LA NATURALEZA DE CRISTO
VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE
TEMARIO.
I) INTRODUCCIÓN.
II) SELECCIÓN DE ARTÍCULOS SOBRE LA DOBLE
NATURALEZA DE
CRISTO.
III) EPÍLOGO.
LA NATURALEZA DE CRISTO
VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE
I) INTRODUCCIÓN.
En sentido amplio la cristología es la rama de la teología que trata de la persona de Cristo y
de su obra. Y en sentido estricto se refiere únicamente a la doctrina acerca de
la persona de Cristo.
Nuestro trabajo se ajusta al alcance restringido con que se puede enfocar esta materia, en razón que aquí abordaremos en exclusividad la naturaleza de Jesucristo.
Con tal finalidad
incorporaremos seguidamente una serie de ensayos que nos ayudarán a comprender, dentro de los límites humanos, claro está, la misteriosa naturaleza de Cristo; que ha hecho que conviviera entre nosotros como Verdadero Dios y verdadero hombre.
II) SELECCIÓN DE ARTÍCULOS SOBRE LA DOBLE
NATURALEZA DE CRISTO.
De los cuatro interesantes artículos sobre la naturaleza de Cristo que seleccionamos, los dos primeros han sido redactados por autores pertenecientes al protestantismo y los dos últimos por un sacerdote de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
A) ENFOQUES PROTESTANTES.
LA
DOBLE NATURALEZA DE JESUCRISTRO[1]
Fredy Delgado, 28 de Marzo de 2012.
Para poder entender la UNICIDAD DE DIOS, es
necesario estudiar “LA DOBLE NATURALEZA DE JESUCRISTO”, nuestro estudio no
sería completo sin estudiar las DOS naturalezas de Cristo.
Hay un gran MISTERIO en las DOS NATURALEZAS
de Jesucristo y este es la clave para entender la verdadera revelación de Dios,
el Espíritu Eterno en LA CARNE. El término “Doble Naturaleza” no debe asustar a
nadie, porque los que hemos renacido de AGUA y del ESPÍRITU también poseemos
una doble naturaleza:
La naturaleza de nuestro Padre, Adán: LA
CARNE, y la naturaleza de Jesucristo: EL ESPIRITU.
Cada creyente en Cristo es un ser: HUMANO –
ESPIRITUAL, El Señor Jesucristo es nuestro modelo perfecto de este fenómeno
espiritual de las DOS NATURALEZAS en la misma persona.
Estudiemos este MISTERIO de la DOBLE
NATURALEZA DE JESUS:
1-
COMO HIJO: EL LADO HUMANO:
Nació
niño o hijo.
Mateo: 1: 21 – 25… Y dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
1:22 Todo esto aconteció para que se
cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
1:23 He aquí, una virgen concebirá y dará a
luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido
es: Dios con nosotros.
1:24 Y despertando José del sueño, hizo como
el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.
1:25 Pero no la conoció hasta que dio a luz
a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.
Creció
en Sabiduría.
Lucas: 2: 52… Y Jesús crecía en sabiduría y en
estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
Tenía
hambre.
Mateo: 4: 2… Y después de haber ayunado
cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
Era
Siervo.
Marcos: 10: 45… Porque el Hijo del Hombre no
vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos.
Lucas: 22: 25 – 27… Pero él les dijo: Los
reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen
autoridad son llamados bienhechores;
22:26 mas no así vosotros, sino sea el mayor
entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.
22:27 Porque, ¿Cuál es mayor, el que se
sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Más yo
estoy entre vosotros como el que sirve.
Se
Cansaba.
Juan: 4: 6… Y estaba allí el pozo de Jacob.
Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la
hora sexta.
Habitó
en la Tierra.
Juan: 1: 14… Y aquel Verbo fue hecho carne,
y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre), lleno de gracia y de verdad.
Oraba.
Lucas: 22: 44… Y estando en agonía, oraba
más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta
la tierra.
No
sabe todas las cosas.
Marcos: 13: 32… Pero de aquel día y de la
hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el
Padre.
Fue
el Sacrificio: el Cordero.
Juan: 1: 29… El siguiente día vio Juan a
Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo.
Tuvo
menos de 50 años.
Juan: 8: 57… Entonces los judíos le dijeron:
Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices:
El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.
Murió.
Juan: 19: 30 – 37… Cuando Jesús hubo tomado
el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el
espíritu.
19:31 Entonces los judíos, por cuanto era la
preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el
día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a
Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.
19:32 Vinieron, pues, los soldados, y
quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado
con él.
19:33 Mas cuando llegaron a Jesús, como le
vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.
19:34 Pero uno de los soldados le abrió el
costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
19:35 Y el que lo vio da testimonio, y su
testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también
creáis.
19:36 Porque estas cosas sucedieron para que
se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo.
19:37 Y también otra Escritura dice: Mirarán
al que traspasaron.
2-
COMO ESPIRITU: EL GRAN DIOS ETERNO:
Nació
Dios Fuerte.
Isaías: 9: 6… Porque un niño nos es nacido,
hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre
Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Sabe
todas las cosas.
Juan: 21:17… Le dijo la tercera vez: Simón,
hijo de Jonás, ¿Me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez:
¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús
le dijo: Apacienta mis ovejas.
Es el
YO SOY.
Juan: 8: 12… Otra vez Jesús les habló,
diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida.
Juan 8: 58… Jesús les dijo: De cierto, de
cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Juan 10: 7… Volvió, pues, Jesús a decirles:
De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Alimentó
Multitudes.
Mateo: 14: 19 – 21… Entonces mandó a la
gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y
levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los
discípulos, y los discípulos a la multitud.
14:20 Y comieron todos, y se saciaron; y
recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.
14:21 Y los que comieron fueron como cinco
mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Rey
de Reyes.
Apocalipsis: 19: 16… Y en su vestidura y en
su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
Creó
la Tierra.
Colosenses: 1: 16 – 17… Porque en Él fueron
creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean
potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él.
1:17 Y Él es antes de todas las cosas, y
todas las cosas en Él subsisten
Contesta
las Oraciones.
Juan. 14: 13 – 14… Y todo lo que pidiereis
al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14:14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo
haré.
Perdonó
pecados.
Marcos: 2: 5 – 7… Al ver Jesús la fe de
ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
2:6 Estaban allí sentados algunos de los
escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:
2:7 ¿Por qué habla éste así? Blasfemias
dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
Resucitó.
Lucas: 24: 1 – 6… El primer día de la
semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas
que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
24:2 Y hallaron removida la piedra del
sepulcro;
24:3 y entrando, no hallaron el cuerpo del
Señor Jesús.
24:4 Aconteció que estando ellas perplejas
por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras
resplandecientes;
24:5 y como tuvieron temor, y bajaron el
rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
24:6 No está aquí, sino que ha resucitado.
Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea.
Entendamos que en Jesucristo obraban dos
naturalezas, DIVINA y HUMANA. Lo que tenemos que hacer cuando leamos el
ministerio terrenal de Jesús en los evangelios es discernir cuando Jesús obraba
como hombre y cuando obraba como Dios, este es el Misterio de la Piedad: Dios
manifestado en carne.
Esta verdad es el punto esencial por el que
en el Cristianismo no es solamente el hombre quien busca a Dios, sino que es
Dios en persona quien viene al hombre.
Jesús era perfectamente humano en todos los
sentidos humanos, pero también era Dios en todos los Sentidos Divinos,
Jesucristo desempeñaba DOS papeles o funciones, durante sus 33 años y medio que
desempeño su Ministerio Terrenal.
Es sumamente importante para el serio
estudiante de la Palabra de Dios, reconocer y discernir las citas bíblicas que
tratan con su PARTE HUMANA y las que tratan con su PARTE DIVINA. Ejemplos de
las dos naturalezas:
Cuando Jesús caminaba a orillas del Mar de
Galilea, lo hacía como humano; más cuando vino caminado hacia sus discípulos
sobre el mismo mar no lo hizo como hombre, sino como Dios.
Jesús se alimentaba para dar fuerza física a
su cuerpo natural, más cuando dio de comer a las multitudes, era Dios
efectuando el Milagro.
Cuando Jesús lloró frente a la tumba de su
amigo Lázaro, lloró como humano, más cuando un momento después lo resucito, lo
hizo como el Dios Todopoderoso que da LA VIDA. Juan. 11: 25… Le dijo Jesús: Yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Cuando Jesús murió en la Cruz, murió como
cualquier hombre; sintió dolor, derramó sangre y expiró; más cuando resucitó
fue el mismo Espíritu de Dios haciendo la obra de redención, porque si Jesús no
hubiera resucitado no habría salvación para el hombre. I Corintios: 15: 13 – 17
¡Qué bueno! que entiendas la DOBLE
NATURALEZA DE JESUCRISTO, sólo pide con fe a Dios que te abra el entendimiento
y te revele este MISTERIO.
Dios les siga bendiciendo.
LAS DOS NATURALEZAS DE JESÚS[2]
Rev. Matthew Slick
Rev. Matthew Slick
Jesús es Dios en carne humana. Él no es mitad Dios y mitad hombre. Él es completamente divino y completamente
humano. Esto quiere decir que Jesús
tiene dos naturalezas: divina y humana.
Jesús es la Palabra (verbo) que era Dios y estaba con Dios y
que fue hecho carne. (Juan 1:1,14). Esto
significa que en la misma persona de Jesús existen una naturaleza humana y una
naturaleza divina. La naturaleza divina
no fue cambiada. No fue alterada. Él no es meramente un hombre quien tenía a
Dios adentro” ni un hombre quién manifestaba el principio de Dios”. Él es Dios, la Segunda persona de la
Trinidad. “El Hijo es el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su
sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”
(Hebreos 1:3 RV60), las dos naturalezas de Jesús no están mezcladas juntas, ni
están combinadas en una nueva naturaleza Dios-hombre. Están separadas pero funcionan como una
unidad en la persona de Jesús. Esto es
llamado La Unión Hipostática.
La siguiente tabla le podrá ayudar a ver las dos naturalezas de Jesús “en acción”:
Jesús como Dios Jesús como hombre
Es adorado (Mat. 2:2,11; 14:33). Adoró al Pade (Juan 17).
Se le ora (Hech 7:59). Oró al Padre (Juan 17:1).
No tuvo pecado (1 Ped. 2:22; Heb. 4:15). Fue tentado a pecar (Mat. 4:1).
Es omnisciente (Juan 21:17). Creció en sabiduría (Luc. 2:52).
Da vida eterna (Juan 10:28). Pudo morir (Rom. 5:8).
En El habita la plenitud de la Deidad (Col.2:9).
La Communicatio Idiomatum.
Una doctrina que está relacionada a la Unión Hipostática es
la communicatio idiomatum (Latin para “comunicación de propiedades”). Es lo que enseña que los atributos tanto de
lo divino como de lo humano son atribuidos a la persona de Jesús. Esto significa que el hombre Jesús podía
reclamar a la gloria que tenía con el Padre antes que el mundo fuese hecho
(Juan 17:5), reclamar haber descendido del cielo, (Juan 3:13), y además
reclamar omnipresencia (Mateo 28:20). Todos estos son cualidades divinas las
cuales fueron reclamadas por Jesús; por eso, los atributos de propiedad divina
fueron reclamados por la persona de Jesús.
Errores que Cometen los Cultistas.
Uno de los errores más comunes que las sectas no-Cristianas
cometen es el no entender las dos naturalezas de Cristo. Por ejemplo, los Testigos de Jehová se
enfocan en la humanidad de Jesús e ignoran su divinidad. Ellos repetidamente citan versos que tratan
con Jesús como hombre y tratan de ponerlos en contra de aquella escritura que
demuestra que Jesús es además divino.
Por otro lado, la Ciencia Cristiana hace lo opuesto. Ellos se enfocan en las escrituras que
demuestran la divinidad de Jesús hasta el punto de negar su verdadera
humanidad.
B) UNA MIRADA CATÓLICA.
Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo
1.1
EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN: CRISTO ES PERFECTO DIOS Y PERFECTO HOMBRE.
1.1.1
Enunciación del Misterio.
El misterio de la Encarnación nos enseña que
la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, o sea el Hijo, se encarnó y se
hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María.
Encarnar significa hacerse carne, esto es,
hacerse hombre. Cuando decimos que el Hijo de Dios se encarnó, queremos
expresar que se hizo hombre, tomando un cuerpo y un alma como los nuestros.
Cristo es pues, Dios y hombre verdadero. Hay
en El dos naturalezas, la divina y la humana, cuya unión forma una sola persona
que es la divina.
1.1.2
Errores. Defensa de los Concilios de Nicea, Éfeso y Calcedonia.
Hay tres clases de errores sobre este
misterio: unos niegan en Cristo la naturaleza divina; otros la naturaleza
humana; y otros, en fin, yerran sobre el modo como se unieron ambas
naturalezas.
1°. De los que niegan a Cristo su naturaleza
divina el principal es Arrio (S.IV). Niega que Jesucristo sea Dios. Afirma que
es una criatura perfectísima; pero no admite que sea de una misma Naturaleza o
Substancia con el Padre. Fue solemnemente condenado por el Concilio de Nicea
(a. 325), el cual definió que el Hijo es consubstancial al Padre.
Muchos protestantes de nuestros días niegan
también la divinidad de Cristo (Bultmann, Bonhoffer, etc.).
2°. Niegan la naturaleza humana los
gnósticos y algunos otros herejes rechazaban que Cristo fuera verdadero hombre;
y admitían que su cuerpo no era real sino ficticio, y de apariencia como un
fantasma.
3°. Los que yerran sobre el modo de unirse
las dos naturalezas en una persona:
a) Nestorio (S.V): Enseñó que en Cristo
había dos personas, una para cada naturaleza. Y, como consecuencia, que María
Santísima no podía llamarse Madre de Dios (teotokós), porque no era madre sino
de la persona humana (antropotokós). Fue condenado por el Concilio de Éfeso (a.
43l).
b) Eutiques: Profesó el error opuesto, a
saber, que en Cristo no había sino una sola naturaleza, porque la naturaleza
humana había sido absorbida por la divina, como el océano absorbe una gota de
agua. Esta herejía conocida como monofisismo fue condenada por el Concilio de
Calcedonia (a. 451).
Otros herejes enseñaron que aunque en Cristo
había dos naturalezas, sin embargo, no tenía sino una sola voluntad
(monotelismo).
No es lícito separarse de las nociones para
exponer el misterio de la encarnación. En concreto las nociones de
"naturaleza" y "persona" indican realmente quién es
Jesucristo. Por eso "son claramente opuestas a esta fe las opiniones (. .
.) según las cuales no sería revelado y conocido que el Hijo de Dios subsiste
desde la eternidad, en el misterio de Dios, distinto del Padre y del Espíritu
Santo; e igualmente las opiniones según las cuales debería abandonar la noción
de la única persona de Jesucristo, nacida antes de todos la naturaleza humana;
y finalmente la afirmación según la cual la humanidad de Jesucristo existiría
no como asumida con la persona eterna del Hijo de Dios, sino, más bien, en sí
misma como persona humana y, en consecuencia, el misterio de Jesucristo
consistiría en el hecho de que Dios, al revelarse, estaría de un modo sumo
presente en la persona humana de Jesús". [S.C. para la doctrina de la Fe,
Decl. 21-11-1972 (para defender la fe contra algunos errores actuales acerca de
los misterios de la Encarnación y de la Santísima Trinidad), AAS 64 (1972), pp.
237 núm. 3.]
1.2
LA UNION HIPOSTATICA.
1.2.1
En Cristo hay dos naturalezas
En Jesucristo hay dos naturalezas: una divina,
porque es Dios; y otra humana, porque es hombre.
a) Su
naturaleza divina.
Jesucristo es Dios desde toda la eternidad,
puesto que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y es hombre desde la
Encarnación, es decir, desde que unió a su Persona la naturaleza humana, en el
seno virginal de María Santísima.
En el primer capítulo de su Evangelio, nos
enseña San Juan esta doble verdad: (y nos dice que): "En el principio era
el Verbo, y el Verbo era Dios"; y que "El Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros" (Jn. 1, 1; 1, 8).
Puesto que en Jesucristo hay dos
naturalezas, habrá que decir que aquello que pertenece a la naturaleza en
Jesucristo será doble: hay en Él, pues, dos entendimientos, uno que corresponde
a la Naturaleza divina y otro a la humana. Por la misma razón hay también en Él
dos voluntades.
Respecto a su Naturaleza divina basta decir
que tenía todas las perfecciones propias de la divinidad: hablemos de su
naturaleza humana.
b) Su
naturaleza humana.
En la naturaleza humana de Cristo podemos
distinguir dos elementos: el cuerpo y el alma.
1º. El cuerpo de Cristo es: a) real:
"Palpad, decía a sus apóstoles después de su resurrección, y considerad
que un espíritu no tiene carne ni huesos como vosotros veis que yo tengo"
(Lc. 24, 39). b) Delicado y perfectísimo: Aunque sujeto al dolor, a las
necesidades y a la muerte, porque venía a expiar nuestros pecados.
2°. El alma de Cristo es, como la nuestra,
un espíritu creado por Dios para animar su cuerpo. Es, si, infinitamente más
perfecta, ya en sus facultades naturales, ya en sus dones sobrenaturales.
b. 1
Facultades naturales.
Digamos algo de sus facultades naturales;
entendimiento y voluntad.
1°. Su entendimiento estaba dotado de
excelentes conocimientos. "En él, nos dice San Pablo, estaban encerrados
todos los tesoros de la sabiduría y ciencia de Dios" (Col. 2, 3)
El entendimiento humano de Jesús estuvo
dotado de tres clases de ciencias: la infusa, esto es, infundida directamente
por Dios sin necesidad de imágenes ni raciocinios; la beatífica, o
contemplación de la divina esencia; y la adquirida por medio de los sentidos y
la razón. Las dos primeras le venían a causa de su unión con el Verbo; la
tercera la adquirió con el paso del tiempo, en primer lugar de San José que le
enseñó su oficio, de su Madre Santísima, del conocimiento sensible, de las
enseñanzas de la Escritura y de los maestros de Israel.
2°. La voluntad humana de Cristo era
perfectísima, dotada de eminente poder y santidad, y de perfecta libertad.
"Soy dueño de dar mi vida y dueño de recobrarla", decía el Salvador
(Jn. 10, 18).
Tenía la voluntad de Cristo dos eximias
perfecciones, de que carece la nuestra: la impecabilidad (no podía pecar, ni
sentía inclinación al mal); y la integridad (en él no había concupiscencia,
sino que el apetito estaba perfectamente sometido a la razón, puesto que en
Cristo no existía el pecado original, ni aquellas de sus consecuencias que
envuelven imperfección moral).
Había también en Cristo perfecto acuerdo
entre su voluntad humana y la divina.
En su voluntad humana se daba principalmente
un amor tiernísimo para con sus padres; y de amor, misericordia y mansedumbre
con los hombres.
"Mi comida es hacer la Voluntad del que
me ha enviado ". "Venid a mí todos los que estáis agobiados por el
sufrimiento, que yo os aliviaré". "Aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón" (Jn. 4, 34 - Mt. 11, 28, 29).
En Cristo hubo pasiones; y así leemos en la
escritura que amó con predilección a San Juan, lloró ante la tumba de Lázaro, y
se llenó de angustia, tedio y tristeza al pensamiento de su pasión. Sus pasiones,
sin embargo, se diferenciaban de las nuestras en que nunca tendieron a un fin
malo, y siempre obedecían la dirección rectísima de su voluntad.
b.2
Dones sobrenaturales y preternaturales.
Cristo estuvo adornado con la plenitud de la
gracia, virtudes y dones del Espíritu Santo; y no podía ser de otra manera dada
su unión íntima y personal con la divinidad.
"Hemos visto su gloria, lleno de gracia
y de verdad. De su plenitud todos hemos recibido" (Jn. 1, 14, 16).
Respecto a los dones preternaturales ya hemos
indicado que tuvo la ciencia y la integridad; más no la inmunidad ni la
inmortalidad, pues quiso expiar nuestros pecados sometiéndose al sufrimiento y
a la muerte.
1.2.2
En Cristo no hay sino una persona: la Divina.
Las dos naturalezas de Cristo están unidas
en una sola persona, que es la divina, a quien llamamos Jesucristo.
El Verbo divino no se unió a una persona
humana, sino a una naturaleza humana; y así la persona divina hace las veces de
persona no sólo para la Naturaleza divina, sino también para la naturaleza
humana, a la cual se unió.
Nuevamente aquí se encuentra nuestra
inteligencia frente a un misterio. Podemos comprobar que en esta unión no hay
contradicción, pero no podemos comprender a fondo cómo se hace. Creemos sí con
absoluta firmeza en Él, porque Dios nos lo reveló en forma que nos brinda plena
certidumbre.
Así como dijimos que en Jesucristo todo lo
que se refiere a la naturaleza es doble -dos inteligencias, dos voluntades-,
todo lo que se refiere a la persona será único: y así, no adoro en Él dos
seres, sino uno solo, no actúan dos individuos sino uno solo, etc.
1.2.3
La unión hipostática: Noción.
La unión de las dos naturalezas en Cristo se
llama hipostática o persona, porque ambas están unidas en una sola Persona: la
del Verbo.
Hipóstasis es el sustantivo griego que
corresponde al sustantivo castellano persona, e hipostático el adjetivo que
corresponde al adjetivo personal.
Las dos naturalezas de Cristo se mantienen
íntimamente unidas, pero sin confundirse; como el cuerpo y el alma en el hombre
están en íntima unión, pero sin confundirse el uno con la otra.
La unión de las dos naturalezas en Cristo es
perpetua. El Verbo tomó la naturaleza humana para siempre. Por eso en la
Eucaristía y en el cielo su divinidad permanece unida a su cuerpo y a su alma.
1.3
ALGUNAS CONSECUENCIAS DE LA UNION HIPOSTATICA.
Esta unión tiene consecuencias importantes:
a) Todos los actos de Cristo tienen valor infinito; b) Su humanidad merece
adoración; c) Hay comunicación de propiedades entre las dos naturalezas.
1.3.1
Valor infinito de sus actos.
La persona, en general, tiene la propiedad
de ser centro de atribución de todos los actos del individuo; de modo que todo
lo él haga se atribuye a su persona.
Por ejemplo, no se dice: mi garganta canta,
mi voz habla, mi cerebro siente; sino, yo canto, yo hablo, yo siento;
atribuyendo al mismo "yo" todas mis acciones.
Lo mismo pasa en Cristo. Todas sus acciones,
así las de su Naturaleza divina como las de la humana, se refieren a su
persona.
Así decimos que Cristo creó el mundo (obra
propia de Dios), y que padeció (obra propia del hombre).
De esta doctrina se saca la consecuencia importantísima
que todas las acciones de Cristo, aun las propias de su naturaleza humana
tienen valor infinito por atribuirse a la persona divina del Verbo.
Esta doctrina nos permite también ilustrar
la Redención:
En efecto, si hubiera en Cristo dos
personas, una divina y otra humana, la Redención no hubiera podido verificarse;
pues la persona divina no hubiera podido padecer ni morir; y la persona humana
hubiera podido padecer y morir, pero sus acciones no tendrían valor infinito,
por no proceder de una persona divina.
Por el contrario, en la doctrina católica se
ilustra la Redención; porque Cristo padece en cuanto hombre, esto es, en su
naturaleza humana; pero sus padecimientos tienen valor infinito por la unión
personal entre la naturaleza humana y la Persona divina.
"En efecto, amó Dios tanto al mundo,
que le dio a su unigénito Hijo. Así como en el hombre-Adán este vínculo quedó
roto, así en el hombre-Cristo ha quedado unido de nuevo" (Juan Pablo II,
Enc. Redemptor Hominis, 4-11-1979, Núm. 8), (cfr. Puebla, n. 400).
1.3.2
Su Humanidad merece adoración.
La Humanidad de Cristo merece ser adorada a
causa de su unión personal con el Verbo divino. De modo que el culto que se
rinde a su Humanidad se rinde al Hijo de Dios.
Por eso la Iglesia permite que al Corazón de
Jesús y a sus sagradas llagas, se dé culto directo de latría o adoración,
Igualmente permite que a la santa Cruz, a los clavos de la pasión, a la sábana
santa, etc. se dé culto indirecto de latría, por la relación íntima que guardan
con la naturaleza humana de Cristo.
1.3.3
Comunicación de propiedades.
La comunicación de propiedades consiste en
que puede atribuirse a Cristo Dios lo que es propio de la naturaleza humana; y
a Cristo hombre lo que es propio de la naturaleza divina. Así se puede decir
que Dios murió y resucitó; o que un hombre es inmortal y omnipotente.
Debe mantenerse el cuidado de emplear
términos concretos, y no abstractos. Así se dices que Dios es hombre, murió,
etc., pero sería gravísimo error decir que la divinidad es la humanidad, o que
la divinidad murió.
La razón es porque no todo lo que puede
aplicarse a la persona de Cristo, puede aplicarse a la divinidad en general.
Esta comunicación de propiedades la llaman
los teólogos comunicación de idiomas, porque idioma quiere decir en griego
propiedad; viene del adjetivo, idios, que significa propio, particular
EL VERBO ENCARNADO II[4]
Pbro. Dr.
Pablo Arce Gargollo
1.1 CRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPIRITU SANTO.
1.1.1 Cómo se verificó.
La Concepción
de Nuestro Señor Jesucristo en el seno de la Virgen María se hizo de modo
sobrenatural y milagroso. "Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la
Virgen María", rezamos en el Credo.
Veamos en
alguna forma cómo se realizó este altísimo misterio:
a) El cuerpo
de Cristo fue formado por el Espíritu Santo en las entrañas de la Virgen María,
en el mismo cuerpo de la Santísima Virgen.
b) El alma de
Nuestro Señor Jesucristo fue creada directamente por Dios y unida al cuerpo.
c) A este
cuerpo y a esta alma se unió el Verbo Divino, en una sola persona: Jesucristo.
San Lucas nos
refiere en el primer capítulo de su Evangelio cómo se verificó este augusto
misterio. El Arcángel Gabriel se presentó en Nazaret a la Virgen Santísima y
tuvo lugar entre los dos este diálogo sublime:
-El Arcángel:
"Dios te salve, llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres
entre todas las mujeres". Al oír tales palabras la Virgen se turbó, y se
puso a considerar qué significaría tal salutación. Mas el Arcángel le dijo:
"No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. He aquí que
concebirás y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Este será
grande y será llamado Hijo del Altísimo".
-María:
"¿Cómo puede ser esto, pues yo no conozco varón?"
-El Arcángel:
"El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te
cubrirá con su sombra. Por cuya causa El Santo que de ti nacerá será llamado
Hijo de Dios".
-María:
"He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".
El Arcángel se
retiró, y en las entrañas de María se obró el misterio inefable de la
Encarnación del Verbo.
Es importante
detenerse a considerar este misterio. Y, entre otras razones, caer en la cuenta
de que todo sucedió en un único instante de tiempo: la formación del cuerpo, la
creación e infusión del alma y la asunción de la naturaleza humana por parte de
la Persona divina. Si la Encarnación se hubiera dado en momentos sucesivos,
primero la unión cuerpo-alma y luego la unión de naturalezas, Cristo habría
tenido persona humana y la Santísima Virgen no sería Madre de Dios, sólo Madre
del hombre. Y la Redención del género humano no hubiera tenido lugar, pues las
acciones de Cristo serían acciones del hombre y, por tanto, sin valor infinito.
1.1.2 Necesidad y fin de la Encarnación.
1°. La
Encarnación era necesaria en el supuesto de que Dios exigiera por el pecado una
reparación digna de Él. Porque una reparación digna de Dios sólo puede darla un
hombre-Dios.
Esta idea la
explicaremos mejor al hablar de la necesidad de la Redención. Agreguemos que si
Dios hubiera determinado perdonar bondadosamente al hombre, la encarnación no
hubiera sido necesaria.
2°. El Hijo de Dios al encarnar se propuso
varios fines:
a) El primero
y principal fue reparar en una forma digna y adecuada la ofensa que el pecado
causó a su Padre.
b) El segundo,
fue la salvación del género humano, envilecido por la culpa. "Jesucristo
vino al mundo para salvar a los pecadores" (I Tim. 1, 15).
c) El tercero
fue darnos ejemplo de vida, esto es, presentársenos como modelo de todas las
virtudes.
1.2 JESUCRISTO NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN.
1.2.1 María es verdaderamente Madre de Dios.
María
Santísima puede llamarse con propiedad Madre de Dios, porque es madre de
Jesucristo, que es verdadero Dios.
Una madre no
engendra el alma sino sólo el cuerpo de su hijo; y sin embargo, por la unión
substancial entre el cuerpo y el alma, es llamada madre de él. Así, aunque
María no formó sino el cuerpo de Cristo, por la unión substancial de este
cuerpo con la Segunda Persona divina, es llamada con propiedad Madre de Dios.
El Concilio de
Éfeso (a. 431) condenó la herejía de Nestorio, quien enseñaba que María
Santísima no se podía llamar Madre de Dios (cfr. Dz. 113).
"María
-dice el Papa Juan Pablo II citando el conc. de Éfeso- es la Madre de Dios
(theotókos); ya que por obra del Espíritu Santo concibió en su seno virginal y
dio al mundo Jesucristo, el Hijo de Dios consubstancial al Padre (Enc.
Redemptor hominis, n4; ver también Conc. Vat. II const. Lumen gentiun. n. 53).
1.2.2 Su dignidad y principales títulos.
El título de
Madre de Dios es para María su más alta dignidad y de él emanan sus más excelentes
privilegios.
1°. La más
alta dignidad, pues en razón de su maternidad divina tiene estrechas relaciones
con las divinas personas: con el Padre, que la escogió desde siempre como Madre
de su Hijo.
Con el Hijo,
al que dio su humanidad; y con el Espíritu Santo, de quien recibió santísima
fecundidad.
2°. Sus más
excelentes privilegios, porque su título de Madre de Dios es la causa de su
Inmaculada Concepción, de su plenitud de gracia, virginidad perpetua y asunción
a los cielos. Estudiemos estos privilegios.
a) Inmaculada Concepción.
Es dogma de fe
definido por S. S. El Papa Pío IX el 8 de Diciembre de 1854 (Bula Ineffabilis
Deus, Dz. 1641) que "La Virgen María fue preservada e inmune de toda
mancha de pecado original en el primer instante de su concepción, por singular
gracia y privilegio de Dios, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador
del género humano". La razón de él es que Cristo no podía permitir que su
madre estuviera ni por un momento privada de la gracia y sometida al demonio.
b) Plenitud de gracia.
El alma de la
Virgen María fue adornada desde ese primer instante de un inmenso tesoro de
gracia, que no cesó nunca de acrecentarse con nuevos dones de Dios. Y ya que la
gracia es incompatible con el pecado, estuvo siempre libre de él: no cometió ni
el más leve pecado venial ni se vio sometida a la concupiscencia.
"Llena de
gracia" la saludo el Arcángel (Lc. 1, 28) y, la razón de este saludo es
que la Virgen ha recibido -enseña Juan Pablo II - "una bendición singular
entre todas las bendiciones en Cristo" (Ene. Redemptoris Mateo- n. 8)
La plenitud de
la gracia fue concedida a María en grado inferior que a la humanidad de Cristo
-cuya medida es la unión hipostática-, pero muy superior a los ángeles y los
santos, por eso es Reina de los ángeles y Madre de todos los hombres en el
orden de la gracia. La plenitud inicial se fue desarrollando a lo largo de toda
su vida porque su amor fue siempre activo, llegando a una perfección
insuperable.
c) Virginidad perpetua de la Madre de Dios.
El amor de Jesús
a su Madre, que había ofrecido a Dios su virginidad, hizo que los planes
divinos de redención se realizasen respetando ese propósito de María. La
maternidad y la virginidad, dice San Bernardo (cfr. In assumptione B. Mariae
Virginis: PL. 183, 428), son las dos coronas que Dios quiso concederle.
Las palabras
del Arcángel Gabriel manifiestan claramente que María será Madre de Dios sin
dejar de ser Virgen (cfr. Mi. 1, 22-23), como había sido ya profetizado por
Isaías (cfr. Is. 7,14).
La Iglesia
explica este privilegio mariano con una fórmula tradicional: antes, en y
después del parto. Antes del parto porque concibió por obra del Espíritu Santo.
En el parto porque, como señala el Catecismo Romano (cfr. 1,4,8), "María
dio a luz a su divino Hijo sin detrimento de su virginidad, como el rayo del
sol atraviesa un cristal sin romperlo ni mancharlo". Después del parto
porque siempre permaneció virgen.
Cuando en el
Evangelio se habla de los "hermanos de Jesús (cfr. Mt. 12, 46-50; Mc. 3,
31-35; Lc. 8, 19-21), se refiere, según el uso bíblico de la palabra hermano, a
sus primos o parientes. Igualmente llama a José "padre de Jesús"
(cfr. Lc. 2,48), porque desempeñó ese oficio y fue su padre ante la ley.
d) Asunción y glorificación de la Virgen.
El Papa Pío
XII definió en 1950 como dogma de fe que "la Inmaculada Madre de Dios,
siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta a la
gloria celeste en cuerpo y alma" (cfr. Bula Munificentissimus Deus, Dz.
2333).
El sentido de
la definición es que María, que participó tan estrechamente de la Redención de
su Hijo, debía también asemejarse a Él en su glorificación y por eso, al
terminar su peregrinaje terreno, fue llevada al Cielo no sólo en el alma, como
los demás santos, sino también en el cuerpo.
Complemento de
su glorificación es su realeza; así lo reclama su íntima relación con Cristo,
Señor y Rey del Universo: "A esta exaltación de la Hija excelsa de Sión,
mediante la asunción a los cielos, está unido el misterio de su gloria eterna.
En efecto, la Madre de Cristo es glorificada como Reina universal" (Enc.
Redemptoris Mater. n. 41).
1.2.3 María como medianera de todas las
gracias.
La Iglesia
enseña que sólo Jesucristo es nuestro Mediador (cfr. I Tim. 2, 5-6) y, sin
embargo, aplica a la Virgen el término de Medianera porque sabe que "la
misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo
alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su
poder" (Enc. Redemptoris Mater. n. 38).
Esta mediación
subordinada de María "es, al mismo tiempo, especial y extraordinaria.
Brota de su maternidad divina y puede ser comprendida y vivida en la fe,
solamente sobre la base de la plena verdad de esta maternidad. Siendo María, en
virtud de la Elección divina, la madre del Hijo consubstancial al Padre y
"compañera singularmente generosa" en la obra de la redención, es
nuestra Madre en el orden de la gracia. Esta función constituye una dimensión
real de su presencia en el misterio salvífico de Cristo y de la Iglesia"
(Ene. Redemptoris Mater, n. 38).
a) Madre de los hombres en el orden de la
gracia.
Por ser María
Madre de Jesucristo, nuestra cabeza, es también Madre nuestra, pues somos
miembros del Cuerpo de Cristo. Esta maternidad espiritual comienza en la Encarnación
y es confirmada por el mismo Jesucristo desde la Cruz (cfr. Juan 19, 25-27). El
Concilio Vaticano II lo explica así.
"Concibiendo
a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo,
sufriendo junto con su Hijo, que moría en la Cruz, cooperó de manera
absolutamente singular, por la obediencia, por la fe, la esperanza y la
ardiente caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por
esta razón es nuestra Madre en el orden de la gracia" (Cons. Lumen gentiun,
n. 61).
Desde este
punto de vista es particularmente significativo otro texto de San Juan que nos
presenta a la Virgen en las bodas de Caná (cfr. Juan 2, 1-2), porque manifiesta
"la solicitud de María por los hombres, el ir a su encuentro en toda la gama
de sus necesidades. En Caná de Galilea se muestra sólo un aspecto concreto de
la indigencia humana aparentemente pequeño y de poca importancia ("No
tienen vino"). Pero esto tiene un valor simbólico. El ir al encuentro de
las necesidades del hombre significa, al mismo tiempo, su introducción en el
radio de acción de la misión mesiánica y del poder salvífico de Cristo. Por
consiguiente, se da una mediación: María se pone entre su Hijo y los hombres en
la realidad de sus privaciones, indigencia y sufrimientos. "Se pone en
medio, o sea hace de mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de
Madre", consciente de que como tal puede -más bien "tiene el derecho
de hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres. Su mediación, por lo
tanto, tiene un carácter de intercesión: María "intercede" por los
hombres. No sólo como Madre desea también "que se manifieste el poder
mesiánico del Hijo", es decir su poder salvífico encaminado a socorrer la
desventura humana, a liberar al hombre del mal que bajo diversas formas y
medidas pesa sobre su vida" (Enc. Redemptoris Mater, n. 21).
Al mismo
tiempo, señala también el Papa Juan Pablo II, hay otro aspecto de la función
maternal de María, que es el presentarse "ante los hombres como portavoz
de la voluntad del Hijo", indicadora de aquellas exigencias que deben
cumplirse para que pueda manifestarse el poder salvífico del Mesías- (Ibid, n.
21). El "haced lo que Él os diga" es, en efecto, la enseñanza más
grande de la Madre a los hijos.
b) Corredentora.
La mediación
de gracia de María, como queda dicho, no se reduce a la mera intercesión: la
Virgen, por ser Madre de Dios, participa de la potestad regia de conducir a los
hombres hacia el Cielo.
La
Bienaventurada Virgen María es, en efecto, Corredentora. Ya el anunció de
Simeón (cfr. Lc. 2, 34-35) le había indicado claramente "la concreta
dimensión histórica en la cual su Hijo cumpliría su misión, es decir en la
incomprensión y el dolor... Así, le revela también que deberá vivir en el
sufrimiento al lado del Salvador que sufre, y que su maternidad será oscura y
dolorosa" (Enc. Redemptoris Mater, n. 16).
Ese anuncio
alcanza su pleno significado cuando María está junto a la Cruz de su Hijo (cfr.
Juan 19,25). Padeció y casi murió junto al Hijo que padecía y moría, y abdicó
de sus derechos maternales sobre Jesús para que todos los hombres alcanzaran la
salvación y, en lo que de Ella dependía, lo entregó para aplacar la justicia
divina. Se puede, pues, decir con verdad que redimió con Cristo al género
humano.
c) Madre de la Iglesia.
Santa María,
como Madre de Cristo, es Madre de la Iglesia; es decir, de todo el Pueblo de
Dios. Por ello al terminar la tercera sesión del Concilio Vaticano II, el Papa
Pablo VI la proclamó solemnemente Madre de la Iglesia.
Juan Pablo II
hace ver que desde el momento mismo en que la Iglesia inicia su camino o
peregrinación de fe, el día de Pentecostés, está presente María como un testigo
excepcional del misterio de Cristo "en la base de lo que la Iglesia es
desde el comienzo, de lo que debe ser constantemente, a través de las
generaciones, en medio de todas las naciones de la tierra, se encuentra la que
ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
Precisamente esta fe de María, que señala el comienzo de la nueva y eterna
Alianza de Dios con la humanidad en Jesucristo, ésta heroica fe suya precede el
testimonio apostólico de la Iglesia, y permanece en el corazón de la Iglesia,
escondida como un especial patrimonio de la revelación de Dios" (Enc.
Redemptoris Mater, n. 27)
1.2.4 El culto y la devoción a María
Santísima.
Pablo VI
afirmó que la devoción a María es "un elemento cualificador e intrínseco
de la genuina piedad de la Iglesia y del culto cristiano" (Ex. Marialis
Cultus, n. 56). Esta es una experiencia vital e histórica en toda América
Latina que, como señalaba Juan Pablo II, pertenece a la íntima "identidad
propia de estos pueblos" (Discurso en Zapopan; cfr. Documento de Puebla
nn. 283, 285, 291, 294, 299, 745).
Todas las
prerrogativas que hemos recordado, al mismo tiempo que revelan la dignidad
inmensa de la Madre de Dios, nos manifiestan el transcendental puesto que el
Señor le asignó en la obra redentora. De ahí surgen en el hombre las relaciones
sobrenaturales con la Madre, expresadas a través de las fiestas marianas y de
tantas devociones llenas de piedad y de cariño.
Entre esas
devociones el rezo del Santo Rosario es una de las más recomendadas por la
Iglesia: "El rezo del Santo Rosario, con la consideración de los
misterios, la repetición del Padre nuestro y del Avemaría, las alabanzas a la
Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo
acto de fe, de esperanza y amor, de adoración y reparación" (Mons.
Josemaría Escrivá de Balaguer, Roma, 9 de enero de 1973).
Podemos y
debemos acudir a su amparo, acogiéndonos a su maternal protección, como lo
hacía el Papa Juan Pablo II en 1979, durante su viaje a México, ante la imagen
de la Virgen de Guadalupe: "¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero
Dios y Madre de la Iglesia!.. Escucha la oración que con filial confianza te
dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro". Esta
es la maternal tarea de la Virgen: llevarnos a Cristo.
1.3 EXCELENCIA DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA
VIRGEN.
José, descendiente
de David y a quien la Sagrada Escritura llama "justo" (cfr. Mt. 1,
19), es decir, varón de eximia santidad, fue el hombre elegido padre de Cristo
en un doble sentido:
a) Ante la
ley, en cuanto era el esposo de María;
b) Por el amor
y cuidado que tuvo con el niño Dios, a quien prestó los servicios del más
cariñoso de los padres.
San José es
llamado padre nutricio del Salvador en cuanto lo nutrió y alimentó, y padre
putativo, en cuanto era reputado por el común de las gentes como verdadero
padre de Jesús, pues el misterio de la encarnación quedó oculto a ellas.
Estos títulos,
sin embargo, no pueden hacer pensar que las relaciones entre José y Jesús eran
frías y exteriores. Es verdad que la fe nos dice que no era padre según la
carne, pero su paternidad fue más profunda que la de la carne, y quiso a Jesús
como el mejor de los padres ama a su hijo.
Jesús, en lo
humano, señala Mons. Escrivá de Balaguer, debió parecerse a José: "en el
modo de trabajar, en los rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el
realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la
mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera
concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que
ha sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con
José" (Es Cristo que pasa, n. 55).
Después de
Santa María, es José la criatura más excelsa; en virtudes, en perfección, en
grandeza de alma.
"Como San
José -señala el Papa León XIII- estuvo unido a la Santísima Virgen por el
vínculo conyugal, no cabe la menor duda que se aproximó más que persona alguna
a la dignidad sobre eminente por la que la Madre de Dios sobrepasa a las
restantes naturalezas creadas... Sí, pues, Dios dio a la Virgen por esposo a
José, no sólo se lo dio, ciertamente, como sostén en la vida, sino que también
le hizo participar, por el Vínculo matrimonial, en la eminente dignidad que
ésta había recibido" (Enc. Quaquam Pluries).
Así lo explica
San Bernardino de Siena: "Cuando, por gracia divina, Dios elige alguno
para una misión muy elevada, le otorga todos los dones necesarios para llevar a
cabo esa misión, lo que se verifica en grado eminente en San José, padre
nutricio de Nuestro Señor Jesucristo y esposo de María" (Sermo I de S.
Joseph).
A él, que es
quien trató con mayor intimidad a Jesús y a María, le venera la Iglesia como
maestro de vida interior. El Papa Pío IX lo declaró el 8-XII-1870 como especial
protector y patrono de la Iglesia. Fomenta, además, su devoción, viendo en ella
un camino fácil para aumentar el amor a su Esposa y a su Hijo:
"Si crece
la devoción a San José, el ambiente se hace al mismo tiempo más propicio a un
incremento de la devoción a la Sagrada Familia... José nos lleva derecho a
María, y por María llegamos a la fuente de toda santidad, a Jesús, quien por su
obediencia a José y María consagró las virtudes del hogar" (Benedicto XV,
M. pr. Bonum sane et salutare).
1.4 JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR.
Dios determinó
salvar a la humanidad enviando una de las tres divinas Personas, para que se
hiciera hombre y nos redimiera.
La segunda
Persona, o sea el Hijo, fue la que se hizo hombre, tomando cuerpo humano en las
entrañas de la Virgen María. Y hecho hombre, se llama Jesucristo.
El Redentor
recibe los nombres de Jesús, Cristo y Nuestro Señor.
1°. Jesús
significa Salvador. Es su nombre, por decirlo así, civil; nombre común entre
los judíos, por el cual era conocido: "Jesús de Nazaret".
Un ángel
reveló este nombre a María y a José: "Le pondrás por nombre Jesús, porque
ha de salvar a su pueblo de sus pecados" (Lc. 1, 3). Por eso lo llamamos
expresivamente "El Salvador".
2°. Cristo, en
hebreo, Mesías, significa ungido o consagrado. Se da este nombre al Redentor,
porque en Israel eran ungidos los sacerdotes, reyes y profetas; y Cristo fue
sumo Sacerdote, Rey y Profeta.
Así como el
nombre de Jesús hace referencia principal a su naturaleza humana, el de Cristo
la hace a la divina, como sinónimo de algo sagrado. Y la unión de ambos
-Jesucristo- expresa la unión de las dos naturalezas.
Cristo es
Sacerdote, en cuanto ofreció el gran sacrificio de la Nueva Ley, y se
constituyó mediador entre Dios y los hombres. Rey, porque todas las criaturas
están sometidas a su dominio. Profeta, porque nos enseñó en nombre de Dios y nos
reveló sus misterios.
La unción de
Cristo no fue con aceite material, como la de los sacerdotes y reyes de Israel;
sino espiritual, en cuanto Dios lo llenó de toda suerte de gracias, y lo
constituyó Rey Sacerdote Sumo.
3°. Jesucristo
se llama Nuestro Señor, porque además de habernos creado en cuanto Dios junto
con el Padre y el Espíritu Santo, nos rescató al precio de su sangre en cuanto
hombre-Dios; y por eso es de modo especial nuestro dueño y señor.
1.5 FIGURAS Y PROFECÍAS DEL REDENTOR.
Cristo es el
verdadero Mesías, o enviado de Dios, porque en Él se realizaron las figuras y
profecías que anunciaban al Mesías prometido.
Entre las
figuras y las profecías hay esta diferencia: que la figura anuncia por medio de
hechos o personas y la profecía por medios de palabras.
1.5.1 Figuras del Mesías.
Las
principales figuras del Mesías son: a) de su pasión y muerte, Abel, Isaac, la
serpiente de bronce y el cordero pascual; b) de su resurrección, Jonas; c) de
su sacerdocio, Melquisedec, y d) de su Iglesia, el Arca de Noé.
Abel: Su
sacrificio fue agradable a Dios; murió inocente, y su sangre clamó hasta el
Señor. La sangre de Cristo clama también, no venganza sino perdonó "La
aspersión de la sangre de Jesús habla mejor de la de Abel" (San Pablo,
Heb. 12, 24). Isaac: También inocente, es condenado a morir, y subió a una
montaña cargado con la leña que serviría para su sacrificio. La serpiente de
bronce: Levantada sobre una cruz, curaba de la mordedura de las serpientes a
quienes la miraban; imagen de Cristo crucificado, que sana las heridas de
nuestra alma. El cordero pascual: Se ofrecía en expiación de los pecados, y su
sangre preservó a los israelitas del ángel exterminador. Jonás, de quien dijo
Cristo: "Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena:
Así el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la
tierra". Melquisedec, sacerdote del Altísimo, ofreció en sacrificio pan y
vino; Jesucristo "constituido pontífice según el orden de
Melquisedec" (San Pablo, Hebr. 5, 10) se ofrece diariamente en sacrificio
bajo las especies de pan y vino. El Arca de Noé: Único refugio de salvación
cuando el diluvio, como hoy Cristo y su Iglesia.
1.5.2 Profecías sobre el Mesías.
Los profetas
anunciaron el tiempo en que aparecería, las principales circunstancias de su
nacimiento, vida, pasión y muerte, su resurrección y ascensión y la fundación
de su Iglesia.
1°. Acerca del
tiempo en que aparecería: a) Daniel anunció que desde el edicto para reedificar
a Jerusalén hasta la muerte del Mesías no alcanzarían a transcurrir setenta
semanas de años (cfr. Dan. 9, 24). Efectivamente a mediados de la última de las
setenta semanas murió el Salvador; b) Jacob, profetizó que el cetro real no
sería quitado a la familia de Judá hasta la venida del Mesías (cfr. Gen. 49,
10).
Cuando los
judíos le pedían a Pilato la condenación de Cristo y le decían: "No
tenemos otro rey sino al César", atestiguaban sin advertirlo el
cumplimiento de esta profecía (Jn. 19, 15).
2°. Sobre su
nacimiento: Miqueas profetizó que nacería en Belén; e Isaías que nacería de
madre Virgen, saldría de la tribu de Judá y vendrían a adorarlo reyes de
oriente.
"He aquí
que concebirá una virgen y dará a luz un hijo y será llamado Emmanuel, esto es,
Dios con nosotros" (Is. 7, 14).
Y tú oh Belén
eres pequeña respecto a las principales de Judá; pero de ti saldrá el que ha de
dominar a Israel, el cual fue engendrado desde el principio, desde los días de
la eternidad" (Miq. 5, 2).
3°. Sobre su
vida: Predijeron entre otras cosas que enseñaría públicamente teniendo por
auditorio a los pobres (1); sería taumaturgo, legislador y sacerdote eterno
(2); se mostraría indulgente. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha
que aún humea"(3). "El mismo Dios vendrá y os salvará. Entonces serán
abiertos los ojos de los ciegos y las orejas de los sordos, entonces el cojo
saldrá como el ciervo y se soltará la lengua de los mudos"(4).
4°. Acerca de
su pasión y muerte: Predijeron numerosas circunstancias, por ejemplo, que sería
vendido en treinta ciclos de plata (5), abofeteado y escupido (6), azotado y
despojado de sus vestiduras (7), que echarían suertes sobre éstas (8) y le
taladrarían las manos y los pies (9), y le darían a beber hiel y vinagre (10) (11)
(12).
5°. Sobre su Iglesia: Anunciaron que el Mesías
establecería un nuevo y purísimo sacrificio (13) y un nuevo sacerdocio; que
fundaría un reino espiritual, el cual habría de extenderse hasta los confines
del mundo, y nunca sería destruido (14).
...................
1) Is. 61, 1 y 28,
19.
2) Deut. 18, 18;
Ps. 109, 4.
3) Is. 43, 3.
4) Is. 35, 4.
5) Zac. 11, 12.
6) Is. 50, 6.
7) Is. 53, 4.
8) Ps. 21, 29.
9) Ps. 21, 28.
10) Ps. 48, 12.
11) Ps. 15, 10,
12) Ps. 23, 7.
13) Mal. 1, 11
14) Is. 9, 7.
1.6 JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS.
1.6.1 Verdad fundamental.
"La única
orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad
y del corazón es para nosotros esta: Hacia Cristo, Redentor del hombre; hacia
Cristo, Redentor del mundo. A Él queremos mirar nosotros, porque sólo en Él,
Hijo de Dios, hay salvación, renovando la afirmación de Pedro " Señor: ¿A
quién iríamos, Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan Pablo II, Enc.
Redemptor Hominis, núm. 7). Cfr. Puebla, núm. 214.
La doctrina
sobre la divinidad de Cristo es de capital importancia. En efecto, si
Jesucristo es verdadero Dios, se sigue que son divinas su doctrina, la Iglesia
que fundó y las verdades que ésta nos enseña. Por el contrario si no fue Dios,
ni su doctrina, ni su Iglesia son divinas, ni Él nos merece crédito, porque nos
habría engañado al presentarse como Dios.
"La
Iglesia cree que Cristo, que murió y resucitó por todos, ofrece al hombre luz y
fuerza, por medio del Espíritu Santo, para que pueda responder a su vocación; y
que no se les ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo por el que puedan
salvarse. Igualmente, cree que la clave, el centro y la finalidad de toda la
historia humana se encuentra en su Señor y Maestro. Además, la Iglesia afirma
que en el fondo de todos los cambios hay muchas cosas que no cambian, que
tienen su último fundamento en Cristo, que es el mismo ayer y hoy y por todos
los siglos" (Con. Vaticano
II, Const. Past. Gaudium et Spes, núm. 10) (cfr. Puebla, núm. 194).
Veamos, pues,
las principales pruebas de su divinidad. Ellas son: a) y b) Las profecías
realizadas en Él, que lo señalaban como Dios; c) Los milagros obrados en
confirmación de su divinidad; d) La afirmación del mismo Jesucristo; e) La
afirmación de su Padre celestial; f) La santidad de su vida y doctrina; la
afirmación de los apóstoles y de la Iglesia.
1.6.2 Pruebas de la divinidad de Cristo.
a) Las profecías.
Las profecías,
que como hemos visto se cumplieron en Cristo, lo designaban no sólo como Mesías,
sino también como verdadero Dios.
Así los
profetas:
1°. Le daban
nombres que sólo a Dios pueden aplicarse, por ejemplo, el admirable, el justo,
el santo de los santos.
2°. Le dieron
el nombre de Dios. Isaías dice: "El mismo Dios vendrá en persona y os
salvará" (35, 4). Y en otro lugar: "He aquí que una virgen dará a luz
un hijo, y su nombre será Emanuel, esto es, Dios con nosotros" (7, 14).
En otro lugar
dice también: "Ahora nos ha nacido un niño. Se llamará el admirable, el
Consejero, Dios, el Fuerte, el Padre del siglo futuro, el príncipe de la
paz" (9, 6).
Conclusión.
Como estas profecías tuvieron realización en Cristo, debemos concluir que
Cristo es Dios; pues si no lo fuera, el mismo Dios nos hubiera inducido al
engaño.
b) Profecías hechas por el mismo Cristo.
El mismo
Jesucristo hizo numerosas profecías acerca de su persona, de los Apóstoles, de
su Iglesia, y de otros varios acontecimientos, que dan mayor peso a este
argumento.
1°. Respecto a
su persona, en tres ocasiones predijo su pasión, y muerte de cruz y
resurrección. "Mirad que vamos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será
entregado a los príncipes de los sacerdotes, y lo condenarán a muerte, y lo
entregarán los gentiles, para que lo escarnezcan, azoten y crucifiquen; más al
tercer día resucitará" (Mt. 20, 18).
2°. Respecto a
sus Apóstoles, predijo la triple negación de Pedro, la venida del Espíritu
Santo sobre ellos, y las persecuciones que les tocaría afrontar.
3°. Respecto a
la Iglesia, predijo su perpetuidad. "Y yo estaré con vosotros hasta el fin
de los siglos" (Mt. 28, 20).
Estas diversas
profecías sobre sucesos libres, prueban el carácter divino del que las hizo.
c) Los milagros.
Los milagros
de Cristo prueban no solamente su carácter de Mesías, sino también su
divinidad. En efecto:
1°. Cristo los
hizo en su propio nombre, en tanto que los demás siempre los hicieron en nombre
de Dios. Por ejemplo dijo al leproso, "Yo lo quiero, se limpió 33 (Mt. 8,
3); y al hijo de la viuda de Naím: "Muchacho, a ti te digo,
levántate" (Lc. 7, 14).
2°. Comunicó a
sus discípulos el poder de hacer milagros en su nombre (Alc. 16, 17).
3°. Hizo
milagros en confirmación de su divinidad. Así dijo a los judíos, que querían
apedrearlo como blasfemo, por haberse declarado Dios: "Sí no hago las
obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago y no queréis dar crédito a mi
palabra, dádselo a mis obras" (Jn. 10, 37).
Y antes de la
resurrección de Lázaro dio gracias a su Padre Celestial por razón del pueblo
que le rodea, "con el fin de que crean que Tú eres el que me has
enviado" (Jn. 11, 42.)
Cristo hizo
milagros en confirmación de su divinidad; y como el milagro es prueba de la
intervención divina, es evidente que los milagros de Cristo prueban su
divinidad. De otra suerte Dios mismo hubiera confirmado con milagros una
mentira, lo que es inconcebible.
d) Testimonio del mismo Cristo.
Cristo se
proclama Dios de muchos modos:
1°. Se
atribuye perfecciones y poderes que sólo Dios tiene, como la eternidad, la
creación, el poder de perdonar los pecados; y dice claramente: "Todo lo
que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo" (Jn. 5, 19).
2°. Aprueba
explícitamente la confesión de Pedro: "Tú eres el Hijo de Dios vivo",
y la de Tomás: "Señor mío, y Dios mío" (Mt. 16, 16; Jn. 20, 28).
3°. Manifiesta
que es Dios e Hijo de Dios: "El padre y yo somos una misma cosa"; y
declara solemnemente ante Caifás que es Hijo de Dios y que vendrá a juzgar a
los hombres (Jn. 10,3; Mt 26, 64).
Esta
afirmación hecha por Cristo prueba su divinidad. En efecto, ningún hombre fuera
de Cristo, ningún profeta, ningún fundador de religión se ha atrevido a
proclamarse Dios. Si Cristo se hubiera proclamado Dios sin serlo, sería o un
loco o un mentiroso; y ambas cosas repugnan, pues nadie ha existido tan sabio
ni tan santo.
e) Testimonio de Dios Padre.
En el bautismo
de Cristo en el Jordán y más tarde en el Tabor se oyó una voz del cielo que
decía: "Este es mi Hijo amado en quien tengo todas mis complacencias;
escuchadle" (Mt. 3, 17 - 17, 5).
Este
testimonio tiene especial valor, por ser la afirmación clara y explícita de
Dios, verdad infalible.
f) Su vida y doctrina.
1°. Cristo fue
en su vida ejemplo perfecto de toda santidad, a tal punto que pudo decir a sus
discípulos: "Ejemplo os he dado para que como obré, obréis también
vosotros" (Jn. 13, 15). Y a sus enemigos: "¿Quién de vosotros me
argüirá de pecado?" (Jn. 8, 46).
2°. Por otra
parte, su doctrina está llena de sabiduría y santidad. Ella transformó la faz
de la tierra y ha producido en todas partes frutos de la más excelente
perfección.
Esta santidad
de Cristo, y la sabiduría y santidad de su doctrina prueban su divinidad, sobre
todo si las juntamos con la afirmación que Él mismo hizo de ser Hijo de Dios.
Pues no se concibe que un loco o un impostor haya sido el más sabio y el más
santo de los hombres, y el Fundador de la más excelente doctrina que han
contemplado los siglos.
g) Testimonio de los Apóstoles y de la
Iglesia.
Los Apóstoles
dieron fe de la divinidad de Jesucristo; y son especialmente elocuentes los
testimonios explícitos y numerosos de San Juan y San Pablo. "Sabemos, dice
San Juan, que vino el Hijo de Dios... Este es el verdadero Dios, y la verdad
eterna" (1 Jn. 5,20). Y San Pablo afirma: "Jesucristo teniendo
naturaleza de Dios, no por usurpación, se hizo igual a Dios" (Fil. 2, 6).
Este
testimonio tiene especial valor, pues los Apóstoles no sólo conocieron de cerca
a Cristo, sino que confirmaron sus enseñanzas con numerosos milagros y con el
martirio.
La Iglesia
Católica por su parte, siempre ha enseñado que Jesucristo es Hijo de Dios por
naturaleza y verdadero Dios; y sobre esta creencia ha descansado inconmoviblemente
su doctrina.
Hay otras tres
pruebas de la divinidad de Jesucristo: su resurrección, verificada por virtud
propia y anunciada por él con anterioridad; la fundación y desarrollo de su
Iglesia; y el testimonio de sus mártires.
Con lo expuesto cumplimos con la cita de los cuatro ensayos propuestos para esta oportunidad y sin más que agregar pasamos al cierre de nuestra entrada en el punto que sigue.
Con lo expuesto cumplimos con la cita de los cuatro ensayos propuestos para esta oportunidad y sin más que agregar pasamos al cierre de nuestra entrada en el punto que sigue.
III) EPÍLOGO.
Los cuatro
artículos incorporados previamente aportan valiosos conocimientos sobre la persona de Cristo y Su naturaleza. Los
mismos explican con múltiples y sólidas fundamentaciones Su condición de
Verdadero Dios y verdadero hombre.
En la entrada
anterior estudiamos la divinidad cristiana, el Dios Trino que solemos llamar
“Santísima Trinidad”.
Ambas
doctrinas son exclusivas del cristianismo y lo diferencian de las otras
religiones monoteístas tradicionales, el Judaísmo y el Islamismo; así como de
una variedad de sectas que se presentan a sí mismas como cristianas a pesar de
no serlo.
Entender la Fe
de Cristo y, como parte de ella, la redención de la humanidad que nos ha
concedido el Purísimo Amor de Dios a costa del sacrificio de su Hijo Unigénito
exige adentrarnos en los misterios de la Santísima Trinidad y de la doble
naturaleza de Cristo. Y, sobre todo, requiere que poseamos la humildad que nos
lleve a pedirle al Señor la gracia necesaria para poder comprender las Verdades
Reveladas en las Sagradas Escrituras.
Debemos
entonces rogar por la ayuda del Todopoderoso y trabajar arduamente para desvelar
Su Palabra y expandir el Espíritu Santo que mora en nosotros.
Así, queridos
Hermanos, llegamos al final de nuestra labor y nos despedimos
implorando a la Santísima Trinidad para que nos de las fuerzas necesarias para
cargar nuestras cruces y perseverar en la fe y en las obras que nos permitan
regenerar nuestras naturalezas dañadas y llegar al destino de felicidad eterna
que Dios pone al alcance de todos los seres humanos.
Dr.
Alejandro Oscar De Salvo.
Abogado - Coach Directivo.
[1]
Este artículo lleva la firma de Fredy Delgado y fue tomado de la página
de ILCDA en:
http://seantadez.com/ilcda/wordpress-2.8.4/wordpress/?p=1202
[2]
Artículo de la autoría del reverendo Matthew Slick, BA, MDiv y extraído de la página Web: http://www.vidaeterna.org/esp/preguntas/dos_naturalezas.htm
Fuente original www.maic.net
[3]
Artículo de la autoría del Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo y extraído de la
página Web:
http://www.mercaba.org/FICHAS/Gargollo/008_verbo_encarnado_i.htm
[4]Artículo
de la autoría del Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo y extraído de la página Web:
http://www.mercaba.org/FICHAS/Gargollo/009_verbo_encarnado_ii.htm
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