BLOG EDITADO POR ALEJANDRO OSCAR DE SALVO

domingo, 30 de junio de 2013

LOS PECADOS CAPITALES Y LAS VIRTUDES CAPITALES.


LOS PROFESOS CRISTIANOS
COMBATE LOS PECADOS CAPITALES

 




 TEMARIO

I) EL PECADO ORIGINAL Y LA INCLINACIÓN AL MAL DEL SER  HUMANO.

II) LOS SIETE PECADOS CAPITALES.

III) LAS SIETE VIRTUDES CAPITALES.

IV) CUADRO DE PECADOS CAPITALES Y VIRTUDES CAPITALES.

V) LISTADO ALFABÉTICO CON LOS PRINCIPALES DEFECTOS MORALES.

VI) CONSIDERACIONES FINALES.



 EL HOMBRE VULGAR ES DEVORADO
POR LOS PECADOS CAPITALES


 



                                                 EL PECADO ORIGINAL
 


I) EL PECADO ORIGINAL Y LA INCLINACIÓN AL MAL DEL SER HUMANO.

A efecto de establecer el contexto en que fueron elaborados los siete pecados capitales y previstos sus objetivos (disponer de elementos útiles para enseñar la moral cristiana a los fieles y proporcionarles las armas necesarias para luchar contra la inclinación al mal que sufre el ser humano), Habremos de recurrir seguidamente a las enseñanzas que proporcionen el CIC[1].

A tal fin transcribiremos sus puntos 385/412 , previa mención que esta parte de la doctrina cristiana es fundamental para: Comprender la necesidad de regenerar nuestra naturaleza dañada por la caída original, entender la providencia en la marcha del mundo, comprender la entrada de la muerte -y su importancia- en la historia de la humanidad -y en la de uno mismo- y valorar debidamente la gloriosa posibilidad de salvar el alma en Cristo.

A) LA CAÍDA.

385“Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza —que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas—, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? Quaerebam unde malum et non erat exitus ("Buscaba el origen del mal y no encontré solución") dice san Agustín (Confesiones, 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontró en salida su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio [...] de la iniquidad" (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del amor divino en Cristo se ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto,

1) La realidad del pecado.

386 “El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.”

387 “La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse cadenas.”

 2) El pecado original: una verdad esencial de la fe.

388 “Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento conoció de alguna manera la condición humana a la luz de la historia de la narrada en el Génesis, no pudo alcanzar el significado último de esta historia que sólo se manifiesta a la luz de la muerte y de la resurrección de Jesucristo (cf. Rm 5,12-21). Es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito, enviado por resucitar Cristoado, es quien vino "a convencer al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16,8) revelando al que es su Redentor.”

389 “La doctrina del pecado original es, por así decirlo, “el reverso” de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecen a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo (cf. 1 Cor 2,16) sabe bien que no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo.”

3) Para leer el relato de la caída.

390 “El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre (cf. GS 13,1). La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres (cf. Concilio de Trento: DS 1513; Pío XII, enc. Humani generis: ibíd, 3897; Pablo VI , discurso 11 de julio de 1966).

 B) LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES.

391 “Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).”

392 “La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazan radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (1 Jn 3,8), "padre de la mentira" (Jn 8,44).”

393 “Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. “No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte” (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 2,4: PG 94, 877C).”

394 “La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). "El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo" (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.”

395 “Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física— en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y ​​dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28).”

C) EL PECADO ORIGINAL.

4) La prueba de la libertad.

396 “Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él, morirás sin remedio" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre en cuánta criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación ya las normas morales que regulan el uso de la libertad.”

5) El primer pecado del hombre.

397 “El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.”

398 “En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien . El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser completamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (San Máximo el Confesor, Ambiguorum liber: PG 91, 1156C).”
399 “La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10) de quien han ideado una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gn 3,5).”

400 “La armonía en la que se encontraron, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraño y hostil (cf. Gn 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la servidumbre de la corrupción" (Rm 8,21). Clean Por fin, la consecuenciamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12).”

401 “Desde este primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo: el fratricidio ocurrido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf. 1 Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia no cesan de recordar la presencia y la universalidad del pecado en la historia del hombre:”

“«Lo que la Revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas» (GS 13,1).”

6) Consecuencias del pecado de Adán para la humanidad.

402 “Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. San Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron fabricados pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: "Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida” (Rm 5,18).”

403 “Siguiendo a san Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal ya la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es "muerte del alma" (Concilio de Trento: DS 1512). Por esta certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso a los niños que no han cometido pecado personal (cf. ibíd., DS 1514).”

404“¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Todo el género humano es en Adán sicut unum corpus unius hominis ("Como el cuerpo único de un único hombre") (Santo Tomás de Aquino, Quaestiones disputatae de malo, 4,1). Por esta "unidad del género humano", todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender completamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la santidad y la justicia originales no para él solo sino para toda la naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído (cf. Concilio de Trento: DS 1511-1512). Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado "pecado" de manera análoga: es un pecado "contraído", "no cometido", un estado y no un acto.”

405 “Aunque propio de cada uno (cf. ibíd., DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sufrió a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual.”

406“La doctrina de la Iglesia sobre la transmisión del pecado original fue precisada sobre todo en el siglo V, en particular bajo el impulso de la reflexión de san Agustín contra el pelagianismo, y en el siglo XVI, en oposición a la Reforma protestante. Pelagio sostenía que el hombre podía, por la fuerza natural de su voluntad libre, sin la ayuda necesaria de la gracia de Dios, llevar una vida moralmente buena: así reducía la influencia de la falta de Adán a la de un mal ejemplo. Los primeros reformadores protestantes, por el contrario, enseñaban que el hombre estaba radicalmente pervertido y su libertad anulada por el pecado de los orígenes; identificaban el pecado heredado por cada hombre con la tendencia al mal (concupiscentia), que sería insuperable.

7) Un duro combate....

407 “La doctrina sobre el pecado original —vinculada a la de la Redención de Cristo— proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanece libre. El pecado original entraña "la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo" (Concilio de Trento: DS 1511, cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres.”

408 “Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados personales de los hombres se derivan al mundo en su conjunto una condición pecadora, que puede ser designada con la expresión de san Juan: "el pecado del mundo" (Jn 1,29). Mediante esta expresión se significa también la influencia negativa que ejercen sobre las personas las situaciones comunitarias y las estructuras sociales que son fruto de los pecados de los hombres (cf. RP 16).”

409 “Esta situación dramática del mundo que "todo entero yace en poder del maligno" (1 Jn 5,19; cf. 1 P 5,8), hace de la vida del hombre un combate: A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo (GS 37,2).”

8) No lo abandones al poder de la muerte.

410 “Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado "Protoevangelio", por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta.”

411 “La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1 Co 15,21-22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con sobreabundancia la desobediencia de Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el "protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la primera que se benefició -y de una manera- de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: Bula Ineffabilis Deus: DS 2803) y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado (cf. Concilio de Trento: DS 1573).”

412 “Pero, ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? San León Magno responde: "La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio" (Sermones, 73,4: PL 54, 396). Y santo Tomás de Aquino: «Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después del pecado. Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de san Pablo: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20). Y en la bendición del Cirio Pascual: "¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!"» (S.Th., 3, q.1, a.3, ad 3: en el Pregón Pascual «Exultet» se recogen textos de santo Tomás de esta cita).

Las citas que anteceden nos permiten comprender que la <doctrina de los pecados capitales> fue impulsada por los padres de la Iglesia como una contribución a la ardua lucha que debe bibliotecar el hombre contra sus inclinaciones al mal, para poder regenerar su naturaleza daña y lograr la santa union con el padre que le de la vida eterna.

El primero que se conoce escribió sobre los pecados capitales fue el santo africano Cipriano de Cartago (E. 200-210/258) quien se refirió a ocho vicios principales.

El monje Evagrio Póntico (345/399), mediante escritos en griego, también mostró ocho vicios o pasiones malvadas de las que los monjes se deben cuidar especialmente.

San Juan Casiano (360/435) actualizó y difundió las enseñanzas sobre los pecados capitales.

El papa romano san Gregorio Magno (540/604) revisó los trabajos de Evagrio y Casiano. Confeccionó una lista con distinto orden y redujo a siete la cantidad de pecados capitales, número con el que actualmente se suelen continuar agrupando estos abominables vicios.

En la actualidad se siguen considerando siete los pecados capitales: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza.


                                    
                                                  MESA DE LOS PECADOS
          
         JERÓNIMO BOSCH



II) LOS SIETE PECADOS CAPITALES.

El vocablo pecado deriva del latín peccātum y significa: “Transgresión voluntaria de preceptos religiosos. Cosa que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido. Exceso o defecto en cualquier linea”[1].

Vale decir que el término tiene tanto connotaciones religiosas como naturales y resultó su sentido del modo en que se lo emplee. De ahí que muchas veces se reemplaza el concepto de pecado por el de vicio y, en el plano de la moral natural, se usa indistintamente dichas palabras. Vale decir se las emplee como sinónimos para hacer referencia a cualquier defecto moral.

Como antecedentes remotos de la comprensión de la idea del <pecado> encontramos que en la antigüedad los griegos entendían el concepto desde un punto de vista estrictamente naturalista y se referían a él con el término hamartia: <No alcanzar la meta, no dar en el blanco>. Los escritores griegos solían utilizar la forma verbal hamartánō para referir al lancero que erraba su tiro y, por derivación, los filósofos se valían del término para aludir a quienes debido a una actitud errónea, consciente o inconscientemente, vivían al margen de un código moral o tenido intelectual por meta ideal.[2]

En cuanto al sentido del término «capital», el mismo deriva del latín, caput, capitis, "cabeza" y no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados. Vale decir que se les llama <pecados capitales> porque son la <fuente de todos los demás pecados>.

En cuanto a <los demás pecados> los denominaremos <pecados derivados> por tener su causa en otro pecado, es decir en uno de los <siete pecados capitales>.

Al igual que la palabra <pecado>, el término compuesto <pecado capital> se puede emplear con un sentido filosófico o religioso.

De acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.

A la hora de entender el sentido de la expresión <pecados capitales> se debe tener en cuenta que el concepto comprende dos estadios.

En el primer estadio, los pecados capitales se manifiestan como inclinaciones negativas o tendencias instintivas desordenadas que -si no son vencidas- ejercen una mala influencia en la conducta del ser humano (Para los cristianos, estas predisposiciones malignas están vinculadas con la concupiscencia que sigue a la caída original causante que degradó la naturaleza humana).

El segundo estadio de los <pecados capitales producción> recién se alcanza cuando esas tendencias negativas dan lugar a los hechos defectuosos. En otras palabras, cuando se materializan en la realidad los vicios capitales o cualquiera de las faltas morales que de ellos se derivan (<pecados derivados>).  

Entonces, no se deben confundir los pecados capitales en su primer estadio (inclinación al mal) con los pecados personales (faltas que una persona ha hecho efectivamente). De modo que aquellos sólo se prefieran en estos cuando las personas seden a la tentación y mediante acciones libres y conscientes cometen transgresiones morales que vulneran la voluntad de Dios (o, en su cado, la moral natural a la que adhieran).

A pesar de tratarse de un blog cristiano destinado a seglares buscan la santidad en medio del mundo consideramos conveniente aclarar que la doctrina de los siete pecados capitales es útil para todas las personas, incluyendo las no creyentes.

Lo dicho, en razón de que la realidad pone en evidencia que la concupiscencia afecta a todos los seres humanos (crean o no en Cristo). Asimismo, porque el dejarse arrastrar por las inclinaciones viciosas impide desarrollar una vida plena y feliz, sean cuales fueron las convicciones de las personas. Y también porque los pecados capitales cuando se materializan infringen normas morales que son reconocidas y aceptadas como cuentos desde una visión natural del mundo, además de ser compartidas por otras tradiciones religiosas.

Sin más pasamos al desarrollo de los siete pecados capitales.

Los siete pecados capitales.

Como vimos en el punto anterior, en la actualidad se suelen reconocer siete pecados capitales y estos son habitualmente denominados: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza; a los que daremos tratamiento a continuación.


               LA SOBERBIA.
Archivo:Soberbia.jpg
 Representación del Pecado de Soberbia. (Brüguel)

1°) El Pecado de la Soberbia.

Soberbia: “Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros. Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás”[3]. “Altivez y arrogancia del que por creerse superior desprecia a los demás”[4].

“La soberbia es una característica común al ser humano que implica la constante y permanente auto-alabanza que una persona realiza sobre sí misma. La soberbia es, además, una actitud de constante auto-admiración que hace que la persona en cuestión deje de considerar los derechos y necesidades de aquellos que la rodean al considerarlos inferiores y menos importantes”[5].

“La soberbia es uno de los defectos más críticos por la mayoría de las religiones que basan sus teorías en el desarrollo de virtudes tales como la humildad, el respeto y entrega hacia el Dios correspondiente, la compasión y el desinterés por las cuestiones materiales. Esto es especialmente visible para el Cristianismo que señala particularmente a la soberbia como uno de los pecados más importantes y graves que puede cometer el ser humano”[6].

En efecto, desde el punto de vista cristiano“Es el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de <todos> los pecados restantes. Recordemos que por esta falta, según la teología cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y autoridad que Dios. En general se define como <amor desordenado de sí mismo>. Según Santo Tomás la soberbia es <un apetito desordenado de la propia excelencia>. Se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores ya las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y guardando las distancias,[7].

Como podemos apreciar en la cotidianidad de nuestra existencia las sociedades posmodernas fomentan de manera permanente paradigmas y proceden soberbios; debido al individualismo reinante en ellas, a la importancia que se le da a alcanzar el éxito económico y ascender socialmente, al egocentrismo y al desvirtuado uso de los medios de comunicación, entre otras muchas razones.

La alquimia de los desvalores dominantes desatan altos niveles de soberbia y narcisismo en millones de individuos, que viven en la insensatez y alejados de Dios y del cumplimiento de una moral objetiva. (La moralidad objetiva fue abordada en la entrada <Las leyes morales en la profesión de fe cristiana. Ley moral prescrita y ley moral natural>, de fecha 30 de abril de 2013)

El pecado capital de la soberbia predispone e impulsa a las siguientes conductas impropias: Vanagloria, Petulancia, Jactancia, Altanería, Ostentación, Presunción, Hipocresía, Manipulación, Desobediencia y Pertinacia, entre otras.

Es entonces que debemos poner especial interés en erradicar de nuestras vidas toda la influencia del pecado capital de la soberbia.

El remedio que cura la soberbia es la virtud de la humildad. Según el cristianismo, “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes” (Luc. 14).

<El verdadero profeso cristiano lucha encarnizadamente contra el pecado capital de la soberbia>.


               LA AVARICIA.
Archivo:Pieter Bruegel the Elder- Los siete pecados capitales o los siete vicios - Avarice.JPG
Representación del Pecado de la Avaricia (Brueguel)
 
2°) El Pecado de la Avaricia.

Avaricia: Deriva del latín avaritĭa y significa: “Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”[8].

“La avaricia se diferencia de la codicia ya que ésta última supone el afán excesivo de riquezas, aunque sin la voluntad de atesorarlas. Quien es avaro, pretende acumular todo tipo de riquezas materiales y no está dispuesto a gastarlas o compartirlas.”[9]

“Deseo desorbitado de tener más, generalmente de lo que pertenece a otros (Pr. 27:20; etc.). La avaricia... es uno de los pecados más graves (Ef. 5:3), junto con la idolatría (Col. 3:5). En un sentido, el 10º mandamiento resume la 2a sección del Decálogo (Ex. 20:17), ya que de una u otra manera la codicia o Avaricia conduce a otros pecados contra los semejantes. La codicia o Avaricia lleva a los hombres a abandonar la fe (1 Ti. 6:9, 10) y oportunamente los eliminará del cielo (1 Co. 6:10)”[10].

“La teología cristiana explica el pecado de la avaricia como <amor desordenado de las riquezas>, es desordenado, continua, <porque lícito es amar y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo , si se las desea para cooperar más eficazmente con la gloria de Dios, para socorrer al prójimo etc. El crimen de la avaricia no lo constituye las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; “esa pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.>”[11]

“En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por un lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al cristianismo es que el prójimo recibe, en justicia, la caridad que todos le debemos al menesteroso.”[12]

Del pecado capital de la avaricia se desprenden las siguientes conductas impropias (inmorales y, en la mayoría de los casos, ilegales): soborno, cohecho, prevaricato, fraude, evasión tributaria, estafa, robo, hurto, usura, perjurio, tacañería, egoísmo , codicia e hipocresía, entre otras.

Es entonces que debemos poner especial interés en erradicar de nuestras vidas todo vestigio de avaricia.

El pecado capital de la avaricia se supera desarrollando la virtud de la generosidad.

<El verdadero profeso cristiano lucha encarnizadamente contra el pecado capital de la avaricia>.


               LA LUJURIA
Representación del Pecado de la Lujuria (Brueguel)

3°) El Pecado de la Lujuria.

Lujuria: Deriva del latín luxurĭa y significa: “Vicio consistente en el uso ilícito o en el apetito desordenado de los deleites carnales. Exceso o demasía en algunas cosas.”[13]

“Tradicionalmente se ha entendido la lujuria como “appetitus inorditatus delectationis venerae” es decir como un apetito desordenado de los placeres eróticos”.[14]

El vocablo lujuria “Etimológicamente deriva de Iuxus (abundancia, superfluidad, exuberancia).

“El término suele estar asociado al deseo sexual incontrolable, aunque, en realidad, también permite referirse al exceso o demasía de otro tipo de cosas. La lujuria se vincula con la lascivia, que es la imposibilidad de controlar la libido”.[15]

La lujuria comprende pensamientos posesivos sobre otra persona. Cuando este tipo de pensamientos se definen en obsesiones y llegan a un extremo patológico pueden generar delitos de índole sexual.

“Las religiones suelen condenar a la lujuria. Para el catolicismo, la lujuria es un pecado capital, mientras que el hinduismo la señala como uno de los cinco males”.[dieciséis]

“La religión, en general, considera que el deseo sexual en sí mismo es lujurioso, más allá de su pertenencia o no al campo de la obsesión. La condena moral a la lujuria está vinculada, por ejemplo, a la prohibición de las relaciones sexuales fuera del matrimonio”.[17]

Dentro del cristianismo “… se entiende con ese nombre el vicio y el pecado opuesto a la castidad (v.). Puede definirse como la satisfacción moralmente desordenada del placer sexual, o como el abuso de la facultad generativa; se busca el placer por sí mismo o por motivos que no lo justifican (lucro, condescendencia, etc.), ya que esa facultad sólo puede ejercitarse en el legítimo matrimonio (v.) y de acuerdo con sus fines.”[18]

“Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición especialmente clásica la griega–, se entiende por “amor” algo muy distinto de lo que comprende el mundo contemporáneo. El concepto de amor tiene una importancia central en el cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor es “superabundancia”, capacidad de dar y de darse, “caritas”, en definitiva: caridad, una de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse cuenta por el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia el Nuevo Testamento: “...amar al prójimo como a sí mismo”. El amor cristiano, y también el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad, incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –ya Dios– entendidos en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí mismo, como un fin en sí mismo por el cual tenemos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aún más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.” Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –ya Dios– entendidos en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí mismo, como un fin en sí mismo por el cual tenemos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aún más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.” Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –ya Dios– entendidos en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí mismo, como un fin en sí mismo por el cual tenemos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aún más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.” El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –ya Dios– entendidos en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí mismo, como un fin en sí mismo por el cual tenemos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aún más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.” El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –ya Dios– entendidos en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí mismo, como un fin en sí mismo por el cual tenemos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aún más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.” como un fin en si mismo por el cual tenemos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aún más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.” como un fin en si mismo por el cual tenemos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aún más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad.”[19]

“Un principio teológico afirma que la fuente de amor siempre es Dios; al amar a Dios, se puede amar a todos los seres humanos. Cuando no hay amor a Dios, en cambio, no hay amor al resto de las personas. La lujuria aparece cuando se intenta poseer al otro sujeto para obtener amor, fuera de Dios. Se trata, por lo tanto, de una deshumanización del ser amado”.[20]

El pecado capital de la lujuria estimula la aparición de las siguientes conductas viciosas (y varias de ellas también delictivas): fornicación, sacrilegio, adulterio, uso de pornografía, contratación de servicios de prostitución, polución voluntaria, sodomía, homosexualidad, lesbianismo, pedofilia, bestialidad, incesto, violación, estupro y rapto, entre otras. Inmoralidades en todos los casos y, en muchos de ellos, también crímenes.

La manera de combatir la lujuria es desarrollar la virtud de la castidad.

Los creyentes encuentran un excelente remedio para la lujuria en el amor a Dios y el reconocimiento de las otras personas como objeto de creación divina. El amor al prójimo es en primer término amor a Dios, amar al otro a través del amor que se siente por Dios, respondiendo así a los más importantes mandatos divinos.

<El verdadero profeso cristiano lucha encarnizadamente contra el pecado capital de la lujuria>.


    LAIRA 
Representación del Pecado de la Ira (Brueguel)

4°) El Pecado de la Ira.

Ira: Deriva del latín Ira y significa: “Pasión del alma, que causa indignación y enojo. Enfadarse o irritarse mucho. Apetito o deseo de venganza. Repetición de actos de saña, encono o venganza.”[21]

De la propia definición se desprende, como veremos más adelante, que la potencialidad o vivencia de situaciones de ira no siempre configuran un pecado capital. Para alcanzar tal condición es necesario que la ira se presente como un apetito desordenado.

En general: “El concepto de ira hace referencia a aquellos sentimientos de violencia, enojo, angustia e indignación generados en torno a situaciones o personas específicas. La ira es para muchos psicólogos y profesionales un sentimiento de descontrol anímico que puede resultar muchas veces en diferentes tipos de violencia, especialmente si no está bien canalizada.”.[22]

 Sin llegar a casos fronterizos “… la ira puede convertirse en un verdadero problema si no es propiamente neutralizada, revelando en el individuo diferentes tipos de manifestaciones. Estas manifestaciones pueden ser físicas y pasajeras (como ruborización, acaloramiento, presión alta, palpitaciones hasta violencia), pero también pueden dejar un rastro psíquico a través de la angustia, la ansiedad, la insatisfacción, el enojo y un constante estado de ánimo negativo”[23]. De igual forma puede desencadenar episodios que afecten gravemente la salud o incluso causen la muerte. (Infartos, accidentes cerebrovasculares)

La incapacidad para controlar la ira es un gravísimo defecto que en casos extremos da por tierra con la naturaleza humana, degradando al individuo a una condición inferior en la cual el uso de la razón queda bloqueado por las pasiones que toman el control de su voluntad y lo ponen en riesgo de realizar acciones contrarias a la dignidad de la persona.

Dicho eso nos apresuramos a señalar que la ira para que se convierta en un vicio debe convertirse en una <pretensión inmoderada de venganza>.

“Requiérase, por consiguiente, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. Si no entraña este desorden no será imputado como pecado”.[24]

“De esto último se desprende que habría una ira <buena y laudable> si no excede los límites de una prudente moderación y tiene como fin suprimir el mal y reestablecer un bien.”[25]

 “El apetito de venganza es desordenado o contrario a la razón, y por consiguiente la ira es pecado, cuando se desea el castigo al que no lo merece, o si se le desea mayor al merecido, o que se le infrinja sin observar el orden legítimo, o sin proponerse el fin debido que es la conservación de la justicia y la corrección del culpable.”[26]

De lo expuesto precedentemente se desprende que la ira es el uso de fuerza física o de expresiones verbales que traspasan los límites de la legítima restitución del bien ofendido.

En consecuencia el uso de la fuerza en contra del prójimo no siempre es un mal moral. Debe ser entendida como un mal menor si el fin por el cual se realiza no es sólo la anulación del otro sino que persigue multas legítimas como la conservación de la vida propia o de terceros.

También es importante aclarar que la ira aun cuando no constituya un vicio moral y aun cuando nos sea útil para actuar en procura de un logro legítimo puede ser nociva para nuestra salud, tal como vimos al comienzo de este punto, por lo que siempre debemos estar atentos cuando enfrentemos situaciones que nos produzcan estados de irascibilidad.

El pecado capital de la ira estimula la aparición de las siguientes conductas impropias (varias de ellas también delictivas): Blasfemias, pérdidas del espíritu fraternal, ofensas, injurias, calumnias, oprobios, afrentas, ultrajes, vejaciones, escarnios, deshonras, humillaciones, agravios , denigraciones, desprecios, murmuraciones, injusticias, lesiones físicas, daños materiales y homicidios.

El amor a Dios por sobre todas las cosas y el amar y perdonar al prójimo son un excelente remedio para la ira.

<El verdadero profeso cristiano lucha encarnizadamente contra el pecado capital de la ira>.


               LA GULA
 
Representación del pecado de la Gula (Brueguel)

 5°) El Pecado de la Gula.

Gula: Deriva del latían gula y significa: “Exceso en la comida o bebida, y apetito desordenado de comer y beber” [27].

Suele también definirse este pecado como <uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida>.

“El concepto está vinculado a un deseo desordenado por el placer que se obtiene a través de la comida y la bebida. La gula puede materializarse de distintas formas, como comiendo o bebiendo más de lo que el cuerpo necesita”[28].

“Otro ejemplo de gula se produce cuando la persona viene o bebe algo que sabe que le generará problemas de salud. El deseo por obtener placer es más fuerte que su propia conciencia sobre el trastorno que le ocasionará el acto de comer o beber y no puede resistir el impulso”.[29]

“La persona con gula también puede consentir su deseo por comidas y bebidas costosas pese que dichos productos se encuentran fuera de su alcance económico o su compra le genere problemas de dinero”[30].

“Aquel que come o bebe con voracidad, prestando más atención a la comida que a quienes le acompañan en la mesa, también incurre en el pecado capital de la gula”[31]. O su voracidad lo asemeja a la manera de comer de las bestias, o come antes tiempo no pudiendo respetar los horarios previstos a tal fin.

De igual forma cuando se provoca voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida o cuando se causa sufrimiento a sí mismo y/oa los que lo rodean.

Desde el punto religioso también se configura el pecado de gula al no respetar la abstinencia de determinados alimentos en días de precepto.

“Además de lo dicho, la gula tiene un aspecto que no debemos dejar de considerar. La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo. El que cae en las tentaciones de la gula, no solo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza condicionalmente con la lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta manera el <glotón> se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro”[32].

Durante mucho tiempo el pecado de la gula fue representado con una persona obesa comiendo desaforadamente, lo que hace necesario aclarar que no se debe tomar la obesidad como sinónimos de gula. Es cierto que la gula puede terminar en obesidad, pero no es menos cierto que hay causas orgánicas que producen esta enfermedad sin que tenga lugar este pecado en la persona que la padece.

El pecado capital de la Gula impulsa la aparición de las siguientes situaciones indeseadas (que en casos extremos llegan a ser delictivas): Lujuria, obesidad, alcoholismo, drogadicción, deterioro de la salud por exceso de comida y/o bebida o por consumo frecuente de alimentos poco saludables, mendacidades, esconder comida para ingerirla fuera de la vista de los demás y hurtos o robos)

Cultivar la virtud cardinal de la templanza es el remedio para la gula.

<El verdadero profeso cristiano lucha encarnizadamente contra el pecado capital de la gula>.


               LA ENVIDIA
 Representación del pecado de la Envidia (Brueguel)

6°) El Pecado de la Envidia.

Envidia: El vocablo deriva del latín invidĭa y significa: Disgusto o frustración causado por los talentos, reconocimientos o posesiones que tiene otra persona. También se la ha definido como: “ Tristeza o pesar del bien ajeno”[33]. “Tristeza airada o disgusto por el bien ajeno o por el cariño o estimación de que otros disfrutan.”[34]

La envidia presupone dos sentimientos típicos: El primero es la tristeza airada o el fuerte disgusto por el bien ajeno o, en su defecto, por el cariño o la estimación que otros disfrutan y la persona que envidia no posee. El segundo es el deseo de alcanzar los bienes o el reconocimiento que tiene la persona a la que se envidia y por supuesto carece -o tiene en menor medida- el sujeto que la envidia.

“La psicología sostiene respecto de la envidia que es un sentimiento que habitualmente es negado ante uno mismo y ante terceros por la persona que lo experimenta. Normalmente, lo que hace el envidioso es ocultar su envidia por algo, porque, claro, admitirla sería admitir también una carencia.”[35]

“La envidia es falta gravísima, cuando nos incomoda y angustia a tal grado el bien o los bienes materiales del otro, que deseamos ver privados de aquellos bienes que legítimamente ha conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado conseguir. De esta manera, este deseo de ver privado al otro de sus bienes nos puede conducir a procurar, por todos los medios, a efectivamentele esos bienes o de hacer ver, con el uso del chismorreo, que aquel no debería poseer lo que posee” .[36]

Del pecado capital de la envidia se suelen derivar los siguientes vicios (que en los casos extremos, a veces patológicos, llegan a ser conductas delictivas): mentira, traición, falsedad, hipocresía, intriga, oportunismo, adulación, murmuración, injuria, difamación, hurto, robo, estafa y homicidio, entre otros.

Cultivar la virtud teológica de la caridad (amor fraterno desde una visión naturalista del mundo) es la cura para la envidia.

<El verdadero profeso cristiano lucha encarnizadamente contra el pecado capital de la envidia>.


               LA PEREZA
 
Representación del Pecado de la Pereza. (Brüguel)

7°) El Pecado de la Pereza.

Pereza: La pereza deriva del vocablo latín pigritĭa y significa: “Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados. Flojedad, descubierto o tardanza en las acciones o movimientos”.[37]

El vocablo pereza se emplea “…para nombrar a la desidia oa la flojera que lleva a las personas a no poner empeño o no desarrollar ciertas tareas que debería cumplir.”[38], por lo que en sentido genérico comprende tanto a la desidia o la flojera que se tiene para atender las cuestiones naturales como los asuntos espirituales.

Cuando la idea de pereza se refiere al plano espiritual y religioso se suelen emplear los vocablos “acidez” o “acedía”

“Los Padres del desierto la llamaron <terrible demonio del mediodía, torpor, modorra y aburrimiento>”.[39]

Santo Tomás de Aquino explicó la acidia con precisión, refiriéndola como “tristeza mundana que impide el bien espiritual”; indicando que su efecto propio es quitar el gusto por la acción sobrenatural. La expuso como una desazón por las cosas espirituales que prueba a veces a los fieles e incluso a las personas adentradas en los caminos de la perfección; empujándolos a abandonar toda actividad de la vida espiritual, a causa de las dificultades de esta vida.

“Garrigou-Lagrange la definió como <cierto disgusto de las cosas espirituales, que hace que las cumplimos con negligencia, las abreviemos o las omitamos por fútiles razones. La acidia es el principio de la tibieza>”.[40]

La acidia “… es una <tristeza de ánimo> que nos aparta de las obligaciones espirituales y divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión.”[41]

En su manifestación más grave la acidia hace olvidar el bien necesario e indispensable para la salvación del alma, descuidar decididamente las obligaciones y deberes para con Dios y para con el prójimo e incluso puede llegar a hacer desear que no haya otra vida para así vivir entregado impunemente a las pasiones sin temor ni culpa de ningún tipo.

En sentido amplio, “La pereza puede estar provocada por múltiples motivos. En ocasiones, tiene una causa física o patológica, lo que excede a la voluntad de la persona. En otros casos, sin embargo, el sujeto tiene pereza porque privilegia su descanso o su ocio. Por eso la pereza se considera como algo negativo, ya que el esfuerzo y la responsabilidad son valores apreciados por la sociedad.”[42]

La pereza se identifica con el <aburrimiento>. “Pero no con ese aburrimiento objetivo que nos hace escapar de una cosa, de una situación o de una persona en particular. Más bien se refiere al “aburrimiento” que sentimos frente a la existencia todavia, frente al hecho de existir y de todo lo que esto implica. La vida nos exige trabajo, esfuerzo para actuar según lo que se debe, esfuerzo que no es ni gratuito ni fácil. Cuando no somos capaces de asumir este costo (este trabajo) y desconocemos lo que debemos “hacer” en la existencia, la vida humana se transforma en un vacío que nos causa “horror”; se transforma en un vacío que nos angustia y del cual escapamos constantemente casi sin darnos cuenta. De hecho 'aburrimiento' significa originariamente “ab horreo” (horror al vacío)”.[43]

Por eso la pereza resulta ser el más metafísico de los pecados capitales, porque conlleva a no asumir los costos de la existencia, a escapar constantemente de las responsabilidades que ella implica.

Del pecado capital de la pereza se suelen derivar las siguientes actitudes defectuosas: Curiosidad desbordada, con intromisión en temas que no son de la propia incumbencia; vivir en el desorden exterior e interior; incumplir los deberes personales, familiares, sociales y profesionales; ociosidad permanente como consecuencia de abandonarse a la inacción; falta de aseo personal; volatilidad en las acciones, hoy se quiere algo y mañana otra cosa y no se hace ni lo uno ni lo otro; deprecio por el bien, al considerar que su práctica exige un gran esfuerzo que está fuera del alcance de la persona; entregarrse a las pasiones desilusionado por considerar imposible realizar las tareas que exige el contar con probabilidad de alcanzar la salvación.

Cultivar la virtud de la diligencia es la manera de combatir la pereza.

<El verdadero profeso cristiano lucha encarnizadamente contra el pecado capital de la pereza>.


LOS PROFESOS CRISTIANOS
PERSIGUEN LAS VIRTUDES DE CRISTO





III) LAS SIETE VIRTUDES CAPITALES.

Como vimos al tratar los vicios capitales, las siete virtudes capitales que se les oponen son: Humildad, Generosidad, Castidad, Paciencia, Templanza, Caridad y Diligencia, las cuales desarrollaremos a continuación.


           
             LA HUMILDAD.
 
San José, el más humilde.
 Conservó su humildad a pesar de haber sido elegido por el Padre para convivir con Jesús y María.


1°) La virtud de la humildad.

Humildad: Proviene del latín humilĭtas y su significado es: “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento” [1]. “Actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo.”[2]

“El griego y el latín clásico no conocen la noción de la humildad: tapeinós y humilis tienen sólo el significado primitivo de pequeño, bajo, servil. El Antiguo Testamento tiene ocasionalmente profundas exhortaciones a la humildad, como, por ejemplo, Eccli 3, 17 ss. . No pocas oraciones, sobre todo las de los salmos, manifiestan hermosos y profundos sentimientos de humildad ante Dios. Pero fue sólo con el ejemplo y la enseñanza de Cristo como se mostró el ideal perfecto de la humildad. La virtud de la humildad cristiana lleva doble dirección: una hacia el superior, otra hacia el igual e inferior. La primera es inseparable del verdadero sentimiento religioso. Su verdadero y único requisito es la fe viva y la convicción de que uno trata con un Dios personal. Si el hombre, dejándose llevar de ideas panteístas, se cree y considera en algún modo como parte o manifestación de la divinidad, está falto de lo esencial de la humildad. Pues la humildad es, ante todo, la virtud de saber ocupar el puesto de criatura, es la actitud de la criatura frente al absoluto dominio de Dios. Este aspecto de la humildad no es exclusivo del cristianismo, pues le es común con toda la religión teísta. Pero en el cristianismo es en donde encuentra su más profunda y más pura expresión. La humildad cristiana tiene, además, otro aspecto que también es esencial y que es exclusivo suyo: la humildad del superior frente al inferior, el inclinarse del grande llevado de su propio peso. Esto fue lo que Dios mismo hizo en Cristo. La humildad cristiana es la <imitación interior, espiritual, del gran gesto de Cristo Dios que, renunciando a su grandeza y majestad,[3]

“La humildad no se enumera generalmente entre las virtudes cardinales. Con todo, ha sido considerado siempre en el cristianismo como virtud fundamental, como la base de todo el edificio espiritual. Su papel no es, como el de las cuatro virtudes cardinales ordinarias, regular una sola actividad del alma; su papel es más vasto: le toca regular todas las facultades y energías del hombre, o sea someterlas a Dios creador y dispensador de la gracia. La humildad es la respuesta o actitud del hombre ante la inmerecida y divina elección que Dios hizo de él para hacerlo hijo suyo en Cristo.”[4]

“No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra. Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la obra.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 589) .

“Cuanto más me exalten, Jesús mío, humíllame más en mi corazón, haciéndome saber lo que he sido y lo que seré, si Tú me dejas”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 591).

“Sin humildad y espíritu de servicio no es posible la caridad ni la santidad.
<Los instrumentos de Dios son siempre los humildes>, san Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 15.”[5]

“La Virgen, Nuestra Señora, Esclava del Señor, nos enseñará a entender que servir a los demás es una de las formas de encontrar la alegría en esta vida y uno de los caminos más cortos para encontrar a Jesús. Para eso hemos de pedirle que nos hagamos verdaderamente humildes”.[6]

La humildad es el centro de la moralidad, por lo que sin temor a equivocarnos afirmamos que la falta de humildad, o si se quiere el vicio capital de la soberbia, impide alcanzar una dimensión moral elevada.

Quien quiera crecer como persona y alcanzar la Luz en Cristo se deberá asegurar que inicia el cometido desde la humildad, de lo contrario seguirá en las tinieblas por el simple hecho que la iluminación queda vedada a los soberbios.

Recordemos, como vimos en el punto II que antecede, que la virtud de la humildad es el remedio para el pecado capital de la soberbia.

<El verdadero profeso cristiano es un hombre humilde>.


         LA GENEROSIDAD
Imagen
La multiplicación de los panes y los peces, Tintoretto (Jacopo Robusti)

2°) La virtud de la generosidad.

Generosidad: “Generosidad es un concepto que procede del latín generosĭtas y que se refiere a la inclinación a dar y compartir por sobre el propio interés o la utilidad.”[7] “Tendencia a ayudar a los demás ya dar las cosas propias sin esperar nada a cambio. Nobleza o grandeza de carácter.”[8]

“Se trata de una virtud y un valor positivo que puede asociarse al altruismo, la caridad y la filantropía. La persona generosa piensa en repartir aquello que tiene con otros menos afortunados. Su conducta se basa en reconocer las necesidades del prójimo y tratar de satisfacerlas en la medida de sus posibilidades.”[9]

“La generosidad es una de las virtudes fundamentales del cristiano. La generosidad es la virtud que nos caracteriza en nuestra imitación de Cristo, en nuestro camino de identificación con Él. Esto es porque la generosidad no es simplemente una virtud que nace del corazón que quiere dar a los demás, sino la auténtica generosidad nace de un corazón que quiere amar a los demás. No puede haber generosidad sin amor, como tampoco puede haber amor sin generosidad. Es imposible deslindar, es imposible separar estas dos virtudes.”[10]

La generosidad se alcanza desarrollado los hábitos de amar, entender y ayudar a los demás, con empatía y altruismo. El espíritu filantrópico, cuando amamos al prójimo, lo hacemos a través del amor a Dios y amamos a Dios sobre todas las cosas se convierte en una beneficencia esclarecida.

El desarrollo incluso de la virtud de la generosidad lleva a pensar y actuar en favor del prójimo, a gastos de los intereses personales cuando la atención del bien común o razones de equidad así lo justifican.

La generosidad lleva a dispensar un buen trato a todos los semejantes y, en especial, a los que sufren disminuciones físicas, carecen de recursos económicos necesarios, se encuentran en posiciones sociales sin alivio, fueron dotados de intelectualidades de tono menor y, en general, se vean afectados por cualquier circunstancia que coloque a las personas en situaciones desfavorables.

La persona generosa, no discrimina ilegítimamente al prójimo. Lejos de ello, lo respeta y se da a todos sus hermanos por su condición de criaturas de Dios.

Quien ha cultivado la virtud de la generosidad en todo momento se mantiene lejos de actuaciones hipócritas o simulaciones tendientes a crear una apariencia falsa, a mostrar un espíritu benéfico que no posee con la intención de obtener alguna utilidad personal de este engaño. Por cierto, sabe el verdadero profeso cristiano que jamás podrá engañar a Dios.

“Egoísta -tú siempre a lo tuyo-, pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo. En los demás, no ves hermanos, ves peldaños. Presiento tu fracaso rotundo. Y cuando estés hundido, querrás que vivan contigo la caridad que ahora no quieras vivir”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 31).

“Ve al apostolado a darlo todo, y no a buscar algo terreno”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 918).

Como vimos en el punto II que antecede la virtud de la generosidad permite superar el pecado capital de la avaricia.

<El verdadero profeso cristiano es un hombre generoso>.


                                      LA CASTIDAD.
La Inmaculada Concepción de Pedro Pablo Rubens 
La inmaculada concepción, Rubens.


3°) La virtud de la castidad.

Castidad: Deriva del latín castitas y significa: Renuncia total al placer sexual o solo al que queda fuera de los principios morales y religiosos” [11]

“Castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. Por lo tanto no es una negación de la sexualidad. Es un fruto del Espíritu Santo”[12]

La castidad es una virtud imprescindible en todos los estados de vida, vale decir, para los que han elegido una vida célibe, para los no casados ​​con vocación matrimonial y para quienes han contraído matrimonio .[13]

Los casos de quienes han optado por una vida célibe conllevan una renuncia a mantener relaciones sexuales y los casos de quienes aún no han contraído matrimonio, implican una abstención hasta el momento de casarse.[14]

Si no vigilas tu imaginación y tus pensamientos, es imposible que guardes la castidad. El apetito sexual es sobre todo psíquico. Si no se arrancan las raíces de la imaginación es imposible contener las consecuencias en la carne. Por eso es necesario saber dominar la imaginación y los deseos.[15]

La pureza no puede guardarse sin la mortificación de los sentidos.
Quien no quiere renunciar a los incentivos de la sensual vida moderna, que exaltan la concupiscencia, es natural que sea víctima de tentaciones perturbadoras, y que la caída sea inevitable.[dieciséis]

La pureza no se puede guardar a medias. Con nuestras solas fuerzas, tampoco; pero con el auxilio de Dios, sí. Quien -con la ayuda de Dios- se decida a luchar con todas sus fuerzas, vence seguro. No es que muera la inclinación, sino que será gobernada por las riendas de la razón.[17]

La vida del profeso cristiano requiere entrenamiento, mortificación.

Entrenarse es hacer un esfuerzo cuando no haga falta, para saber esforzarse cuando haga falta[18]. Entrenarse es también elegir voluntariamente la realización de tareas que nos preparen para cuando debamos enfrentar los desafíos que nos plantee la realidad.

El que no sabe decir no cuando pudiera decir sí, no sabrá decir no cuando tenga que decir no. El que no sabe privarse de lo lícito por ensayo, no sabrá privarse de lo ilícito cuando sea necesario.[19]

“Cuando te decidas con firmeza a llevar vida limpia, para ti la castidad no será carga: será corona triunfal.” “Todos sabemos por experiencia que podemos ser castos, viviendo vigilantes, frecuentando los Sacramentos y apagando los primeros chispazos de la pasión sin dejar que tome el cuerpo la hoguera. Y precisamente entre los castos se cuentan hombres más íntegros, por todos los aspectos. Y entre los lujuriosos dominan los tímidos, egoístas, falsarios, y crueles, que son características de poca virilidad.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 123 y 124).

Para los que ya se han unido en matrimonio, la castidad consiste en practicar las relaciones sexuales sólo entre los cónyuges y conforme a sus dos multas: a) Expresar un amor incondicional y permanente yb) Procrear responsablemente la descendencia.

“En ese contexto, es normal y bueno que dentro de la relación conyugal hayan muestras del amor que los une y les hace felices de estar juntos. Estas muestras de amor son muy diversas e íntimas, son un don de Dios y del cónyuge”.[20]

“¡Que hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad. La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza. Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles sin duda las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 119).

Se ha logrado un estado de perversión tal en el que se hace necesario expresar claramente que el único matrimonio donde se puede vivir la castidad conyugal es el conformado por un hombre y una mujer.

En este sentido se ha pronunciado el CIC (2357): “ La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados". Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No procede de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso. (El subrayado es propio)

Efectuamos de modo expreso la aclaración que antecede en razón de que el vocablo matrimonio se ha desvirtuado en muchos países, en los que sus legislaciones han aceptado las uniones matrimoniales entre homosexuales, lesbianas, travestis y transexuales, con las múltiples combinaciones que resultan posibles entre todos ellos .

Aclarado el punto, consideramos importante resaltar que la interpretación del modo en que se vivirá la castidad dentro del matrimonio es una cuestión íntima y privativa de los esposos. Son ellos los responsables de acordar las formas que en que se materializará la castidad en su pareja. Aun cuando es obvio que ese ejercicio de libertad irrenunciable tiene su límite en los dos principios rectores mencionado con anterioridad: <Expresión de amor incondicional y permanente> y <Procreación responsable de los hijos>, los que integran la propia virtud de la castidad.

El cuerpo no es tuyo, sino del cónyuge. Entregaselo con todo tu entusiasmo y amor: 1 Cor. 7:4-6.

La virtud de la castidad es una parte destacada en la integración de la virtud de la templanza y tiene implicaciones trascendentes en cuanto hace al normal desarrollo de la institución familiar, pilar insustituible de la sociedad humana.

Como vimos en el punto II que antecede, la virtud de la castidad es la solución para el pecado capital de la lujuria.

<El verdadero profeso cristiano es un hombre casto>.


         LA PACIENCIAJesús jugando con niños
Alegoría sobre la inmensa paciencia de Jesús.

4°) La virtud de la paciencia.

 Paciencia: Deriva del vocablo latinopatientĭa y significa: “Capacidad de sufrir o soportar algo sin alterarse o para hacer cosas pesadas o minuciosas. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.”[21]

“La palabra paciencia describe la capacidad que posee un sujeto para tolerar, atravesar o soportar una determinada situación sin experimentar nerviosismo ni perder la calma. De esta manera, puede decirse que un individuo con paciencia es aquel que no suele alterarse”[22].

“Cuando una persona o situación acaba con la paciencia de alguien, consigue que el sujeto alcance un estado de hartazgo, que se canse y que no soporte más esa realidad”[23].

“Las consecuencias de la perdida de la paciencia pueden ser muy variadas y van desde brotes de violencia hasta el mero alejamiento, el rendirse .”[24]

Va de suyo que la persona que maneja el arte del desempeño personal se aboca a la tarea de poner fin a las situaciones que estima inapropiadas o inconvenientes, sin llegar a perder la paciencia. Y en caso de que no sea posible modificar el estado de cosas que le desagradan aprender a convivir con las situaciones no deseadas.

Lo que queremos decir es que la paciencia es una de las principales virtudes morales y que nunca puede ser la causa de que se deje de hacer lo que se debe hacer. Por el contrario, la paciencia es la virtud que evita que se haga lo que incorrecto es hacer, sea por anticipación o por abandono de la acción.

La virtud de la paciencia provee una parte importante del contenido de la virtud cardinal de la templanza.

“No reprendas cuando sientas la indignación por la falta cometida. Espera al día siguiente, o más tiempo aún. Y despues. Tranquilo y purificada la intención, no dejes de reprender. Vas a conseguir más con una palabra afectuosa que con tres horas de pelea. Modera tu genio”. ( San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 10).

“Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. El esfuerzo por ejercer la paciencia y la mansedumbre como virtudes requiere violentos combates y grandes sacrificios. Pero cuando la paciencia y la mansedumbre son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto. La paciencia ve con alegría todo aquello que puede causar tristeza. Así los mártires se regocijaban con la noticia de las persecuciones ya la vista de los suplicios. Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad.[25]

Como vimos en el punto II que antecede, la virtud de la paciencia es el remedio para el pecado capital de la ira.

<El verdadero profeso cristiano es un hombre paciente>.


                                                     LA TEMPLANZA.
 Alegoría de la Templanza
Alegoría de la Templanza. Piero del Pollaiulo, 1469

5°) La virtud de la templanza.

Templanza: Deriva del latín temperantĭa y significa: “Moderación, sobriedad y continencia. Una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón.”[26] (En el caso de los cristianos, también a la fe)

“La templanza está relacionada con la sobriedad o moderación de carácter. Una persona con templanza reacciona de manera equilibrada ya que está en condiciones de controlar sus emociones y dominar sus impulsos”.[27] Esta vinculación entre la templanza y el comportamiento humano pone en evidencia la importancia de esta virtud tanto dentro como fuera del cristianismo.

“La templanza es considerada como una virtud para el cristianismo ya que, según está concepción, las energías destinadas a satisfacer los deseos de los sentidos pueden volverse destructivas. Esta virtud permite que la persona reconozca sus necesidades reales (aquellas que ayudan a su desarrollo y bienestar) y sus necesidades creadas a partir de los deseos inagotables que surgen por el ego y que, por lo tanto, perjudican al individuo. En este sentido, la templanza hace que las personas sean libres ya que impide el surgimiento de vicios o el sometimiento a los impulsos.”[28]

“La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: 'No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena' (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento se llama 'moderación' o 'sobriedad'. Debemos 'vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente' (Tt 2, 12)”.[29]

“Aprendamos a aumentar la continencia, a enfrentar la demasía, a templar la gula, a reducir la ira.” (Lucio Anneo Séneca).

Dado que la templanza es la cuarta virtud cardinal ha sido tratada junto a las otras tres, (prudencia, justicia, fortaleza) al abordar las virtudes cardinales en el punto VI de la entrada <Las virtudes humanas o naturales. Las virtudes morales: cardinales y contenidas>, de fecha 31 de mayo de 2013, a la cual nos remitimos en mérito a la brevedad.

Como vimos en el punto II que antecede, la virtud de la templanza es el antídoto para el pecado capital de la gula.

<El verdadero profeso cristiano es un hombre templado>.

                
                                         LA CARIDAD
Alegoría de Jesús y su trato caritativo.


6°) La virtud de la caridad.

Caridad: Proviene del latín caritas. Dentro de la religión cristiana es una de las tres virtudes teologales. Consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. También se suele emplear cristianamente el término para hacer referencia a la limosna que se da, o al auxilio que se presta a los necesitados oa una actitud solidaria para con el sufrimiento ajeno, a condición que estas conductas se lleven a cabo por amor a Dios y al prójimo .

“La caridad es la virtud reina, el mandamiento nuevo que nos dio Cristo, por lo tanto es la base de toda espiritualidad cristiana. Es el distintivo de los auténticos cristianos.”[30]

“La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca, es la que nos une más a Dios, haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. 1 Jn. 4, 8”[31]

“La Caridad le da vida a todas las demás virtudes, pues es necesaria para que estas se dirijan a Dios.”[32]

Sin caridad las demás virtudes pierden la trascendencia divina y quedan reducidas a buenas acciones humanas.

Como vimos en el punto II que antecede la caridad pone fin a los sentimientos malsanos impulsados ​​por el pecado capital de la envidia.

La caridad es la más importante de todas las virtudes, lo que nos lleva a aclarar que las virtudes cardinales tienen un orden de valoración decreciente en lo que hace a su importancia, vale decir van de mayor a menor (Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza ), mientras que ocurre lo contrario en la enunciación de las virtudes teologales, que van de menor a mayor (Fe, Esperanza y Caridad)

Dado este pequeño anticipo y teniendo en cuenta que la Caridad es también la tercera virtud teológica daremos tratamiento a la misma con las otras dos virtudes de su especie en una próxima entrada.

<El verdadero profeso cristiano es un hombre caritativo>.


                              LA DILIGENCIA
 
Jesús, diligente en su labor

7°) La virtud de la diligencia.

Diligencia: El vocablo deriva del latín, diligencia y en el sentido que aquí nos interesa significa: “ Cuidado y actividad en ejecutar algo. Prontitud, agilidad…”[33] y rapidez en hacer las tareas o cumplir los deberes. “Cuidado, prontitud, agilidad y eficiencia con que se lleva a cabo una gestión.”[34]

Al tratar el pecado capital de la pereza hemos visto que cuando este vicio se refiere al incumplimiento de las labores de carácter religioso se suele denominar de manera específica como <acidez o acedía>.

La virtud de la diligencia nos permite superar el vicio capital de la pereza entendido en sentido amplio, vale decir incluyendo en el concepto <pereza> el defecto definido específicamente como <acidez>.

De modo que el desarrollo de la virtud de la diligencia es lo que también nos permite superar los obstáculos y dificultades que se presentan y dar acabado cumplimiento a las obligaciones espirituales y divinas. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios prescribe para la salvación del alma, como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, el cumplimiento de los deberes de cada uno, la formación personal, la realizacion de los ejercicios de piedad y de religion.

Conforme expusimos precedentemente la palabra diligencia procede del verbo latino <diligentĭa>, “…que curiosamente significa amar. Pero no un amar en general, sino un amar con delicadeza, con cariño. Es mucho más que el simple verbo, también latino, “amare”, que es más general, y que abarca también amar cosas y animales. La diligencia se da para expresar este amor de dedicación a las personas y sólo a las personas. Es diligente el maestro que trae las pruebas de los alumnos corregidos y, además, su materia bien preparada. Es diligente el médico, que atiende con amor a su paciente y no le hace esperar absurdamente o con displicencia. Es diligente ese padre o madre de familia que aprovecha cualquier oportunidad para formar y animar a sus hijos. Es diligente ese líder o jefe que sabe adelantarse a las necesidades de sus subalternos y les ayuda a crecer. Es diligente ese entrenador de fútbol que sabe cuándo entrenar, dónde y cómo, mirando el bien del equipo. Es diligente ese alumno que entrega a tiempo su trabajo, y bien hecho. Es diligente ese hijo que obedece a sus padres en todo lo que respeta a sus compromisos de hijo. Es diligente ese obrero que llega puntual y hace su trabajo movido por el amor, y no sólo por el jornal.”[35]

“Esta virtud humana se relaciona con la virtud teológica de la caridad, por una parte, porque está motivada por el amor. Por otra parte, está emparentada con la virtud moral o cardenal de la fortaleza y de la prudencia. De la fortaleza, porque requiere de mucha voluntad para llevar adelante con la perfección los compromisos espirituales, intelectuales, profesionales y apostólicos, que uno tiene durante su vida. Y de la prudencia, porque esta virtud nos da la pauta para obrar, aquí y ahora con acierto y sin demora.”[36]

“La diligencia se codifica con otros valores que todo hombre o mujer debe alcanzar en su vida: coraje, valentía, ánimo y entusiasmo.”[37]

Entonces, la diligencia es la capacidad de una persona para decidir con prontitud lo que debe hacer y actuar con rapidez y eficiencia en el cumplimiento de ello.

En otras palabras, la virtud de la diligencia es la capacidad impulsada por el amor a Dios y al prójimo que nos permite cumplir en tiempo y forma las obligaciones propias de un ser humano. (Personales, familiares, profesionales, sociales, ciudadanas, benéficas y religiosas)

Y recuérdese que es parte central de la religión cristiana el procurar la regeneración de la naturaleza dañada por la caída original, lo cual exige de todos nosotros un diligente trabajo personal que permita que las enseñanzas de Cristo se vean reflejadas en nuestras conductas.

Como vimos en el punto II que antecede el desarrollo de la virtud de la diligencia es el camino para alejarse de la pereza.

<El verdadero profeso cristiano es un hombre diligente>.


IV) CUADRO DE PECADOS CAPITALES Y VIRTUDES CAPITALES.


Pecados Capitales
Virtudes Capitales para vencerles









gula 





pereza 





 V) LISTADO ALFABÉTICO CON LOS PRINCIPALES DEFECTOS  MORALES.

Disponer de un listado de defectos morales y formas de ser viciosas, con cual auto-examinarnos, se convierte en una herramienta imprescindible para:

a) Elevar el nivel de nuestro autoconocimiento, punto de partida inevitable para lograr nuestra mejora personal.

b) Diseñar un plan de trabajo eficiente para eliminar los vicios encontrados. (Para lo cual deberemos, una vez detectados nuestros defectos, determinar las virtudes que tendremos que ir desarrollando para erradicarlos y establecer el modo en que habremos de incorporar las virtudes seleccionadas a tal fin).

c) Controlar los avances y retrocesos de nuestra moralidad. (La dimensión moral es dinámica por naturaleza y la búsqueda de la santidad exige una vigilancia y un esfuerzo constante, más un elevado espíritu de logro moral que impida que nos conformemos con las mejoras que pudiéramos haber obtenido o que nos despreocupemos de los vicios que se hallen en un estado incipiente).

Dadas las explicaciones del caso, incluimos a continuación un listado que, aunque parcial, aporta un número bastante extenso de defectos morales y formas de ser viciosas. (Nota: En algunos casos las descripciones de los vocablos pueden ser más amplias que las aquí consignadas, pues se han limitado los alcances de los conceptos a sus significados como vicios).

Acidia: Pereza para cumplir las obligaciones espirituales o religiosas.

Agresivo: Propenso a faltar al respeto, a provocar a los demás oa incurrir en hechos violentos.

Aislamiento: Separación de una persona que se queda sola o incomunicada. Aislado, persona apartada del trato con los demás.

Alevosía: Cautela para hacer el mal. A traición y sobre seguro.

Altivez: Orgullo.

Altanería: Arrogancia.

Amargado: Que guarda algun resentimiento por frustraciones, fracasos o disgustos que le impide disfrutar en plenitud la vida.

Amedrentador: Que disfruta causando miedo, infundiendo temor.

Amiguismo: Favoritismo a los “amigos” integrantes o a los integrantes de determinada “trenza”, en detrimento de la justicia.

Angustia: Aflicción, congoja. Temor opresivo sin causa precisa.

Ansiedad: Estado de emoción o inquietud del ánimo. Estado de angustia y temor que no permite el sosiego.

Antagonismo: Oposición visceral mutua o acción contraria. (Impedir el trabajo en equipo, impacta negativamente en la dinámica grupal.

Antipatía: Tener o generar sentimientos de aversión, repulsión o desacuerdo en el trato con las personas.

Apatía: falta de interés o de energía.

Apocamiento: Abatimiento, falta o pérdida de ánimo, fuerza o energía.

Arbitrariedad: Forma de actuar contraria a la justicia, la razón o las leyes, dictada por la voluntad o el capricho.

Artificialidad: Falta de naturalidad.

Atolondrado: Que procede sin reflexión, atontado, aturdido.

Atormentado: Persona afligida, disgustada o enfadada en niveles que perturban su normal eficiencia.

Autoestima: Consideración, aprecio o valoración de uno mismo. Una baja autoestima suele ocasionar una severa limitante de las propias posibilidades. Y una autoestima exagerada es fuente de multiples errores.

Avaricia: Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas.

Bachillería: Locuacidad impertinente. Cosa dicha sin fundamento.

Barbarie: Fiereza, crueldad. Rusticidad, falta de cultura.

Brusquedad: Áspero, desapacible.

Celos: Sospecha o inquietud ante la posibilidad de que la persona amada cambie su atención en favor de otra. Envidia que alguien siente por el exito que otro disfruta

Chabacanería: Ordinariez, mal gusto, grosería.

Cicatería: Ruindad, tacañería, mezquindad.

Cobardía: Carencia de valor o entereza de ánimo.

Compulsión: Impulso irresistible u obsesivo a la repetición de una acción determinada. (Concepto emparentado con varios de los vicios capitales).

Confundido: Turbado, desconcertado, desorientado.

Cortedad: Falta o escasez de talento o de valor. Falta de ánimo o confianza en sí mismo.

Corrupción: Soborno o cohecho. Perversión o vicio.

Crueldad: Falta de compasión hacia el sufrimiento ajeno.

Curiosidad: Deseo de saber lo que no nos concierne.

Debilidad: Falta de vigor físico. Falta de energia y resolucion en el caracter. Acción cometida por falta de carácter. Flaqueza, punto débil.

Dejadez: Abandono de sí mismo o de sus cosas.

Depravación: Corrupción, perversión de la conducta.

Depresivo: persona triste, taciturna, melancólica.

Desacato: Desobediencia a una autoridad. Falta de respeto a los superiores.

Desafección: Falta de afecto o mala voluntad. Falta de adhesión, oposición.

Desagradecimiento: Ingratitud, falta de agradecimiento o ausencia de correspondencia para con quien o quienes le han ayudado.

Desapacible: Desagradable a los sentidos. Que causa disgusto o enfado.

Desarmonía: Falta de equilibrio o proporción de unas cosas con otras.

Desatento: Descuidado, distraído. Descortés, irrespetuoso.

Desconsideración: falta de consideración, falta de respeto, menos preciar, dejar de lado arbitrariamente.

Descortés: Falto de cortesía y amabilidad, ineducado.

Descrédito: Disminución o pérdida de la buena fama o reputación.

Descuido: Falta de atencion y de cuidado. Olvido o inadvertencia.

Desenfreno: Falta de contención y moderación en las pasiones. Desmandarse, comportarse sin contención y con desorden.

Desesperación: Pérdida total de la esperanza. Alteración extrema del ánimo causada por miedo, impotencia o cólera.

Deshonestidad: Falta de honestidad, de ética, de rectitud y de honradez.

Deshonor: Pérdida del honor, la estimación o el respeto. Deshonra, hecho que provoca esta pérdida y supone una humillación.

Deshonra: Falta de rectitud en el ánimo o integridad en el obrar. Incumplimiento de las leyes y de las normas morales.

Desobediencia: Falta de obediencia, resistencia a cumplir con lo ordenado por quien tenía legítimas facultades para impartir las órdenes o directivas.

Desorden: Ausencia de orden. Confusión. Exceso, vicio. Desarreglo.

Desorganización: Sin organización. Sin planificación que guíe la ejecución.

Despiadado: Brutal, inhumano, cruel, que no siente compasión.

Destemplanza: Falta de moderación o de temple. Incapacidad de moderar las pasiones y el uso excesivo de los sentidos.

Desvariar: Delirar, decir locuras, incoherencias o despropósitos.

Discutidor: Predispuesto a alegar razones contrarias al parecer de otro.

Disipado: Entregado a las diversiones, libertino, con gran relajamiento moral.

Doblez: Simulación, hipocresía.

Egocentrismo: Exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla centro de la atención y actividad generales.

Egoísmo: Excesivo aprecio que tiene una persona por sí misma, y ​​que le hace atender desmedidamente a su propio interés, sin preocupación del de los demás.

Enchufe/ar: Dar o recibir un cargo o beneficio, utilizando la influencia y especialmente cuando el recomendado carece de méritos propios.

Enemistad: Aversión u odio entre dos o más personas.

Entermetido: Que tiende a participar en conversaciones o asuntos que no son de su incumbencia.

Envidia: Tristeza airada o disgusto por el bien ajeno o por el cariño o estimación de que otros disfrutan.

Estupidez: Torpeza y lentitud notable en comprender las cosas.

Exageración: Dicho, hecho o cosa que traspasa los límites de lo verdadero o lo razonable.

Exasperación: Enfado que hace perder la paciencia.

Excéntrico: De carácter raro, extravagante.

Explicador: Que explica a los demás como deben ser las cosas, sin tener motivo para hacerlo.

Explotador: Que abusa de los demás en su propio beneficio.

Extravagante: Que habla, viste o procede de manera rara, extraña o fuera de lo normal.

Falsedad: Falta de verdad o autenticidad. Dicho o hecho que no es verdadero o auténtico.

Fantasioso: Que se deja llevar por la fantasía o la imaginación. Se alejan de la realidad alentando expectativas de improbable concreción.

Fariseísmo: Hipocresía.

Fausto: Lujo, ostentación y pompa.

Favoritismo: Preferencia que no se basa en el mérito o la justicia, sino en el favor, sobre todo en la concesión de cargos o premios.

Fingimiento: Simulación

Gandulería: Holgazanería.

Grosería: Tosquedad, falta de finura. Descortesía, falta grave de atención o respeto.

Gula: Exceso en la comida o bebida, y apetito desordenado de comer y beber.

Hablador: Hablanteso. Que habla mucho, con impertinencia y molestia de quien lo oye. Que por imprudencia o malicia cuenta todo lo que ve y oye.

Haraganería: Holgazanería, falta de afición al trabajo.

Hipocresía: Fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades, generalmente positivos, contrarios a los que se experimentan.

Hostilidad: Oposición, enemistad, antipatía.

“Humillador”: Se dedica a hacer observaciones despectivas y ofensivas. Disfrutando haciendo sentir inferior a los demás.

Ignorancia: Falta general de ciencia y cultura. Falta de conocimiento acerca de una materia o un asunto determinado. (Es falta moral cuando se debería conocer por la función o profesión desempeñada).

Impericia: Falta de pericia, sabiduría, experiencia y habilidad en una ciencia o arte.

Impiedad: Crueldad. Falta de lástima, misericordia, conmiseración, pena. Ausencia de amor entrañable a los padres. Carencia de la virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión.

Imprevisión: Falta de previsión o reflexión.

Imprudencia: Falta de discernimiento y buen juicio. Carencia de capacidad para distinguir lo bueno de lo malo y optar por lo bueno. Negligencia que puede acarrear peligro o daño a otras personas y puede requerir falta o delito dependiendo del resultado que producir.

Impúdico: Descarado, falto de pudor o recato. Sinvergüenza hacia lo relativo al sexo o la desnudez.

Impulsivo: Que habla o actúa sin reflexión ni cautela, dejándose llevar por sus primeras impresiones o sentimientos.

Impureza: Falta de pureza, castidad o limpieza moral.

Incivilidad: Falta de civilidad. Carencia de cultura. Sociabilidad o urbanidad.

Inclemencia: Falta de clemencia, ausencia de moderación compasiva en la aplicación de la justicia.

Incompetente: Que no tiene capacidad para resolver con eficacia algo.

Inconstancia: Falta de estabilidad y permanencia de algo. Facilidad y ligereza excesivas para mudar de opinión, de pensamiento, de amigos, etc.

Incultura: Falta de cultivo o de cultura.

Indecisión: Irresolución o dificultad de alguno en decidirse.

Indelicadeza: Falta de delicadeza o cortesía

Indiferencia: Estado del ánimo en el que no se siente inclinación ni rechazo hacia algo o alguien. Frialdad, displicencia.

Indiscreción: Hablar o actuar imprudente e inoportunamente.

Indolencia: Incapacidad de conmoverse o sentirse afectado por algo. Pérez, desidia.

Ineptitud: Falta de aptitud, inhabilidad.

Inestable: No estable. De carácter inconstante, que cambia con facilidad de gustos u opiniones. Persona voluble, con grandes cambios frente a estímulos menores o sin causas aparentes que lo justifican.

Infalible: Que no puede fallar o equivocarse. Siempre está en lo cierto los que piensan distintos están equivocados.

Infidelidad: Falta de fidelidad. Deslealtad, falsedad, engaño. Carencia de la fe cristiana. Conjunto de los infieles que no conocen o no aceptan la fe considerada como verdadera.

Informal: Que no tiene seriedad o protocolo. Que no respeta las normas ni cumple sus compromisos.

Ingratitud: Desagradecimiento, falta de reconocimiento y/o correspondencia con los favores recibidos.

Inhospitalario: Falto de hospitalidad. Poco humano para con los extraños.

Inhumano: Falto de humanidad. Cruel.

Injusticia: Acción contraria a la justicia. Falta de justicia. Desinterés o incapacidad para dar a cada uno lo que le corresponde, dentro de los alrededores de actuación en que cada uno se desenvuelve.

Inmadurez: Falta de madurez. Carencia de buen juicio, prudencia o sensatez.

Inoportunidad: Falta de oportunidad. Decir y obrar fuera de tiempo.

Inseguro: Dubitativo, sin confianza.

Insensibilidad: Falta de sensibilidad ante situaciones perjudiciales para terceros o necesidades ajenas, carencia de empatía.

Insidia: Aechanza para hacer daño a otro. Dicho o acto con mala intención.

Insolente: Descarado, irrespetuoso. Orgulloso, soberbio, desvergonzado.
Insolidario.

Insulsez: Falta de viveza, gracia o interés.

Insustancial: Que carece de sustancia o de interés. Anodino, vacuo, zampoña, insulso, deslavazado.

Intemperancia: Falta de templanza o moderación.

Intolerante: Que no tiene respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás.

Intratable: No tratable ni manejable, especialmente referido a la persona insociable o de carácter áspero.

Inutilidad: Falta de aptitud. No está capacitado para cumplir determinada función, no sirve para hacer la tarea que se le encomendó.

Ira: Pasión del alma, que causa indignación y enojo. Enfadarse mucho.
Apetito o deseo de venganza. Repetición de actos de saña, encono o venganza.

Irracionabilidad: Cualidad de irracional. Que carece de la facultad de razonar.
Opuesto a la razón o fuera de ella.

Irresponsabilidad: Acción o comportamiento carente de responsabilidad. Incumplimiento de las obligaciones o falta de cuidado al hacer o decir algo.

Irreverente: Contrario a la reverencia o al respeto debido.

Longitud: Tardanza. Desarrollo tardío de la ejecución o del ocurrir de algo.

Libertinaje: Actitud irrespetuosa de la ley, la ética o la moral de quien abusa de su propia libertad con menoscabo de la de los demás. Desenfreno en el modo de obrar o de hablar.

Libídina: Lujuria.

Ligereza: Inconstancia, inestabilidad, falta de seriedad. Hecho o dicho irreflexivo o poco meditado.

Locuaz: Que habla mucho o demasiado.

Lujuria: Vicio consistente en el uso ilícito o en el apetito desordenado de los deleites carnales. Exceso o demasía en el lujo o en la cantidad de cosas.

Maldad: Tendencia o inclinación natural a hacer el mal, hecho con intenciones aviesas. Acción mala y perjudicial.

Maleducado: Descortés, irrespetuoso, incivil.

Malevolencia: Mala intención, maldad, mala voluntad.

Manipulador: Sujeto que mediante acciones inmorales interviene en asuntos de terceros para beneficio propio o para el perjuicio de esos y otros terceros.

Manipulable: Sujeto que cede con cierta facilidad a las acciones ilegítimas de terceros destinados a que adopte una conducta determinada que, sin las presiones o manipulaciones sufridas, voluntariamente descartaría.

Masoquista: Persona que disfruta siendo maltratada y humillada.

Megalomanía: Delirio de grandeza.

Miedoso: Que tiene miedo de cualquier cosa o se asusta con facilidad. Persona temerosa.

Misántropo: Persona que tiene aversión al trato con los demás.

Mojigatería: Humildad fingida y falsedad. Simulación de sentirse moralmente escandalizado.

Moralina: Moralidad inoportuna, superficial o falsa.

Mundano: Persona material y terrenal, por oposición a espiritual. Aficionado al lujo ya los placeres, en especial la que frecuenta ciertos ambientes socialmente elevados.

Necedad: Hecho o dicho propio de un necio. Tontería, terquedad.

Negligencia: Descuido, omisión. Falta de esfuerzo o aplicación.

Nepotismo: Tendencia a favorecer a familiares ya personas afines con cargos o premios.

Nerviosismo: Estado pasajero de excitación nerviosa.

Nesciencia: Falta de ciencia. Ignorancia, necesidad.

Obstinado: Que mantiene una opinión o una decisión por encima de los argumentos razonables de otras personas o de las dificultades que se presentan.

Ociosidad: Vicio de no trabajar, perder el tiempo o gastarlo inútilmente.

Ordinariez: Falta de delicadeza o educación. Acción o expresión grosera.

Orgullo: Exceso de estimación propia, arrogancia.

Paranoia : Conjunto de perturbaciones mentales que provocan un estado de delirio y que se caracterizan por ideas o ilusiones fijas, sistematizadas y lógicas. También suele usar en sentido figurado: le ha entrado la paranoia de pensar que todos estamos en su contra.

Parcialidad: Designio anticipado o prevención en favor o en contra de alguien o algo, que da como resultado la falta de neutralidad o insegura rectitud en el modo de juzgar o de proceder.

“Parranderos”: Que viven entre juergas y jaranas.

Pedantería: Actitud del que presume de su sabiduría.

Pederastia: Abuso deshonesto cometido por un adulto hacia los niños.

Pedofilia: Trastorno sexual del que se siente afectada físicamente hacia los niños de igual o distinto sexo.

Pereza: Falta de ganas o disposición para hacer las cosas a que estamos obligados. Descuido o tardanza en las acciones.

Perfeccionista: Que tiende a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo nunca totalmente acabado.

Perfidia: Deslealtad, traición.

Perversión: Envilecimiento o corrupción, sobre todo si son causados ​​por malos ejemplos o enseñanzas.

Pesimismo: Tendencia a ver las cosas en su aspecto más desfavorable y negativo.

Precipitación: Actuación o expresión rápida y sin reflexión.

Presuntuoso: Que persigue la vanagloria, que actúa con jactancia.

Pusilanimidad: Falta de ánimo o valor para soportar las desgracias o hacer frente a grandes empresas.

Radical: Que se opone de forma total, que no acepta términos medios, que disfruta sosteniendo puntos de vista extremos que lo diferencian de los demás.

Ramplonería: Vulgaridad, simpleza, falta de calidad.

Remilgado: Que tiene excesiva pulidez, compostura, delicadeza y gracia en porte, gestos, acciones.

Rencor: Resentimiento arraigado y tenaz.

Retorcimiento: Actitud de la persona de intenciones y sentimientos poco claros o maliciosos.

Rivalidad: Enemistad producida por emulación o competencia muy vivas.

Rudeza: Tosquedad. Falta de educación o cortesía.

Ruindad: Vileza, bajeza.

Sabidillo: Que presume de entendidos y docto sin serlo o sin venir a cuento.

Sádico: Que disfruta con la crueldad.

Saña: Intención rencorosa y cruel con que se intenta causar daño. Furor, ira, enojo.

Sensualidad: Cualidad de sensualidad. Propensión excesiva a los placeres de los sentidos. Desmesurada estimulación de los sentidos.

Simulación: Camelo. Engaño que intenta hacer aparecer lo falso como verdadero.

Soberbia: Altivez y arrogancia del que por creerse superior desprecia y humilla a los demás.

Sobre-enojado: Que vive exageradamente sus enojos al agregarles de manera indebida una injustificada cuota de indignación.

Superficialidad: Falta de profundidad. Apariencia, frivolidad, falta de fundamento.

Tacañería: Mezquindad, inclinación a realizar los menores gastos posibles.

Temeridad: Exposición excesiva a un riesgo necesario.

Timidez: Falta de seguridad en uno mismo, dificultad para hablar en público o relacionarse con otras personas.

Tinieblas: Situación de ignorancia y confusión por falta de conocimientos.

Tosquedad: Grosería, rudeza, zafiedad.

Tozudez: Testarudez, “cabeza dura”.

Traición: Violación de la fidelidad o lealtad que se debe.

Tristeza: Estado de la persona que está afligida o apenada, o es melancólica.

Trivialidad: Lo sabía por todos o carente de importancia.

Vaciedad: Necedad, simpleza.

Vacuidad: Falta de contenido o profundidad.

Vagancia: Pereza, holgazanería, falta de ganas de hacer algo.

Vanidad: Arrogancia, envanecimiento y deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios méritos.

Vengador: Inclinado a satisfacer los agravios o daños recibidos sin atender a principios de justicia y objetividad.

Vergonzoso: Persona que siente timidez ante determinadas y situaciones se ve impedida de hacer o decir una cosa.

Vicio: Excesiva afición a algo, especialmente si es perjudicial.
Mala costumbre, hábito de obrar mal.

Violento: Que se sirve de la fuerza en lugar de la razon. Que se irrita con facilidad y tiende a insultar o atacar a otros.

Vituperioso: Aquel que se complace en deshonrar o humillar a los demás.

Voluptuosidad: Incitación o satisfacción de los placeres de los sentidos, especialmente el sexual.

Vulgar: Falto de originalidad. Grosero, ordinario, de mal gusto.

Zozobra: Intranquilidad, inquietud, aflicción.

El listado que antecede nos servirá de guía para someternos a un riguroso interrogatorio sobre cada uno de los defectos incluidos en el mismo, lo que nos facilitará la realización de las tareas expuestas al comienzo de este punto.
Por ejemplo: ¿Sufro de acidia?, ¿Soy agresivo?, ¿Estoy aislado?, ¿Actúo con alevosía? ¿Me comporto con altanería? ¿Vivo amargado? Etc.

Se recomienda que cada una de las preguntas se responda primero por SI o por NO y en caso afirmativo se complemente la respuesta optando por uno entre tres niveles de intensidad del defecto: ALTO, MEDIO, BAJO y por uno entre tres niveles de frecuencia con la que se presenta el mismo: HABITUAL, ESPORÁDICO, EXCEPCIONAL.

Esta tarea requiere que precisemos y valoremos cuidadosamente los hechos que protagonizamos en los distintos alrededores en que nos hemos desenvuelto (personal, familiar, profesional, social, ciudadano, etc.) y el contexto correspondiente en que se dio cada uno de los acontecimientos vividos.    


                                           LA CORONACION        
María, coronada por la Santísima Trinidad.



VI) CONSIDERACIONES FINALES.

En el transcurso de este trabajo:

Incorporamos la narración alegórica de la caída original, según la visión católica de la revelación volcada en el CIC.

Empleamos el relato y la interpretación contenidos en el aludido texto de la Iglesia Católica para explicitar la relación existente entre el primer pecado y la inclinación al mal que han tenido los seres humanos a partir de ese momento. Asimismo, para hacer notar la forma en que esa predisposición maligna se trasladará a las sociedades humanas, impregnándolas de hechos que agravian la dignidad del hombre bajo formas de inmoralidades, injusticias extremas y delitos atroces.

Diferenciamos los dos estadios que presentan los pecados capitales. Aludimos al primero como una inclinación al mal y al segundo como un pecado personal, materializado por la realización de conductas humanas que contrarían la voluntad de Dios.

Abordamos cada uno de los siete pecados capitales (Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza) y, seguidamente, tratamos las siete virtudes capitales (Humildad, Generosidad, Castidad, Paciencia, Templanza, Caridad y Diligencia) que es necesario cultivar para vencer dichos vicios principales.

Graficamos los pecados y las virtudes capitales en un cuadro ilustrativo.

Incluimos un listado alfabético con los principales defectos morales, con la finalidad de facilitar una guía que sea de utilidad para escudriñar en nuestra interioridad y facilitar los procesos que llevan al autoconocimiento ya la mejora personal. (Ver el listado con las virtudes en la entrada <Las virtudes humanas o naturales. Las virtudes morales: cardinales y contenidas> de fecha 31 de mayo de 2013. Ambos listados se complementan, lo que hace recomendable su uso coordinado).

Ahora, queridos hermanos, en la parte final de este trabajo, habremos de recomendarles fraternalmente que:

1°) Se hagan cargo de conocerse a sí mismos en profundidad y verdad. Que traspasen la suavidad impersonal de los conocimientos teóricos y pongan frente a sus ojos las faltas vergonzantes con que en cada uno de nosotros se expresa la naturaleza degenerada por la caída original.

2°) Tracen un plan de mejora personal tendiente a superar las falencias que hayan podido detectar a partir de un auto-conocimiento profundo y certero.

3°) Ejecuten de manera meticulosa y perseverante el plan de desarrollo humano que hubieren elaborado a fin de crecer en virtud y erradicar los vicios.

4°) Cumplido el plan, midan -con parámetros previstos de antemano-, característicos han sido los resultados de las tareas realizadas. En otras palabras, determinen y ponderen cómo evolucionó el comportamiento observado, vale decir cuál fue su desenvolvimiento en la vida real y, en especial, en aquellas situaciones o relaciones en las que anteriormente se condujeron de una manera defectuosa.

5°) Establezcan, como paso inicial de las tareas sugeridas, un cronograma de trabajo en el que fijen los tiempos para cada una de las etapas.

6°) Tengan presente en todo momento que la moralidad es una condición gradual y dinámica, por lo que no debemos contentarnos hasta alcanzar el máximo grado (la perfección humana, la unión con Dios) ni confiarnos por los logros obtenidos, ya que estos se pueden perder con facilidad y en cualquier momento.

7°) Concluido el ciclo, hay que volver a empezar. Ingresar en una espiral de desarrollo humano que nos impone comenzar un proceso de mejora personal tras otro, lógicamente, con intervalos de tiempo prudenciales.


Con relación al inciso séptimo que antecede consideramos necesario aclarar que <ingresar en una espiral de desarrollo humano> es la forma correcta de atender la naturaleza gradual propia de todo proceso de crecimiento personal. Este modo de trabajar se concentra en la incorporación de nuevas virtudes y en el fortalecimiento de las ya existentes, procurando adquirir y desarrollar de manera equilibrada las cuatro virtudes cardinales (y las que ellas contienen) y las tres virtudes teologales. Se reconoce que la moral es una actividad practica y con ese criterio y modalidad se trabaja. Un buen maestro jamás utiliza como pretexto la "gradualidad" que fácticamente impone todo proceso de desarrollo moral para impedir o demorar injustificadamente el avance de sus discípulos. Un moralista práctico competente es incapaz de prestarse a manejos oscurantistas o a emplear con sus discípulos materiales de formación o técnicas que sean deficitarias para llevar adelante eficientemente la instrucción moral bajo su guía. Con lo expuesto concluye el comentario que estimamos oportuno formular sobre el aludido inciso séptimo.

Sabemos que la tarea propuesta en los siete incisos que preceden es ardua y difícil, por su complejidad y por las subjetividades que entran en juego, tanto de nuestra parte cuando nos auto-examinamos, como de parte de las personas que más nos conocen (familiares y amigos) cuando les pidamos sus opiniones sobre las virtudes y defectos que percibimos en nosotros.

No obstante todas las dificultades que se presentan, insistimos para que hagan cuanto esté a vuestro alcance para erradicar sus vicios y crecer humanamente. Y aquí se hace evidente que si no determinamos con precisión adecuados son defectos morales (sean nuestros pecados capitales o faltas derivados de ellos) nunca superaremos los y, en consecuencia, nos quedará vedada la posibilidad de mejorar nuestra persona.

Aunque obviamente, consideramos conveniente resaltar la importancia de que cada uno comprenda y asuma que los defectos no cesan ni se van por el solo hecho de conocerlos intelectualmente, repudiarlos en nuestro corazón y/o saber que forman parte de nuestra personalidad. Los pecados únicamente pueden ser expulsados ​​de nuestro ser mediante el crecimiento de las virtudes que se les oponen, las que mientras se van desarrollando los van desalojando de nuestra interioridad.

Pues, entonces, somos conscientes de que los libros, manuales, tratados, apuntes, enciclopedias o páginas de internet, por sí solos, no curarán nuestros vicios. El único remedio posible será nuestra férrea decisión de conocerlos y superarlos, plasmada en un trabajo personal eficiente y perseverante dirigido en esa dirección.

Un confesor, un director espiritual, un asesor espiritual, un maestro o un coach verdaderamente capacitados y dignos de confianza pueden ser de mucha ayuda, pero el trabajo deberemos hacerlo nosotros. No hay ninguna otra persona que pueda sustituirnos, nadie puede mejorar por uno y esto lo debemos aceptar de entrada para poder tomar la decisión de afrontar el sufrimiento que implica la dolorosa tarea de buscar la unión con Dios.

Desprendernos de nuestros pecados es -ni más ni menos- iniciar una nueva existencia de cara al bien, configurada al ejemplo de vida dado por Cristo.

Dichosos aquellos que habiéndose estudiado a sí mismos con rigurosidad han logrado conocer sus defectos y, al sentir repugnancia por ellos, trabajaron con vigor y docilidad hasta lograr reemplazarlos por virtudes. Y benditos los que perseveraron en su trabajo hasta encontrar el camino de la sabiduría que los llevaron desde las tinieblas de la ignorancia y el desorden hasta la Verdadera Luz irradiada por Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los profesos cristianos han comprendido que la reconstrucción de la naturaleza dañada por la caída original solo se puede llevar a cabo mediante el desarrollo de las virtudes cristianas.

Por lo tanto, queridos hermanos, debemos tener presente en todos nuestros actos que estamos trabajando en la construcción de dos templos:

NUESTRO TEMPLO INTERIOR (en la tierra): que debe ser levantado con piedras de virtud cristiana que lo convertirán en un lugar digno para que el Espíritu Santo more y actúe en nosotros.

NUESTRO TEMPLO EXTERIOR (en el cielo): que también sólo puede ser erigido con piedras de virtud cristiana, pero tiene la finalidad de hacernos merecedores de la Vida Eterna junto al Creador.

La búsqueda de la Santidad exige un altísimo grado de honradez intelectual y esto nos obliga a consignar que, sin perjuicio de todo lo dicho, estamos plenamente convencidos de que tienen más posibilidades de alcanzar la Vida Eterna aquellos no cristianos comprometidos a ultranza con el bien que aquellos cristianos sociales, de etiqueta, de nombre o de salón -como preferirían llamarlos- que vivan enmarañados con el mal. (Y qué decir de aquellos que sirven al mal desde posiciones jerárquicas vinculadas a organizaciones cristianas).

<El verdadero profeso cristiano desoye las llamadas del maligno, sepulta sus vicios bajo el peso de sus virtudes y se esfuerza por dar cumplimiento a la voluntad de Dios>.

Que la Santísima Trinidad nos guie, ayude y proteja.

Alejandro Oscar De Salvo
Junio ​​de 2013.
estafetavirtual@yahoo.com.ar






 REFERENCIAS CAPÍTULO I
 [1]  Catecismo de la Iglesia Católica.
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2c1p7_sp.html

REFERENCIAS CAPÍTULO II
[1] DRAE Edición en Línea.
[2]  Adaptación del texto de James Strong, “New Strong's Complete Dictionary of the Biblical Words” (Nuevo Diccionario Completo de Palabras Bíblicas de Strong). G264 - G266.
[3]  DRAE Edición en Línea.
[4]  http://www.wordreference.com/definicion/soberbia
[5]  http://www.definicionabc.com/general/soberbia.php
[6]  Ibídem.
[7]  El texto corresponde a la nota publicada en la Revista de Filosofía de Mauricio González U.AD. (basada en un antiguo diccionario de teología al que se hizo una mención genérica sin individualizar el mismo) y que fuera reproducida en el blog http://sietepecados.blogdiario.com/
[8]  DRAE Edición en Línea.
[9]  http://definicion.de/avaricia/
[10] Diccionario Bíblico wikicristiano.org
http://www.wikicristiano.org/diccionario-biblico/902/avaricia/
[11]  El texto corresponde a la nota publicada en la Revista de Filosofía de Mauricio González U.AD. (basada en un antiguo diccionario de teología al que se hizo una mención genérica sin individualizar el mismo) y que fuera reproducida en el blog http://sietepecados.blogdiario.com/
[12]  Ibídem.
[13]  DRAE Edición en Línea.
[14] El texto corresponde a la nota publicada en la Revista de Filosofía de Mauricio González U.AD. (basada en un antiguo diccionario de teología al que se hizo una mención genérica sin individualizar el mismo) y que fuera reproducida en el blog http://sietepecados.blogdiario.com/
[15] http://definicion.de/lujuria/
[16] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] Gran Enciclopedia Rialp.
http://mercaba.org/Rialp/L/lujuria.htm
[19] El texto corresponde a la nota publicada en la Revista de Filosofía de Mauricio González U.AD. (basada en un antiguo diccionario de teología al que se hizo una mención genérica sin individualizar el mismo) y que fuera reproducida en el blog http://sietepecados.blogdiario.com/
[20] http://definicion.de/lujuria/
[21] DRAE Edición en Línea.
[22] http://www.definicionabc.com/salud/ira.php
[23] Ibídem.
[24] El texto corresponde a la nota publicada en la Revista de Filosofía de Mauricio González U.AD. (basada en un antiguo diccionario de teología al que se hizo una mención genérica sin individualizar el mismo) y que fuera reproducida en el blog http://sietepecados.blogdiario.com/
[25] Ibídem.
[26] Ibídem.
[27] DRAE Edición en Línea.
[28] http://definicion.de/gula/
[29] Ibídem.
[30] Ibídem.
[31] Ibídem.
[32] El texto corresponde a la nota publicada en la Revista de Filosofía de Mauricio González U.AD. (basada en un antiguo diccionario de teología al que se hizo una mención genérica sin individualizar el mismo) y que fuera reproducida en el blog http://sietepecados.blogdiario.com/
[33] DRAE Edición en Línea.
[34] http://www.wordreference.com/definicion/envidia
[35] http://www.definicionabc.com/general/envidia.php
[36] Ibídem.
[37] DRAE Edición en Línea.
[38] http://definicion.de/pereza/
[39] Información recopilada por sctjm
http://www.corazones.org/diccionario/diccionario_2012/acedia.html
[40] Ibídem.
[41] El texto corresponde a la nota publicada en la Revista de Filosofía de Mauricio González U.AD. (basada en un antiguo diccionario de teología al que se hizo una mención genérica sin individualizar el mismo) y que fuera reproducida en el blog http://sietepecados.blogdiario.com/
[42] Ibídem.
[43] Ibídem.

REFERENCIAS CAPÍTULO III
1] DRAE Edición en Línea.  
[2] http://www.wordreference.com/definicion/humildad
[3] Bernhard Häring, La ley de Cristo I, Pag. 581, Herder, Barcelona, 1961.
http://mercaba.org/Haring/581-593_humildad.htm
[4] Ibídem.
[5] http://www.corazones.org/diccionario/humildad.htm
[6] Ibídem.
[7] http://definicion.de/generosidad/
[8] http://www.wordreference.com/definicion/generosidad
[9] Ibídem.
[10] P. Cipriano Sánchez.
http://mercaba.org/FICHAS/Virtudes/la_generosidad.htm
[11] http://www.wordreference.com/definicion/castidad
[12] http://www.corazones.org/diccionario/castidad.htm
[13] http://www.corazones.org/diccionario/castidad.htm
[14] Ibídem.
[15] Ibídem.
[dieciséis] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] Eduardo Arcusa, SI Eternas Preguntas, VIII, 4. Ed. Balmes. Barcelona.
[19] Ibídem.
[20] http://www.corazones.org/moral/sexo_matrimonial.htm
[21] DRAE Edición en Línea.    
[22] http://definicion.de/paciencia/
[23] Ibídem.
[24] Ibídem.
[25] http://www.corazones.org/diccionario/paciencia.htm
[26] DRAE Edición en Línea.   
[27] http://definicion.de/templanza/
[28] Ibídem.
[29] http://www.corazones.org/diccionario/templanza.htm
[30] http://es.catholic.net/conocetufe/364/814/articulo.php?id=2779
[31] Ibídem.
[32] Ibídem.
[33] DRAE Edición en Línea.   
[34] http://www.wordreference.com/definicion/diligencia
[35] http://es.catholic.net/virtudesyvalores/articulo.php?id=30711
[36] Ibídem.
[37] Ibídem.





























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