BLOG EDITADO POR ALEJANDRO OSCAR DE SALVO

martes, 30 de abril de 2013

LAS LEYES MORALES EN LA PROFESIÓN DE FE CRISTIANA. LEY MORAL PRESCRITA Y LEY MORAL NATURAL.


LEY MORAL PRESCRITA
Y
LEY MORAL NATURAL

Jesús enseñó la Ley Moral y le dio pleno valor a los mandamientos que Moisés recibió de Dios.
Los profesos cristianos toman las leyes morales como verdaderas obligaciones de vida.


TEMARIO.

 I) CONSIDERACIONES PRELIMINARES.

II) NATURALISMO FILOSÓFICO.

III) NATURALISMO ÉTICO (O SOCIOBIOLOGISMO).

IV) RELATIVISMO FILOSÓFICO (O SUBJETIVISMO).

V) RELATIVISMO MORAL.

VI) ABSOLUTISMO EPISTEMOLÓGICO (U OBJETIVISMO).

VII) UNIVERSALISMO MORAL (O ABSOLUTISMO MORAL).

VIII) TEOLOGÍA.

IX) TEOLOGÍA MORAL.

X) LEY MORAL PRESCRITA.

XI) LEY MORAL NATURAL.

XII) DESTINATARIOS DE LAS LEYES MORALES.

XIII) LA MORAL COMO CIENCIA DE LA FELICIDAD.

XIV) UNA VISIÓN POLÍTICA DE LA INMORALIDAD.

XV) EL ÚNICO BUEN <NEGOCIO> ES LA MORALIDAD.

XVI) LOS PELIGROS DE LA MORALIDAD. (ADVERTENCIA).



LEY MORAL PRESCRITA
Y
LEY MORAL NATURAL

                                                   Moisés y las Tablas con los 10 Mandamientos que recibió de Dios.



LEY MORAL PRESCRITA
Y
LEY MORAL NATURAL


I) CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Con anterioridad a ingresar en una saga de notas referentes a las virtudes y su desarrollo, estimamos conveniente exponer brevemente algunas doctrinas filosóficas cuya consideración creemos que ayudará a un mejor aprovechamiento de los trabajos siguientes.

Las corrientes de pensamiento a las que nos referiremos sucintamente son: El Naturalismo Filosófico y el Naturalismo Ético; el Relativismo Filosófico y el Relativismo Moral; el Absolutismo Epistemológico y el Universalismo Moral; la Teología Cristiana y la Teología Moral Cristiana.


II) NATURALISMO FILOSÓFICO

El término naturalismo deriva del latín naturalis, que significa lo que está de acuerdo con la naturaleza (natura).

El naturalismo filosófico se inicia en el siglo VII a. C. con Tales de Mileto y se continúa hasta el presente. Suele dividírselo en cuatro etapas o periodos, a saber: Naturalismo Griego, Renacentista, Moderno y Contemporáneo, etapa esta última en la que goza de una gran aceptación como consecuencia de haberse instalados sus postulados en el creer de vastos sectores de la población occidental.

Es un sistema filosófico en el cual todo se limita a las causas naturales. En él la materia física es lo único que existe y todo puede ser explicado en términos de materia y de fenómeno físico.

De modo que para el naturalismo filosófico todo lo real es natural y viceversa, no existiendo otra realidad más allá de la naturaleza. Con lo cual el naturalismo niega la dualidad naturaleza-espíritu, ya que considera a éste como una forma especial de la primera y reductible a ella (comprendido en ella).

Al considerar a la naturaleza como la única realidad existente, esta forma de pensar excluye la posibilidad de que los elementos naturales coexistan con cualquier <agente, elemento o actividad sobrenatural>. De esta manera, por definición, el naturalismo sostiene una visión atea del mundo.

Para el naturalismo filosófico: “el hombre es un ser plenamente radicado en sí mismo y que en sí mismo adquiere todo su sentido. La perfección del hombre -según esta posición- se encuentra en el mejoramiento de su propia naturaleza, no en la mutación de ella”.[1]

En síntesis, el naturalismo es un sistema filosófico que destaca a la naturaleza como primer principio de la realidad, sosteniendo que la naturaleza está formada por la totalidad de las realidades físicas existentes y, por lo tanto, es el principio único y absoluto de lo real.


III) NATURALISMO ÉTICO (O SOCIOBIOLOGISMO ÉTICO)

En el campo de la moral el naturalismo filosófico se expresa a través del denominado naturalismo ético, que se encuadra dentro de los principios generales de aquél.

En base a ellos el Naturalismo Ético se caracteriza por valorar el desempeño humano dentro de parámetros puramente físicos, explicándolo en función de las tendencias naturales espontáneas, es decir, de los intereses y el deseo que lo motivan.

Según la posición sostenida por el naturalismo ético, “LO MORAL en realidad NO EXISTE. Toda conducta supuestamente <moral> podría ser descrita como un tipo de conducta biológica compleja que caracteriza a los animales sociales, entre los que se incluye al hombre. (El comportamiento social se entiende como un tipo de  comportamiento biológico). Las conductas biológicas están fundamentalmente determinadas por los genes (los animales no son "libres" o autónomos), y las conductas sociales añaden la determinación cultural. Ambas (conducta biológica y conducta social) están aparentemente dirigidas por ciertos fines o intereses invariables (la supervivencia del individuo, de la especie, del grupo social, la reproducción…). Lo que llamamos "moral" no sería distinto de esto, así que no hay, en realidad, nada que corresponda a lo "moral" (es decir: a una conducta libre o autónoma por la que el individuo escoge sus propios fines o intereses). A esta teoría negadora de lo moral se la suele llamar también SOCIOBIOLOGISMO ético”.[2]

En consecuencia, “El naturalista ético afirma que “LO BUENO” ES LO QUE constatamos que, DE HECHO, DESEA LA GENTE (la ÉTICA no es diferente aquí de cualquier otra CIENCIA SOCIAL O NATURAL: describe hechos y generaliza a partir de ellos ciertas leyes). El naturalista percibe, además, que lo que desea la gente es, en el fondo, LO MISMO QUE DESEAN EL RESTO DE LOS ANIMALES: acumular recursos, dominar a otros (o cooperar, si es más productivo), reproducirse, etc. En suma: tener éxito en esta dura batalla que es la vida. Al fin y al cabo también somos animales, y lo “BUENO” no es sino LO QUE SATISFACE LOS INTERESES PROPIOS DE NUESTRA NATURALEZA ANIMAL.”[3]


IV) RELATIVISMO FILOSÓFICO (O SUBJETIVISMO)

El relativismo filosófico aparece en la antigüedad con los sofistas al comienzo del siglo V a. C..

Surgió con una finalidad política, que fue la de crear una ideología que pudiera apuntalar los cambios impulsados en la forma de gobierno de la polis griega, los que tuvieron lugar con la llegada al poder en Atenas de Clístenes, jefe de los Alcmeónidas y representante del partido democrático, en el año 508 a. C.. (Se pasó de una forma de gobierno aristocrática a una democrática).

Esta corriente de pensamiento, al igual que el naturalismo, se continúa hasta la actualidad luego de haber atravesado similares etapas.

En relativismo contemporáneo goza de un gran éxito, como consecuencia de haberse encarnado en las formas de vida que adoptan las personas vulgares, vale decir, en la mayoría de quienes integran las masas del mundo occidental.

Su actual apogeo es una contradicción que llama poderosamente la atención, ya que desde el ámbito filosófico siempre se lo ha criticado con dureza por considerárselo una teoría absurda que, de aceptarse, impedía el conocimiento.

El relativismo filosófico sostiene la tesis de que existen tantas verdades como seres cognoscentes crean estar en la verdad.

A quienes dicen que fue “Protágoras de Abdera el primer defensor del relativismo, reflejado en su afirmación <el hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son>".[4]

El relativismo considera que la verdad depende de los factores físicos, psicológicos y culturales que influyen en los juicios que las personas se hacen sobre la realidad.

Ante la temática de la verdad, a lo largo de la historia, el relativismo filosófico o subjetivismo se ha enfrentado con el absolutismo epistemológico u objetivismo.

Este enfrentamiento de ideas consiste en que, como expusimos, el relativismo considera que la verdad depende o varía de acuerdo con el sujeto o grupo que la reivindica, mientras que el objetivismo, como veremos, defiende la idea de que la verdad es independiente de las personas o grupos que la declamen, sea en sentido coincidente o disidente.

Cabe aclarar que, por sí solo, no forma parte de la idea relativista el hecho de que existan muchas opiniones sobre los mismos objetos o situaciones, lo cual es propio del transcurrir de la vida humana.

El relativismo cobra vida cuando frente a opiniones discrepantes, sobre los mismos puntos de análisis, se sostiene que todas ellas son verdaderas si las personas que las defienden consideran que son verdaderas.

Así se llega a aseverar que pueden existir muchas verdades acerca de los mismos hechos o cosas, tantas como personas crean tener un conocimiento verdadero de ellos.

En sentido general, con el término relativismo se hace también referencia a toda posición filosófica que niegue la existencia de verdades absolutas, ya sea en el campo del conocimiento, de la moral o de la metafísica.

Por último, cabe aclarar que las inconsistencias de esta teoría filosófica originan que sea bastante común encontrarnos con personas que adhieren a la posición relativistas en relación a ciertos tipos de realidades (generalmente las morales) y sostienen ideas objetivistas respecto de otras (habitualmente en materia de ciencias duras).


V) RELATIVISMO MORAL

Entre los varios movimientos derivados del relativismo filosófico uno de los que más protagonismo disfruta en nuestros días es el relativismo moral.

Esta corriente sostiene “… la creencia que da igual valor, legitimidad, importancia y peso a todas las opiniones morales y éticas, con independencia de quién, cómo, cuándo y dónde se expresan. Se trata de una igualación absoluta de toda opinión ética o moral entre las que se cree que no existe jerarquía posible. Todas son verdaderas y dignas de igual respeto.”[5]

Fundamenta su posición argumentando que “…no es posible determinar ni de manera natural ni de manera racional -aceptable por todos los seres dotados de razón- lo que es moralmente correcto”.[6]

Entonces, según las ideas del relativismo moral, no existe ningún criterio externo y objetivo que permita calificar a las acciones humanas en categorías, tales como <bueno / malo>, <mejor / peor>, <justo / injusto>, <virtuoso / vicioso>; considerando que todas las opiniones y conductas tienen idéntico valor moral.

De modo que, para los relativistas morales, “… las normas y preceptos morales -que regulan las relaciones entre los individuos en el seno de una comunidad- son siempre convencionales. Se aceptan por interés, por conveniencia y no tienen otra razón de ser que dicho interés y conveniencia”.[7]

“La consecuencia inmediata de esta doctrina es que ninguna actuación puede ser considerada <buena> o <mala> en sí misma. Todo depende del <parecer> o de la <opinión> (dóxa) de los sujetos particulares. Los individuos juzgan sobre lo bueno y lo malo en función de su modo de ser, de sus intereses o del proyecto que se traen entre manos. Es moralmente bueno lo que les parece moralmente bueno, más sólo durante el tiempo en que así les parece. Y no hay ninguna conducta que pueda ser considerada en sí misma censurable…”[8]

Así, pues, el relativismo moral sostiene que la “…virtud moral es inapelablemente un punto de vista subjetivo. Son los individuos o los grupos humanos los que, según las circunstancias y según su conveniencia, determinan lo que está <bien> y lo que esta <mal>en cada caso”.[9]

“El siguiente texto del sofista Protágoras (481-401 a. C.) resume ejemplarmente esta doctrina: <Sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo sostengo con toda firmeza que, por naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es el parecer de la colectividad el que se hace verdadero cuando se formula y durante todo el tiempo que dura ese parecer>.”[10]


VI) ABSOLUTISMO EPISTEMOLÓGICO (U OBJETIVISMO)

El Absolutismo Epistemológico, también conocido como Objetivismo, “es la tesis filosófica según la cual la verdad es una y la misma para todos los seres racionales y no depende de ningún factor físico, psicológico o cultural de las personas que la piensan.”[11]

“Considera que la verdad es independiente de las personas que la piensan, que el hecho de que una proposición, teoría o creencia relativa al mundo sea verdadera no depende ni de los motivos psicológicos que pueda tener la persona o el grupo que la proponga, ni de los mecanismos o procesos que puedan estar presentes en nuestro cuerpo o nuestra mente cuando la alcanzamos, ni de los factores culturales, sociales o históricos que hayan podido influir para que alguien pueda pensar dicha proposición, teoría o creencia.”[12]

“El objetivismo considera que la verdad es una y la misma para todos. Esto no quiere decir que quienes defiendan este punto de vista tengan que considerar que ya de hecho hemos alcanzado dicha verdad. Se puede defender el objetivismo y a continuación mantener que el hombre aún no ha alcanzado el conocimiento.”[13] (de la verdad sobre el tema bajo análisis)

El absolutismo epistemológico u objetivismo es la tesis que históricamente se ha opuesto al relativismo filosófico y en la filosofía griega el representante más importante de esta teoría fue Platón, discípulo de Sócrates.

Y fue precisamente el mismo Platón quien en su época criticó con más dureza al relativismo filosófico iniciado por los Sofistas. También alertó sobre las consecuencias nefastas que esta corriente de pensamiento traía aparejadas para la vida moral y política del Estado y de la sociedad.

Platón, parado en el extremo opuesto del relativismo, sostuvo que desde el punto de vista ético y político únicamente la existencia de valores morales absolutos servía para llevar una vida buena y tener un desempeño moral justo.

Y que era necesario tener un marco de referencia absoluto para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público. (Parte final de la exposición del mito de la caverna en <La República>.

Desde el punto de vista de la epistemología (Parte de la filosofía que trata de los fundamentos y los métodos del conocimiento científico) ya Platón hizo notar con crudeza y realismo que el relativismo impide alcanzar una verdad objetiva y con ello hace imposible el conocimiento.

Recordemos que al tratar el relativismo filosófico en el punto anterior vimos que este sistema propicia la tesis según la cual basta con que alguien asevere una opinión creyendo que la misma es verdadera para que ésta deba ser tenida por verdadera, sin que importe cuán grande sea el disparate proferido.

Desde la perspectiva de la lógica, en su obra Teetetos, Platón también destruyó los débiles argumentos relativistas.

Al respecto, se permitió ironizar sobre el fundador del relativismo cuando se preguntó: Si nadie es más hábil para discernir lo verdadero de lo falso y si todos los juicios son rectos y verdaderos ¿Cuál es el mérito de Protágoras para creerse con derecho a enseñar a los demás? Y ¿Qué justifica el pago de sus lecciones a tan alto precio? ¿Y nosotros, si fuéramos a su escuela no seríamos unos necios, puesto que cada uno tiene en sí mismo la medida de la verdad y de la sabiduría?

Con un ejemplo ilustraremos sobre la principal crítica que el objetivismo le hace al relativismo. Para éste cuando un creyente asegura que Dios existe debe reconocerse la afirmación como verdadera y cuando un ateo asevera que Dios no existe también se debe tener la negación por verdadera. Así se genera una situación absurda en la que dos proposiciones contrarias -que se oponen entre si- terminan siendo consideradas verdaderas, como consecuencia de hacer depender la verdad de las creencias subjetivas de las personas que la reivindican, con total independencia de la verdad objetiva resultante de la realidad. (La existencia -o no- de Dios)

En síntesis, el absolutismo epistemológico ha puesto en evidencia que el relativismo filosófico lleva a conclusiones antojadizas producto de las contradicciones que producen sus postulados y su indiferencia por la verdad  objetiva y los hechos que acaecen en el mundo real.


VII) UNIVERSALISMO MORAL (O ABSOLUTISMO MORAL)

El universalismo moral o absolutismo moral, es una doctrina ética general entroncada en el Absolutismo Epistemológico.

Afirma que los mandatos y las normas morales son objetivas y alcanzan a la totalidad de las personas, tanto consideradas individualmente como en grupos o sociedades.

En consecuencia, sostiene la existencia de una verdad moral universal que resulta aplicable a cada cuestión moral concreta.

Este enfoque general y objetivo permite que frente a los casos particulares reales, antes de actuar, sea posible analizar los resultados previsibles a la luz de los conceptos: <bueno / malo>, <mejor / peor>, <justo / injusto>, <virtuoso / vicioso>, de modo que podamos juzgar cual será el mayor bien o el menor mal posible que se deberá procurar en la situación concreta a resolver.

“En muchísimos campos se puede encontrar una diversidad de opiniones entre los diferentes pueblos, las distintas épocas y hasta entre filósofos. ¿Refuta esto la existencia de la verdad objetiva? En absoluto. La verdad de una proposición no depende de cuántas personas están de acuerdo con ella, sino sólo de si es conforme a la realidad.”[14]

“Aún en el caso de que todos los hombres compartieran una cierta opinión, ésta podría ser totalmente falsa; y el hecho de que muy pocos capten su verdad no cambia ni menoscaba su validez objetiva.”[15]

Por lo que, “… es erróneo concluir que no existe una norma moral objetiva, que la bondad y la maldad moral son, en realidad, ilusiones o ficciones, o al menos, que es una ilusión su pretensión de validez objetiva.”[16]

“Así la norma ética objetiva se presenta ante nosotros como un presupuesto indispensable para superar toda diferencia de opiniones sobre la bondad o maldad moral de una actitud determinada.”[17]

El universalismo moral es una escuela que reúne entre sus seguidores a cristianos y ateos, al igual que a miembros de otras religiones y adherentes a otras ideologías.

Entre los impulsores de esta corriente se ha destacado el Barón de Holbach, Paul-Henri Dietrich (1723-1789), quien, en la era moderna, fue el primer filósofo que sostuvo esta idea filosófica desde el ateísmo.

En la antigüedad el universalismo moral ya había sido defendido por Sócrates y Platón, aunque estos lo hacían desde una posición lejana del ateísmo de Dietrich.

De lo dicho se desprende que este último sostuvo un universalismo moral basado exclusivamente en la naturaleza y el raciocinio, negando la existencia de Dios y, consecuentemente, toda relación entre Éste y la determinación de la Ley Moral Natural, fuente de los valores que conforman la Verdad Moral Universal.

En el sentido indicado Dietrich ha argumentado que las reglas de los deberes humanos son enseñadas por la naturaleza a través del corazón de cada uno de sus hijos reunidos en una gran familia.

Asimismo, que las sociedades humanas serán felices cuando sus leyes sean extraídas de la naturaleza, dictadas por la razón, guiadas por el interés general y dirigidas a la equidad. Cuando los amos del mundo den ejemplo de virtudes reales a los pueblos, cuando la educación y la opinión pública inspiren estima por las virtudes verdaderas, desprecio por la inutilidad y horror por el mal.

Como ejemplos de virtudes universales exigibles -a todos los hombres y a todos los pueblos de todas las épocas- Dietrich ha señalado las siguientes: justicia, bondad, mansedumbre, sinceridad; entre otras virtudes que surgen de la Ley Moral Natural encargada de fijar objetivamente el bien y el mal.

Por razones de método y mejor organización de este trabajo daremos tratamiento a la Ley Moral Natural en el punto IX) Teología Moral, al que nos remitimos.


VIII) TEOLOGÍA

La palabra Teología está compuesta por dos vocablos de origen griego: <theos> que significa Dios y <logía> que quiere decir estudio. Y, de acuerdo con su etimología, el término Teología se emplea para expresar <El estudio de Dios y de todo lo relacionado a Él>.

En consecuencia, la ciencia teológica comprende el estudio de las religiones, que han formado parte de la historia del hombre desde el comienzo de la humanidad.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el vocablo <Teología> como: “Ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones”[18].

La Teología es un quehacer propio y exclusivo de la raza humana. Responde a la búsqueda de respuestas a preguntas de naturaleza existencial que no se pueden responder por medio de las ciencias naturales.

Debe su nacimiento a la necesidad de obtener respuestas trascendentes a profundos interrogantes sobre nuestras vidas, tales como: ¿De dónde venimos? ¿Qué sentido tiene nuestra existencia? ¿Cómo habremos de aprovechar mejor nuestro tiempo en la tierra? ¿Cómo ser felices? ¿Qué ocurre después de la muerte física?, entre otras preguntas que desvelan al hombre.

El término Teología fue acuñado por Platón y utilizado por primera vez en su obra “La República”, para referirse al entendimiento de lo divino a partir del uso del raciocinio.

Uno de los elementos más característicos de la Teología es la fe; toda persona que sigue una determinada religión debe tener fe en ella, lo que implica un gran nivel de confianza y seguridad. La fe supone la creencia de diversos conocimientos, más allá de su relación con la ciencia y con el método científico.

De acuerdo con sus competencias específicas la ciencia teológica se divide en diferentes ramas, entre las que se encuentran las teologías: Ascética, Mística, Dogmática, Escolástica, Natural, Pastoral, Positiva y Moral.

La teología moral forma parte de la temática central de este trabajo y es abordada  por separado en el punto siguiente. Aquí describiremos el objeto de estudio de las teologías: Dogmática, Natural y Ascética que, entre todas las teologías, son las que observan más estrecha relación con la Teología Moral.

A)  Teología Dogmática. 

En la terminología técnica eclesiástica significa el conocimiento de Dios bajo su propia razón de deidad, tal como nos lo da a conocer la divina revelación, procedente de Él y ordenada a Él.

“Ernest F. Kevan la define como: la ciencia de Dios que se ha revelado a través de su palabra.”[19]

La teología dogmática es el estudio de la verdad revelada, de sus misterios y de sus consecuencias para la vida actual y futura.

Desde una concepción cristiana el término Teología Dogmática implica la exposición metódica y estructurada del contenido de la fe cristiana, conforme la doctrina revelada por Cristo.

Como actividad humana la Teología Dogmática es aquella labor mediante la que los profesos cristianos -que han aceptado por fe la revelación divina- buscan comprender y/o explicar las profundidades de su creencia.

Dicha tarea se suele llevar a cabo con el estudio y el análisis racional de la revelación aceptada como tal.

B) Teología Natural.

La teología natural es la ciencia que estudia a Dios como Ser Absoluto y Causa Primera de los entes en cuanto es accesible por la razón natural. Se distingue de la teología sobrenatural (teología dogmática) en que ésta parte de la revelación divina, vale decir desde un plano metafísico.

En otras palabras, la teología natural trata de Dios, de sus atributos y perfecciones a la luz de los principios de la razón, independientemente de las verdades reveladas que estudia la teología dogmática.

También podemos definir a la teología natural como la ciencia que se encarga del estudio de las características y propiedades de la divinidad y del resto de las entidades calificadas como divinas mediante la aplicación de técnicas propias de la filosofía.

Vale decir que la teología natural o racional es la que en sus especulaciones hace uso de la sola razón y cuyas verdades deben ser demostradas.

C) Teología Ascética.

El D.R.A.E. define a la Teología Ascética como: “Parte de la teología dogmática y moral que se refiere al ejercicio de las virtudes.”[20]

“El nombre de ascética viene del griego (ejercicio, esfuerzo) y designa toda clase de ejercicio trabajoso que se refiera a la educación física o moral del hombre”.[21]

“Como la perfección cristiana requiere esfuerzos, que S. Pablo compara muy a su placer con los ejercicios de adiestramiento a que se sometían los púgiles para alcanzar la victoria, era muy natural designar con el nombre de ascesis a los esfuerzos del alma cristiana que lucha por conseguir la perfección, y así lo hicieron Clemente de Alejandría y Orígenes y, después de ellos, muchos Padres.”[22]

“No es, pues, de maravillar que se haya dado el nombre de ascética a la ciencia que trata de los esfuerzos que son necesarios para alcanzar la perfección cristiana.”[23]

“A pesar de esto, durante muchos siglos, el nombre que más se usaba para designar esta ciencia, fue el de Teología Mística (misterioso, secreto y especialmente secreto religioso) porque en ella se exponen los secretos de la perfección.”[24]

“Más tarde se usaron los dos nombres con el mismo significado; pero el uso reservó el de ascética para la parte de la ciencia espiritual que trata de los primeros grados de la perfección hasta llegar a los umbrales de la contemplación, y el nombre de mística para aquella otra que tiene por objeto el estudio de la contemplación y de la vía unitiva.”[25] (En relación con los grados de perfección el lector puede consultar los puntos IV), XII), XIII) Y XIV) de la entrada <El valor de la oración de espiritual en la profesión de fe cristiana>, de fecha 7 de febrero de 2013.

 La teología ascética también ha sido denominada de otras maneras:

“a) Llámasela la ciencia de los santos, y con razón; porque de los santos nos viene, que la vivieron aún más que la enseñaron, y a hacer santos mira, al decirnos en qué consiste la santidad, y cuáles son los medios por los que llegaremos a ella.”[26]

“b) Otros la llaman ciencia espiritual, porque forma gentes de espíritu, hombres interiores, animados del espíritu de Dios.”[27]

“c) Porque es ciencia práctica, llámasela también el arte de la perfección, ya que es su fin conducir las almas a la perfección cristiana; y el arte de las artes, porque no hay arte más excelente que el de perfeccionar al alma en la vida más excelsa de todas, que es la sobrenatural.”[28]

Todos aquellos que procuren reconstruir su naturaleza dañada a causa del pecado original deberán comprender la importancia que adquiere el estudio de la Teología Ascética y de la Teología Mística.


IX) TEOLOGIA MORAL

La Teología Moral se suele definir como: <Aquella parte de la Teología que estudia los actos humanos, considerándolos en orden a su fin sobrenatural>.

Conforme el D.R.A.E. es la <Ciencia que trata de las aplicaciones de los principios de la teología dogmática o natural a las acciones humanas>.

La Teología Moral ayuda al hombre a guiar sus actos y es, por tanto, una ciencia eminentemente práctica. En su vida terrena, que es un caminar hacia el cielo, el hombre necesita de esa orientación, con el fin de que su conducta se adecue a una norma objetiva que le indique lo que debe hacer y lo que debe evitar para alcanzar el fin al que ha sido destinado[29].

Del análisis de la Teología Moral surge que:

a) Es parte de la Teología porque, como explica Santo Tomás de Aquino (cfr. S.Th., I, q. 2, prol.), se ocupa del movimiento de la criatura racional hacia Dios, siendo precisamente la Teología la ciencia que se dedica al estudio y conocimiento de Dios.[30]

b) Trata de los actos humanos realizados con conocimiento y libertad, que son los únicos a los que se les puede dar una valoración moral.[31]
  
c) Trata los actos humanos en orden al fin sobrenatural. En eso se diferencia de una moralidad puramente humana o natural (lo que corresponde a la ética o filosofía moral). Se ocupa de los actos humanos en cuanto acercan o alejan al hombre de la consecución del fin sobrenatural eterno, la salvación de su alma.

De acuerdo con el análisis precedente podemos determinar cuatro elementos constitutivos de la Teología Moral:

1) El fundamento en que descansa (es decir, el motivo en el cual se apoya para prohibir o prescribir las acciones humanas) es de carácter inmutable: la Voluntad santa de Dios, guiada por su Sabiduría.[32]

“2) El fin que se propone con un mandato o con una prohibición: encaminar al hombre a la posesión eterna del bien infinito.”[33]

3) La obligación que impone establece el vínculo moral entre el mandato divino y la voluntad humana.

4) El salario con que remunera: “el premio eterno que merece quien cumple la Voluntad de Dios, o el castigo también eterno a que se hace acreedor quien la quebranta.”.[34]

Con lo dicho surgen de inmediato dos interrogantes ¿Cuándo un acto es bueno o malo desde el punto de vista de la Teología Moral? Y ¿Un acto que sea moralmente bueno analizado desde su finalidad sobrenatural puede ser malo desde el punto de vista de la ética natural o humana?

¿Cuándo un acto es bueno o malo desde el punto de vista de la Teología Moral?

Lo que determina si un acto es bueno o malo es si se ajusta -o no- a la Ley Moral. Vale decir si los hombres con sus acciones cumplen -o no- la Ley Moral, que es la que regula y mide los actos humanos en orden a su fin último.

La Ley Moral la integran la Ley Moral Prescrita (los mandamientos) y la Ley Moral Natural (la conciencia).

En consecuencia, la rectitud de un acto surge de dos elementos: uno exterior al hombre, que es la Ley Moral dada por Dios (Ley Moral Prescrita), y otro interior, que es la Conciencia Humana (Ley Moral Natural).

Por lo que la bondad o la malicia de una acción u omisión queda determinada por su conformidad o disconformidad con la Ley y con la Conciencia.

La conformidad o disconformidad de un acto con la Ley Moral Prescrita constituye la bondad o la malicia <material> y la conformidad o disconformidad en relación con los dictados de la Conciencia determina la bondad o la malicia <formal>.

Por lo tanto, un acto humano puede ser bueno o malo en sentido material y formal, o ser bueno en sentido material y malo en sentido formal y viceversa o malo en ambos sentidos.

De modo que para que un acto sea moralmente aceptable debe ser bueno tanto en sentido material como formal, vale decir debe estar de acuerdo con lo mandado por Dios (Ley Moral Prescrita) y con los dictados de la Conciencia Humana (Ley Moral Natural).

En otras palabras, para que un acto pueda ser considerado bueno debe ser un acto no prohibido hecho con la intención de hacer el bien, en el caso de que se trate.

Vamos ahora al tratamiento del segundo interrogante:

¿Un acto que analizado desde su finalidad sobrenatural sea moralmente bueno puede ser malo desde el punto de vista de la ética natural o humana?

Por supuesto que no. Dios no genera contradicciones. La llegada al cielo es para los hombres buenos. Los actos que se ajustan material y formalmente a la Ley Moral (Prescripciones y dictados de la Conciencia) son buenos tanto en el ámbito sobrenatural como en el natural.


X) LEY MORAL PRESCRITA.[35]

Por Ley Moral Prescrita se entiende el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que, con su cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural.

 Analizando la definición, encontramos los siguientes elementos: 

1) La ley moral prescrita contiene un conjunto de disposiciones para que cumpla el ser humano.

2) Ha sido promulgada por Dios. Por lo tanto la Ley Moral Prescrita reviste un carácter objetivo para el hombre que la recibe de Dios.

3) El objeto propio de la ley moral prescrita es mostrar al hombre el camino para lograr su fin sobrenatural eterno. No persigue finalidades terrenas ni  pretende indicar metas temporales.

4) La ley moral es inmutable a través del tiempo y, en su caso, sólo Dios (su autor) podría establecer modificaciones en ella. (No se trata de cuestiones culturales, ni de modas, ni de caprichos humanos)

5) La conducta humana observada, en relación con las disposiciones de la Ley Moral Prescrita, será juzgada por Dios.  

Los diez mandamientos constituyen la Ley Moral Prescrita que Dios comunicó al pueblo a través de Moisés

LOS 10 MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS

1º  Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º  No tomarás el nombre de Dios en vano.
3º  Santificarás las fiestas.
4º  Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º  No matarás.
6º  No cometerás actos impuros.
7º  No robarás
8º  No darás falso testimonio ni mentirás.
9º  No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º No codiciarás los bienes ajenos.

Con el advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo esos diez mandamientos adquieren su plenitud, resumiéndose en dos que -para los cristianos- se convierten en los principales:

<AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO>.


XI) LEY MORAL NATURAL.

La Ley Moral Natural es la disposición presente en el ser humano que le permite conocer el bien y el mal y lo que debe hacer para su autorrealización.

Vale decir que el concepto de Ley Moral Natural puede ser utilizado por personas con disímiles religiones e ideas filosóficas. Es de suma utilidad tanto para profesos cristianos como para adherentes a otros cultos, sujetos agnósticos o ateos; con la salvedad de que habrán de presentarse marcadas diferencias en la atribución del origen de dicha capacidad humana para conocer el bien y el mal y encontrar el camino de la autorrealización.

En el caso de los profesos cristianos creemos que esas capacidades han sido impresas por Dios en la Conciencia Humana y su aplicación a hechos concretos requiere de la colaboración de todas las potencias humanas. (Respecto de las potencias humanas el lector podrá consultar los puntos VII y VIII de la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana>, de fecha 25/03/2013)

La finalidad por la que Dios ha dotado de conciencia al ser humano -en exclusividad- ha sido la de posibilitarnos comprender y cumplir la Ley Moral Prescrita; orientándonos al bien y permitiéndonos aplicarla virtuosamente en los casos concretos, mediante el ejercicio del libre albedrío que Dios quiere para nuestras vidas.

Asimismo, para guiarnos hacia nuestra realización personal en este mundo y, esencialmente, para que podamos contar con la posibilidad de salvar nuestras almas para la eternidad.

La conciencia hace que los hechos no nos resulten neutros, que no nos sea indiferente hacer el bien o el mal. 

La conciencia humana, por su naturaleza, se diferencia del mero razonamiento y se ve incrementada en quienes viven en Gracia de Dios y se muestran dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo.

Para los no creyentes el hombre es capaz de distinguir entre el bien y el mal por su capacidad de razonar y de elegir y sostener el bien por su fuerza de voluntad. Además, consideran que el ser humano mediante el uso de su inteligencia puede comprender la finalidad de la existencia humana y hallar los caminos hacia su realización personal.

Desde el punto de vista cristiano, que es el que nos interesa especialmente aquí, las propiedades de la Ley Moral Natural son:

1) Universal. (Comprenden a toda la humanidad)

2) Inmutable. (Permanece sin cambios a lo largo del tiempo)

3) Omnicomprensiva. (Alcanza a todos los seres humanos sin admitir dispensas)

4) Conocible. (Puede ser conocida por todos los hombres, aunque para unos resulta evidente y para otros difusa e, incluso, inhallable en razón de haber recibido una educación sustentada en principios inmorales o amorales, adquirido graves vicios con el paso del tiempo o estar sometido por el descontrol de sus pasiones, entre otras causas).

Las disposiciones existentes en la conciencia humana permiten construir racionalmente un principio general para facilitar el accionar moral. <Son buenos aquellos actos realizados con conocimiento y libertad en la medida que no produzcan un daño o un perjuicio ilegítimo a otra persona, a uno mismo, a un animal o al medio ambiente.>  <En sentido contrario son malos todos los actos practicados con conocimiento y libertad en cuanto originen daños de naturaleza física, psíquica, moral, ambiental o patrimonial con la afectación de intereses legítimos.>

En cuanto a la interpretación y aplicación del principio general enunciado, téngase en cuenta que desde la Teología Moral se deberá analizar con miras sobrenaturales, mientras que desde una perspectiva ética o filosófica se entenderá desde una óptica exclusivamente natural.

Apréciese entonces que Dios ha tomado los recaudos para que todas las personas -hasta las que jamás han oído hablar de Él- puedan con mayor o menor profundidad tener la posibilidad de conocer el bien objetivo y seguirlo.


XII) DESTINATARIOS DE LAS LEYES MORALES.

Los seres humanos son los únicos destinatarios de las leyes morales dadas por Dios.

“El hombre es el único entre todos los seres animados que puede gloriarse de haber sido digno de recibir de Dios una ley y haber sido dotado de una conciencia que le permite conocer el bien y el mal.”[36]

La exclusividad del hombre en su relación con las leyes morales surge de la propia realidad:

a) Las leyes morales no fueron previstas por Dios para el mundo físico inanimado, pues está completamente sometido a la necesidad física y en él no hay libertad;

b) Las leyes morales tampoco fueron dispuestas por Dios en el mundo animal irracional, porque los animales no son ni buenos ni malos: actúan naturalmente por instintos;

c) Las Leyes Morales (Prescrita y Natural) alcanzan solamente al ser humano, por cuanto la posibilidad de cumplir las normas requiere del uso del razonamiento y de la voluntad en un pleno ejercicio del libre albedrío, como sólo el hombre puede hacerlo.

"Dios, que había creado al hombre a su imagen y semejanza (Gen 1,26), se le fue manifestando de diversos modos, a través de los Patriarcas y los Profetas, hasta que llegada la plenitud de los tiempos, por la Encarnación de Jesucristo, el Verbo Divino (lo 1,14) quiso redimirnos del pecado, darnos a conocer el entero plan de su Providencia y hacernos participar de la misma vida divina (2 Pet 1,4). «Este rasgo -este progresivo acercamiento de Dios al hombre, esta gratuita apertura al hombre de la intimidad divina- caracteriza de modo propio y singular la religión proclamada por Jesucristo, y la distingue radicalmente de cualquier otra. El cristianismo, efectivamente, no es una búsqueda de Dios por el hombre, sino un descenso de la vida divina hasta el nivel del hombre (...). Olvidar este hecho supondría reducir la vida del cristiano a una especie de humanismo religioso -a la búsqueda puramente racional de un Dios lejano, para que se nos muestre propicio- o, en el plano de las relaciones con los demás hombres, a un mero sociologismo o a un moralismo antropológico, sin más horizontes que la ética de los valores» (Á. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, Madrid 1970, 107-108)".[37]

"De aquí, el realismo de la moral cristiana: sus exigencias no son un ideal maravilloso, más o menos extrínseco y superpuesto al hombre, sino fruto de la realidad en la que existe y vive, «el orden moral no es una ficción útil, sino una realidad, como real es la Sabiduría divina que lo dispone y su Voluntad Santísima que lo quiere. Y objetivos y reales son nuestro fin, nuestra naturaleza y la gracia que nos hace hijos de Dios» (San Josemaría Escrivá de Balaguer, texto del 19 mar. 1967)".[38]

Lo cierto es que el ser humano es la única criatura animada que sabe que no todo lo que físicamente se puede hacer, es moralmente correcto hacerlo.


XIII) LA MORAL COMO CIENCIA DE LA FELICIDAD

“La Teología Moral se presenta como la ciencia de la felicidad porque muestra los caminos que a ella conducen. Los preceptos que enseña tienen sentido precisamente por la promesa de la bienaventuranza eterna que Dios ha hecho a quienes los cumplen.”[39]

“Todos los razonamientos sobre la conducta no son sino una respuesta a la pregunta sobre la felicidad del hombre: El hombre no tiene otra razón para filosofar más que su deseo de ser feliz, escribió San Agustín en la Ciudad de Dios (1. XIX, c. 1).”[40]

Dios quiere y conoce como nadie a su creación y no la abandonó a las incertidumbres del largo plazo que ella imagina cuando, durante la mayor parte de su vida, supone una muerte lejana, irreal, casi ajena.

Dios, muy por el contrario, le dejó una ayuda especial a su criatura más preciada. Supeditó su felicidad terrenal al efectivo cumplimiento del bien moral objetivo que Él le impuso. Así el hombre sólo podrá ser feliz si cumple con sus deberes morales y, a la vez, tendrá una señal clara que le indicará si está transitando en la dirección correcta hacia la salvación de su alma.

No obstante ello, grandes masas de necios persisten en sus inconductas a pesar que sus experiencias -y las de otras personas- les muestran que el bien que desprecian y el mal que cometen son las causas de la mayor parte de los sufrimientos que padecen. Y sin perjuicio de las futuras consecuencias de orden sobrenatural, de las que descreen o las consideran muy lejanas como para ocuparse de ellas en el presente.

“Felicidad terrena y orientación al fin último son cuestiones paralelas: quien se encuentra orientado en la dirección correcta va teniendo ya aquí iniciada la felicidad que poseerá luego en plenitud: <La felicidad en el cielo es para los que saben ser felices en la tierra>. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja, N° 1005).”[41]

“Y ya que el conocimiento y la práctica de las normas morales resulta la más importante realidad en la vida del hombre, no se limitó Dios a imprimir en la naturaleza humana esa ley moral, sino que además la ha revelado explícitamente para que sea conocida por todos, de modo fácil, con firme certeza, y sin mezcla de error alguno (Catecismo, n. 38).”[42]

“A los auxilios extrínsecos de la Revelación, Dios añade la ayuda de la gracia divina, luz en la inteligencia y fuerza en la voluntad para la mejor comprensión y ejercicio de la vida moral.”[43]

“Esta múltiple acción divina deja ver que la ciencia de la moral ha de ser rectora de todos los actos humanos, para que estén siempre conformes con su fin sobrenatural eterno.”[44]

“De lo anterior se deduce la importancia y la necesidad de conocer, del modo más completo y perfecto posible, los postulados, desarrollos y conclusiones de la ciencia moral.”[45]

En síntesis, nuestra felicidad terrenal y eterna, en gran parte, dependen de la moralidad de nuestra conducta.


XIV) UNA VISIÓN POLÍTICA DE LA INMORALIDAD.

Partimos de la base que la inmoralidad generalizada que nos afecta en el plano social e individual es conocida por todos dado su carácter público y notorio.

Los altos niveles de inmoralidad que sufrimos no son una casualidad o el resultado de la simple degradación humana por una involución natural de la especie. Por el contrario, la inmoralidad ha sido impulsada por quienes se benefician con ella.

El relativismo filosófico fue impuesto por los amos del mundo en nuestras sociedades occidentales con la única intención de sacar un provecho de esa situación, como veremos más adelante.

Mediante esta corriente de pensamiento abrieron la puerta para que los inmorales y los amorales de la peor ralea pudieran entrar y sentarse a la mesa con la gente de bien, con el sólo requisito de argumentar sobre las bondades que encierran sus bajezas; de acuerdo, claro está, con sus inicuos pareceres.

Fue así igualada la valía de las opiniones de todas las personas, sin que importen las virtudes, los dones, los frutos del Espíritu Santo, los carismas, los talentos, los conocimientos, los atributos morales ni los antecedentes de cada persona. (El lector podrá encontrar material relacionado con esas temáticas en los puntos VII y VIII de la entrada <El valor de la mortificación en la profesión de fe cristiana> de fecha 25 de marzo de 2013).

El disparate de igualar personas con méritos y condiciones desiguales se produjo porque tal igualamiento genera necesariamente un caos social y en éste coexisten la subjetividad, el desorden, la confusión, la insensatez, la inmoralidad y la injusticia, que son las condiciones necesarias para que reine el estado de impunidad en el que los poderosos todo lo puedan conseguir.

Además, se creó el escenario perfecto para marginar los valores cristianos de nuestra sociedad occidental y poder discriminar, sutil o groseramente, a todos aquellos que pretenden sostener el bien universal y la verdad objetiva que a través de ellos se expresan.

Como vimos durante el desarrollo de este trabajo, el pensamiento relativista elimina el concepto de bien objetivo. Ya no existe más el bien ni el mal, todo pasa a depender de lo que crea cada persona, cada grupo, cada sector, cada sociedad.

La subjetividad moral hace que la opinión pública se vuelva fácilmente manipulable. El bien termina siendo el que digan los que manejan los medios masivos de comunicación.

Del hacer lo que corresponde se pasa al hacer lo que se pueda. Y quienes más pueden hacer son los poderosos, que usan todos sus recursos con la sola limitación de los impedimentos físicos impuestos por la realidad material. La moral ya no es un estorbo a la hora de incrementar sus obscenas riquezas ni de implementar sus repugnantes mecanismos de poder.

Recordemos que el bien moral objetivo sostiene el interés público y el interés individual legítimo, mientras que el bien moral relativo termina siendo funcional a quienes detentan el poder mundial y solo se empeñan en defender sus intereses, sean o no legítimos, y aun cuando para ello deban hacer desaparecer el bien y la verdad de la faz de la tierra.

Así, de manera casi imperceptible, se fue llegando a esta suerte de apogeo relativista.  Fue la consecuencia de que en el transcurso del tiempo se hayan ido introduciendo paulatinos cambios en la moralidad de las personas que, a la postre, resultaron notoriamente contraproducentes para sus formas de pensar y de vivir.

Mediante solapadas subversiones de la moralidad individual y colectiva, los amos del mundo lograron <modelar> ejércitos de hombres vulgares que defienden a ultranza las creencias del oportunismo relativista, aun cuando, curiosamente, la inmensa mayoría de ellos jamás ha escuchado hablar de esta corriente filosófica y, mucho menos, pueda argumentar seriamente en favor de sus postulados.

Se han esculpido multitudes bajo el paradigma de un relativismo integrado por los sectores tibios de diferentes signos, tales como: ateos, agnósticos, sincréticos y cristianos de etiqueta, entre otros.

Tuvo lugar así un collage de ideas reunidas por un único elemento común, la voluntad de aglutinarse bajo la malsana tolerancia relativista. Y de ese modo se amalgamó el desteñido popurrí que conforma hoy el pensamiento de las mayorías occidentales.

Sin dudas, el resquebrajamiento que se produjo en las morales individuales tuvo una repercusión muy negativa en el funcionamiento de las instituciones desde las cuales se gobiernan las sociedades occidentales.

Se ha vuelto hoy habitual ver a miembros del Poder Ejecutivo, a Legisladores y a Jueces involucrados en resonantes escándalos, a pesar de los cuales continúan desarrollando sus actividades como si nada hubiera pasado o, en el mejor de los casos, se reciclan con gran ductilidad y reaparecen ocupando otras encumbradas posiciones en la actividad pública o privada.

Tantas veces hemos escuchado la expresión <Idiotas Útiles> -y asentido ante su uso-. Sin embargo, ésta no refleja la verdad. Creemos que se debería reemplazar por la forma <Débiles Morales>; porque la principal causa por la que las personas se dejan <usar y manipular>  o lisa y llanamente <venden su alma al diablo> no es la idiotez sino la inmoralidad o la amoralidad, que los hace funcionales al mal.

Se instaló así en el mundo occidental un esquema político, económico, jurídico, social y ético en el que una abrumadora mayoría de mediocres morales, alumbrados por el relativismo y ensoberbecidos por los logros y reconocimientos que inmerecidamente les tributa el sistema, sepultan bajo el peso irresistible de su cantidad e inescrupulosidad a las minorías moralmente más aptas.

De esta manera nos encontramos frente a una desoladora realidad en la que las personas con una fortaleza moral ejemplar son discriminadas y frecuentemente marginadas de los puestos de conducción, los que, por regla general, son entregados en manos de débiles morales que, las más de las veces, suelen ser también grandes corruptos e incompetentes.

La situación que hoy sufrimos encuentra su razón de ser en que los dueños del poder  mundial actúan conforme a la lógica de la corrupción, en la que la inmoralidad y la impunidad son elementos imprescindibles para la obtención de los objetivos espurios que a través de ella persiguen.

Fueron desvirtuados los poderes públicos de los Estados Nacionales mediante la construcción de esquemas políticos con apariencia democrática que, en la realidad, responden al poder internacional y tienen por finalidad principal maximizar sus ganancias y profundizar su dominación a escala planetaria.

Son pruebas contundentes de la exactitud de la situación descripta: las clases dirigentes corruptas e ineptas que gobiernan en la mayoría de los países que integran la denominada sociedad de occidente y los incalificables episodios de corrupción que se producen durante sus gestiones. (Y los que habrán de permanecer ocultos).

Sin embargo, la inmoralidad no es un vicio exclusivo de las esferas estatales, pudiéndose encontrar en todos los ámbitos del quehacer humano que permiten generar y administrar cuotas de poder.

Hoy existen amplios espacios de corrupción tanto en el ámbito público como en el privado y muchas veces vemos que ambos sectores quedan unidos por prácticas ilícitas que requieren del concurso de ambos.

Tampoco extraña en la actualidad tomar conocimiento de casos de connivencia entre funcionarios públicos o directores de grupos privados con personajes del crimen organizado, ni de la existencia de verdaderas asociaciones ilícitas integradas por ellos.

Los resultados están a la vista de todos: Las redes de trata de personas con fines de esclavitud laboral, explotación sexual, comercialización de órganos humanos y venta de bebés, el turismo sexual que involucra a niños, el avance imparable del narcotráfico, los asesinatos con características mafiosas, el lavado de dinero, las quiebras fraudulentas, los vaciamientos de entidades financieras, las contabilidades falsas, las evasiones impositivas, los prevaricatos, los cohechos, las coimas, los incumplimientos de los deberes de funcionarios, los gravísimos delitos ambientales, los elevados niveles de la inseguridad en la vida cotidiana y la corrupción generalizada; todo lo cual es posible por la existencia de un entramado de inmoralidades y delitos, de complicidades públicas y privadas, de institucionalidad y crimen organizado, de miedos y prebendas.

La corrupción se ha convertido en un grave problema político, económico, jurídico, social y ético que afecta a las sociedades occidentales y, tal vez, sea el mayor desafío que tengamos que afrontar en estos tiempos.

Creemos haber sido suficientemente claros en cuanto a las razones por las que la verdad y el bien objetivo, que forman parte esencial de la doctrina cristiana, han sido relegados de la consideración actual de las mayorías.


XV) EL ÚNICO BUEN <NEGOCIO> ES LA MORALIDAD.

A esta altura del desarrollo, seguramente, algunos lectores pueden estar sopesando los pros y los contras de ser un virtuoso en un mundo conducido por viciosos.

Por nuestra parte no tenemos ni la duda que vale la pena luchar por conservar, recuperar o desarrollar una dimensión moral alta, aunque se deba alcanzar en medio de la inmoralidad generalizada.

Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Por eso nos dio una Ley Moral Escrita, una Conciencia, las inspiraciones del Espíritu Santo y su Gracia para que nos ayuden a vivir de acuerdo al <Bien>, pero al <Bien> que Él nos hizo conocer no al “bien” que nosotros prefiramos -y muchos menos al “bien” que otros hombres elijan por nosotros-. De hecho, el único <Bien> que existe es el que Dios determinó y comunicó.

Y cuando quiere lo mejor para nosotros Dios no piensa solamente en la salvación de nuestra alma, sino también en la felicidad en esta vida.

Como vimos, el anticipo de la compensación por nuestro comportamiento moral lo comenzamos a recibir en este mundo, en el que sólo hallaremos la felicidad si nos conducimos con altos estándares morales.

Basta con analizar los casos que ocurren a nuestro alrededor para verificar la veracidad de esa afirmación. Detrás de las apariencias y de los brillos exteriores que los insensatos se empeñan en ostentar, se traslucen la angustia, la amargura y el sufrimiento, con las inmensas cuotas de infelicidad que estos sentimientos producen.

¿Cuántas veces hemos escuchado decir de quienes aparentan tenerlo <todo>, <no soy feliz>?

El hombre es solo una persona, o acaso pensamos que podemos levantarnos, vestirnos como buenos padres y dar cumplimiento a la educación de nuestros hijos en los diez minutos que dura el trayecto hasta el colegio; cambiarnos e ir a trabajar con ropa de débiles morales para maximizar las utilidades a cualquier costo; volver y ataviarnos con prendas de esposos afectuosos y planificar el futuro común con nuestros cónyuges y, por supuesto, reservar otros atuendos apropiados para, en los ratos que nos sobran, atender esmeradamente a nuestros padres y tenderle una mano a los amigos.

La inmoralidad es una actividad de tiempo completo, porque exige de la incorporación de vicios en nuestra personalidad. Y los vicios son extremadamente celosos, se niegan a compartir nuestra persona con sus enemigas viscerales las virtudes. Nos exigen incondicionalidad, se apoderan de nosotros, nos obligan a aceptar a su compañero inseparable el mal y a abandonar a nuestro leal amigo el bien.

Actuar como malas personas requiere de vicios y conducirse como buenas personas exige virtudes, que no se desarrollan de la noche a la mañana. Así que no nos hagamos los tontos sugiriendo siquiera que podemos ser buenos y malos a la vez, según nos venga en gana, cuando nos venga, como nos venga en gana y donde nos venga en gana.

Si elegimos la <vía> de la inmoralidad tal vez alcancemos logros materiales fuera de los normales. Pero, lo único que será seguro es que habremos entrado en la <autopista> de la infelicidad terrenal, además de las tremendas consecuencias de orden sobrenatural que inexorablemente nos aguardarán.

El inmoral es infeliz por definición o creen que alguna persona se puede burlar del plan de Dios.

El sujeto de baja capacidad moral -conducido por los vicios que se adueñaron de su libertad- termina, casi sin darse cuenta, entregando sus vínculos más preciados (hijos, padres, esposos, hermanos, amigos) y el respeto por su propia persona, a cambio de simples cosas materiales o vanidades humanas.

Es, pues, imprescindible que nos diferenciemos del hombre vulgar que, lamentablemente,  no logra comprender la desgracia que significa transitar la vida con una baja capacidad moral y, mucho menos, consigue prever las graves consecuencias que se derivan para él y su familia del hecho de vivir alejados del bien.

Si de algo estamos convencidos, es que no hay mejor <negocio> para nuestras vidas que seguir el camino del bien y de la virtud, disfrutando de la felicidad que solo puede darnos una alta dimensión moral, mientras vamos haciendo todo lo necesario por alcanzar la salvación de nuestra alma.

Y tengamos siempre presentes que convertirnos en profesos cristianos exige tanto una alta dimensión moral como una alta dimensión espiritual. Está en nosotros proveer lo necesario a tal fin.  


XVI) LOS PELIGROS DE LA MORALIDAD (ADVERTENCIA).

Aun cuando pueda resultar una obviedad no queremos concluir este trabajo sin hacer una clara advertencia sobre los peligros que encierra la decisión de elevar la dimensión moral por encima del nivel de las masas.

Es evidente que como consecuencia de los desvalores que priman en nuestras sociedades utilitaristas los profesos cristianos estamos expuestos a riesgos personales y profesionales, como consecuencia de aceptar las Leyes Morales (Prescrita y Natural) que Dios nos ha legado para que podamos conocer y procurar el bien objetivo y la verdad.

Entonces debemos tomar los recaudos para no inmolarnos torpemente en el cumplimiento del deber moral que Dios nos reclama, como consecuencia de emplear medios equivocados para la obtención del objetivo, en medio de la realidad en la que nos toca desenvolvernos.

En otras palabras, los profesos cristianos debemos procurar convertirnos en moralistas prácticos competentes, es decir, verdaderos maestros en la aplicación de la ética de la responsabilidad en escenarios de alta complejidad.

Para que se comprenda mejor lo expuesto, aclararemos que no basta una entusiasta actitud moral para que una persona pueda alcanzar el bien, sino que también debe poseer una importante cuota de aptitud moral.

Ambos componentes (actitud + aptitud moral) conforman la capacidad moral, que es la que se debe ir incrementando hasta alcanzar la destreza de un moralista práctico competente.
 
Suele ocurrir que las personas con una predisposición a privilegiar los aspectos morales terminan malográndose por desconocer cómo se debe materializar el bien dentro de los sistemas políticos y sociales vigentes que, como vimos, están fuertemente orientados hacia el mal, disfrazados con una filosofía relativista y recubiertos con grandes cuotas de corrupción, hipocresía y cinismo.

Por lo tanto, a los estimados lectores que tomen la decisión de comenzar a trabajar para incrementar su dimensión ética (actitud + aptitud) con la intención de mejorar su conducta moral en la vida real (personal, familiar y profesional), desde ya les prevenimos que deberán ir despacio, con mucha cautela y de manera paciente, para evitar sufrir daños innecesarios.

Y, asimismo, les anticipamos que convertirse en un moralista práctico competente es una tarea penosa y riesgosa, que exige una búsqueda perseverante y sufriente pero que bien vale el tiempo y el sacrificio que demanda y las heridas que se pudieran recibir en el combate.

Que Dios nos guíe, ayude y proteja.

                                       
Dr. Alejandro Oscar De Salvo
Abogado - Coach directivo.


[1]J. Barrio Gutiérrez.
Cortesía de Editorial Rial. Gran Enciclopedia Rial, 1991. http://mercaba.org/Rialp/N/naturalismo_filosofia.htm
[2] Tomado de Filosofía para Cavernícolas.
http://filosofiacavernicolas.blogspot.com.ar/2012/05/lo-bueno-es-ser-natural-el-naturalismo.html
[3] Ibídem.
[4] Glosario de Filosofía.
http://www.webdianoia.com/glosario/display.php?action=view&id=263&from=action=search%7Cby=R
[5] Tomado de Material Académico, Sección Ética, Relativismo Moral
Leonardo Birondilla Mora
http://contrapeso.info/2009/relativismo_moral_definicion/
[6] El relativismo moral. http://recursostic.educacion.es/secundaria/edad/4esoetica/quincena3/quincena3_contenidos_3.htm
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11] http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiagriega/Presocraticos/Objetivismo.htm
[12] Abide.
[13] Abide.
[14] Dietrich von Hildebrand (1889-1977). Ética. Ediciones encuentro. 1983
http://books.google.com.ar/books?id=m9f7ThvF6j4C&pg=PA113&lpg=PA113&dq=etica+objetiva&source=bl&ots=vbmbgRxZru&sig=md0GDDLqdWUboDoGdH_vXUn1hM4&hl=en&sa=X&ei=Y7tyUd69PJLw8ATA7IGYBw&ved=0CEkQ6AEwAjgK#v=onepage&q=etica%20objetiva&f=false
[15] Ibídem.
[16] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] http://www.rae.es/drae/srv/search?id=9S42XokhcDXX2tkbwMCW
[19] http://definicion.de/teologia/
[20] http://lema.rae.es/drae/
[21] Tanque rey Parte 2
http://es.scribd.com/doc/10773508/Teologia-Ascetica-y-Mistica-2-Tanquerey
[22] Ibídem.
[23] Ibídem.
[24] Ibídem.
[25] Ibídem.
[26] Ibídem.
[27] Ibídem.
[28] Ibídem.
[29] Síntesis y adaptación de material publicado por la Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[30] Ibídem.
[31] Ibídem.
[32] Tomado y adaptado del material publicado por la Escuela Cima. http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[33] Citas extraídas del material publicado por la Escuela Cima. http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[34] Ibídem.
[35] Síntesis, adaptación y complementación de material publicado por la Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[36] Cita extraída de Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[37] R. García de Haro y Enrique Colom. Gentileza Ediciones Rial Gran Enciclopedia Rial 1991.
http://mercaba.org/Rialp/T/teologia_moral_i_objeto.htm
[38] Ibídem.
[39]Material extraído de Escuela Cima.
http://www.escuelacima.com/teologiamoral.html
[40] Ibídem.
[41] Ibídem.
[42] Ibídem.
[43] Ibídem.
[44] Ibídem.
[45] Ibídem.







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