ESCATOLOGÍA ORTODOXA: LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE.
TEMARIO
I) PRELIMINAR.
II) BREVE INTRODUCCIÓN A LA ESCATOLOGÍA CRISTIANA.
III) ESCATOLOGÍA ORTODOXA.
IV) EPÍLOGO.
II) BREVE INTRODUCCIÓN A LA ESCATOLOGÍA CRISTIANA.
Definición: “La escatología
se puede definir como la reflexión creyente acerca del contenido último de la
esperanza cristiana. Suele llamarse
también tratado sobre los novísimos (muerte, juicio, infierno y gloria).”[1]
Escatología significa últimos. Y
novísimos es una palabra latina que también significa últimos. Por lo tanto la
escatología hace referencia a las cosas últimas o finales, a la vida de
ultratumba, a la consumación del universo.
Etimología: Del griego “eschatos”
(último, final, postrero) y “logos” (discurso, tratado, estudio).
Objeto: “La escatología es un
estudio teológico que trata sobre las realidades últimas, es decir, posteriores
a la vida terrena del hombre y posteriores al final de la historia de la
humanidad.”[2]
Perspectivas: La escatología cristiana se puede abordar desde
distintos puntos de partida, a saber: católicos, ortodoxos o protestantes.
Desde cualquiera de ellos el objetivo que se persigue es el mismo, aun cuando
se puedan presentar diferentes posiciones entre las distintas tradiciones e,
incluso, discrepancias entre los teólogos de cada una de las Iglesias; tal como
efectivamente ocurre.
Clasificación: La clasificación tradicional divide la escatología
cristiana en individual y general.
A) “Escatología individual, la
que trata cuestiones como: la muerte física, la inmortalidad del alma, el
estado intermedio (el estado entre la muerte y la resurrección general).”[3] (Es
de mencionar que ese estado intermedio algunos autores lo denominan escatología
intermedia y que la escatología individual también incluye entre sus
principales temas el juicio particular).
B) “Escatología general, la que
trata con: el regreso de Cristo, la resurrección general, el juicio final y el
estado final.”[4] (El fin de toda la creación).
“Una escatología equilibrada tiene que incluir en primer plano las
realidades últimas, pero debe, a la vez, esforzarse por subrayar la actitud que
esas realidades últimas exigen existencialmente de nosotros, sobre todo en
cuanto que son objeto de nuestra esperanza.
Lo escatológico es «ya» realidad en Cristo resucitado y tiene «ya» un
comienzo en nosotros por la misma vida de la gracia, a la que, como vida que
es, corresponde un determinado tipo de actitud; sin embargo, en nosotros «todavía
no» ha llegado lo escatológico a su cumplimiento. Esta dialéctica está perfectamente expresada
en estas palabras: «Queridos, ya somos ahora hijos de Dios, pero todavía no se
ha manifestado lo que seremos; sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes
a Él, porque lo veremos tal como Es» (1 Jn 3,2).”[5]
“Cristo es ‘la realidad última’ (el novísimo) de la creatura. Como alcanzado es cielo; como perdido,
infierno; como examinante, juicio; como purificante, purgatorio. Cristo es
aquel donde lo finito muere y aquel por lo que para Él y en Él resucita. Los «estados» que constituyen el más allá se
definen por una diversa relación a Cristo. De este modo, todo el tratado tiene
que tener, inevitablemente, una fuerte orientación cristológica. Cristo debe
ser el centro de toda reflexión sobre la escatología.”[6]
ESCATOLOGÍA ORTODOXA: LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE.
I) PRELIMINAR.
En esta oportunidad abordaremos la denominada escatología cristiana, materia que encierra una parte de las temáticas que mayor poder motivador tienen para quienes están comprometidos con la regeneración de su naturaleza corrompida o, dicho en otros términos, para quienes tienen el firme propósito de alcanzar la santidad.
Su estudio, comprensión y aplicación producen efectos decisivos en el modo de vida del ser humano, el cual pasa a diagramar sus objetivos y conducirse en línea con la mayor dimensión personal alcanzada una vez consustanciado con el destino último que le aguarda.
Sin embargo, a pesar del beneficio superlativo que causa en los planos moral y espiritual el debido uso de la escatología cristiana, ésta resulta completamente desconocida para las grandes mayorías. Es evidente que por distintas razones (que no es del caso tratar aquí) se impuso un marcado oscurantismo con relación a esta cuestión, con el que se está privando a las masas de acceder a este trascendente conocimiento y de efectuar las provechosas e irreemplazables reflexiones personales que este saber demanda.
Basta con preguntarles a las personas comunes por el significado del vocablo <escatología> para confirmar que el mayor porcentaje de ellas no tienen la menor idea de que trata este asunto.
Entre los individuos vulgares sólo hay algunos (los que han alcanzado una instrucción un tanto más elevada que el resto) que logran relacionar el concepto escatológico con algo asqueroso, con una pila de estiércol u otros objetos nauseabundos. Es decir, que conocen el significado del término en su otra acepción: “Relativo a los excrementos y suciedades”
Algunos podrán decir que muchos de quienes no conocen la expresión en el sentido que aquí nos interesa igualmente están familiarizados con los temas que integran la escatología cristiana: La inmortalidad del alma, la resurrección de los muertos, el cielo, el infierno, etc., por haber leído o escuchado sobre ellos.
Lo cual es cierto, pero, no es menos cierto que en esos casos, casi siempre, se trata de un mero conocimiento intelectual que está alejado de las profundidades de la fe y resulta notoriamente incapaz de motivar y guiar espiritualmente a las personas en su vida terrena. Y, por ende, no alcanza para impulsarlas a intentar hacerse merecedoras del premio mayor, el cual sólo es posible cobrar en la vida futura.
En rigor de verdad sólo una élite cristiana (con representantes en las distintas tradiciones -católicos, ortodoxos y protestantes-) consigue avanzar en materia de escatología cristiana hasta un punto en que logra materializar sus progresos en un enriquecimiento espiritual y moral concreto.
Ese aprovechamiento se advierte especialmente en la consecución de un fuerte incremento de las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad), cuyos desarrollos se ven obstaculizados para quienes se mantienen al margen del análisis de los fines últimos del hombre, de la humanidad y del universo.
Es tan lamentable como real que sólo un exiguo porcentaje de las personas puede comprender la importancia que adquiere para la existencia humana el hecho de reflexionar profundamente sobre el destino final de la Creación. Y un porcentaje aún menor es el que logra sacar de ello un rédito moral y espiritual.
De la misma forma sólo una minoría es plenamente consciente sobre cómo influye la vida terrena de los seres humanos en el destino de su vida futura. Y como repercute la creencia en una vida futura en el modo en que se desenvuelven los individuos en su vida presente.
La tremenda ignorancia existente sobre el tema que nos ocupa ocasiona que millones de seres humanos concluyan su vida física desconociendo que la escatología cristiana es la disciplina que permite, con la gracia de la fe, responder con esperanza a la trilogía de preguntas que toda persona inteligente se debe formular: ¿De dónde venimos? ¿Cuál es el propósito de nuestro paso por este mundo? Y ¿Hacia dónde vamos?
Si no logramos visualizar cuál es nuestro destino final, mal podremos saber qué finalidad tiene nuestra vida o de dónde venimos. De la misma manera que si no comprendemos cuál es nuestro origen difícilmente podremos apreciar que objeto tiene nuestra vida en este mundo ni asumir que será de nosotros después de nuestra muerte física.
Creemos que con lo dicho ha quedado suficientemente destacada la enorme importancia que tiene el estudio de la escatología cristiana para los seres humanos. Asimismo, la penosa situación de esta disciplina en la que sólo es conocida y utilizada por una minoría de personas que persigue firmemente la meta de ingresar al denominado “paraíso” y vivir junto a Dios por toda la eternidad.
Resaltada la importancia medular de la temática abordada, previo a iniciar su tratamiento propiamente dicho, es necesario aclarar que:
A) Por razones metodológicas y a fin de no sobrepasar el límite de extensión previsto para nuestros trabajos, dividiremos en tres entradas el contenido ofrecido a nuestros queridos hermanos en la fe.
En ellas nos referiremos de manera separada a las escatologías: católica, ortodoxa y protestantes, en el orden en que han sido enunciadas.
B) Los títulos con que se publicarán dichas entradas son los siguientes:
ESCATOLOGÍA CATÓLICA: EL DESTINO DEL HOMBRE, DE LA HUMANIDAD Y DEL UNIVERSO. (Primera parte del trabajo)
ESCATOLOGÍA ORTODOXA: LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE. (Segunda parte del trabajo)
ESCATOLOGÍA PROTESTANTE. LA VIDA EN EL MÁS ALLÁ. (Tercera parte del trabajo)
C) Los aspectos preliminares e introductorios comunes a las tres entradas serán incluidos en todas ellas, a los efectos que los trabajos sean auto-suficientes (se basten a sí mismos); evitando así que los lectores se deban remitir de una a otra publicación para lograr una correcta interpretación de sus contenidos.
III) ESCATOLOGÍA ORTODOXA.
A continuación incorporaremos
como apartados A) y B) respectivamente los pasajes sobresalientes -a nuestro
entender- de la obra del obispo ortodoxo Alexander Mileant y las partes
pertinentes del Catecismo Ortodoxo, contenidos que nos ilustrarán sobre las
enseñanzas escatológicas que suele transmitir esta tradición cristiana. Sin
perjuicio de lo cual, es de señalar que muchas veces se presentan diferencias notorias, en algunos casos, entre las opiniones de los distintos teólogos
ortodoxos y, más aún, en la materia que nos ocupa.
A) PASAJES DE LA OBRA “LA VIDA
DESPUÉS DE LA MUERTE”[7]
De autoría del Obispo Alexander Mileant.
Traducido por Svetlana M. Belikow/
Alejandro Molokanow.
EVALUACIÓN DE LOS RELATOS SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE.
Después de familiarizarse con los
libros contemporáneos sobre la vida después de la muerte el lector tiene la
impresión que la muerte no es temible absolutamente y que al hombre que pasa al
"otro mundo" lo esperan automáticamente sensaciones agradables de
apaciguamiento, alegría y permanencia en la Luz, que todo lo ama y todo lo
perdona, que por esto no hay diferencia entre virtuosos y justos, y pecadores,
creyentes y no creyentes. Esta circunstancia obligó a algunos filósofos
cristianos a tomar precauciones y conducirse con desconfianza hacia la
literatura de este tipo. Se comenzó a preguntar: "¿No serán estas visiones
de luz, astutos ardides, diabólicos engaños para dormir la vigilancia de los
cristianos? Vive como quieras, que igualmente llegarás al paraíso."
Por esta causa los investigadores
John Ankenberg y John Weldon miran negativamente toda la literatura
contemporánea sobre los estados de "pre-muerte" (Near Death
Experiences, 9), viendo en ellos solo trucos ocultistas. Pero una cuidadosa
evaluación de los relatos actuales de los hombres que pasaron la muerte
clínica, lleva a la convicción que la mayoría de ellos tuvo visiones auténticas
y no seducciones diabólicas. El problema principal se encuentra no en las
visiones mismas de pre-muerte, sino en su interpretación por los médicos y
psiquiatras alejados del cristianismo.
En primer lugar, no todos los
temporalmente muertos son merecedores de ver la Luz. Ya mencionamos la
investigación cuidadosa de Dr. Ring, de la cual es evidente que sólo un
porcentaje comparativamente pequeño ve la Luz. El Dr. Maurice Rawlings (4),
quien personalmente reanimó a muchos moribundos, afirma que porcentualmente, es
igual la cantidad de hombres que ven tinieblas y horrores que los que ven la
Luz. De la misma opinión es el Dr. Charles Garfield, quien conduce
investigaciones sobre los estados pre-mortales. Él escribe: "No todos los
hombres mueren de una manera agradable y tranquila... Entre los pacientes,
interrogados por mí casi el mismo número experimentaron un estado desagradable
(encuentros con seres parecidos a demonios), como los que experimentaron un
estado agradable. Algunos hasta pasaron ambos estados (10, pág. 54-55).
Hay razones para suponer que
muchos a veces conscientemente y otras veces inconscientemente callan sobre sus
visiones desagradables post-mortem. Según la opinión del Dr. Rowlings, algunos
de estas visiones son tan terroríficas, que el subconsciente humano de la gente
que los vieron borra automáticamente de la memoria estas imágenes. En su libro
Dr. Rawlings menciona ejemplos de esta amnesia. Los psiquiatras que tratan a la
gente que pasaron en su infancia fuertes situaciones traumáticas (por ejemplo
violación, golpes) conocen acerca de esta amnesia selectiva. Además los hombres
que tuvieron visiones luminosas, las relatan con más ganas que los que pasaron
algo horroroso. Pues aquello, lo que el hombre ve "allá," debe
coincidir con lo que él se merece por su vida virtuosa o pecaminosa. Así, dos
factores dan más peso a un reporte unilateral: a) el proceso de amnesia
selectiva; b) el deseo de no hablar mal de sí mismo.
Karl Osis dice que durante el
estudio de la muerte entre los hindúes, se vio que un tercio de ellos siente
ante la muerte el miedo, la depresión y una gran agitación por la aparición de
"Yamdoots," el ángel de la muerte hindú, y otros monstruos de
ultratumba (esr Osis, Karl and Haraldson Erlendur, "At the Hour of
Death," New York, Avon Books, 1972, pág. 90). Evidentemente la religión
hindú, con su misticismo pagano, puede ayudar al acercamiento del hombre a las
fuerzas oscuras — lo que se manifiesta luego con visiones terroríficas ante la
muerte.
De la literatura de los santos
padres sabemos que la seducción del diablo — es un peligro real. El apóstol
Pablo nos previene que: "Satanás puede tomar la forma del Ángel de la
Luz" (2 Cor 11:14). Al mismo tiempo el diablo no tiene poder de seducir a
cualquiera, como y cuando quiere: sus acciones están limitadas por Dios. Si un
hombre es orgulloso y desea ver algo sobrenatural, milagroso, lo que no merecen
ver otros hombres, se encuentra en grave peligro de confundir un demonio por un
ángel. En la literatura espiritual, esto se llama "encantamiento" o
"seducción" de las palabras (encanto, seducción). En peligro de caer
en esta trampa se encuentran los novicios desobedientes, los ascetas
orgullosos, los falsos profetas y curanderos y los que practican un misticismo
negativo, como la transmeditación, yoga, espiritismo, ocultismo, etc. De los
relatos de hombres que pasaron la muerte temporal no se ve que ellos
practicaran algo semejante. En su mayoría, son hombres comunes, que por tal o
cual enfermedad física, murieron y gracias a los esfuerzos de los médicos y los
éxitos de la medicina actual, fueron reanimados. Ellos no esperaban tener
ninguna visión extraordinaria, y lo que les fue dado ver, evidentemente fue
obra de la misericordia Divina, para que tomen más seriamente su vida. Es
difícil de imaginar que Dios permita a Satanás tentar a estos sufrientes, poco
duchos en la vida espiritual. Además, según los relatos reunidos por el Dr.
Morse, esta misma Luz, la vieron muchos niños, que por su pureza e inocencia,
se encuentran bajo la protección especial del Todopoderoso.
En los libros ortodoxos sobre la
vida después de la muerte, hay relatos sobre la aparición de los demonios a los
moribundos y sobre la fase de "tribulaciones," que pasa el alma.
Hablaremos de esto más adelante. Sin embargo, en éstos mismos libros se ve que
habitualmente los demonios comienzan a espantar al alma, ya después de que su
Ángel de la Guarda llegó a ella y comenzó a acompañarla hacia el Trono de Dios.
Además, en presencia del Ángel, los demonios están obligados a aparecer con
todo su aspecto repugnante.
Sobre las descripciones
contemporáneas de la Luz, quedan ciertas dificultades acerca de cómo hacerlas
coincidir con los relatos cristianos tradicionales. En la literatura ortodoxa,
el Reino de la Luz se describe como enlazado con el acercamiento al Cielo, en
tanto que en la literatura actual, los hombres ven la Luz sin necesidad de
cruzar la misteriosa frontera que separa este mundo del "otro."
Pensamos que los hombres que pasaron la muerte temporal, todavía no estuvieron
ni en el verdadero paraíso, ni en el verdadero infierno, sino que sólo
contemplaron y saborearon estos estados. Cuando los Ángeles se les aparecían a
los santos, ellos irradiaban luz, en el monte Tabor, los apóstoles vieron esta Luz
espiritual, aunque todavía físicamente se encontraban en este mundo. Dios por
Su misericordia revela esta maravillosa Luz para que sirva de aliciente al
hombre para llevar una vida justa y virtuosa. El contacto con la Luz aporta
siempre el sentimiento de una no terrenal paz y alegría. La Luz diabólica, en
cambio, lleva consigo un sentimiento de confusa inquietud. Induce al hombre a
sentirse superior, promete conocimiento, pero no tiene amor, ésta es una luz
fría.
A todo lo dicho hay que agregar
que la evaluación de sus vidas que los hombres experimentaron durante su
contacto con la Luz, cuando fueron obligados a re-evaluar sus actos, y así
también la subsiguiente corrección de su modo de vida, nos conduce a pensar que
su visión de la Luz fue una visión benéfica y no una seducción. Sabemos que
"por sus frutos los reconoceréis." El diablo trata de alejar al
hombre de Dios. Sería imposible pensar que él ayude a la gente a ser más
creyente y virtuosa.
A pesar de todo, en un plano más
amplio, el hombre creyente debe ser muy cuidadoso con las visiones y
experiencias místicas. Así, con la aparición de una gran cantidad de casos de
reanimación después de la muerte clínica, algunos médicos y psiquiatras,
propusieron crear una nueva rama de la ciencia, que trate sobre el alma y la
vida después de la muerte. Es innegable que siempre se puede comparar,
generalizar y sistematizar los datos sobre lo que vieron las almas en el
"otro" mundo. Sin embargo, es necesario entender que el papel de los
médicos y psiquiatras estará condenado a la compilación de casos aislados. Por
cuanto nosotros, los vivos, estamos separados de un contacto directo con el
mundo espiritual, no hay medio de planear y controlar los estados post-mortem,
a semejanza de experimentos de laboratorio.
Además de esto hay que recordar
también que la vida del hombre se encuentra en las manos de Dios. Sólo Él
determina el momento de la muerte, así como también el destino del alma después
de su separación del cuerpo. Por eso los intentos de experimentar sobre este
tema, entran en conflicto con la voluntad Divina y llevan al experimentador a
un contacto con los espíritus del mal. Como resultado, los datos recogidos por
él serán no fidedignos y sus conclusiones erróneas. Serafín Rous,
monje-sacerdote, escribe acerca de esto: "Muchos investigadores
contemporáneos aceptan, o al menos ven con simpatía, el estudio de lo oculto en
el tema de los estados fuera del cuerpo, por la única causa que éste está
basado sobre experimentos, que es lo que constituye la base de la ciencia. Pero
la experimentación en el mundo material difiere fundamentalmente de la
"experimentación" sobre los estados extra-corporales.
En el mundo material, los objetos
de estudio y las leyes de la naturaleza, son moralmente neutrales, y por eso
pueden ser objetivamente investigados y verificados por otros. Pero en el caso
dado, los objetos de estudio están escondidos de la gente, muy difíciles de
captar y a menudo muestran su propia voluntad con el objetivo de engañar al
observador" (8, pág. 127-128). Esto pasa porque la esfera del mundo
espiritual más cercana a nosotros, está llena de seres conscientemente malos,
demonios, quienes son especialistas en el engaño y la seducción. Ellos con
gusto participarán en cada experimento y le imprimirán su dirección
correspondiente.
Por eso la advertencia del padre
Serafín debe tomarse muy seriamente. Así, actualmente, una serie de
investigadores, comenzando por los casos médicos documentados de la muerte
clínica, pasaron a experimentos personales de los estados extra-corporales. No
tomando como guía las enseñanzas cristianas, y la experiencia de muchos siglos
de la Iglesia Ortodoxa, ellos comenzaron a estudiar los estados del
"cuerpo astral" y cayeron en la espesura del ocultismo.
Lamentablemente, esto pasó con el
Dr. Moody, la siquiatra E. Kubler- Ross y algunos otros. El Dr. Moody, por
ejemplo, quien escribió tres libros valiosos con datos bien documentados,
comenzó a experimentar según las recetas teosóficas y de la meditación trascendental.
Hace poco editó un libro sobre ese tema, bajo el título: "Vuelta
atrás" (Coming back), en el cual menciona los típicos desvaríos hindúes
sobre la reencarnación. (Véase en el agregado la discusión sobre este tema)
LA ENSEÑANZA ORTODOXA SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE.
La ley de la naturaleza y la
experiencia cotidiana nos dice que la muerte es el destino obligado de todo ser
humano. Sin embargo las Sagradas Escrituras nos enseñan que al principio la
muerte no se encontraba en los planes de Dios con respecto al hombre. La muerte
no es una norma establecida por Dios, sino más bien su desviación y una gran
tragedia. El libro del Génesis dice que la muerte irrumpió en nuestra
naturaleza, como consecuencia de la transgresión de nuestros primeros padres al
mandamiento de Dios. Según la Biblia, el objetivo de la venida del Hijo de Dios
al mundo fue la devolución al hombre de la vida eterna que había perdido. Aquí
no se trata de la inmortalidad del alma, ya que ella, por su propia naturaleza,
no se destruye, sino de la inmortalidad del hombre en su totalidad de cuerpo y
alma. La recuperación de la unidad del alma con el cuerpo, debe realizarse para
todos los hombres simultáneamente, cuando se produzca la resurrección universal
de todos los muertos.
En algunas religiones y sistemas
filosóficos (p. ej., El hinduismo y el estoicismo), se prioriza la idea de que
lo más importante en el hombre — es su alma. El cuerpo es sólo su envoltura
temporal, en la cual se desarrolla el alma. Cuando el alma llega a un nivel
espiritual requerido, el cuerpo no es más necesario y debe ser abandonado, como
una vestimenta raída. Liberándose del cuerpo, el alma sube a un peldaño
superior de su existencia. La fe cristiana no comparte ésta interpretación de
la naturaleza humana. Dando prioridad al principio espiritual en el hombre, ve
en él, sin embargo, un ser de dos componentes formado por dos partes:
espiritual y material, que se complementan mutuamente. Existen seres simples
que no poseen el cuerpo, como los ángeles y los demonios, pero el hombre
presenta otra estructura y destino. Debido a la presencia del cuerpo, su
naturaleza no solo es más compleja sino también es más rica. La unión designada
por Dios del alma y el cuerpo — es una unión eterna.
Cuando, después de la muerte, el
alma deja su cuerpo, ella entra en una situación extraña para ella. Realmente,
no está hecha para existir como fantasma, y le cuesta adaptarse a las
condiciones nuevas y no naturales para ella. Por eso, para destruir todas las
consecuencias letales del pecado, Dios quiso que los hombres creados por Él,
llegaran a la resurrección. Esto pasará durante la segunda venida de Nuestro
Salvador, cuando, por Su Omnipotente Palabra, el alma de cada hombre retornará
a su reconstruido y renovado cuerpo. Repetimos, ella entrará no en una nueva
envoltura, sino que se unirá precisamente con el cuerpo, que le pertenecía
antes, pero renovado e incorruptible, adaptado a las nuevas condiciones de
existencia.
En cuanto al estado temporal del
alma, desde su separación del cuerpo hasta el día de la resurrección universal,
las Sagradas Escrituras enseñan que el alma sigue viviendo, sintiendo y
pensando. "Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos, ya que para
Él todos viven," dijo Cristo (Mat. 22:32; Ecles. 12:7). La muerte, siendo
una separación temporal con el cuerpo, es mencionada en las Sagradas Escrituras
como partida, separación, dormición (2 Ped. 1:15; Filip. 1:23; 2 Tim. 4:6;
Hech. 13:36). Está claro que la palabra "dormición" (sueño) se refiere
no al alma, sino al cuerpo que después de la muerte como si descansara de sus
tareas. El alma, en cambio, separándose del cuerpo, sigue llevando su vida
consciente como anteriormente.
La corrección de estos conceptos
se ve en la parábola del Salvador sobre el rico y Lázaro (Luc. cap. 16) y del
milagro en el monte Tabor. En el primer caso, el rico del evangelio, que se
encontraba en el infierno, y Abraham, que se hallaba en el paraíso, discutían
la posibilidad de enviar el alma de Lázaro a la tierra a los hermanos del rico,
para prevenirles del infierno. En el segundo caso, los profetas Moisés y Elías,
que vivieron mucho antes del nacimiento de Cristo, hablaban con el Señor sobre
sus futuros sufrimientos. Además Cristo dijo a los judíos, que Abraham vio Su
llegada, evidentemente desde el paraíso, y se alegró (Juan 8:56). Ésta frase no
tendría sentido si el alma de Abraham se encontrara en su estado inconsciente,
como enseñan algunas sectas sobre la vida del alma después de la muerte. El
libro de la Revelación (Apocalipsis), en palabras ilustrativas, relata como las
almas de los bienaventurados en el Cielo reaccionan ante los hechos que
acontecen en la tierra (Apoc. Cap. 5-9). Todas estas partes de las Escrituras
nos enseñan a creer que la actividad del alma continúa después de la separación
con el cuerpo.
Además las Escrituras enseñan,
que después de la muerte, Dios designa al alma un lugar para su permanencia
temporal, de acuerdo a lo que se merecía ella, viviendo en el cuerpo: el
paraíso o el infierno. La designación del lugar es precedida por un así llamado
juicio "personal." El juicio personal debe diferenciarse del juicio
"universal," que se producirá al finalizar el mundo. Sobre el juicio
personal las escrituras enseñan: "Es fácil para el Señor en el día de la
muerte darle al hombre lo que se merece por sus hechos" (Sirah. 11:26) y
continúan: "El hombre debe una vez morir y luego el juicio" —
aparentemente individual (Heb. 9:27). Hay fundamentos para suponer que en el
estado inicial, después de la muerte, cuando el alma cae por primera vez en
condiciones nuevas para ella, necesita la ayuda y guía de su Ángel de la
guarda. Así p. ej. En la parábola del rico y Lázaro, se cuenta que los Ángeles
tomaron el alma de Lázaro y la llevaron al Cielo. Según las palabras del Salvador,
los Ángeles se ocupan de "estos pequeños" — los niños (en el sentido
directo e indirecto).
Sobre el estado del alma hasta la
resurrección universal la Iglesia Ortodoxa enseña: "Creemos que las almas
de los muertos, gozan o sufren según sus acciones. Separándose del cuerpo,
inmediatamente pasan a la alegría o a la tristeza y la congoja. Sin embargo, no
sienten ni gozo perfecto, ni perfecto suplicio ya que esto lo recibirá cada uno
sólo después de la resurrección universal, cuando el alma se reúna con su
cuerpo, en el cual vivió virtuosamente o viciosamente" (Epístola de los
Patriarcas orientales sobre la fe Ortodoxa, punto18).
Así la Iglesia Ortodoxa distingue
dos estados del alma en el mundo de ultratumba: uno para los justos y otro para
los pecadores — paraíso e infierno. Ella no acepta el estado intermedio de la
enseñanza católica de Roma — el Purgatorio, ya que en las Sag. Escr. no hay ni
una mención sobre este estado intermedio. La iglesia enseña también que los
sufrimientos de los pecadores en el infierno pueden ser aliviados y hasta
suprimidos por las oraciones y las buenas obras realizadas en su memoria. De
ahí viene la costumbre de enviar al sacerdote oficiante listas de nombres de
los muertos y los vivos, durante la Liturgia.
EL ALMA EN SU CAMINO AL CIELO.
Ya hablamos más arriba sobre la
etapa de "evaluación," que algunos pasan inmediatamente después de su
separación del cuerpo. Evidentemente esta fase tiene algo en común con el
juicio personal, o con la preparación para él.
En las vidas de los Santos y en
la literatura espiritual, hay relatos de cómo, después de la muerte del hombre,
el alma es acompañada de su Ángel Guardián, que la lleva al cielo a adorar a
Dios. A menudo, en este camino, los demonios viéndola, la rodean, para
asustarla y llevarla consigo. Esto se debe, según las Sagradas Escrituras, al
hecho que los ángeles rebeldes, después de su expulsión del Cielo, se adueñaron
del espacio, si se lo puede llamar así, entre la tierra y el Cielo. Por eso, el
apóstol Pablo llama a satanás el "príncipe que gobierna en el aire" y
a sus demonios — los espíritus "infracelestes" del mal (Efes. 6:12;
2:2). Estos espíritus infracelestes errantes, viendo el alma conducida por el
Ángel, la rodean y la acusan de sus pecados hechos en la tierra. Siendo
sumamente descarados, tratan de espantarla, llevarla a la desesperación y
adueñarse de ella. En este tiempo el Ángel la defiende y la anima. De lo dicho
no hay que sacar la conclusión que los demonios tienen algún derecho sobre el
alma humana, — ellos mismos están predestinados a ser juzgados por Dios. Ellos
sólo aprovechan, en su descaro, que el alma durante su vida en la tierra en
algo les obedecía. Su lógica es simple: "Si tú actuabas como nosotros, tu
lugar es con nosotros."
En la literatura eclesiástica,
este encuentro con los demonios se llama "tribulaciones" (Entre los
Padres de la Iglesia hablan sobre este tema San Efrem el Siríaco, Atanasio el
Grande, Macario el Grande, Juan Crisóstomo y otros). Más detalladamente
desarrolla ese tópico San Cirilo de Alejandría, en su "Palabra sobre la
separación del alma," que forma parte del Salterio Litúrgico. Una
descripción muy clara de este camino se encuentra en la vida del Beato Basilio
el Nuevo (Siglo X), donde aparece la Bienaventurada Teodora, fallecida, que
relata lo que vio y sintió después de la separación con el cuerpo. Las
descripciones de las tribulaciones se pueden encontrar, asimismo, en el Libro
"Los eternos misterios de ultratumba." Leyendo estos relatos hay que
tener presente que hay mucho de relativo en ellos, ya que las circunstancias
reales del mundo espiritual, no se parecen al nuestro.
Un encuentro semejante con los
espíritus del mal infracelestiales, está descrito por Ikskul, cuyo relato
comenzamos más arriba. He aquí lo que pasó cuando los dos Ángeles vinieron a
buscar su alma: "Comenzamos a subir rápidamente, y a medida que lo
hacíamos, veía yo un espacio cada vez mayor, y al final, cuando este espacio
tomó tan horripilantes dimensiones enormes, sentí miedo al sentirme tan ínfimo
ante tan inconmensurable desierto. Había también ciertas características en mi
visión. En primer término, estaba oscuro, pero yo veía todo con claridad, por
consiguiente mi vista adquirió la facultad de ver en la oscuridad. En segundo
lugar, mi vista abarcaba un espacio tal que es imposible para una vista común.
La idea del tiempo, desapareció
de mi mente y yo no sé cuánto tiempo más subimos. De repente se oyó un ruido
indefinido y luego apareciendo, no se sabe de dónde, con gritos y ruido, se
acercó a nosotros una muchedumbre de seres repugnantes. "Demonios," —
entendí con inusual rapidez y me helé de un horror especial, desconocido por mí
hasta ahora. Rodeándonos por todos lados, ellos con gritos y ruido, exigían que
se me entregue a ellos, trataban de agarrarme y arrancarme de alguna manera de
las manos de los Ángeles, pero, evidentemente no se atrevían a hacerlo. En esta
repugnante algarabía, tanto para el oído, como para la vista, yo lograba, a
veces, escuchar palabras y hasta frases enteras.
— "Él es nuestro, él negó a
Dios," — de repente como a una voz gritaron ellos y ahora ya con todo
descaro se tiraron sobre nosotros, que del horror por un instante se me heló el
pensamiento. "¡Es mentira! ¡Eso no es verdad!" volviendo en mí, quise
gritar, pero la servicial memoria me ató la lengua. De una manera
incomprensible recordé, de repente, un hecho trivial relacionado con mi
adolescencia, y que antes tenía completamente olvidado.
Recordé, que en el tiempo cuando
todavía estudiaba, nos reunimos en casa de un compañero, y charlando primero
sobre las cosas de la escuela, pasamos a hablar de temas elevados y abstractos
— como pasaba a menudo.
— "No me gustan las
abstracciones, — decía uno de mis compañeros, — pero esto es ya completamente
imposible. Puedo creer en alguna, aunque sea hasta ahora no estudiada por la
ciencia, fuerza de la naturaleza, o sea, puedo aceptar su existencia, sin ver
sus claras manifestaciones, ya que ella puede ser tan ínfima, que se confunde
en sus acciones con otras fuerzas y es difícil distinguirla; pero creer en Dios
como Ser Personal y Omnipotente, — creer cuando no veo por ningún lado claras
manifestaciones de esta Personalidad — esto ya es un absurdo. Me dicen: Cree.
Pero por qué debo creer, cuando en forma idéntica, puedo creer que Dios no
existe. ¿No es cierto acaso? ¿Y es posible, que Él no exista?" Ya
directamente se dirigió a mí, mi compañero.
— "Puede ser, que no
exista," dije yo. Esta frase era verdaderamente una "frase
vana": el discurso insensato de mi amigo no podía despertar en mí dudas
acerca de la existencia de Dios. Yo ni siquiera seguía con atención de qué se
hablaba — y he aquí que esta frase vana, no desapareció sin dejar rastro. Yo
debía justificarme, defenderme de la acusación recibida... Esta acusación
aparentemente, era el argumento más fuerte para mi perdición, para los
demonios. Era como si ellos sacaran de él una nueva fuerza para el atrevimiento
de sus ataques y con un atroz rugido, giraron alrededor de nosotros,
cortándonos el camino.
Me acordé de la oración y comencé
a orar, llamando en auxilio a aquellos Santos que conocía o cuyos nombres
recordaba. Esto no espantó a mis enemigos. Pobre ignorante, cristiano sólo de
nombre, yo posiblemente, por primera vez me acordé de Aquella que se llama la
Protectora de los cristianos.
Pero, evidentemente, mi llamado a
Ella era tan ferviente, hasta tal punto estaba mi alma llena de horror, que
apenas yo, recordando, articulé Su Nombre, alrededor nuestro repentinamente
apareció como una neblina blanca que rápidamente cubrió la repugnante masa de
demonios, y éstos desaparecieron de mis ojos, antes de separarse de nosotros.
Su rugido todavía se escuchó durante un tiempo, luego comenzó a debilitarse y
comprendí que la terrible persecución nos había dejado.
El miedo experimentado por mí,
era tan fuerte, que no sabía si seguíamos nuestro vuelo durante este horrible
encuentro o si nos detuvimos por un tiempo. Entendí que nos movíamos, que
continuábamos elevándonos hacia arriba, solo cuando nuevamente se abrió ante mí
el espacio infinito.
Después de recorrer cierta
distancia, vi una fuerte luz sobre mí. Se parecía a la luz solar, pero era
mucho más fuerte. Allí, seguramente, había algo así como un reino de la Luz.
Si, justamente un reino, con pleno poder de la Luz, — adivinando con algún
sentido especial nunca visto por mí, pensaba yo, — porque con esta luz no hay
sombras. "¿Pero cómo puede ser la luz sin sombras?" enseguida
surgieron, con extrañeza, mis conceptos terrenales.
De repente, rápidamente, entramos
en la esfera de esta Luz, y Ella literalmente me encegueció. Cerré los ojos,
cubrí con las manos mi rostro, sin resultado, ya que mis manos no daban sombra.
¡Y que hubiera significado aquí una defensa semejante!
Pero pasó algo diferente.
Majestuosamente, sin enojo, pero poderosamente e irrevocablemente sonaron desde
arriba las palabras: "¡No está listo!" — Y luego... luego una
instantánea parada en nuestra dirección ascendente — y rápidamente comenzamos a
bajar. Pero antes de dejar estas esferas, me fue dado a conocer una manifestación
especial. Apenas sonaron las palabras desde arriba, que todo en este mundo,
parecía, que cada partícula de polvo, cada minúsculo átomo, las contestaron con
su afirmación. Como un multimillonario eco, las repitió en un idioma intangible
para el oído, pero comprensible para el corazón y el intelecto, expresando su
total asentimiento a lo determinado por la voz. Y en esa unidad de la voluntad,
había una magnífica armonía, y en esta armonía se sentía tanta inexpresable y
entusiasmada alegría, ante la cual todos nuestros encantamientos y entusiasmos
se parecían — un día sin sol. Como un inimitable acorde musical sonó este
enorme eco y toda mi alma contestó con un fogoso impulso para reunirse a esta
magnífica armonía.
Yo no entendí el verdadero
significado de las palabras dirigidas a mí, o sea, no comprendí que debía
volver a la tierra y vivir como antes. Pensé que me llevaban a algún otro
lugar. El sentimiento de una tímida protesta se movió en mí, cuando, primero
vagamente, como en una neblina matinal, comenzaron a perfilarse los contornos
de la ciudad, y luego, claramente, aparecieron las calles conocidas y el
hospital. Acercándose a mi cuerpo inanimado, el Ángel Guardián, me dijo:
"¿Escuchaste lo determinado por Dios?" — E indicando mi cuerpo, me
ordenó: — "¡Entra en él y prepárate!" Después de esto ambos Ángeles
se hicieron invisibles para mí.
A continuación, K. Ikskul, relata
su vuelta al cuerpo, que estuvo en la morgue durante 36 horas, y cómo los
médicos y todo el personal se extrañó por el milagro de su vuelta a la vida.
Poco después, K. Ikskul, se retiró a un monasterio y terminó su vida como
monje.
EL PARAÍSO Y EL INFIERNO.
Las enseñanzas de las Sagradas
Escrituras sobre el gozo de los justos en el paraíso y los sufrimientos de los
pecadores en el infierno, se pueden leer en el folleto "Sobre el fin del
mundo y la vida futura" (Folleto misionero, numero 47). ¿Cómo es el Cielo?
¿Dónde está? En las conversaciones la gente, designa al Cielo
"arriba" y al infierno "abajo." La gente, que durante su
muerte clínica vio el infierno, indefectiblemente, describía el acercamiento a
él, precisamente como bajada. A pesar de que "arriba" y
"abajo" son expresiones condicionadas, no sería correcto considerar
al cielo y al infierno como distintos estados. Ellos son dos lugares
diferentes, aunque no se prestan a ser definidos geográficamente. Los Ángeles y
las almas de los muertos pueden encontrarse sólo en un lugar definido: Cielo,
infierno o tierra. No podemos señalar el lugar del mundo espiritual porque éste
se encuentra fuera de las "coordenadas" de nuestro sistema espacial y
temporal. Aquél espacio es de clase diferente y comenzando aquí, se extiende en
una nueva e intangible dirección.
Numerosos casos de la vida de los
Santos muestran cómo este espacio especial, "irrumpe" en el espacio
de nuestro mundo. Así los habitantes de la Isla Elovyl (de los Abetos), vieron
el alma de San Germán de Alaska subir en una columna de fuego, el staretz
Serafín Glinski vio el alma de San Serafín de Sarov, ascender al cielo. El profeta
Eliseo, vio cómo el profeta Elías fue llevado al cielo en un carro de fuego. A
pesar de nuestro deseo de penetrar con el pensamiento "allí," estamos
limitados por el hecho de que aquellos "lugares" se encuentran fuera
de nuestro espacio tridimensional.
La mayoría de los relatos
actuales de los hombres que pasaron la muerte clínica, describen lugares y
estados "cercanos" a nuestro mundo, todavía de este lado de la
"frontera." Sin embargo se encuentran descripciones de lugares que
recuerdan al "paraíso" o al "infierno," en los términos de
los que hablan las Sagradas Escrituras.
Así, por ejemplo, en las
comunicaciones de los Dres. Ritchi, Betty Maltz, Maurice Rawlings y otros,
figura el infierno con serpientes, reptiles, hedor insoportable y demonios. En
su libro "El retorno desde el mañana," el Dr. Ritchi relata lo que le
pasó a él mismo en 1943, cuando vio las imágenes del infierno. Allí la
atracción de los pecadores a los deseos terrenales era insaciable. Él vio a los
asesinos que estaban como encadenados a sus víctimas. Los asesinos lloraban y
les pedían perdón a sus víctimas, pero éstas no los oían. Eran inútiles
lágrimas y ruegos.
Thomas Welch relata cómo, trabajando
en un aserradero de Portland, estado de Oregón, resbaló, cayó al río y fue
aplastado por unos enormes troncos. Los operarios trabajaron más de una hora
para encontrar su cuerpo y sacarlo de debajo de los troncos. No observando
ningún signo vital, ellos lo consideraron muerto. Mientras tanto, Thomas, en el
estado de muerte temporal, se encontró en el borde de un inconmensurable océano
de fuego. Viendo las enormes olas de azufre en llamas, él se petrificó de
horror. Esta era la gehena de fuego, — no hay palabras humanas para describirla
—. En el mismo borde de la gehena de fuego, él reconoció a algunas caras de
conocidos que murieron antes. Todos estaban como paralizados de horror, mirando
el movimiento de las olas de fuego. Thomas entendía que no había posibilidad de
irse de allí. Comenzó a arrepentirse de que anteriormente se ocupó tan poco de
su salvación. ¡Oh! Si él supiera lo que le esperaba, viviría en forma distinta.
En esto vio a alguien que
caminaba en la lejanía. El rostro del desconocido reflejaba una gran fuerza y
bondad. Thomas enseguida comprendió que era el Señor y que sólo Él podía salvar
a su alma de la gehena. Tuvo la esperanza de que el Señor lo viera, pero el
Señor pasó de largo, mirando a la lejanía. "Un poco más y Él desaparecerá
y será el fin de todo" — pensó Thomas. De repente, el Señor volvió Su
rostro y miró a Thomas. Esto era todo lo necesario — ¡solo una mirada del
Señor! En un instante Thomas se encontró en su cuerpo y volvió a la vida.
Todavía no alcanzó a abrir los ojos, oyó claramente cómo oraban sus compañeros
que lo rodeaban. Muchos años después Thomas recordaba lo que había visto
"allí," en sus menores detalles. Este suceso era imposible de
olvidar. (Su caso, él lo describió en un librito: "Oregón amazing miracle"
Christ for the Nations, Inc., 1976).
El pastor Kenneth E. Hagin,
recuerda cómo, en abril de 1933, cuando él vivía en Mackiney, en el estado de
Tejas, su corazón se paró y el alma salió del cuerpo. "Después de esto,
comencé a bajar, y a medida que bajaba se hacía más oscuro y más caluroso.
Luego sobre las paredes de las cavernas vi el centelleo de unos malignos fuegos
– aparentemente infernales. Por fin, surgió una llamarada y me arrastró. Muchos
años pasaron de esto, pero todavía veo como real ante mí esta llamarada
infernal.
Cuando llegué al fondo del abismo
sentí la presencia a mi lado de un espíritu, que comenzó a conducirme. En este
momento, sobre las tinieblas infernales, sonó una poderosa voz. No entendí lo
que dijo, pero sentí que era la voz de Dios. De la fuerza de esta voz, tembló
todo el reino infernal, como tiemblan las hojas de otoño, cuando sopla el
viento. Inmediatamente, el espíritu que me empujaba me soltó y un fuerte viento
me llevó de vuelta hacia arriba. De a poco comenzó a brillar la luz de la tierra.
Yo me encontré de nuevo en mi cuarto y salté dentro de mi cuerpo, como el
hombre salta en sus pantalones. Vi a mi abuela que me dijo: "Hijito, pensé
que habías muerto." Después de un tiempo Kenneth se hizo pastor de una de
las iglesias protestantes y dedicó su vida a Dios. Este caso lo describió en el
folleto titulado "Mi testimonio" (4, pág. 91).
El Dr. Rawlings dedica un
capítulo entero de su libro a los relatos de la gente que estuvo en el
infierno. Unos vieron, por ej., un enorme campo donde los pecadores sin
descanso batallaban, se mataban, herían y violaban unos a otros. El aire estaba
lleno de gritos insoportables, imprecaciones y maldiciones. Otros describían
lugares de trabajo sin sentido, donde unos crueles demonios abrumaban a las
almas con el traslado de cosas pesadas de un lado a otro (4, cap.7).
Lo insoportable de los
sufrimientos infernales es ilustrado con estos dos relatos tomados de libros
ortodoxos.
Un paralítico había sufrido
muchos años y por fin le rogó a Dios que haga cesar sus sufrimientos. Se le
apareció un ángel y le dijo: "Tus pecados exigen purificación; el Señor te
propone que en lugar de un año de sufrimientos en la tierra, que te
purificarían, soportes tres horas de suplicios en el infierno: puedes
elegir." El paralítico pensó un poco y eligió las tres horas en el
infierno. Después de esto el ángel llevó su alma al infierno.
En todas partes reinaba una densa
oscuridad, estrechez, por todos lados los espíritus del mal, los gritos de los
pecadores, en todos lados solo sufrimientos. El alma del paralítico se
atemorizó indescriptiblemente y sintió una gran congoja; a sus gritos sólo
contestaba el eco infernal, y el borbotear de las llamas de la gehena. Nadie
prestaba atención a sus quejas y sus gritos, todos los pecadores estaban
ocupados con sus propios sufrimientos. Al paralítico sufriente le pareció que
ya habían pasado siglos y que el Ángel se había olvidado de él.
Pero por fin apareció el Ángel y
le preguntó: "¿Cómo te está yendo, hermano?" "¡Tú me
engañaste!"- exclamó el sufriente. — "¡No fueron 3 horas las que
pasaron, sino muchos años, en que me encuentro aquí en indescriptibles
sufrimientos!"
"¡¿Cómo que años?!" — preguntó
el ángel10 — "pasó sólo una hora y debes seguir sufriendo dos horas
más." Entonces el sufriente comenzó a rogar al Ángel que lo devuelva a la
tierra, donde él estaba de acuerdo en sufrir los años que fueran necesarios,
con tal de dejar ese lugar de horrores. "Está bien, — contestó el ángel —
Dios revelará en ti Su gran misericordia."
Encontrándose de nuevo en su
lecho de enfermo, el paralítico soportó desde entonces, ahora ya con
mansedumbre y con paciencia sus sufrimientos, recordando los horrores
infernales, donde es incomparablemente peor (de las cartas de Sviatogoretz,
pág. 89, carta 15ª, 1883).
He aquí el relato de dos amigos,
de los cuales uno se retiró a un monasterio y llevaba allí un estilo de vida
santa, y el otro se quedó en el mundo y vivía pecaminosamente. Cuando el amigo
pecador, murió repentinamente, su amigo el monje comenzó a orar a Dios que le
mostrara cuál había sido el destino de su compañero. Entonces una vez, en un
sueño ligero, se le apareció su amigo muerto, y comenzó a relatarle acerca de
sus insoportables sufrimientos, y cómo lo estaba consumiendo un gusano que
nunca duerme. Diciendo esto, levantó su vestimenta hasta la rodilla y mostró su
pierna cubierta totalmente de ese terrible gusano que le comía. De las heridas
de la pierna salía tan espantoso hedor, que el monje se despertó de inmediato.
Él salió corriendo de su celda y dejó la puerta sin cerrar. El hedor de la
celda se desparramó por todo el monasterio. Como con el tiempo el mal olor no
disminuía, todos los monjes tuvieron que mudarse a otro lugar. El monje que vio
al prisionero infernal, en toda su vida nunca pudo liberarse del hedor, que se
le quedó pegado (del libro: "Los eternos misterios de ultratumba,"
edic. del Monasterio de San Pantaleón en el Monte Athos).
Al contrario de estas imágenes de
horror, las descripciones del Cielo son siempre luminosas y alegres. Así, p.
Ej. Thomas N., científico de fama mundial, se ahogó en la pileta cuando tenía 5
años. Por suerte uno de sus familiares lo vio, lo sacó del agua y lo llevó al
hospital. Cuando los demás familiares se reunieron en el hospital, el médico
les dijo que Thomas había muerto. Pero inesperadamente para todos, Thomas
volvió a la vida. "Cuando estaba bajo el agua, — relataba después Thomas,
— sentí que volaba por un largo túnel, a cuyo extremo vi una Luz que era tan
fuerte que se la podía sentir. Allí vi a Dios en Su trono y debajo gente, o más
posiblemente Ángeles, que rodeaban el trono. Cuando me acerqué a Dios, Él me
dijo que mi tiempo todavía no había llegado. Yo sentía que quería quedarme pero
repentinamente estuve otra vez en mi cuerpo." Thomas afirma, que esta
visión le ayudó a encontrar el camino correcto en esta vida. Quiso ser
científico para entender más profundamente el mundo creado por Dios.
Indudablemente tuvo grandes éxitos en esta dirección (7, pág. 167).
Betty Maltz, en su libro "Yo
vi la eternidad," que salió en 1977, describe cómo, inmediatamente después
de la muerte, ella se encontró sobre una hermosa colina verde. Se sorprendió al
ver que teniendo tres heridas de operaciones, podía pararse y caminar
libremente y sin dolor. Sobre ella había un claro cielo azul. El sol no estaba
pero la luz lo invadía todo. Debajo de sus pies desnudos, un pasto de un color
tan vivo como jamás había visto en la tierra, cada hojita de pasto parecía
dotada de vida propia. La colina era empinada pero los pies se movían
fácilmente, sin esfuerzo. Flores de vivos colores, arbustos, árboles. A la
izquierda, una figura masculina con un manto. Betty pensó: "¿No sería este
un Ángel?" Caminaban sin conversar, pero ella comprendió que él no era
ajeno, que la conocía. Y se sentía joven, saludable y feliz. "Sentía que
tenía todo lo que había deseado tener, que era todo lo que había querido ser,
que iba allí a donde siempre había querido estar..." Luego delante de su
mirada pasó toda su vida, vio su egoísmo y tuvo vergüenza, pero se sentía
rodeada de cuidado y amor. Ella y su compañero se acercaron a un magnífico
palacio de plata, "pero no tenía torres." Música, cantos. Ella oyó la
palabra "Jesús." La pared de piedras preciosas, la puerta de perlas.
Cuando la puerta se entreabrió por un instante, ella vio una calle con luz
dorada. No veía a nadie en esa luz, pero comprendió que era Jesús. Quiso entrar
en el palacio, pero se acordó de su padre y volvió a su cuerpo. Esta vivencia
la llevó más cerca de Dios. Ella ahora ama a la gente.
San Salvio de Albi, jerarca de la
Galia del siglo VI, volvió a la vida, después de permanecer muerto la mayor
parte del día, y relató a su amigo Gregorio de Tour lo que sigue: "Cuando
mi celda se sacudió cuatro días atrás, y tú me viste muerto, me levantaron dos
Ángeles y me llevaron a la más alta cumbre del Cielo y bajo mis pies se veían,
no sólo ésta lamentable tierra, sino también el sol, la luna y las estrellas.
Luego me pasaron por una puerta que brillaba más fuerte que el sol y entraron
al edificio, donde los pisos brillaban de oro y plata. Esta Luz es imposible de
describir. Este lugar estaba lleno de gente y se extendía en todos los
sentidos, tan lejos, que no se veían sus límites. Los Ángeles abrieron camino
ante mí a través de la muchedumbre y entramos a aquel lugar al cual estaban
dirigidas nuestras miradas aun cuando todavía estábamos no muy lejos. Sobre el
lugar había una nube luminosa, más clara que el sol, y de ella escuché la Voz,
que parecía la voz de muchas aguas.
Luego me saludaron ciertos seres,
algunos vestidos con vestiduras sacerdotales, otros en vestimenta común. Mis
acompañantes me explicaron que éstos eran mártires y otros santos. Mientras
estaba parado allí, percibí alrededor de mí un perfume tan agradable, que era
como si me alimentara, ya que no sentía necesidad ni de comer ni de beber.
Luego una voz desde la nube dijo:
"Que este hombre retorne a la tierra, porque es necesario para la
Iglesia." Yo me prosterné en el suelo y lloré. "Helas, helas, Señor —
dije — ¿Por qué Tú me mostraste todo esto, sólo para luego quitármelo?"
Pero la Voz contestó: "Ve en paz, Yo te guardaré hasta que te devuelva de
nuevo a ese lugar." Entonces, llorando me fui a través de la puerta por
donde había entrado."
Otra hermosa visión del Cielo es
relatada por San Andrés el simple en nombre de Cristo, eslavo que vivía en
Constantinopla en el siglo IX. Una vez, durante un duro invierno, San Andrés
estaba acostado en la calle, y estaba muriéndose por el frío, y en eso sintió
un extraño calor dentro de él, y vio un hermoso joven, cuyo rostro brillaba
como el sol. Este joven lo llevó al paraíso, al tercer Cielo. He aquí lo que
contó San Andrés, cuando volvió a la tierra.
"Por el permiso Divino,
permanecí dos semanas en una dulcísima visión... Me vi en el paraíso y me
maravillaba de la inefable belleza de ese hermoso y magnífico lugar. Había
muchos jardines con altos árboles, que se mecían alegrando mi vista, y de sus
ramas salía un agradable perfume. Estos árboles, por su belleza no se parecían
a ningún árbol terrestre. En estos jardines había innumerables pájaros con alas
doradas, blancas y multicolores. Ellos estaban posados sobre las ramas de los
árboles del paraíso y cantaban tan bien que por su dulce cantar, yo me olvidaba
de mí mismo... Después me pareció que estaba parado en la cima del Cielo y
delante de mí caminaba un joven, con el rostro como el sol y vestido de
púrpura... Cuando lo seguí, vi una alta y hermosa cruz, parecida al arco iris y
rodeándola, unos cantores de fuego, que cantaban y alababan al Señor,
crucificado en la Cruz por nosotros. El joven, que iba delante de mí, se acercó
a la Cruz y la besó, indicándome a hacer lo mismo. Besando la Cruz, me llené de
indescriptible alegría y sentí un perfume más fuerte que el anterior.
Siguiendo el camino miré hacia
abajo y vi como un abismo marino. El joven me dijo: "No temas, debemos
subir más alto." — y me dio su mano. Me agarré de ella, nos encontramos ya
más alto que el segundo Cielo. Allí vi a magníficos hombres y su alegría es inexpresable
en el lenguaje de los hombres... Nos elevamos hasta más alto que el tercer
Cielo. Vi allá a numerosas fuerzas celestiales cantando y alabando a Dios. Nos
acercamos a una cortina que brillaba como el relámpago. Delante de ella estaban
parados unos jóvenes, parecidos a llamas, y me dijo el joven que me guiaba:
"Cuando se abra la cortina, verás al Señor Jesucristo. Entonces saluda al
altar de Su Gloria..." Y en esto una mano de fuego abrió la cortina y yo,
a semejanza del profeta Isaías, vi al mismísimo Señor sentado en el trono alto
y elevado, y los serafines volando alrededor de él. Sus vestiduras eran de
púrpura, Su rostro irradiaba luz y Él me miraba con amor. Viendo esto, me
prosterné delante de Él, saludando al Trono de Su Gloria. No se puede expresar
con palabras toda la alegría que me embargaba al contemplar Su rostro. Hasta
ahora, cuando recuerdo ésta visión, me lleno de indescriptible alegría.
Trepidante estaba postrado ante mi Señor. Luego todo el ejército celestial
cantó un hermoso cántico, y luego, sin darme cuenta cómo, de nuevo me encontré
en el Paraíso (es interesante agregar que San Andrés, no viendo a la Virgen
María, preguntó dónde estaba, y el Ángel le explicó: "¿Tú pensaste ver
aquí a la Reina? No está aquí. Ella bajó al mundo desdichado, para ayudar a la
gente y consolar a los acongojados. Yo podría mostrarte Su Santo lugar, pero no
tenemos tiempo, ya que tú debes volver").
Así, según las vidas de los
Santos y los relatos en los libros ortodoxos, el alma llega al Cielo después
que deja este mundo y cruza el espacio entre este mundo y el Cielo. A menudo,
esta parte del camino, está plagada por las trampas de los demonios. Siempre
los ángeles llevan al alma al Cielo, ella nunca llega allí sola. Sobre esto
escribió también San Juan Crisóstomo: "Entonces los ángeles llevaron a
Lázaro... ya que el alma no llega por sí misma a aquella vida, porque para ella
es imposible. Si nosotros, para ir de una ciudad a otra necesitamos un guía,
más todavía el alma necesitará del guía para el camino cuando se separa del
cuerpo, y debe ser presentada a la vida futura." Es claro que los relatos
contemporáneos sobre la Luz y los lugares de gran hermosura, no son verdaderas
visitas a estos lugares, sino solo "visiones" y
"pre-degustaciones" de ellos en la distancia.
La verdadera visita al Cielo
siempre está acompañada de signos claros de la Gracia Divina, a veces un
delicioso perfume, acompañado de un milagroso fortalecimiento de todas las
potencias del hombre. Por ejemplo, el perfume alimentó a San Salvio en tal medida,
que no necesitó ni comida ni bebida, durante tres días. Y sólo cuando él relató
acerca de esto, el perfume desapareció. La profunda experiencia de la visita al
Cielo es acompañada por el sentimiento de veneración ante la grandeza Divina, y
la conciencia de la indignidad de uno mismo.
Con todo, la experiencia personal
del Cielo, no se puede describir exactamente, ya que: "Ni ojo vio, ni oído
oyó, ni percibió la mente humana, lo que Dios tiene preparado para los que Le
aman." Y "Ahora lo vemos como a través de un vidrio opaco, como
adivinando; entonces lo veremos cara a cara..." (1 Cor. 2:9 y 13:12).
CONCLUSIÓN.
La inmortalidad del alma, la
existencia del mundo espiritual y la vida de ultratumba, son temas de la
religión. El cristianismo siempre supo y enseñó que el hombre es algo más que
un conjunto de elementos químicos, que además del cuerpo él tiene el alma, que
en el momento de la muerte, no muere sino que sigue viviendo y desarrollándose
en condiciones nuevas.
Durante los dos milenios de la
existencia del cristianismo, se reunió una rica literatura sobre el mundo de
ultratumba. En algunos casos el Señor permite a las almas de los muertos,
aparecer a sus parientes y conocidos para prevenirlos sobre lo que les espera
en el otro mundo y con esto incitarlos a vivir moralmente mejor. Gracias a eso
en los libros de religión hay bastantes relatos sobre lo que las almas de los
muertos vieron en el otro mundo, sobre los Ángeles, sobre el acoso de los
demonios, sobre la alegría de los justos en el paraíso, y los sufrimientos de
los pecadores en el infierno.
En el último cuarto del siglo, se
documentaron numerosos relatos de los hombres que pasaron la muerte clínica. Un
importante porcentaje de estos relatos incluye la descripción de lo que vieron
cerca del lugar de su muerte. En la mayoría de los casos, las almas de esta
gente no alcanzaron a llegar al paraíso o al infierno, pero a veces han
contemplado estos estados.
Como los más antiguos relatos de
la literatura religiosa, así también las investigaciones actuales de los
médicos reanimadores, corroboran las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, que
después de la muerte una parte del hombre (llámenla como quieran: "persona,"
"conciencia," "yo" o "alma), continúa su existencia,
pero en condiciones completamente nuevas. Esta existencia no es pasiva, ya que
la persona continúa el proceso de pensamiento, siente, desea, etc. en forma
semejante a como lo hacía durante su vida terrenal. La comprensión de esta
verdad primordial es muy importante, para construir nuestra vida correctamente.
Sin embargo, no a todas las
conclusiones de los médicos reanimadores hay que tomarlas literalmente. A veces
ellos emiten opiniones basadas en los datos incompletos y a veces hasta
erróneos. El cristiano debe, en todo lo que se refiere al mundo espiritual,
corroborar con las enseñanzas de las Sagradas escrituras, para no enredarse en
las redes de las elaboraciones filosóficas y opiniones personales de los
autores de libros que escriben sobre este tema.
El valor principal de las
investigaciones contemporáneas sobre las cuestiones de la vida después de la
muerte, consiste en que con una vía independiente y científica, ellos confirman
la verdad de la existencia del alma y de la vida después de la muerte. Además,
estos estudios pueden ayudar al creyente a entender mejor y prepararse para lo
que verá inmediatamente después de su muerte.
B) SEGMENTOS DEL CATECISMO ORTODOXO
A continuación incorporamos
distintos tramos del aludido catecismo ortodoxo referidos a la vida cristiana en el mundo y en la eternidad.
XIII SÉPTIMO ARTÍCULO: SU SEGUNDA Y GLORIOSA VENIDA.
XIII SÉPTIMO ARTÍCULO: SU SEGUNDA Y GLORIOSA VENIDA.
¿Qué es la Segunda Venida de Cristo en gloria para juzgar a vivos y
muertos?
Que Jesús volverá físicamente, no
en debilidad (como su primera venida) sino en poder, que tomará a los suyos,
juzgará a la humanidad, establecerá el Reino y renovará todas las cosas (Juan
14,3; Mateo 16,27; 26,63s; Hechos 1,11; 17,31; 1 Corintios 15,20-28; 2
Corintios 5,1-10; 2 Tesalonicenses 1,7-10; 2 Pedro 3,10-13; 1 Juan 3,2s;
Apocalipsis 22,20).
¿Cuándo sucederá la Segunda Venida?
Nadie lo sabe (Mateo 24,36.42ss;
Hechos 1,6s; 2 Pedro 3,3-10), pero está profetizada una apostasía general.
XVIII UNDECIMO ARTÍCULO: LA
RESURRECCIÓN.
¿Cuál es la esperanza cristiana?
Es vivir confiados en la promesa
de Dios de guardarnos irreprochables hasta la Segunda Venida, lo cual será el
cumplimiento completo de la salvación, pues estaremos totalmente libres del
pecado y disfrutando de la dulce comunión con el Salvador en gloria. Es una esperanza de victoria definitiva, de
gozo abundante y de una paz sin sombras (Romanos 8,24; 1 Pedro 1,4s; 2 Timoteo
4,6ss; Apocalipsis 21,4).
¿Hay vida después de la muerte?
La Biblia, revelación de Dios,
afirma que sí. De hecho, sabemos esto por intuición y también por revelación;
es decir, en nuestro ser interior, intuimos que la muerte no es el final
completo de todo, y Cristo declaró enfáticamente que hay vida consciente
después de la muerte física (Job 14,14; Eclesiastés 12,7; Lucas 23,46; 16,19-31;
Filipenses 1,21).
¿Adónde va el cristiano cuando muere?
Todos los que dieron su adhesión
a Cristo y aceptaron su proyecto y fueron rehabilitados e inhabitados por el
Espíritu, hallarán confirmada su confianza gozando eternamente de la presencia
divina. Pero los que se negaron a
aceptar su proyecto serán excluidos de la participación definitiva de estos
bienes (Mateo 25,31-46; Romanos 2,5s; 9,22s; Hechos 3,19; 2 Tesalonicenses
1,7-10). Cuando el espíritu de un
cristiano abandona su cuerpo, éste último vuelve a la tierra al ser sepultado.
Pero el espíritu vuelve a Dios que lo dio. El apóstol Pablo afirmó que “estar
ausentes del cuerpo” es estar “presentes para el Señor” (2 Corintios 5,8). Por eso, el cristiano al morir, va a reunirse
con el Señor. De ahí que el protomártir Esteban, al morir, dijera: “Señor
Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7,59).
¿Qué pasa con los que mueren sin Cristo?
Los que mueren sin Cristo se
pierden, pues no van al paraíso. Todas las expresiones bíblicas que expresan el
estado de los difuntos que mueren sin Cristo, son expresiones acerca de
sufrimiento, tormento y juicio (Salmo 1,6; Daniel 12,2; Lucas 16,23; Mateo
16,26; 2 Pedro 2,9).
¿Qué es la Segunda Venida o Parusía de Cristo?
Es su regreso, no en debilidad humana,
sino en poder y gloria, por el que renovará todas las cosas e instaurará el
Reino en plenitud.
¿Qué sucederá con los cristianos ese día?
Los cristianos que estén vivos el
último día no morirán, sino que serán transformados (1 Tesalonicenses 4,17; 1
Corintios 15,51s), y junto con todos los fieles difuntos resucitados serán
transformados para ser semejantes al cuerpo glorioso de Cristo (Hechos 24,15;
Juan 5,28s; Filipenses 3,21; 1 Corintios 15,43).
¿Cuál es el orden de los acontecimientos gloriosos?
El retorno personal de Cristo en
gloria, la resurrección de los muertos, el Juicio Final y la creación de los
nuevos cielos y la nueva tierra.
¿Qué es el cielo?
El cielo es la vida definitiva y
celestial en la eterna presencia de Dios cara a cara. Es un lugar maravilloso y un completo estado
de felicidad y paz. El cielo es estar
para siempre con el Señor y disfrutar de la compañía de todo su pueblo (Juan
5,24; 14,2s; Filipenses 3,20s; 1 Tesalonicenses 4,17; 2 Timoteo 4,6ss;
Apocalipsis 22,14-17).
¿Qué es el infierno?
Es la exclusión del cielo y la
muerte eterna debido al rechazo de Dios (Salmo 1,5s; Mateo 5,29s; 18,9; 23,33;
25,41-46; Juan 3,36; Apocalipsis 20,10; 21,8).
¿Existen el purgatorio o el limbo?
Las Sagradas Escrituras no nos
autorizan a afirmar la existencia de lugar alguno de purificación de las almas
de los fieles. Los cuerpos van al polvo
tras morir y se corrompen (Génesis 3,19; Hechos 13,36), pero sus almas siguen
vivas y vuelven a Dios que las dio (Lucas 22,43; Eclesiastés 12,7). Las de los justos van con Dios esperando la
redención de sus cuerpos (2 Corintios 5,1; 6,8; Filipenses 1,23; Hechos 3,21; Efesios
4,10), y las de los malvados están privadas de Dios en espera del juicio final
(Lucas 16,23s; Judas 6 y 7; Hechos 1,25; 1 Pedro 3,19). Fuera de estas dos realidades no hay más
estados.
¿Por qué oramos por los difuntos?
Porque les seguimos amando y
confiamos que, en la presencia de Dios, aquellos que han querido servirle,
crecerán en su amor hasta contemplarle totalmente.
¿Qué es el juicio final?
El juicio que hará Dios en su
trono cuando Cristo vuelva, y por el que pagará a cada uno según sus obras
(Hechos 17,31; 1 Corintios 6,3; Judas 6; 2 Pedro 2,4; Romanos 2,16; Mateo
12,36s).
¿Qué es la resurrección del cuerpo?
Es la victoria personal y
definitiva sobre la muerte en la plenitud del ser (Daniel 12,2s; 1 Corintios
15,12-56; Filipenses 3,20s; 1 Tesalonicenses 4,13-18).
¿Cuándo sucederán estas cosas?
De estos hechos nadie sabe el día
ni la hora, sino solamente el Padre celestial; pero sabemos que el Señor vendrá
sin advertencia y como ladrón en la noche (Hechos 1,7; Mateo 24,36.42-44; 2
Pedro 3,11-14).
¿Qué es la comunión de los santos?
Es la solidaridad de todo el
pueblo de Dios, vivos y muertos, por la que toda la “nube de testigos” vive en
intercomunión.
XIX DUODECIMO ARTÍCULO: LA VIDA ETERNA.
¿Qué es la vida eterna?
Es la nueva existencia en el
Espíritu que Dios nos da; o sea, es Dios como vida plena en nosotros.
¿Cuál es nuestra seguridad como cristianos?
Es que nada, ni aun la muerte,
podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús, y así gozaremos para
siempre de su gloriosa presencia.
¿Qué gran promesa hizo Jesús a sus discípulos?
Jesús les prometió que él iría al
cielo a preparar morada para ellos, y que también volvería a la tierra por
ellos para que estuvieran siempre junto a él (Juan 14,1ss; Mateo 24,27-42;
Hechos 1,10s; Tito 2,13; Hebreos 9,28; 1 Tesalonicenses 1,10; Apocalipsis 1,7;
22,20).
¿Qué sucederá en la eternidad?
En la eternidad Dios tendrá un
organismo que será su aumento, contenido y expresión (Apocalipsis 21 y 22).
XX LA VIDA CRISTIANA.
¿Qué es la vida cristiana?
La vida cristiana es la nueva
vida en Cristo. El cristiano sabe que
ahora debe vivir para su Señor y agradarlo en todo. Cristo vive ahora en el
cristiano por virtud de su Espíritu y ocupa el lugar central en su vida
(Filipenses 1,21; Gálatas 2,20; 1 Corintios 6,17).
¿Cuál es el ideal supremo de la vida cristiana?
El ideal supremo de la vida
cristiana es llegar a ser cada vez más semejante al Señor. Él es nuestro ejemplo supremo, y todo
cristiano procura imitarlo en todo (1 Juan 3,2; Filipenses 2,5; 3,12).
¿Cuáles son los dos deberes principales de la vida cristiana?
La vigilancia y la perseverancia.
Vigilar es no dormirse espiritualmente, sino estar a los peligros y las
tentaciones que rodean al cristiano. “El
que piense estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10,12). El cristiano también debe perseverar en el
bien y en su lealtad al Señor. Esto
requiere de un esfuerzo inteligente. Hay
algunos que empiezan en la camino de la fe, pero luego se apartan. Algunos son buenos cristianos por muchos
años, pero luego, poco a poco, desisten y se vuelven negativos. Lo importante es que, día a día, no importe
lo que pase, el cristiano siga igual de unido al Señor, y aún mejor, creciendo
en él. Que cuando la muerte le
sorprenda, él sea hallado fiel (Mateo 26,41; 24,13; Lucas 9,62; Gálatas 6,9; 1
Pedro 5,8s).
¿Cómo debe el cristiano considerar su propio cuerpo?
Antes de que una persona se haga
cristiana, su cuerpo es, por lo general, instrumento de pecado; pero ahora, en
su nueva vida, el cuerpo debe ser instrumento de honradez, justicia y
santidad. El cristiano debe glorificar a
Dios en su cuerpo, pues éste es templo del Espíritu Santo y debe presentarlo
como “sacrificio vivo” (Romanos 12,1s; 6,19.22; 1 Corintios 6,12.18-20).
¿Qué es un cristiano “carnal”?
Es el cristiano que no crece ni
avanza, que se queda en la tibieza espiritual y vive según sus instintos, y no
según el impulso del Espíritu. Así pues,
por pereza espiritual, desarrolla una general indiferencia hacia las cosas del
Señor (Romanos 12,11; 1 Corintios 2,14s; 3,1ss).
¿Cuáles son las ayudas del cristiano para vivir una vida espiritual y
floreciente?
Leer, estudiar la Biblia y
meditar sobre ella continuamente. Vivir
una vida de oración y asistir a los Oficios y Liturgias. La vida cristiana es una relación y
permanente diálogo entre el cristiano y Dios, pues la oración es la respiración
del alma. La Biblia es la despensa que
alimenta. Es una buena costumbre rezar a
Dios al levantarse por la mañana, a mediodía, tarde y noche.
¿Cuál es el libro principal de inspiración para la oración?
La Filocalia (en griego “amor a
la belleza”), compuesta por el monje Nicomedes del monte Athos y el obispo
Macario de Corinto, que recoge un florilegio de textos patrísticos y
espirituales (Evagrio, Antonio, Ignacio, Nicéforo, Diadoco, Juan Clímaco,
Simeón el Nuevo Teólogo, Gregorio Pálamas, Nicolás Cabásilas, etc.) sobre la
oración hesicasta (griego “paz y silencio”).
Este libro inspiró el resurgir ruso del siglo XIX en la obra
anónima: “Los relatos de un peregrino
ruso”.
¿De dónde viene este modo de orar?
De la tradición del monacato
primitivo (Monte Sinaí y luego al Monte Athos) del uso de jaculatorias,
oraciones de compunción (Kyrie eleison) y del deseo de una oración continua
para mantener vigilante la atención. Se
trata de una vieja técnica que une la invocación del nombre de Jesús a la
respiración.
¿Cuál es el texto más importante?
Nicéforo, Simeón el Nuevo Teólogo
y otros escriben: “Ante todo, procura que tu vida sea apacible y limpia de toda
preocupación y en paz con todos.
Entonces entra en tu cuarto, enciérrate y, sentado en un rincón cierra
los ojos, inclina el mentón y respira tranquilamente... recoge tu espíritu (aliento), introdúcelo en
la nariz... empújalo, fuérzalo a bajar a
tu corazón al mismo tiempo que el aire inspirado... y di: Señor Jesús. Retenlo y espácialo. Luego espira fijando la atención y unificando
las facultades, diciendo: Ten piedad de mí.
Esfuérzate por alejar todos los pensamientos, ten paciencia y repite con
frecuencia este ejercicio”.
¿Cómo es la oración que los antiguos cristianos enseñaron en la
Filocalia?
Se llama la “oración del Señor” o
“cuentario”, (komboskini) y dice al inspirar: “Señor Jesucristo”; y al espirar:
“Ten piedad de mí”. Tal y como la practicó el staretz Serafín de Sarov con su
mística de la luz tabórica.
En los puntos I y II precedentes
expusimos los aspectos preliminares e introductorios comunes a las tres
entradas que integran nuestro trabajo sobre escatología cristiana. (La escatología
católica ha sido tratada en la entrada anterior y la protestante lo será en la
siguiente y todas publicadas bajo los títulos indicados al comienzo).
En ese marco general resaltamos
la importancia de la escatología cristiana para la vida presente y futura de
los seres humanos.
Luego de esa parte común y ya
abordando en particular la escatología ortodoxa, en el punto III precedente
incorporamos los tramos pertinentes de la destacada obra del obispo Alexander Mileant, La Vida Después de la Muerte (Apartado
A) y asimismo, citamos los fragmentos
del Catecismo Ortodoxo que se corresponden con el tema que nos
ocupa. (Apartado B).
Ahora como cierre de esta segunda
parte de nuestro trabajo, elegimos un pasaje del Santo Evangelio según San
Mateo (24:36-26:2), el que está estrechamente vinculado con la escatología
cristiana y ha sido tomado de un sitio ortodoxo[9].
Dijo el Señor: "En
cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el
Hijo, sino sólo el Padre. Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en
tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y
se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que
llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo
del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro
dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo
bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón,
velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén
preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es,
entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de
su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel
servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les
aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal
servidor, que piensa: 'Mi señor tardará', y se dedica a golpear a sus
compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la
hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los
hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. Por eso, el Reino de los
Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro
del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron
sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron
sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía
esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se
oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. Entonces las jóvenes
se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes:
'¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero
estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a
comprarlo al mercado'. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban
preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después
llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos', pero él
respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben
el día ni la hora. El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al
salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio
cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su
capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos,
fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió
dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el
dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las
cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se
adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco
talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno
y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré
de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que
había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos:
aquí están los otros dos que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, ya
que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a
participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido un solo
talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has
sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar
tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'. Pero el señor le respondió: 'Servidor malo
y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he
esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi
regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo
al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al
que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a
este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'. Cuando el Hijo
del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su
trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él
separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y
pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a
los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en
herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque
tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber;
estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de
beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo
te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les
aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo
hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos;
vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque
tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso,
y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos
socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron
con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al
castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". Cuando Jesús terminó de
decir todas estas palabras, dijo a sus discípulos: "Ya saben que dentro de
dos días se celebrará la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para ser
crucificado".
Queridos Hermanos, hemos así
llegado al final del desarrollo previsto para este trabajo. Solo nos queda
recordar que en la entrada anterior hemos abordado la escatología católica y
que en la entrada venidera trataremos la escatología protestante. Sin más, nos despedirnos
implorando a la Santísima Trinidad para que nos de las fuerzas necesarias para
cargar nuestra cruz y perseverar en la fe y en las obras que nos permitan
regenerar nuestras naturalezas dañadas y llegar al destino de felicidad eterna
que Dios pone al alcance de todos los seres humanos.
Dr.
Alejandro Oscar De Salvo.
Abogado - Coach
Directivo.
https://www.google.com.ar/search?q=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&oq=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&aqs=chrome..69i57.10431j0j7&sourceid=chrome&espv=2&es_sm=122&ie=UTF-8#q=sacerdotesyseminaristas.org%2Fcatalogo_es%2F4120_escatologia.doc%E2%80%8E
[2]
Ibídem.
[3]
Rev. Carlos A. Mena C.
http://www.iglesiareformada.com/Mena_ESCATOLOGIA_REFORMADA.pdf
[4]
Ibídem.
[5]
Doc. Escatología - Resumen - sacerdotes y seminaristas
https://www.google.com.ar/search?q=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&oq=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&aqs=chrome..69i57.10431j0j7&sourceid=chrome&espv=2&es_sm=122&ie=UTF-8#q=sacerdotesyseminaristas.org%2Fcatalogo_es%2F4120_escatologia.doc%E2%80%8E
[6]
Ibídem.
[7]Los
fragmentos de la obra “La Vida Después de la Muerte” del Obispo Alexander
Mileant han sido tomados de la página: http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/vida_despues_muerte.htm
[8]
Contenido extraído del sitio dirigido por el Protopresbítero Manuel Lasanta.
(COE – IOUAs Misión de la Madre María) http://www.angelfire.com/co4/coe/CATECISMOCRISTIANOORTODOXO.htm
[9]
Contenido extraído de la página oficial de la Arquidiócesis de Buenos Aires y
toda la Argentina. Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa de Antioquía.
http://www.acoantioquena.com/lecturas/santo-evangelio-seg%C3%BAn-san-mateo-2436-262