BLOG EDITADO POR ALEJANDRO OSCAR DE SALVO

viernes, 1 de agosto de 2014

ESCATOLOGÍA PROTESTANTE. LA VIDA EN EL MÁS ALLÁ.




ESCATOLOGÍA PROTESTANTE. LA VIDA EN EL MÁS ALLÁ.


TEMARIO

I) PRELIMINAR.

II) BREVE INTRODUCCIÓN A LA ESCATOLOGÍA CRISTIANA.

III) ESCATOLOGÍA PROTESTANTE.

IV) EPÍLOGO.




ESCATOLOGÍA PROTESTANTE. LA VIDA EN EL MÁS ALLÁ.


I) PRELIMINAR.

Con esta tercera entrega concluimos el tratamiento de la denominada escatología cristiana, materia que encierra una parte de las temáticas que mayor poder motivador tienen para quienes están comprometidos con la regeneración de su naturaleza corrompida o, dicho en otros términos, para quienes tienen el firme propósito de alcanzar la santidad.

En esta oportunidad aportamos una mirada protestante, previa recordación de los conceptos generales e introductorios comunes a las tres entradas que conforman nuestro trabajo.

El estudio, comprensión y aplicación de la escatología cristiana produce efectos decisivos en el modo de vida del ser humano, el cual pasa a diagramar sus objetivos y conducirse en sintonía con el crecimiento personal que experimenta al comprometerse con el destino último que le aguarda.

Sin embargo, a pesar del beneficio superlativo que causa en los planos moral y espiritual el debido uso de esta disciplina, la misma resulta completamente desconocida para las grandes mayorías. Es evidente que por distintas razones (que no es del caso tratar aquí) se impuso un marcado oscurantismo con relación a la escatología cristiana, con el que se está privando a las masas de acceder a este trascendente conocimiento y de efectuar las provechosas e irremplazables reflexiones que este saber demanda.

Basta con preguntarles a las personas comunes por el significado del vocablo <escatología> para confirmar que el mayor porcentaje de ellas no tienen la menor idea de que trata este asunto.

Entre los individuos vulgares sólo hay algunos (los que han alcanzado una instrucción un tanto más elevada que el resto) que logran relacionar el concepto escatológico con algo asqueroso, con una pila de estiércol u otros objetos nauseabundos. Es decir, que conocen el significado del término en su otra acepción: “Relativo a los excrementos y suciedades”

Se podrá decir que muchos de quienes no conocen la expresión en el sentido que aquí nos interesa igualmente están familiarizados con los temas que integran la escatología cristiana: La inmortalidad del alma, la resurrección de los muertos, el cielo, el infierno, etc., por haber leído o escuchado sobre ellos.

Lo cual es cierto, pero, no es menos cierto que en esos casos, casi siempre, se trata de un mero conocimiento intelectual que está alejado de las profundidades de la fe y resulta notoriamente incapaz de motivar y guiar espiritualmente a las personas en su vida terrena. Y, por ende, no alcanza para impulsarlas a intentar hacerse merecedoras del premio mayor, el cual sólo es posible cobrar en la vida futura.

En rigor de verdad sólo una elite cristiana (con representantes en las distintas tradiciones -católicos, ortodoxos y protestantes-) consigue avanzar en materia de escatología cristiana hasta  un punto en el que logra materializar sus progresos en un enriquecimiento espiritual y moral concreto.

Ese aprovechamiento se advierte especialmente en la consecución de un fuerte incremento de las virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad), cuyos desarrollos se ven obstaculizados para quienes se mantienen al margen del análisis de los fines últimos del hombre y de su vida en el más allá.

Es tan lamentable como real que sólo un exiguo porcentaje de las personas puede comprender la importancia que adquiere para la existencia humana el hecho de reflexionar profundamente sobre el destino final de la Creación. Y un porcentaje aún menor es el que logra sacar de ello un rédito moral y espiritual.

De la misma forma sólo una minoría es plenamente consciente sobre cómo influye la vida terrena de los seres humanos en el destino de su vida futura. Y como repercute la creencia en una vida futura en el modo en que se desenvuelven los individuos en su vida presente.

La tremenda ignorancia existente sobre el tema que nos ocupa ocasiona que millones de seres humanos concluyan su vida física desconociendo que la escatología cristiana es la disciplina que permite, con la gracia de la fe, responder con esperanza a la trilogía de preguntas que toda persona inteligente se debe formular: ¿De dónde venimos? ¿Cuál es el propósito de nuestro paso por este mundo? Y ¿Hacia dónde vamos?

Si no logramos visualizar cuál es nuestro destino final, mal podremos saber qué finalidad tiene nuestra vida o de dónde venimos. De la misma manera que si no comprendemos cuál es nuestro origen difícilmente podremos apreciar que objeto tiene nuestra vida en este mundo ni asumir que será de nosotros después de nuestra muerte física.

Creemos que con lo dicho ha quedado suficientemente destacada la enorme importancia que tiene el estudio de la escatología cristiana para los seres humanos. Asimismo, la penosa situación que atraviesa esta disciplina; que sólo es valorada y utilizada por una minoría de personas que tiene el firme propósito de ingresar al denominado “paraíso” y vivir junto a Dios por toda la eternidad.

Reiterada en esta entrada la importancia medular de la temática abordada también es conveniente recordar que:

A) Por razones metodológicas y a fin de no sobrepasar el límite de extensión previsto para nuestros trabajos, dividimos en tres entradas el contenido ofrecido.

En ellas nos referimos de manera separada a las escatologías: católica, ortodoxa y protestantes, en el orden en que han sido enunciadas.

B) Los títulos de dichas entradas son los siguientes:

ESCATOLOGÍA CATÓLICA: EL DESTINO DEL HOMBRE, DE LA HUMANIDAD Y DEL UNIVERSO. (Primera parte del trabajo)

ESCATOLOGÍA ORTODOXA: LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE. (Segunda parte del trabajo)

ESCATOLOGÍA PROTESTANTE. LA VIDA EN EL MÁS ALLÁ. (Tercera parte del trabajo)

C) Los aspectos preliminares e introductorios comunes a las tres entradas serán incluidos en todas ellas, a los efectos que los trabajos sean autosuficientes (se basten a sí mismos); evitando así que los lectores se deban remitir de una a otra publicación para lograr una correcta interpretación de sus contenidos.





II) BREVE INTRODUCCIÓN A LA ESCATOLOGÍA CRISTIANA.

Definición: “La escatología se puede definir como la reflexión creyente acerca del contenido último de la esperanza cristiana.  Suele llamarse también tratado sobre los novísimos (muerte, juicio, infierno y gloria).”[1]

Escatología significa últimos. Y novísimos es una palabra latina que también significa últimos. Por lo tanto la escatología hace referencia a las cosas últimas o finales, a la vida de ultratumba, a la consumación del universo.
    
Etimología: Del griego “eschatos” (último, final, postrero) y “logos” (discurso, tratado, estudio).

Objeto: “La escatología es un estudio teológico que trata sobre las realidades últimas, es decir, posteriores a la vida terrena del hombre y posteriores al final de la historia de la humanidad.”[2]

Perspectivas: La escatología cristiana se puede abordar desde distintos puntos de partida, a saber: católicos, ortodoxos o protestantes. Desde cualquiera de ellos el objetivo que se persigue es el mismo, aun cuando se puedan presentar diferentes posiciones entre las distintas tradiciones e, incluso, discrepancias entre los teólogos de cada una de las Iglesias; tal como efectivamente ocurre.

Clasificación: La clasificación tradicional divide la escatología cristiana en individual y general.

A) “Escatología individual, la que trata cuestiones como: la muerte física, la inmortalidad del alma, el estado intermedio (el estado entre la muerte y la resurrección general).”[3] (Es de mencionar que ese estado intermedio algunos autores lo denominan escatología intermedia y que la escatología individual también incluye entre sus principales temas el juicio particular).

B) “Escatología general, la que trata con: el regreso de Cristo, la resurrección general, el juicio final y el estado final.”[4] (El fin de toda la creación).

“Una escatología equilibrada tiene que incluir en primer plano las realidades últimas, pero debe, a la vez, esforzarse por subrayar la actitud que esas realidades últimas exigen existencialmente de nosotros, sobre todo en cuanto que son objeto de nuestra esperanza.  Lo escatológico es «ya» realidad en Cristo resucitado y tiene «ya» un comienzo en nosotros por la misma vida de la gracia, a la que, como vida que es, corresponde un determinado tipo de actitud; sin embargo, en nosotros «todavía no» ha llegado lo escatológico a su cumplimiento.  Esta dialéctica está perfectamente expresada en estas palabras: «Queridos, ya somos ahora hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como Es» (1 Jn 3,2).”[5]

“Cristo es ‘la realidad última’ (el novísimo) de la creatura.  Como alcanzado es cielo; como perdido, infierno; como examinante, juicio; como purificante, purgatorio. Cristo es aquel donde lo finito muere y aquel por lo que para Él y en Él resucita.  Los «estados» que constituyen el más allá se definen por una diversa relación a Cristo. De este modo, todo el tratado tiene que tener, inevitablemente, una fuerte orientación cristológica. Cristo debe ser el centro de toda reflexión sobre la escatología.”[6]




III) ESCATOLOGÍA PROTESTANTE.

Mediante los dos artículos que seleccionamos para esta ocasión le ofrecemos al lector un panorama general de la diversidad de las posturas protestantes existentes en materia de escatología. El primer artículo, “Lo escatológico en el pensamiento protestante”, es de autoría del Prof. Edgar Moros Ruano; y el segundo, “Esperanza escatológica y el clamor <de otro mundo es posible>”, ha sido elaborado por el P. Israel Flores Olmos.

A continuación incorporamos el material citado:

A) LO ESCATOLÓGICO EN EL PENSAMIENTO PROTESTANTE[7] (por Edgar Moros Ruano[8])

Aun cuando la historia del Protestantismo es relativamente corta -en comparación con otras religiones como el Judaísmo o aun, dentro del propio cristianismo, con el Catolicismo- se han desarrollado en su seno, desde la época de los Reformadores hasta nuestros días, diversas posturas con respecto a la escatología.

Esto exige de nosotros una cierta selectividad, debido a lo vasto del tema específico, ya que éste viene a ser sólo una parte del presente trabajo en su conjunto. Por tanto, hemos puesto nuestra atención sobre la tradición central del protestantismo histórico. Centraremos, pues, nuestra atención sobre los Reformadores y sobre los principales exégetas y teólogos protestantes de hoy en día.

Como regla general, el Protestantismo histórico se ha ceñido a las Escrituras, fundamentalmente a las enseñanzas del Nuevo Testamento, en lo concerniente a
esta materia. Se puede afirmar que la tradición del protestantismo histórico, siguiendo a Lutero y a Calvino, ha sido muy sobria con respecto a la especulación acerca de la vida futura.

Siguiendo el formato tradicional de las obras de dogmática, la escatología en los autores protestantes clásicos era asunto tratado al final de las obras, como un aparte un tanto desligado del resto de la teología.

Ha sido Jürgen Moltmann, quien en tiempos recientes ha recordado al mundo teológico protestante que lo escatológico es parte esencial de toda la reflexión teológica. Ya Albert Schweitzer, con su "escatología consecuente" había llevado a los estudiosos a considerar la importancia de lo escatológico para Jesús de Nazaret y para la Iglesia Primitiva, quienes esperaban la aparición de la gloria mesiánica y el subsecuente fin del mundo dentro del futuro inmediato.

Es indudable que en el Nuevo Testamento la vida del más allá aparece ligada estrechamente al advenimiento del Reino de Dios. Este reino constituye el mensaje central del kerygma. La "escatología realizada", de C.H. Dodd tiene cierta validez, cuando enfatiza que para el Nuevo Testamento este reino ya ha sido manifestado en los eventos históricos realizados y cumplidos por la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

No obstante, como bien lo ha señalado Oscar Cullmann, con respecto al Reino de Dios en la visión neotestamentaria como un todo, se da una tensión entre el "ya" y el "todavía no". El reino está en medio de nosotros, pero aún espera su consumación.

A partir de Cullmann, para el protestantismo de hoy en día, lo que se diga con respecto a la vida del más allá ha de estar circunscrito a la realidad del reino inaugurado entre nosotros y a la consumación de dicho reino en el futuro.

Es un hecho incuestionable que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la muerte es considerada como algo terrible, indeseable, resultado del pecado introducido por Adán (Romanos 5:12-14).

La muerte viene a constituir el postrer enemigo (I Corintios 15:26). No obstante, el mensaje central del Nuevo Testamento es que en Cristo la muerte ha sido derrotada.

Con su propia muerte Cristo ha vencido a la muerte y le ha quitado su aguijón (I Corintios 15:25).

En el mensaje de la Iglesia Primitiva se destaca la proclamación de la resurrección de Cristo como el evento glorioso que destruye el poder de la muerte. No sólo eso, sino que el Nuevo Testamento afirma que los que están en Cristo también han de resucitar a nueva vida (Juan 6:44; 11:25-27; I Corintios 15; II Corintios 4:14).

Tanto en Pablo como en los escritos joaninos se subraya que los que han creído en Cristo ya poseen una nueva calidad de vida. Juan resalta que la "vida eterna"
ya es una realidad para los que creen en Cristo (Juan 6:40, 54; 16:3; I Juan 5:13). Más aún, los que han sido bautizados como creyentes en Cristo, han muerto 2 Colección de artículos al pecado y han resucitado con Cristo a una nueva vida, vida eterna (Romanos 6:3-4; Colosenses 2:1).

Esa "vida eterna" se caracteriza por ser una vida en comunidad, en comunión con Dios y con el prójimo (Juan 13:34; 15:12, 13, 17; I Corintios 13; Colosenses 3; Efesios 4:17-32; 5; 1a. Tesalonisenses 4:1-12; I Juan 3:11, 14-17; 4:7,8,11,20).

Aquí no se trata de una salvación de corte individualista, sino de la vida en el
amor, en la justicia y en la paz. La "vida de pecado" se caracteriza por una ausencia de comunión con Dios y con el prójimo; vida de egoísmo, de opresión hacia el otro. La vida nueva en Cristo es una vida fraterna, de hermandad auténtica, volcada hacia el otro, vida de fe, esperanza y amor.

En palabras de José Míguez Bonino, destacado teólogo protestante latinoamericano contemporáneo, esta vida "de fe, esperanza y amor significa...una completa disponibilidad para el servicio".

A pesar de la clara afirmación hecha por la Iglesia Primitiva de su creencia en la resurrección de los muertos, dicha creencia se entremezcló en la iglesia cristiana de los primeros siglos, con la creencia en la inmortalidad del alma, fundamentalmente debido a la influencia del platonismo y el neo-platonismo.

En los Reformadores encontramos como predominante el tema de la resurrección, aun cuando éste se entremezcla con la doctrina filosófica de la inmortalidad del alma, como tema secundario.

Así, Calvino por ejemplo, afirma claramente la resurrección de los muertos:
Creemos en la resurrección de la carne, esto es, que todos los cuerpos de los hombres resucitarán en el futuro de la corrupción a la incorrupción, de la mortalidad a la inmortalidad (I Cor. 15; 1a Tes. 4:13-17; Hechos 23:6-9), y los que en la vida pasada murieron, recibirán su carne, ya sea que por los gusanos hubiera sido roída, ya que se hubiera corrompido en la tierra, bien hubiera sido reducida a cenizas, bien se hubiera deshecho o disipado de otra forma cualquiera.

Sin embargo, para el protestantismo posterior a la Reforma, la doctrina de la inmortalidad del alma fue aceptada como doctrina cristiana. Según Emil Brunner: Sólo en tiempos muy recientes, una comprensión más profunda del Nuevo Testamento ha llevado a la formulación de serias dudas con respecto a la
compatibilidad de la doctrina de la inmortalidad del alma con la concepción cristiana de la personalidad del hombre y, cada vez más, se ha estado llamando la atención al origen esencialmente precristiano de dicha doctrina.

Efectivamente, fue Oscar Cullmann, quien con su famoso ensayo, "¿Inmortalidad del alma o resurrección de los muertos?", publicado en 1956 inició la vuelta a la concepción neotestamentaria de la resurrección de los muertos.

Cullman establece claramente el contraste existente entre la concepción platónica y la concepción cristiana del ser humano, de la vida, de la muerte y del más allá.

Estamos ante dos universos conceptuales radicalmente diferentes.

El hombre para Platón es una dualidad cuerpo-alma, donde el alma constituye lo racional o espiritual y, por tanto, lo bueno, lo noble, lo verdaderamente valioso.

El cuerpo, por el contrario, constituye lo material y, por tanto, lo bajo, innoble y sin valor. Más aún, para Platón el cuerpo es mortal, mientras que el alma es inmortal, eterna, indivisible e imperecedera.

La vida del alma es la vida verdadera. El cuerpo (soma), viene a ser una cárcel (sema) que aprisiona al alma y no la deja vivir su vida auténtica. El librarse del cuerpo para ascender a la vida de contemplación en el mundo de las ideas, es la meta del alma humana.

Evidentemente que esta concepción es ajena a la concepción bíblica. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el ser humano es una unidad de vida que puede ser designado como cuerpo (basar-soma) o como vida o alma (nefesh-psyche).

No hay dualidad semejante a la griega. Cullmann subraya con respecto a esta diferencia, que: Es importante mostrar...hasta qué punto la antropología del Nuevo Testamento difiere de la griega.

Cuerpo y alma son buenos en tanto que han sido creados por Dios. Son malos ambos en cuanto han caído bajo el poder de la muerte, la carne, el pecado.

Sin embargo, ambos pueden y deben ser liberados por el poder de vida del Espíritu Santo. La liberación no consiste en que el alma sea liberada del cuerpo, sino en que ambos sean liberados del poder mortal de la carne.

Generalmente en el Nuevo Testamento, la carne viene a ser la vida a espaldas de Dios, la vida en la cual el pecado se ha enseñoreado de la persona.

En la interpretación protestante desde el mismo Lutero, el cristiano ya posee la vida eterna por la fe que se ha apropiado de la justificación. El poder del pecado ya no rige para el cristiano, aun cuando siga siendo simul justus et peccator.

Una seguridad cierta de la salvación sobrepasa el temor del fin. Lutero y todo
el protestantismo junto con él, formulan una teología de la muerte, en la cual se la toma en serio de manera radical.

La muerte da cumplimiento a la promesa de la justificación y perfecciona la obra de la santificación, de tal manera que es de rigor afirmar con Lutero, que "hay vida después de esta vida... ya que esta vida no es más que un anticipo y comienzo de la vida que está por venir".

Pero esta cualidad de vida por venir, esta afirmación de vida nueva sólo es realidad cuando se toma la muerte radicalmente en serio. La novedad de vida no puede estar presente cuando se sostiene la doctrina filosófica de la inmortalidad del alma.

Esto se debe a que la inmortalidad del alma, no es más que una afirmación negativa: el alma no muere (continúa viviendo). La resurrección es una afirmación positiva: el hombre entero, que está realmente muerto, es llamado a la vida por un nuevo acto creador de Dios. Acontece algo inaudito: un milagro creador.

Para el cristiano, la creencia en la resurrección no tiene otro fundamento que la vivencia y la confianza que tienen que ver con la resurrección de Cristo. Ésta constituye para el cristiano, según el testimonio neotestamentario, la garantía de que hemos de resucitar también nosotros, ya que Cristo es "primicias de los que durmieron" (I Corintios 15:20).

La vida después de esta vida es una realidad para el cristiano, por el poder divino que resucitó a Jesús; todo depende del poder de Dios.

Si la muerte es una realidad y si realmente muere el ser humano, todo el ser humano, entonces la resurrección es algo que ocurre milagrosamente por el poder de Dios. No hay nada en nosotros, ningún poder, que autónomamente nos lleve a lograr la resurrección a nueva vida, más allá de la muerte: Es necesario un nuevo acto creador de Dios que atraiga a la vida no solamente una parte del hombre sino el hombre entero, todo lo que la muerte ha destruido.

Para Sócrates y Platón no hay necesidad de un acto creador, ya que el cuerpo es malo y no debe continuar viviendo. La parte que realmente debe seguir viviendo, el alma, no muere jamás.

Si queremos comprender la fe cristiana en la resurrección debemos prescindir completamente de la idea griega según la cual, la materia, el cuerpo, son malos y deberían ser destruidos, de manera que la muerte del cuerpo, significa también la destrucción de la vida creada por Dios; no hay diferencia.

La vida de nuestro cuerpo es vida verdadera. La muerte es la destrucción de toda vida creada por Dios. Por esta razón, es la muerte y no el cuerpo quien debe ser vencida por la resurrección.

Hoy en día existe unanimidad entre los exégetas y teólogos protestantes pertenecientes a la tradición del protestantismo histórico, en reconocer que la enseñanza bíblica es la de la resurrección.

Únicamente se continúa afirmando la inmortalidad del alma en los círculos fundamentalistas que no aceptan los principios de la crítica bíblica y que enfatizan la "salvación del alma" y por tanto, "la inmortalidad del alma".

Como hemos señalado anteriormente, esta doctrina se fundamenta en una antropología ajena al pensamiento bíblico.

Ahora bien, ¿Cuándo resucitan los muertos? Si se acepta como cierto que desde ya el cristiano puede poseer la vida eterna en Cristo Jesús, es posible entonces afirmar que la muerte no sería sino la consumación, por vía de entrada hacia la plenitud de la vida eterna.

Sin embargo, los Reformadores y la mayor parte de los teólogos y exégetas, hasta tiempos muy recientes, han tratado de conjugar esta enseñanza fundamentalmente joanina, con otro énfasis neotestamentario, principalmente paulino, como lo es el de la resurrección de los muertos en el día final o día del juicio, que ha de ocurrir en vinculación con la parousía o segunda venida de Cristo.

Pero si la resurrección de los muertos ha de ocurrir al final de los tiempos, ¿Qué ocurre con los que mueren antes del día final, mientras que no llega la parousía?

Según esta corriente, los muertos tienen que esperar "bajo el altar" (Apocalipsis 6:9), o como lo afirma Cullmann, en estado de sueño o durmición, despojados del cuerpo mortal, algo así como desvestidos de lo corporal. Mientras tanto, sus cuerpos permanecen muertos, se descomponen o desintegran, hasta el día final, cuando serán transformados, glorificados y reunidos con sus "almas" que dormían esperando la resurrección final.

Esta tesis presenta no pocas dificultades. Se ve obligada a aceptar la existencia de un ente desencarnado, en estado de "durmición", "bajo el altar" hasta el final de los tiempos. Esto se asemeja a la existencia de los muertos en el sheol del Antiguo Testamento, aun cuando en el sheol no hay entes desencarnados propiamente.

Es casi imposible no hablar de un "alma" inmortal esperando ser vestida por el cuerpo glorificado o cuerpo espiritual (soma pneumaticón).

Por otra parte, Emil Brunner y Karl Barth, dos de los principales teólogos protestantes europeos del presente siglo, han hecho suya la siguiente afirmación de Lutero: Abraham vive. Dios es el Dios de los vivos. Si alguien dijera: 'El alma de Abraham vive con Dios, su cuerpo yace aquí muerto', esa es una distinción que para mí sería un disparate. Yo la disputaría. Debemos afirmar: ¡Abraham completo, el hombre entero vive!".

Estos teólogos, siguiendo la enseñanza fundamentalmente joanina, afirman que la resurrección de los muertos ocurre en el momento de la muerte.

El punto clave para esta manera de ver las cosas está en la consideración de que en el momento de la muerte nos encontramos con la intemporalidad. Los muertos están ya fuera de las dimensiones tempo-espaciales que constituyen la realidad de los que vivimos en esta vida más acá de la muerte.

Esta intemporalidad correspondería con la realidad de lo eterno, que es el modo de ser de Dios. Para Dios "un día es como mil años, y mil años como un día" (2 Pedro 3:8).

Fundamentados en esta realidad, Barth y Brunner afirman que para cada hombre que muere tiene lugar el día del juicio, el eschatón, el día final y se hace realidad la parousía del Señor.

Por tanto, no podemos pensar que habrá una segunda venida "en las nubes", con todos los aderezos apocalípticos que se seguirían de una interpretación literalista[9] de los textos del Nuevo Testamento.

Esta corriente de pensamiento se ve acosada por muchas preguntas difíciles de contestar. Por ejemplo, ¿Qué del cuerpo que yace en la tumba, que se descompone y desintegra? ¿Tiene algún vínculo sustancial con el cuerpo espiritual del cual habla Pablo? ¿No sugiere esto Pablo cuando señala que lo que "se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción" y que "se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual"?

¿No es cierto que el cuerpo físico de Jesús cuando fue resucitado, fue transformado en un "cuerpo espiritual" glorificado?

La resurrección que ocurre en el momento mismo de la muerte, ¿No implica una suerte de desligamiento del cuerpo? Si el cuerpo físico, convertido en cadáver, no es transformado en el soma pneumaticón o cuerpo espiritual, ¿No viene a ser la persona resucitada una suerte de "alma desencarnada"?

Es evidente que la naturaleza del "cuerpo espiritual", del cual nos habla Pablo, así como el cuerpo del Cristo resucitado, son cualitativamente diferentes del cuerpo físico o animal. Y, si afirmamos con Cullmann que en la resurrección se da una milagrosa recreación, entonces no sería imposible afirmar que todo el hombre es recreado en gloria, como un cuerpo espiritual, sin que necesariamente las moléculas y átomos, los tejidos y huesos del cuerpo físico tengan que ser utilizados por Dios en la recreación del cuerpo resucitado.

Pasemos ahora a indagar lo que dicen los pensadores protestantes con respecto al pase de los resucitados a nueva vida. Una vez más nos encontramos ante dos tendencias interpretativas. Los Reformadores y la mayoría de los teólogos protestantes afirman que en el último día, en el juicio final, resucitarán los muertos, los justos a la vida eterna con Dios y los impíos a la condenación eterna, que es la vida de separación de Dios.

Esta es una escatología final, sin estadios intermedios, tales como el purgatorio, para el cual, a partir de Lutero, los protestantes en general no encuentran base bíblica.

Dentro de esta corriente, la vida eterna con Dios es concebida generalmente como una continua alabanza y adoración, un ver a Dios "cara a cara". La muerte
eterna o "infierno", cada vez más está siendo concebida como una existencia totalmente separada de Dios, acompañada de horrores y tormentos psicológicos y no un lugar de horrores y tormentos físicos.

Karl Barth y más recientemente, el teólogo presbiteriano escocés, John Hick, han asumido posiciones universalistas.

Hick, siguiendo la línea de San Irenéo, considera que: El propósito de la existencia humana sobre la tierra es que los seres humanos nos desarrollemos moral y espiritualmente desde el estadio de animales sociales inteligentes, hasta el logro de una cualidad de ser que represente la perfección de nuestra naturaleza humana.

Este es un proceso a través del cual se construye la persona ("a person-making process"). Pero para Hick resulta evidente que este proceso que se lleva a cabo durante esta vida, muy pocas veces, si es que llega a ocurrir alguna vez, es completado para el momento en que acaece la muerte física.

Por tanto, se hace necesaria la continuación del proceso después de la muerte física. Todos los seres humanos, sin excepción, estaríamos participando de este proceso.

Las personas serían perfeccionadas, unas más tarde, otras más temprano, dentro de un proceso que pudiera ser prácticamente interminable.

Dentro de esta visión de Hick, cabe y se hace necesaria una escatología intermedia o "paraescatología", como él la llama.

De hecho, Hick señala que hay que retomar la idea del purgatorio y reformularla, ya que la idea del proceso de hechura de la persona humana exige una fase intermedia, previa al eschatón, durante la cual la persona continúe perfeccionándose.

Esta fase intermedia requiere de un ámbito donde los seres humanos puedan interactuar, amarse, entrar en comunión fraterna y en comunión con Dios, cada vez con mayor perfección.

La vida en esta fase intermedia tiene las mismas características que la vida eterna, de la cual gozan los que están en Cristo durante su vida sobre la tierra.

Sin embargo, se trataría de una vida eterna cualitativamente más perfecta, más realizada, más completa -cada vez más-, hasta alcanzar la perfección.

Es indudable que pese a sus atractivos, el universalismo de John Hick no se ciñe a la posición ortodoxa dentro del protestantismo. Sin embargo, eso en sí mismo no sería suficiente para descartarla del todo

B) ESPERANZA ESCATOLÓGICA Y EL CLAMOR DE “OTRO MUNDO ES POSIBLE”.[10] (Autor ISRAEL FLORES OLMOS - 24/06/2011)

La tradición Reformada a través del tiempo ha ido transformándose y ha tratado de dar respuestas a los desafíos que la sociedad demanda en sus diversos aspectos. Pero este cambio no se ha librado de fuertes desviaciones y muchas veces en posturas fundamentalistas francamente contrarias a la fe reformada.

Uno de estos avatares de la fe reformada tiene que ver con el tema escatológico (dogmáticamente entendido como la doctrina de los últimos acontecimientos, llamada antiguamente «De novissimis»), las muchas desviaciones al respecto se han tergiversado tanto, hasta convertirla en algo ajeno a esta fe Reformada, y en ocasiones promueve una fe fundamentalista trayendo como consecuencia “un apego a la Biblia y anti-intelectualismo teológico” con su correspondiente alienación socio-política”[1] y, desde luego, a una gran pérdida de identidad Reformada.

No es nuestra intención aclarar los aspectos de estas doctrinas[2], sino que desde la pregunta o más bien desde la afirmación que muchos hacen y que se convierte en imperativo categórico: “otro mundo es posible”, quisiéramos hacer un breve recorrido de las propuestas de algunos de los teólogos protestantes para ver si es posible encontrar lazos, vínculos con los que claman por otro mundo posible ante la vorágine del mercado, la pobreza, y victimización que el mundo globalizado nos propone como modelo único.

Asumimos la crítica que el teólogo Pablo Richard hace del pensamiento escatológico fundamentalista que lleva a huir de la realidad del mundo por “la incapacidad de proporcionar un mensaje de esperanza ante los conflictos existenciales que no aliene al ser humano y que promueva la vida de tal forma que se pueda llegar al conocimiento de Dios y del hombre”[3].

Más claramente, queremos hacer notar que es un error considerar el tema escatológico como “opio” de los cristianos que conlleve a su desinterés por la sociedad y el mundo; más bien, la fe cristiana está en continua relación con las tensiones y problemas que se viven en el mundo y que desafían constantemente a esta fe a dar razón de su esperanza.

El pensamiento protestante ha tomado muy en serio este desafío como veremos en algunos de sus exponentes más representativos del siglo XX.

EL CRISTIANISMO ES ESCATOLOGÍA (K. BARTH)

No es justificable que la teología coloque en último lugar la escatología si es que quiere dar al mundo actual con todos sus problemas y decadencias, un mensaje de esperanza. La escatología para la fe protestante, es más que un tema en la agenda de la reflexión bíblica y teológica, el máximo representante y propulsor de la teología dialéctica, Karl Barth dirá al respecto de una manera radical: “Absolutamente nada tiene que ver con Cristo un cristianismo que no sea del todo escatología”[4] y dice también que “hemos de guardarnos de no poner al final de la dogmática un inocuo capitulito «escatológico»”[5] para recordar lo que no debemos olvidar, sino que la escatología ha de ser un despertar de nuestro letargo a “pierna suelta”.

Y es que para este teólogo suizo, que abandonó Alemania por negarse a prestarle juramento a Adolf Hitler, la escatología abarca toda la existencia, ya que entra en juego toda la relación entre tiempo y eternidad donde el ser humano se encuentra y vive, pero donde ha de experimentar la angustia existencial ya que “el individuo está ante Dios, perturbado en su «individualidad» como sólo Dios puede perturbar al hombre”[6].

Más precisamente el hombre ha “de saber que está allí, allí ante Dios, y en ese instante no volverse loco o hundirse en la nada”, esta relación de tiempo y eternidad, da como resultado el énfasis arrollador de la trascendencia de Dios, y presenta el hecho de que no hay puente desde el hombre a Dios, sino de Dios al hombre, invitándonos así, más que a participar de una esperanza, a una crisis[7].

El problema es que esta escatología suprime al ser humano. Como menciona J. Moltmann, sobre este concepto de escatología en Barth: “No es la historia, que transcurre silenciosa e inabarcable, la que coloca en una crisis la esperanza escatológica de futuro [...] sino que, al revés, ahora es el eschaton que irrumpe trascendentalmente el que sitúa en su crisis última a toda historia del hombre”[8]. Para Moltmann, con esto se niega el valor de la escatología para la historia, que es lo que originó su ocaso en la reflexión teológica.

Pero en el pensamiento Barth va a tener lugar un giro, y en la segunda edición de su comentario a la carta a los Romanos, elaborará la idea de un tiempo real. Así, nuestro más allá será una glorificación de la propia historia terrena, recuperando la perspectiva temporal que tiene la escatología bíblica. La centralidad que ocupa la escatología en la teología barthiana, es un elemento fundamental dentro del giro de la teología en el siglo XX, sólo que hay que tener en cuenta que estamos ante una visión acentuadamente trascendentalista de la escatología. Por ello el filósofo E. Bloch cree que la idea barthiana de lo divino carece de historia, de novum[9]. Es así como se puede reconocer la inserción del estudio de la escatología en un lugar prominente dentro de la teología, pero aún falta el pensar y reflexionar en torno a la escatología para que se convierta, no en palabra de «crisis» sino en un mensaje al ser humano que lo involucre en la historia y le haga partícipe en esa búsqueda de otro mundo que es posible.

DISOLUCIÓN DE LA ESCATOLOGÍA (R. BULTMANN)

Para Rudolf Bultmann, el Nuevo Testamento fue escrito con un sentido mitológico que, para interpretarlo, es necesario “desmitologizarlo”, para poder distinguir entre lo que es mito y lo que es el kerygma (mensaje cristiano). Lo mitológico para Bultmann es el uso de imágenes para expresar lo transmundano en términos de este mundo; lo divino en términos de la vida humana[10], por ello, para el teólogo protestante alemán, es necesario realizar el proceso de desmitificación, en su doble vertiente, por un lado, “negativa en tanto crítica de la imagen del mundo tal y como se expresa en el mito y, consiguientemente, de la imagen mítica del mundo tal como encuentra expresión en la Biblia; y una tarea positiva, de clarificación de la verdadera intención del mito, y por tanto, de la verdadera intención de las Escrituras bíblicas”[11].

De esta forma, no se trata de quitar el mito del Nuevo Testamento, sino de interpretarlo para el mundo de hoy y hacerlo creíble. Así, el cielo e infierno, la resurrección de Jesús, la Parusía, y el futuro día de juicio, son los temas que hay que reinterpretar para el hombre de hoy, el que habla de energía atómica, de ciencia moderna. De modo que para el teólogo de Marburg, al pasar por el filtro de la desmitologización a la divinidad concluye que es más que nada vivencia, encuentro y des-encuentro. Y este concepto, profundamente heideggeriano es la de un Dios que, antes que nada, es existencia.

De modo que para Bultmann es necesario reinterpretar el mensaje neotestamentario para presentar un mensaje que nos lleve a una comprensión existencial de éste. La existencia o ser existencial, él mismo lo define como el ser auténticamente humano, y dicha existencia se realiza al responsabilizarse de sí mismo y de su futuro: “Si el ser auténticamente humano es la existencia, en la cual el hombre debe asumirse a sí mismo, es responsable de sí mismo, la apertura hacia el futuro, la libertad en que cada instante se hace acontecimiento, pertenece a la existencia auténtica [...] la realidad del hombre es su historia; es decir, su realidad está perpetuamente por delante de él, de suerte que se puede decir que el ser-futuro es la realidad en la que el hombre permanece”[12]. Si partimos de esta idea de Bultmann para buscar el mensaje escatológico, dicho mensaje se verá limitado por el presente histórico del hombre, ya que él mismo es el “ser-futuro”.

Con el teólogo de la desmitologización, tendremos una escatología subrayadamente presente e individualista. Para él, Jesús mismo predicó una escatología “tomando la imagen apocalíptica del futuro, pero reduciéndola fuertemente. Lo nuevo y propio es, sin embargo, la seguridad con la que él dice: ¡Ahora ha llegado el tiempo! El reino de Dios irrumpe. ¡Ha llegado el final!”[13], concluyendo que Jesús mismo es la señal de los tiempos.

De esta forma ahora es cuando uno debe elegir, entre Dios y su reino o el mundo y sus bienes, una sola decisión, ya que Jesús “en su persona significa la exigencia de la decisión, en la medida en que su llamada es la última palabra de Dios antes del fin y como tal llama a tomar una decisión. Ahora es la última hora; ahora sólo vale sí o no”[14]. A pesar de todo, la propuesta escatológica de Bultmann resulta ser individualista y por tanto con una visión social y política muy sesgada, su escatología desemboca en una percepción de la historia concentrada en la vida de la persona al radicalizar una decisión privada de la participación del reino de Dios. Le quita a la escatología su dimensión cósmica y explosiva, ya que la salvación la privatiza, hace tanto énfasis en una dimensión existencial, que nos lleva a una situación de acomodamiento a las estructuras sociales a partir de una decisión individual; de este modo, apenas se percibe la dimensión de la esperanza que nos da el mensaje del reino de Dios y la vertiente profética que este lleva en su dimensión escatológica.

Si bien, la tarea hermenéutica desmitologizadora y existencial que propone Bultmann, no es en ninguna manera despreciable, sí hay que tener cuidado de no caer en los extremos y mucho menos al hablar de la escatología, sobre todo si se quiere generar un mensaje esperanzador para la vida en forma integral.

Paradójicamente será el filósofo de la esperanza, quien pondrá en alerta ante el peligro del teólogo, Ernest Bloch nos dirá “que si se desmitologizase indiscriminadamente, sucedería que muchos elementos subversivos e inconformistas de la Biblia perderían su sentido, que es ser portador de la luz.

Desaparecería, entonces el mito de la serpiente del paraíso -el otro mito por excelencia junto al de Prometeo-, que conserva todo lo prometeico y encierra en su seno una crítica frontal a la heteronomía”[15].

RECUPERACIÓN DE LA CATEGORÍA UTÓPICA (E. BLOCH.)

“Sólo un ateo puede ser un buen cristiano; sólo un buen cristiano puede ser un buen ateo”. Esta dialéctica, es una propuesta no de un teólogo reformado, sino al que ha entrado desde el marxismo a la profundidad de la religión judeo-cristiana para sacar de ella la fuerza de la transformación histórica y por ello merece una mención en este sucinto recorrido por la escatología, hablamos de Ernst Bloch.

En su “El principio esperanza”, como un replanteamiento del marxismo desde una categoría utópica del proyecto esperanza en la historia, plantea un horizonte utópico que es algo inexistente hoy, pero debe convertirse en el motor por el que se mueva la sociedad, para convertirse en un factor de transformación, de cambio, “Bloch se centra en realizar aquella sugerencia de Marx según la cual la religión es «el sueño de algo que es necesario llevarlo a la conciencia para poder poseerlo realmente». Y ello transformando la esperanza ultraterrena de la religión, en utopía concreta intramundana [...] que constituye el impulso de la utopía concreta”[16].

 Esta utopía, es para Bloch, esperanza, pero que no está alejada de la razón, no es una esperanza que aliena, que nos lleva a un escape de este mundo y mucho menos es una esperanza individualista, sino que es posibilidad sobre el futuro, sobre el novum como un futuro mejor, o sea, “otro mundo es posible”.

Este futuro aparece como una posibilidad para la dignidad de todos los hombres, para E. Feil, “todo el pensamiento y empeño de Bloch, es como un alegato valiente en favor de la esperanza; nadie ha cargado tanto el acento sobre el futuro, nadie ha hecho tanto hincapié en el «todavía no» ni se ha empeñado como él en la seguridad de que llegará el «Reino» en el que no se impedirá a nadie andar erguido, en el que nadie será señor ni esclavo”[17].

El ser humano, en la esperanza, debe superar la tranquilidad mortífera y lanzarse en busca de posibilidades nuevas, esto se basa en la mirada del eschaton de la historia. “Su punto de partida no está en el pasado, sino en el apocalipsis del tiempo total, ya que la verdadera génesis no está en el principio, sino en el término”[18].

Así la utopía Bloch la recupera en dos sentidos, una es no caer en lo subjetivo, en una utopía abstracta, sino una concreta; pero la otra es no permitir que lo real elimine la fantasía que promueve la transformación. “De ahí su doble empeño: por una parte, liberar a la utopía de la ilusión infundada; por otra, liberarla de la idolatría objetivista de lo objetivamente posible”[19]. Para él, el cristianismo tiene estas dos capacidades, ya que se encuentran en su seno como esperanza escatológica, como una «posibilidad» dada por la realidad histórica de su fundador, así, pero él, Cristo, “un Hombre obra aquí simplemente como hombre bueno, algo que todavía no había sucedido; con una tendencia propia hacia abajo, hacia los pobres y menospreciados, en la que no hay ningún asomo de patronazgo. Con una rebeldía hacia lo alto”[20].

Frente a estos planteamientos no se pueden ignorar los impulsos que Bloch ha dado a la escatología cristiana, para forjar una perspectiva utópica realista que le permita activar la tarea histórica; de este modo, se le reconoce su aportación para que el cristianismo tome la esperanza y la coloque en un lugar central dentro, no solamente de su reflexión, sino de su vivencia. Así se ha intensificado de nuevo la conexión de la esperanza cristiana y la acción dinámica en favor de quienes viven en la injusticia, opresión y alienación. Lo que cuenta para Bloch es proseguir “la esperanza contra toda esperanza”[21]. Para él, quien es sujeto de la historia es el hombre que trabaja, crea, transforma y supera la realidad existente. No se trata de sueños sobre el futuro, sino que la utopía es el complemento cierto de lo que ya existe, pero que no está cerrado o concluido, así la utopía estará enfocada a transformar el mundo, el que ya existe, no otro.

La reflexión de Bloch es muy estimulante al quehacer teológico y práctico del cristianismo, pero no se debe olvidar que, al plantearse la posibilidad de forjar la utopía en lo ya existente y sus posibilidades, se limita lo nuevo y no puede trascender a lo que es ésta realidad. Al respecto J. B. Metz nos advierte que el hombre sigue girando en un círculo del que ni siquiera lo que todavía no ha acontecido podrá librarlo. De este modo tendremos que seguir avanzando en nuestro estudio sin dejar de reconocer que la obra de E. Bloch, representa un adelanto en la procuración de generar un mensaje escatológico esperanzador, si no en forma total, si en forma conveniente para nuestro mundo.

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS, GERMEN DE LA ESPERANZA ESCATOLÓGICA (J. MOLTMANN)

“Porque si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó, y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Cor. 15:13-14). Hemos visto el papel que juega la esperanza como principio filosófico en E. Bloch, veamos cómo el teólogo protestante J. Moltmann la erige no sólo en sentido teológico, sino también como base para la praxis cristiana ya que para él “resulta imposible un obrar creador basado en la fe, sin un nuevo pensar y proyectar desde la esperanza”[22]. Ahora bien, para Moltmann, esta esperanza “surge de un acontecimiento específico y único: el de la resurrección y el de la aparición de Jesucristo”[23]. La resurrección no es para él más que la simiente del futuro, es algo que se encuentra oculto en el mismo Cristo. Pero esto no ha llegado aún, no existe porque está en el futuro, convirtiéndose así sólo en esperanza, la resurrección podría compararse a una simiente, la base del futuro se encuentra para Moltmann, escondido en dicha simiente, la fe se dirige, en esperanza y expectación, hacia la revelación de aquello que ha encontrado ya en Cristo. Pero esto no quiere decir que haya llegado el futuro, por eso tenemos que hablar en escatología cristiana de “Jesucristo y su futuro”, aunque, ese futuro “todavía no” existe[24].

La esperanza no se conforma con las leyes naturales, la fe se expande hasta la esperanza. La esperanza se opone a la presencia del mal, del sufrimiento y de la muerte en aras del futuro de Jesucristo. De tal modo que le esperanza nos lleva al inconformismo de la realidad dada. Este futuro de Cristo es la parusía para Moltmann, o retorno de Cristo. Lo que es singular dentro de la reflexión que Moltmann hace de la escatología es que para él, el futuro, la experiencia y la esperanza están basados en un mismo acontecimiento que, a la vez lo hace incompatible hoy, pero se encuentra en la espera del cumplimiento de la promesa de Dios hecha en la resurrección de Cristo: “En la escatología cristiana, lo presente y lo futuro, la experiencia y la esperanza, entran en mutua contradicción [...] es la contradicción de la resurrección con respecto a la cruz”[25]. Pero la cruz, es una expresión del hoy, del presente, representa toda posibilidad de futuro bloqueado, la muerte total, la reducción de la vida en nada, ocasionada por el poder inmenso del sufrimiento y la derogación de los valores que permiten la vida. Así la cruz de Cristo, su pasión, determina la incapacidad del hombre para lograr una opción para la vida, es la culminación de toda posibilidad, en concreto: la nada. Su cruz, dice Moltmann, “no sólo representa el final de la vida que él tenía, sino también el final de la vida que él ama y que espera”[26]. Por otro lado encontramos la “posibilidad”, la esperanza que nos plantea la resurrección de Cristo, la esperanza en la promesa de Dios, la justicia divina en todo. La expectación cristiana no se dirige a nadie más que al Cristo llegado, pero aguarda de él algo nuevo, algo no acontecido hasta ahora: “aguarda el cumplimiento de la prometida justicia divina en todo, el cumplimiento de la resurrección de los muertos prometida en su resurrección, el cumplimiento del dominio del crucificado sobre todo, prometido en su exaltación”[27].

Para Moltmann, la esperanza actúa en el presente mediante la resistencia, la inconformidad del presente en pro de un cambio que Dios ofrece en la resurrección de Cristo. Esta promesa escatológica de la parusía de Cristo torna en histórico el presente, lo hace experimentar en lo que aconteció en el pasado y la garantía de lo que viene. Pero ¿cómo sucede esto?, Moltmann nos responde así: “Pero si en el acontecimiento de la resurrección del crucificado vemos una creatio ex nihilo, lo que aquí está en juego, no es un posible cambio de lo existente, sino nada y todo. Entonces se ve que este mundo no puede soportar ni la resurrección ni el nuevo mundo creado a partir de aquélla. La dialéctica que quiera soportar esta contradicción, debe ser una dialéctica apocalíptica”[28].

En la cruz de Cristo, el mundo no recibe un desvelamiento, ya que la síntesis que ha de reconciliar esta dialéctica entre muerte y resurrección ha de darse en el marco de un nuevo ser. Así la cruz, el sufrimiento, es por todo esto parte integrante de la acometida dialéctica, que va en la dirección de un nuevo futuro para el hombre, para el ser nuevo. Moltmann va a mencionar después que: “La fe en la resurrección, es fe en el crucificado; y la esperanza que vence al mundo, capaz de esperar contra toda esperanza, nace al lado del crucificado”[29], esto nos lleva desde luego a una posición política y social ya que es una “teología del abandono de los dioses patrios y del statu quo, es teología del oprobio de Cristo esperando a la puerta”[30]. Así, Para Moltmann, la esperanza se presentará como una fe cristiana liberadora, como él mismo asegura en su Crítica teológica de la religión política: “La fe cristiana en el Dios crucificado, que es a la vez el Dios de la esperanza, destruye la idolatría, la libera del impulso de autoconfirmación y acaba con la tiranía del orgullo y del miedo [...] El punto crucial de la esperanza no es un futuro abierto, sino el futuro de los que no tienen esperanza, la luz de la resurrección brilla en la noche de la cruz y quiere iluminar a todos aquellos que se han colocado a la sombra de la cruz”[31].

El pensamiento de Moltmann es un gran esfuerzo de elaboración de un mensaje cristiano que revele la recuperación de la utopía escatológica como mensaje esperanzador, pero cabe preguntarse, hasta dónde es factible este mensaje y cuál es la pertinencia de las pautas que nos da para practicar y vivir activamente este mensaje esperanzador, es decir, ¿hasta dónde la teología de la esperanza de Moltmann, se expresa de tal manera que es audible, que es comprensible para todos aquellos que están también en la búsqueda de un mejor mundo posible? Si bien esta propuesta escatológica de Moltmann nos lleva a centrarnos en la realidad y no conformarnos a ella, nos conviene ver si la promesa de la que habla, irrumpe en su totalidad en un mundo que cada vez tiende más hacia la conflictividad social, económica, política e incluso religiosa. ¿Cómo crear el nuevo mañana, o ser promotores de él? Faltaría decir cómo lograrlo con todos, y no sólo con los que pueden oír la palabra de la promesa. Gustavo Gutiérrez refiriéndose a la teología de la esperanza de Moltmann comenta que “le hace falta un nuevo lenguaje, que sea audible pero además comprensible para todos, participar de las muchas voces y hacerse oír hace necesario un nuevo lenguaje de la fe que sea capaz de expresar la esperanza escatológica a todos los oídos, esa es la dificultad en Moltmann”[32].

 ESCATOLOGÍA PARA LA VIDA Y PARA “OTRO MUNDO POSIBLE”

Unos de los problemas de la comunicación de la esperanza cristiana tiene que ver con la articulación de un lenguaje que sea comprensible y significativo para los que viven el día a día en la conflictividad y la complejidad de la vida, es decir, para la mayoría de la gente. Es por ello que la escatología cristiana (y la teología en general) no puede seguir siendo un discurso dispuesto solo para los “iniciados”, el problema del lenguaje en la escatología es una crítica que ya desde 1968 el teólogo presbiteriano Rubem Alves había formulado en su tesis doctoral en Princeton. Refiriéndose a la teología de K. Barth, R. Bultmann y J. Moltmann, hará ver que es necesario una crítica al lenguaje teológico, ya que para el teólogo Brasileño, tanto el lenguaje del existencialismo teológico, que desvincula el futuro escatológico del futuro histórico; como el de Barth, que o bien niega toda la historia (primer Barth) o convierte el futuro del hombre en pasado o en “tiempo metafísico”; como el de Bultmann, por su carácter ahistórico y asocial; y finalmente el lenguaje de la teología de la esperanza de Moltmann que constata que el futuro ya está determinado y es un objeto, más que un horizonte; para Alves éstas son teologías que necesitan un nuevo lenguaje[33].

¿Cómo compartir que el Reino de Dios, está verdaderamente presente y operativo -por más que imperfecta o parcialmente- realizado en las acciones individuales y colectivas de los seres humanos solidarios, activos y comprometidos en la historia? Es necesario hacer ver que no se limitan a ser un mero reflejo, prefiguración o analogía del Reino, sino que la concientización, y la creación de una sociedad solidaria en todos los ámbitos (social, económico, político, ecológico, etc.) son mediaciones de la redención e incluso adelantos de la plenitud de vida esperada, de modo que la plenitud de vida y la redención histórica se implican mutuamente. Pero tampoco se puede considerar que el Reino de Dios sea una mera prolongación del mundo transformado por el ser humano. Al tiempo que tarea humana, el reino de Dios es don de Dios que debe acogerse como gracia.

Y sin embargo, nos es necesario seguir hablando de la esperanza cristiana, ya que no podemos estar conforme con lo que vivimos, con la manera en que este mundo está organizado y lo que podemos alcanzar desde nuestras muchas o pocas fuerzas. Hablar de escatología implica un trabajo hermenéutico tanto del texto bíblico, como del lenguaje escatológico, pero siempre viendo este mundo y teniendo en cuenta la promesa del Reino en plenitud, es necesaria la escatología cristiana, también como promotora de fe y esperanza y de nuevas utopías ya que “Una sociedad en la que no pueden nacer y fomentarse las utopías es una sociedad en la que la esperanza histórica se ve reducida a la limitada aspiración que consiste en mantener lo que se tiene. En pocas palabras, una sociedad sin utopía es una sociedad sin esperanza. Y, por tanto, es una sociedad en la que algunos, los privilegiados, centran sus aspiraciones en no perder lo que tienen, mientras que la gran mayoría, los marginados y excluidos, no pasan del desesperado deseo de supervivencia, expresión mínima del instinto de conservación”[34].

Moltmann dará un giro a su teología, pasará de la teología de la esperanza a la teología del Dios crucificado[35] y llegará finalmente a la cristología cósmica y mesiánica[36], y comenta que en cuestión de escatología la pregunta decisiva que hay que dirigir a Cristo no es ¿Eres tú el verdadero Dios? o ¿Eres tú el verdadero hombre?, sino la pregunta mesiánica: ¿Eres tú el que ha de venir? “Vivir la esperanza de la parusía en mucho más que la simple espera, perseverancia y mantenimiento de la fe; es un actitud activa y transformadora. Es vivir anticipando al que ha de venir, en una “espera creativa […] Es vivir con “la cabeza alta” y con el “andar erguido”, es una vida que, en la lucha por la justicia y la paz en este mundo, colabora en la instauración del Reino de Dios”[37].

[1] Florencio GALINDO, El protestantismo fundamentalista; una experiencia ambigua para América Latina. Estella, Verbo Divino, 1992, p. 284.
[2] Al respecto la bibliógrafa es amplia, pero nos parece un buen texto introductorio el ya clásico libro de Antonio HOEKEMA, La Biblia y el futuro. Grand Rapids. Subcomisión de literatura cristiana de la iglesia reformada, 1984. En este texto se exponen las posturas sobre algunos temas de la escatología que se hacen presentes en una gran parte de las iglesias y que, nos guste o no, han permeado la fe de sus miembros. Por otro lado, una introducción a la escatología en general la tenemos en el texto de JJ. TAMAYO-ACOSTA, Para comprender la escatología cristiana. Navarra, Verbo divino. 1993.
[3] Pablo RICHARD, “Las fuerzas religiosas de la muerte (las sectas)” en su La fuerza espiritual de la Iglesia de los pobres. San José, DEI, 1988, p. 143
[4] Karl BARTH, Carta a los romanos. Madrid, Biblioteca de autores cristianos, 1998, p. 381.
[5] Ibid, p. 574
[6] Ibid p. 519.
[7] Barth, al abordar la carta a los Romanos, lo hace con todo el problema de la existencia, desde lo que Kierkeggard llamó “dialéctica cuantitativa”, que implica el esfuerzo continuo de establecer distinciones absolutas, donde cada aspecto de una pone en duda a la otra. Así el individuo es cuestionado al estar frente al absolutamente Otro. Es el reconocimiento de lo que Kierkegaard llamó la “distinción infinitamente cualitativa” entre tiempo y eternidad.
[8] J. MOLTMANN, Teología de la esperanza. Salamanca, Sígueme, 1972. p. 48.
[9] Cf. Ernst BLOCH, El ateísmo en el cristianismo, Madrid, Taurus. 1983, pp. 48-54.
[10] Cf. J.L. GONZÁLEZ en «Teología de la existencia», Apéndice de Mackintosh, Hugo R. Corrientes teológicas contemporáneas: de Schleiermacher a Barth. Buenos Aires, Methopress, 1964. p. 310.
[11] Rosino GIBELLINI, La teología del siglo XX. Santander, Sal Terrae. 1993, pp. 37-38.
[12] Citado por J. J. TAMAYO-ACOSTA, op cit, p. 282.
[13] Rudolf BULTMANN, Teología del Nuevo Testamento. Salamanca, Sígueme, 1987. p. 44.
[14] Ibid, p. 47.
[15] Cf. E. BLOCH, op cit,   pp. 48.
[16] J. J. Tamayo-Acosta, op cit, p. 260
[17] E. FEIL, “Ernst Bloch” en Karl-Heinz Weger, ed. La crítica religiosa en los tres últimos siglos; diccionario de autores y escuelas. Barcelona, Herder, 1968. p. 53.
[18] R. B. UNZUE, en la presentación a la edición española de J. MOLTMANN, Esperanza y planificación del futuro. Salamanca, Sígueme, 1971. p. 21.
[19]J. TAMAYO-ACOSTA, op cit, p. 261. Cf. Especialmente su excelente libro Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch. Estella. Verbo Divino. 1992.
[20] E. Bloch, El principio esperanza. III, Madrid, Aguilar, 1980. pp. 374-375.
[21] E. FEIL, op cit., p. 56.
[22] J. MOLTMANN, op cit, p. 44.
[23] Ibid, p. 254.
[24] Cf. R. Alves. Cristianismo: ¿opio o liberación? Salamanca, Sígueme, 1972. p. 99.
[25] J. MOLTMANN, op cit, p.23
[26] Ibid., p. 275
[27] Idem
[28] Ibid., p. 294
[29] J. MOILTMANN, Esperanza y planificación del futuro; perspectivas teológicas. Salamanca, Sígueme, 1971. p. 88.
[30] Idem.
[31] J. MOLTMANN, “Critica teológica de la religión política” en Ilustración y teoría teológica; la iglesia en la encrucijada de las libertades modernas. Salamanca, Sígueme, 1973. p. 45.
[32] G. GUTIERREZ, Teología de la liberación; Perspectivas. Salamanca, Sígueme, 1972, p. 283.
[33] Cf. Alves, Cristianismo, opio o liberación. Sígueme, pp. 54-114. De hecho, todo este capítulo es una análisis de la escatología de estos tres teólogos protestantes dese una mirada crítica desde para quien busca la articulación de la esperanza cristiana con el humanismo político que se estaba viviendo en la conflictividad de América Latina en esos años. La tesis doctoral en ingles se llamó Hacía una teología de la liberación (Towards a Theology of Liberation) este libro en inglés se publico bajo el título de Una teología de la esperanza humana. (A theology of human hope, The world publishing company, 1969). A decir de Enrique Dussel este libro marcará la primara obra sistemática bajo el paradigma de la teología de la liberación.
[34] José María CASTILLO, “La utopía secuestrada”, en Concilium, 308. Nov-Dic, 2004, p 43.
[35] Cf. J. MOLTMANN, El Dios crucificado. La cruz de Cristo como base y crítica de toda teología cristiana. Salamanca, Sígueme. 1975.
[36] Cf. J. MOLTMANN, El camino de Cristo. Cristología en dimensiones mesiánicas. Salamanca, Sígueme. 1993.
[37] Ibid, p. 459.





IV) EPÍLOGO.

En los puntos I y II precedentes expusimos los aspectos preliminares e introductorios comunes a las tres entradas que integran nuestro trabajo sobre escatología cristiana y fuimos publicando sucesivamente (Escatologías Católica, Ortodoxa y Protestante) en el orden y bajo los títulos indicados al comienzo.

En ese marco general resaltamos la importancia de la escatología cristiana para la vida presente y futura de los seres humanos.

Luego de esa parte común y abordando en particular la escatología protestante incorporamos dos destacados artículos sobre la cuestión, el primero de ellos de Edgar Moros Ruano, <Lo escatológico en el pensamiento protestante> y el segundo de Israel Flores Olmos, <Esperanza escatológica y el clamor de “otro mundo es posible”>.

Ahora como cierre de esta tercera y última parte de nuestro trabajo, agregamos una selección de citas bíblicas sobre las virtudes teologales de la fe y la esperanza, que tanta relación tienen con la temática desarrollada.

FE.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado. (Mc. 16:16).

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Jn 3: 36).

Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. (Jn. 6: 28 y 29).

Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce. (Jn. 6:64 hasta 6:71 inclusive)

Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (Jn. 8:24)

Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. (Jn. 12:44 hasta 12:50 inclusive).

Y sacándolos, les dijo: Señores, ¿Qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. (Hch.16:30 y 31).

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebr. 11:6).

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (1era. Pedr. 5:8 y 5:9).

ESPERANZA.

Porque hay un mañana, y tu esperanza no será aniquilada (Pr 23, 18).

También al principio, mientras los soberbios gigantes perecían, se refugió en una barquichuela la esperanza del mundo (Sb 14, 3-6).

Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar y no dejará de echar renuevos (Jb 14,7)

Porque nuestra salvación es en esperanza (Rm 8, 25)

Por su maldad será lanzado el impío. Más el justo en su muerte tiene esperanza. (Pr. 14:32)

...teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. (Hch 24:15)

...a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio..." (Col 1:5)

...en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos..." (Tit 1:2)

...para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna." (Tit 3:7)

Queridos Hermanos, hemos así llegado al final de nuestro trabajo. Sólo nos queda recordar que la primera y la segunda parte del mismo fueron expuestas en las entradas anteriores, en las que abordamos la escatología católica y la escatología ortodoxa. Sin más, nos despedimos implorando a la Santísima Trinidad para que nos de las fuerzas necesarias para cargar nuestra cruz y perseverar en la fe y en las obras que nos permitan regenerar nuestras naturalezas dañadas y llegar al destino de felicidad eterna que Dios pone al alcance de todos los seres humanos

Dr. Alejandro Oscar De Salvo.
Abogado - Coach Directivo.





[1]Doc. Escatología - Resumen - sacerdotes y seminaristas
https://www.google.com.ar/search?q=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&oq=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&aqs=chrome..69i57.10431j0j7&sourceid=chrome&espv=2&es_sm=122&ie=UTF-8#q=sacerdotesyseminaristas.org%2Fcatalogo_es%2F4120_escatologia.doc%E2%80%8E
[2] Ibídem.
[3] Rev. Carlos A. Mena C.  http://www.iglesiareformada.com/Mena_ESCATOLOGIA_REFORMADA.pdf
[4] Ibídem.
[5] Doc. Escatología - Resumen - sacerdotes y seminaristas
https://www.google.com.ar/search?q=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&oq=escatolog%C3%ADa+intermedia+resumen+sacerdotes&aqs=chrome..69i57.10431j0j7&sourceid=chrome&espv=2&es_sm=122&ie=UTF-8#q=sacerdotesyseminaristas.org%2Fcatalogo_es%2F4120_escatologia.doc%E2%80%8E
[6] Ibídem.
[7] El contenido ha sido tomado de la página de la faculta SEUT. Fue publicado originalmente en Cristianismo Protestante, le revista oficial de la Iglesia Evangélica Española.
http://www.facultadseut.org/media/modules/editor/seut/docs/separata/separ022.pdf
[8] El Prof. Edgar Moros Ruano, dictó filosofía en la Universidad de los Andes y teología en el Seminario de la Gran Colombia, además de ser pastor de la Iglesia Presbiteriana, en Venezuela. Luego paso a desempeñarse en el equipo de investigación de SEUT-SEM, en España.
[9] “Literalista” quiere decir una manera hiperliteral y letrista que ignora el uso normal de lenguaje, como el lenguaje figurado.
[10] El contenido fue extraído de la página de Lupa Protestante.
Fuente Original: Israel Flores | Artículo publicado en Cristianismo Protestante, la revista oficial de la Iglesia Evangélica Española

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