”
“Juan indica que 'ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a
los discípulos después de resucitar de entre los muertos' (Jn 21,14). Esta vez,
ellos, no sólo se habían dado cuenta de su identidad: 'Es el Señor' (Jn 21, 7),
sino que habían comprendido que, todo cuanto había sucedido y sucedía en
aquellos días pascuales, les comprometía a cada uno de ellos (y de modo muy
particular a Pedro) en la construcción de la nueva era de la historia, que
había tenido su principio en aquella mañana de pascua.”
La resurrección culmen de la Revelación.
SS Juan Pablo II, 8 de marzo, 1989
“1. En la Carta de San Pablo a los Corintios, recordada ya varias veces
a lo largo de estas catequesis sobre la resurrección de Cristo, leemos estas
palabras del Apóstol: 'Sino resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación,
vacía es también vuestra fe' (1 Cor 15, 14). Evidentemente, San Pablo ve en la
resurrección el fundamento de la fe cristiana y casi la clave de bóveda de todo
el edificio de doctrina y de vida levantado sobre la revelación, en cuanto
confirmación definitiva de todo el conjunto de la verdad que Cristo ha traído.
Por esto, toda la predicación de la Iglesia, desde los tiempos apostólicos, a
través de los siglos y de todas las generaciones, hasta hoy, se refiere a la
resurrección y saca de ella la fuerza impulsora y persuasiva, así como su
vigor. Es fácil comprender el porqué.”
“2. La resurrección constituía en primer lugar la confirmación de todo
lo que Cristo mismo había hecho y enseñado'. Era el sello divino puesto sobre
sus palabras y sobre su vida. El mismo había indicado a los discípulos y
adversarios este signo definitivo de su verdad. El ángel del sepulcro lo
recordó a las mujeres la mañana del 'primer día después del sábado': 'Ha
resucitado, como lo había dicho' (Mt 28, 6). Si esta palabra y promesa suya se
reveló como verdad también todas sus demás palabras y promesas poseen la
potencia de la verdad que no pasa, como El mismo había proclamado: 'El cielo y
la tierra pasarán, pero mis palabras no pasará' (Mt 24, 35; Mc 13, 31; Lc 21,
33). Nadie habría podido imaginar ni pretender una prueba más autorizada, más
fuerte, más decisiva que la resurrección de entre los muertos. Todas las
verdades, también las más inaccesibles para la mente humana, encuentran, sin
embargo, su justificación, incluso en el ámbito de la razón, si Cristo
resucitado ha dado la prueba definitiva, prometida por Él, de su autoridad
divina.”
“3. Así, la resurrección confirma la verdad de su misma divinidad.
Jesús había dicho: 'Cuando hayáis levantado (sobre la cruz) al Hijo del hombre,
entonces sabréis que Yo soy' (Jn 8, 28). Los que escucharon estas palabras
querían lapidar a Jesús, puesto que 'YO SOY' era para los hebreos el
equivalente del nombre inefable de Dios. De hecho, al pedir a Pilato su condena
a muerte presentaron como acusación principal la de haberse 'hecho Hijo de
Dios' (Jn 19, 7). Por esta misma razón lo habían condenado en el Sanedrín como
reo de blasfemia después de haber declarado que era el Cristo, el Hijo de Dios,
tras el interrogatorio del sumo sacerdote (Mt 26, 63-65; Mc 14, 62; Lc 22, 70):
es decir, no sólo el Mesías terreno como era concebido y esperado por la
tradición judía, sino el Mesías Señor anunciado por el Salmo 109/110 (Cfr. Mt
22, 41 ss.), el personaje misterioso vislumbrado por Daniel (7, 13-14). Esta
era la gran blasfemia, la imputación para la condena a muerte: ¡el haberse proclamado
Hijo de Dios! Y ahora su resurrección confirmaba la veracidad de su identidad
divina y legitimaba la atribución hecha a Si mismo, antes de la Pascua, del
'nombre' de Dios: 'En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán
existiera, Yo soy' (Jn 8, 58). Para los judíos ésa era una pretensión que
merecía la lapidación (Cfr. Lv 24, 16), y, en efecto, 'tomaron piedras para
tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo' (Jn 8, 59). Pero si
entonces no pudieron lapidarlo, posteriormente lograron 'levantarlo' sobre la
cruz: la resurrección del Crucificado demostraba, sin embargo, que Él era
verdaderamente Yo soy, el Hijo de Dios.”
“4. En realidad, Jesús aun llamándose a Sí mismo Hijo del hombre, no
sólo había confirmado ser el verdadero Hijo de Dios, sino que en el Cenáculo,
antes de la pasión, había pedido al Padre que revelara que el Cristo Hijo del
hombre era su Hijo eterno: 'Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo para
que el Hijo te glorifique' (Jn 17, 1). '... Glorifícame tú, junto a ti, con la
gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese' (Jn 17, 5). Y el misterio
pascual fue la escucha de esta petición, la confirmación de la filiación divina
de Cristo, y más aún, su glorificación con esa gloria que 'tenia junto al Padre
antes de que el mundo existiera': la gloria del Hijo de Dios.”
“5. En el periodo pre-pascual Jesús, según el Evangelio de Juan, aludió
varias veces a esta gloria futura, que se manifestaría en su muerte y
resurrección. Los discípulos comprendieron el significado de esas palabras
suyas sólo cuando sucedió el hecho.”
“Así, leemos que durante la primera pascua pasada en Jerusalén, tras
haber arrojado del templo a los mercaderes y cambistas, Jesús respondió a los
judíos que le pedían un 'signo' del poder por el que obraba de esa forma:
'Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré... Él hablaba del
Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se
acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y
en las palabras que había dicho Jesús' (Jn 2,19-22).”
“También la respuesta dada por Jesús a los mensajeros de las hermanas
de Lázaro, que le pedían que fuera a visitar al hermano enfermo, hacía
referencia a los acontecimientos pascuales: 'Esta enfermedad no es de muerte,
es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella'
(Jn 11, 4).”
“No era sólo la gloria que podía reportarle el milagro, tanto menos
cuanto que provocaría su muerte (Cfr. Jn 11, 46)54); sino que su verdadera
glorificación vendría precisamente de su elevación sobre la cruz (Cfr. Jn
12,32). Los discípulos comprendieron bien todo esto después de la resurrección.”
“6. Particularmente interesante es la doctrina de San Pablo sobre el
valor de la resurrección como elemento determinante de su concepción
cristológica, vinculada también a su experiencia personal del Resucitado. Así,
al comienzo de la Carta a los Romanos se presenta: 'Pablo, siervo de Cristo
Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios, que había ya
prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, acerca de su
Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos;
Jesucristo, Señor nuestro' (Rom 1, 1-4).”
“Esto significa que desde el primer momento de su concepción humana y
de su nacimiento (de la estirpe de David), Jesús era el Hijo eterno de Dios,
que se hizo Hijo del hombre. Pero, en la resurrección, esa filiación divina se
manifestó en toda su plenitud con el poder de Dios que, por obra del Espíritu
Santo, devolvió la vida a Jesús (Cfr. Rom 8, 11) y lo constituyó en el estado
glorioso de 'Kyrios' (Cfr. Flp 2, 9-11; Rom 14, 9; Hech 2, 36), de modo que
Jesús merece por un nuevo título mesiánico el reconocimiento, el culto, la
gloria del nombre eterno de Hijo de Dios (Cfr. Hech 13, 33; Hb 1,1-5; 5, 5).”
“7. Pablo había expuesto esta misma doctrina en la sinagoga de
Antioquía de Pisidia, en sábado, cuando, invitado por los responsables de la
misma, tomó la palabra para anunciar que en el culmen de la economía de la
salvación realizada en la historia de Israel entre luces y sombras, Dios había
resucitado de entre los muertos a Jesús, el cual se había aparecido durante
muchos días a los que habían subido con El desde Galilea a Jerusalén, los
cuales eran ahora sus testigos ante el pueblo. 'También nosotros (concluía el
Apóstol) os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios
la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito
en los salmos: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy' (Hech 13, 32-33; Cfr.
Sal 2, 7).”
“Para Pablo hay una especie de ósmosis conceptual entre la gloria de la
resurrección de Cristo y la eterna filiación divina de Cristo, que se revela
plenamente en esta conclusión victoriosa de su misión mesiánica.”
“8. En esta gloria del 'Kyrios' se manifiesta ese poder del Resucitado
(Hombre-Dios), que Pablo conoció por experiencia en el momento de su conversión
en el camino de Damasco al sentirse llamado a ser Apóstol (aunque no uno de los
Doce), por ser testigo ocular del Cristo vivo, y recibió de El la fuerza para
afrontar todos los trabajos y soportar todos los sufrimientos de su misión. El
espíritu de Pablo quedó tan marcado por esa experiencia, que en su doctrina y
en su testimonio antepone la idea del poder del Resucitado a la de
participación en los sufrimientos de Cristo, que también le era grata: Lo que
se había realizado en su experiencia personal también lo proponía a los fieles
como una regla de pensamiento y una norma de vida: 'Juzgo que todo es pérdida
ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor... para ganar a
Cristo y ser hallado en él... y conocerle a él el poder de su resurrección y la
comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte,
tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos' (Flp 3, 8-11). Y
entonces su pensamiento se dirige a la experiencia del camino de Damasco: '...
Habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús' (Flp 3, 12).”
“9. Así pues, los textos referidos dejan claro que la resurrección de
Cristo está estrechamente unida con el misterio de la encarnación del Hijo de
Dios: es su cumplimiento, según el eterno designio de Dios. Más aún, es la coronación
suprema de todo lo que Jesús manifestó y realizó en toda su vida, desde el
nacimiento a la pasión y muerte, con sus obras, prodigios, magisterio, ejemplo
de una vida perfecta, y sobre todo con su transfiguración. El nunca reveló de
modo directo la gloria que había recibido del Padre 'antes que el mundo fuese'
(Jn 17, 5), sino que ocultaba esta gloria con su humanidad, hasta que se
despojó definitivamente (Cfr. Flp 2, 7-8) con la muerte en cruz.”
“En la resurrección se reveló el hecho de que 'en Cristo reside toda la
plenitud de la Divinidad corporalmente' (Col 2, 9; cfr. 1, 19). Así, la
resurrección 'completa' la manifestación del contenido de la Encarnación. Por
eso podemos decir que es también la plenitud de la Revelación. Por tanto, como
hemos dicho, ella está en el centro de la fe cristiana y de la predicación de
la Iglesia.”
El valor salvífico de la resurrección.
SS Juan Pablo II. 15 de marzo de
1989
“l. Si, como hemos visto en anteriores catequesis, la fe cristiana y la
predicación de la Iglesia tienen su fundamento en la resurrección de Cristo,
por ser ésta la confirmación definitiva y la plenitud de la revelación, también
hay que añadir que es fuente del poder salvífico del Evangelio y de la Iglesia
en cuanto integración del misterio pascual. En efecto, según San Pablo,
Jesucristo se ha revelado como 'Hijo de Dios con poder, según el espíritu de
santidad, por su resurrección de entre los muertos' (Rom 1, 4). Y El transmite
a los hombres esta santidad porque 'fue entregado por nuestros pecados y fue
resucitado para nuestra justificación' (Rom 4, 25). Hay como un doble aspecto
en el misterio pascual: la muerte para liberar del pecado y la resurrección
para abrir el acceso a la vida nueva.”
“Ciertamente el misterio pascual, como toda la vida y la obra de
Cristo, tiene una profunda unidad interna en su función redentora y en su
eficacia, pero ello no impide que puedan distinguirse sus distintos aspectos
con relación a los efectos que derivan de él en el hombre. De ahí la atribución
a la resurrección del efecto específico de la 'vida nueva', como afirma San
Pablo.”
“2. Respecto a esta doctrina hay que hacer algunas indicaciones que, en
continua referencia los textos del Nuevo Testamento, nos permitan poner de
relieve toda su verdad y belleza.”
“Ante todo, podemos decir ciertamente que Cristo resucitado es
principio y fuente de una vida nueva para todos los hombres. Y esto aparece
también en la maravillosa plegaria de Jesús, la víspera de su pasión, que Juan
nos refiere con estas palabras: 'Padre... glorifica a tu Hijo para que tu Hijo
te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé
también vida eterna a todos los que tú le has dado' (Jn 17, 1-2). En su
plegaria Jesús mira y abraza sobre todo a sus discípulos a quienes advirtió de
la próxima y dolorosa separación que se verificaría mediante su pasión y
muerte, pero a los cuales prometió asimismo: 'Yo vivo y también vosotros
viviréis (Jn 14, 19). Es decir: tendréis parte en mi vida, la cual se revelará
después de la resurrección. Pero la mirada de Jesús se extiende a un radio de
amplitud universal. Les dice: 'No ruego por éstos (mis discípulos), sino
también por aquellos, que por medio de su palabra, creerán en mí... (Jn 17,
20): todos deben formar una sola cosa al participar en la gloria de Dios en
Cristo.”
“La nueva vida que se concede a los creyentes en virtud de la
resurrección de Cristo, consiste en la victoria sobre la muerte del pecado y en
la nueva participación en la gracia. Lo afirma San Pablo de forma lapidaria:
'Dios, rico en misericordia..., estando muertos a causa de nuestros delitos nos
vivificó juntamente con Cristo' (Ef 2, 4-5). Y de forma análoga San Pedro: 'El
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo..., por su gran misericordia, mediante
la resurrección de Jesucristo de entre los muertos nos ha reengendrado para una
esperanza viva' (1 Pe 1, 3).”
“Esta verdad se refleja en la enseñanza paulina sobre el bautismo:
'Fuimos, pues, con El (Cristo) sepultados por el bautismo en la muerte, a fin
de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva' (Rom 6, 4).”
“3. Esta vida nueva (la vida según el Espíritu) manifiesta la filiación
adoptiva: otro concepto paulino de fundamental importancia. A este respecto, es
'clásico' el pasaje de la Carta a los Gálatas: 'Envió Dios a su Hijo... para
rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación
adoptiva' (Gal 4, 4-5). Esta adopción divina por obra del Espíritu Santo, hace
al hombre semejante al Hijo unigénito: '...Todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios, son hijos de Dios' 'm 8, 14). En la Carta a los Gálatas San
Pablo se apela a la experiencia que tienen los creyentes de la nueva condición
en que se encuentran: 'La prueba de que sois hijos de Dios es que Dios ha
enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De
modo que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad
de Dios' (Gal 4, 6)7). Hay, pues, en el hombre nuevo un primer efecto de la
redención: la liberación de la esclavitud; pero la adquisición de la libertad
llega al convertirse en hijo adoptivo, y ello no tanto por el acceso legal a la
herencia, sino con el don real de la vida divina que infunden en el hombre las
tres Personas de la Trinidad (Cfr. Gal 4, 6; 2 Cor 13, 13). La fuente de esta
vida nueva del hombre en Dios es la resurrección de Cristo.”
“La participación en la vida nueva hace también que los hombres sean
'hermanos' de Cristo, como el mismo Jesús llama a sus discípulos después de la
resurrección: 'Id a anunciar a mis hermanos...' (Mt 28, 10; Jn 20, 17).
Hermanos no por naturaleza sino por don de gracia, pues esa filiación adoptiva
da una verdadera y real participación en la vida del Hijo unigénito, tal como
se reveló plenamente en su resurrección.”
“4. La resurrección de Cristo (y, más aún, el Cristo resucitado) es
finalmente principio y fuente de nuestra futura resurrección. El mismo Jesús
habló de ello al anunciar la institución de la Eucaristía como sacramento de la
vida eterna, de la resurrección futura: 'El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día' (Jn 6, 54). Y al
'murmurar' los que lo oían, Jesús les respondió: '¿Esto os escandaliza? ¿Y
cuándo veáis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes...?' (Jn 6,
61-62).De ese modo indicaba indirectamente que bajo las especies sacramentales
de la Eucaristía se da los que la reciben participación en el Cuerpo y Sangre
de Cristo glorificado.”
“También San Pablo pone de relieve la vinculación entre la resurrección
de Cristo y la nuestra, sobre todo en su Primera Carta a los Corintios; pues
escribe: 'Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que
murieron... Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos
revivirán en Cristo' (1 Cor 15, 20-22). 'En efecto, es necesario que este ser
corruptible se revista de incorruptibilidad y que este ser mortal se revista de
inmortalidad. Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y
este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que
está escrita: !La muerte ha sido devorada en la victoria!' (1 Cor 15, 53-54).
'Gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo'
(1 Cor 15, 57).”
“La victoria definitiva sobre la muerte, que Cristo ya ha logrado, Él
la hace partícipe a la humanidad en la medida en que ésta recibe los frutos de
la redención. Es un proceso de admisión a la 'vida nueva', a la 'vida eterna',
que dura hasta el final de los tiempos. Gracias a ese proceso se va formando a
lo largo de los siglos una nueva humanidad: el pueblo de los creyentes reunidos
en la Iglesia, verdadera comunidad de la resurrección. A la hora final de la
historia, todos resurgirán, y los que hayan sido de Cristo, tendrán la plenitud
de la vida en la gloria, en la definitiva realización de la comunidad de los
redimidos por Cristo 'para que Dios sea todo en todos' (1 Cor 15, 28).”
“5. El Apóstol enseña también que el proceso redentor, que culmina con
la resurrección de los muertos, acaece en una esfera de espiritualidad
inefable, que supera todo lo que se puede concebir y realizar humanamente. En
efecto, si por una parte escribe que 'la carne y la sangre no pueden heredar el
reino de los cielos; ni la corrupción hereda la incorrupción' (1 Cor 15, 50) lo
cual es la constatación de nuestra incapacidad natural para la nueva vida), por
otra, en la Carta a los Romanos asegura a los que creen lo siguiente: 'Si el
Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en nosotros,
Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros' (Rom 8, 11).
Es un proceso misterioso de espiritualización, que alcanzará también a los
cuerpos en el momento de la resurrección por el poder de ese mismo Espíritu
Santo que obró la resurrección de Cristo.”
“Se trata, sin duda, de realidades que escapan a nuestra capacidad de
comprensión y de demostración racional, y por eso son objeto de nuestra fe
fundada en la Palabra de Dios, la cual, mediante San Pablo, nos hace penetrar
en el misterio que supera todos los límites del espacio y del tiempo: 'Fue
hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da
vida'(1 Cor 15, 45). 'Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre
terreno, llevaremos también la imagen del celeste' (1 Cor 15, 49).”
“6. En espera de esa transcendente plenitud final, Cristo resucitado
vive en los corazones de sus discípulos y seguidores como fuente de
santificación en el Espíritu Santo, fuente de la vida divina y de la filiación
divina, fuente de la futura resurrección.”
“Esa certeza le hace decir a San Pablo en la Carta a los Gálatas: 'Con
Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. La
vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me
amó y se entregó a sí mismo por mí' (Gal 2, 20). Como el Apóstol, también cada
cristiano, aunque vive todavía en la carne (Cfr. Rom 7, 5), vive una vida ya
espiritualizada con la fe (Cfr. 2 Cor 10, 3), porque el Cristo vivo, el Cristo
resucitado se ha convertido en el sujeto de todas sus acciones: Cristo vive en
mí (Cfr. Rom 8, 2. 10.11.; Flp 1, 21; Col 3, 3). Y es la vida en el Espíritu
Santo.”
“Esta certeza sostiene al Apóstol, como puede y debe sostener a cada
cristiano en los trabajos y los sufrimientos de esta vida, tal como aconsejaba
Pablo al discípulo Timoteo en el fragmento de una Carta suya con el que
queremos cerrar (para nuestro conocimiento y consuelo) nuestra catequesis sobre
la resurrección de Cristo: 'Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos,
descendiente de David, según mi Evangelio... Por eso todo lo soporto por los
elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús
con la gloria eterna. Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con El,
también viviremos con El; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con El;
si le negamos, también Él nos negará; si somos fieles, El permanece fiel, pues
no puede negarse a sí mismo...' (2 Tim 2, 8-13).”
“'Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos': esta afirmación
del Apóstol nos da la clave de la esperanza en la verdadera vida en el tiempo y
en la eternidad.”
VI) EPILOGO.
Como surge de los desarrollos que
han sido incorporados precedentemente, la Resurrección de Cristo no sólo es el
episodio central de la religión cristiana sino que también es un hecho del que
inevitablemente se derivan consecuencias determinantes para toda la humana, se
trate de personas que crean o no en la Santísima Trinidad.
Más allá de la fe que enriquezca
la interpretación del evento, la Resurrección de Cristo es un acontecimiento
histórico cuya existencia y certeza ha quedado probada por los medios humanos
habitualmente empleados antes de admitir como cierto cualquier otro hecho concreto
puesto a consideración.
De modo tal que a todas y a cada
una de las personas que se ocupen de indagar sobre la veracidad de la
Resurrección de Cristo -hecho forzosamente producido por Dios y que
necesariamente involucra al Hijo y al Espíritu Santo- les será muy fácil
abrazar la fe cristiana, en la medida que también pida la Gracia necesaria a
Nuestro Señor.
Y a los cristianos, meditar de
manera asidua sobre la Resurrección de Cristo, nos facilita enormemente la
decisión de trabajar comprometidamente en la regeneración de nuestra naturaleza
dañada por el pecado original. Y, consecuentemente, nos ayuda a afrontar el
exigente esfuerzo que nos demanda crecer en las virtudes humanas y teologales;
cuyos desarrollos en grado heroico resultan imprescindibles para alcanzar la
regeneración anhelada. (Las aludidas virtudes han sido tratadas en las entradas
de fechas 31 de mayo y 24 de julio de 2013).
Queridos Hermanos, hemos así
llegado al final de nuestro trabajo. Nos despedimos implorando a la Santísima
Trinidad para que nos de fuerzas para cargar nuestra cruz y poseer la
perseverancia en la fe y en las obras que nos permitan llegar al destino de
felicidad eterna que Dios previó para nosotros
Alejandro
Oscar De Salvo.
Febrero de 2014.
[1]
Texto de la autoría de Miguel Payá Andrés
Extraído del Directorio Franciscano
http://www.franciscanos.org/temas/discipuloscap6.html
[2]
Texto extraído de la Enciclopedia Católica On Line.
http://ec.aciprensa.com/wiki/Resurrecci%C3%B3n_de_Jesucristo#.UvO7_vl5O25
[3]
Texto extraído de la página de la Venerable
Hermandad de Nuestro Señor Jesucristo Resucitado y María Santísima del Amparo.
http://www.jesusresucitadocuenca.es/html/la_resurreccion_en_los_evangel.html
[4]
Contenido extraído de la página de los Misioneros Franciscanos al Servicio de
la Tierra Santa.
http://www.santosepulcro.custodia.org/default.asp?id=4379
[5]
http://www.vicariadepastoral.org.mx/sagrada_escritura/biblia/nuevo_testamento/07_1-corintios_03.htm#cap15
[6]
Material extraído de la página oficial del Vaticano.
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p122a5p2_sp.html